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El despertar islámico y Latinoamérica – Por Sheij Abdul Karim Paz

El despertar islámico y Latinoamérica - Por Sheij Abdul Karim Paz
El despertar islámico y Latinoamérica – Por Sheij Abdul Karim Paz

Recuperación de la identidad islámica de los musulmanes

Hoy existen realidades en el mundo que son innegables. Una de ellas es el despertar del mundo islámico. Nadie, viendo lo que está sucediendo en esta región del planeta puede dudar de ello. Hoy los musulmanes en todas partes, tanto en los países islámicos como en aquellos países donde son minorías, sienten una fuerte inclinación al Islam y sienten que están recuperando su identidad religiosa. Los intelectuales del mundo islámico, en su mayoría, han abandonado las ideologías occidentales de base supuestamente humanista y se han inclinado al Islam y buscan en él, el las respuestas a sus necesidades y las de la humanidad.

Hoy, el corazón de la Nación Islámica experimenta una inclinación hacia el Islam que no tiene precedente en los últimos siglos. Luego de padecer una dominación colonial y neocolonial por parte de la extendida cultura occidental durante decenios en los países islámicos, hoy el horizonte de la visión de los jóvenes en el mundo islámico es el Islam y su mirada se orienta hacia él. Esto es una realidad. Los mismos occidentales reconocen esto. Ellos mismos han repetido muchas veces que si en cada uno de los países islámicos se desarrollasen elecciones libres, los elegidos por esas naciones serían personas que creen en el Islam y adhieren a él y extenderán su influencia. El Islam y sus dirigentes tienen un gran crédito tal como se ha comprobado en Túnez, Irak, Egipto, Turquía, Libia (independientemente de la intervención de la OTAN, o de las reales intenciones de gobernar de acuerdo al Islam, los dirigentes hablan del Islam para atraer la aceptación del pueblo, el Islam es hoy un discurso obligado para captar el voto de la gente), Yemen, Bahrein, Irak, y en todas partes sucede lo mismo. Los secularistas y liberales, a pesar de contar con todo el aparato de ayuda financiera, política, propagandística de las potencias occidentales, no pasan de una pequeña minoría incapaz de detener el triunfo de los islamistas. Como dijo la presidenta argentina, Cristina Fernández, habrá que aceptar que no todos los pueblos piensan como los occidentales, en referencia a la aceptación mayoritaria que tiene el secularismo en la cultura actual en Occidente.

Las potencias occidentales en forma manifiestamente contradictoria y cínica sostienen que les preocupa la suerte de las minorías y sus derechos ante el avance del Islam político en el Medio Oriente y en el norte de África, pero cómo puede creerse lo que dicen cuando nunca les importaron los derechos de las mayorías, tal como lo demuestran cuando lanzan invasiones con la oposición mundial, cuando toman medidas de auxiliar a los bancos y financistas con miles de millones de dólares y le hacen sentir el peso de la crisis y la angustia de los recortes a los sectores más débiles de la sociedad que son la mayoría. O en las Naciones Unidas se reservan el derecho a veto en una suerte de club de poderoso. Es en vano que la Asamblea con mayoría pretenda condenar los bombardeos con bombas de fósforo de Israel a los civiles en escuelas y refugios de las Naciones Unidas en la ciudad de Gaza – como antes lo habían hecho en Qana, en el sur del Líbano-, ante las cámaras de televisión que por más que lo intenten, no pueden lograr una censura total y las imágenes recorren el mundo por internet.

Miremos el movimiento de Wall Street y los reclamos frustrados del llamado 99% frente a los financistas, bancos, multinacionales, lobby sionista y demás ostentadores del verdadero poder en la llamada “primera democracia mundial”. No importa que la mayoría de la humanidad se oponga a la guerra contra Irak, ahí van las bombas de Estados Unidos sin escuchar a las demandas de la mayoría. No importa que la mayoría de la humanidad aborrezca la cárcel de Guantánamo, el arsenal de bombas nucleares, las invasiones o el rescate multimillonario a los bancos y usureros. Estas potencias declamadoras de la democracia y los derechos humanos buscan sus aliados en el mundo islámico entre las dictaduras monárquicas, donde no existe nada de elecciones o parlamentos donde el pueblo pueda administrar sus propios asuntos y custodiar sus recursos para elegir cómo y dónde gastarlos. ¿Si funcionasen los parlamentos se podrían gastar sumas multimillonarias que alimentan la industria de armas en Occidente? Claro que no, por eso no existen.

La segunda realidad es que sin dudas, los primeros enemigos de este despertar islámico y de esta búsqueda de libertad, son las potencias arrogantes y el régimen sionista. La razón es conocida. El Islam se opone a ese dominio y se opone a la dependencia de los pueblos a esos poderes foráneos. Se opone y al retraso científico y práctico que impusieron a los países islámicos por años. Se opone a la imitación ciega de los pueblos y las naciones a los demás. Se opone al individualismo, a la decadencia moral, a la destrucción de la familia, a las políticas usureras, a los monopolios, al comercio de la droga y de las armas. Todos estos puntos son contrarios a las políticas de dominación, al colonialismo y arrogancia que han estado implementando las potencias europeas y norteamérica en los últimos doscientos años o más, en el mundo islámico. El despertar islámico se halla en el punto opuesto a los deseos de esos poderes coloniales. Con todo su ser se le oponen.

La tercera realidad, y todos conocen esta realidad aunque muchos la niegan, es que el surgimiento de este despertar islámico no está liderado por terroristas sino por los pueblos. Las personas que cometen crímenes terroristas hoy, en Irak, Siria, Libia, Pakistán, Líbano y en tantas otras partes son mercenarios manipulados por las dictaduras para combatir a este despertar y desfigurar su verdadero rostro a los ojos de la opinión pública mundial para que los aborrezca. Esto también lo saben los arrogantes, y sus usinas de desinformación masiva en donde se empeñan en mostrar un rostro violento, fanático y retrasado de los musulmanes. Si no son terroristas son engañados por el hábil complot que los ha llevado a sostener que el mayor enemigo del mundo islámico no es Israel tal como se ha empeñado en demostrarlo desde su artificial nacimiento, sino Irán que nunca invadió ningún país y que soporta todas las presiones imaginables y una guerra impuesta de ocho años por su política en defensa de Palestina.

Los pueblos saben que en realidad Irán es un amigo de los musulmanes en todo el mundo. El despertar islámico es el despertar de ese pueblo islámico sometido que ha vivido la pesadilla de la dominación de la fuerza bruta y despierta a la autodeterminación, al valor del pensamiento, la reflexión profunda, la palabra nueva, la mesura, la sensatez, la sobriedad alejada de la vida palaciega de los excéntricos monarcas, la justicia, la sabiduría, la espiritualidad y la benevolencia.

 La importancia del despertar islámico

No se debe dudar que el mundo arrogante considera como su peor obstáculo para su poder y dominación mundial, al despertar de los musulmanes, su unidad, su resistencia y el progreso de nuestros pueblos en el campo científico, en el político, en la cultura sana, en el económico y en las nuevas tecnologías, por lo tanto lo enfrenta con todo su poder. La experiencia del período colonial y neocolonial está a la vista de los pueblos musulmanes. Ya difícilmente se dejen engañar como en el pasado donde su ingenuidad les costó caro. Pero la amenaza no ha cesado y la lucha continúa.

Ahora que el despertar islámico se ha extendido gracias al sacrificio, a la lucha, a la valentía, a la honestidad de algunos líderes en algunos puntos del mundo islámico, a los jóvenes y a la participación de las masas, a los intelectuales y al pueblo en general, algunos pocos pretenden desviar esta corriente y montarse a la ola del clamor popular para frustrar las genuinas demandas de la gente. Un ejemplo es Al Baradei en Egipto llamando a intervenir a Estados Unidos o a los militares contra el presidente democráticamente elegido o el ejemplo de Al Alawi en Irak, también muy allegado a los norteamericanos que no sacó más que el diez por ciento de los votos a pesar de los millones de dólares que se le pusieron a disposición. Así como quienes representan los intereses petroleros extranjeros en Libia o las monarquías petroleras.

Las potencias occidentales no se resignan al avance democrático en el mundo islámico y alzan una supuesta preocupación por el derecho de las minorías cuando, como vimos, no les interesa el derecho de las mayorías. ¿Cómo puede, entonces, preocuparles realmente la suerte de las minorías? A menos que esas minorías sean quienes han gozado de todo tipo de privilegios hasta hoy.

La democracia de tipo islámica como la que sostiene la República Islámica es el sistema que ha mostrado el mayor respeto por las minorías, al punto de darles representación parlamentaria sin llegar el cupo exigido para ocupar los cargos de diputados de la cantidad exigida para el resto de los ciudadanos, es decir que poseen sus representantes como minorías. En el Líbano y en Irak se pueden ver ejemplo de cómo han observado y continúan haciéndolo, las mayorías musulmanas los derechos de los cristianos y otras minorías.

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