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El susurro del viento – Los Caballos Árabes – (+ Video)

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Lazlos, el caballo del Profeta Muhammad (s.w.s.)

Lazlos (en árabe, «Caballo del desierto») fue el primer caballo de Muhammad (s.w.s.) y su preferido. Era de raza árabe . Se dice que le fue regalado al profeta del Islam durante los primeros años de la Hégira, (…) el muqaiqis, o gobernador de Egipto,  envió a Muhammad (s.w.s.) espléndidos regalos: joyas preciosas, vestidos de lino egipcios, miel y mantequilla exquisitas, un asno llamado Djafur, una mula blanca llamada Dalda y un caballo llamado Lazlos  (…) , y sobre sus lomos entró en La Meca . A pesar del cariño que le tenía a este caballo, Muhammad (s.w.s.)  no llegó a abandonar nunca a su viejo camello,  Al Qaswa.

«Cabeza exquisita, corta y fina, de cara cóncava, grandes ollares y elegante hocico, ojos grandes y oscuros, orejas pequeñas y puntiagudas, cuello arqueado y hombros consistentes. El cuerpo es compacto y musculoso y los cuartos traseros fuertes. Las patas son, a la vez, delicadas y resistentes. El efecto general es de gracia y simetría, orgullo y plenitud de vida. Los movimientos son directos, sueltos y airosos.» . Pudiera ser que, parte de la grandeza del caballo árabe, el más bello y hermoso de los caballos del mundo, radica en su genética , no hay que olvidar que el pasto era escaso en el desierto y que los caballos tenían que alimentarse a base de leche de camella,dátiles secos, langostas y carne seca de camello. (Leer nota)

Según la leyenda, un día le dijo Allâh al Viento del Sur:

–Conviértete en sólida carne porque quiero hacer de ti una nueva criatura, para que me honre y humille a mis enemigos y para que sirva a aquellos que están bajo mi potestad.

Y el Viento del Sur respondió:

–Señor, hágase según tu deseo.

Entonces Allâh tomó un puñado de viento y sopló sobre él, creando el caballo y diciendo:

Te llamarás caballo, te doy raza árabe, a tu crin anudo el bien, cabalgándote se logrará el botín, la gloria se hallará donde tú estés. Yo te distingo de todos los animales, sobre ellos te hago señor; la querencia de tu amo te concedo, te permito volar sin alas, ya sea en el ataque o en la retirada. Sentaré a los hombres en tu grupa y rezarán, me honorificarán y cantarán aleluyas en mi nombre… Ahora ¡ve!, y vive en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches… ¡Sacrifícate!, y aprende a resistir la tentación del agua, broncea el color de tu cuerpo y aligera tus músculos de grasa… porque del viento vienes y viento debes ser en la carrera. Entre los animales bendito seas.

Y así nació el caballo en una tierra de camellos.

De Arabia proceden los «pura sangre» que ennoblecen la raza.  Un caballo de color tordo, castaño, alazán y ocasionalmente negro, que alcanza hasta los 160 centímetros de altura en la cruz y notablemente fogoso, indómito y alegre, de gran inteligencia, lealtad y paciencia.

A Muhammad (s.w.s.) , se le atribuye la frase «el diablo nunca osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe» y  «Cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados…», lo cual explica la relación hombre-caballo, que duró por espacio de trece siglos..

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Babieca, del «Cid Campeador»

A partir del Cantar del mio Cid ,se deduce que éste era nombre otorgado al caballo de Rodrigo Ruy Díaz de Vivar «El Cid Campeador». Babieca es, por excelencia, el caballo español y el símbolo de toda una época… Babieca estaba domado y adiestrado muy especialmente para la guerra y sobre todo por y para el Cid…, lo cual admite la verosimilitud de la leyenda, pues no puede olvidarse que aquellos animales «de guerra» estaban sometidos diariamente a un entrenamiento contumaz y duro. Hay quienes lo describen negro azabache y otros blanco armiño .Ben Jafacha (1058-1138) escribe estos versos que bien pudieran estar dedicados al equino más famoso de su tiempo:«Era un caballo alazán con el cual se encendía la batalla como un tizón de coraje. Su pelo era de color de la flor del granado; su oreja, de la forma de una hoja de mirto.Y, en medio de su color bermejo, surgía en su frente una estrella blanca, como las níveas burbujas que ríen en el vaso rojo de vino.»

Babieca aparentemente era de raza Andaluza, aunque hay quienes le atribuyen un origen marroquí o que provenía de la comarca de Babia. Precisamente el significado de su nombre se dice que deriva de esta región ya que los reyes de León escogían este lugar para su reposo, el cual les permitía alejarse de las tareas cotidianas de la corte. Según la tradición, ésto originó el dicho «estar en Babia», ya que cuando en la corte del reino alguien reclamaba al Rey, los ministros contestaban : «El Rey está en Babia». Hoy en día la expresión «estar en Babia» define a cualquier persona distraída o ausente.

El nombre de Babieca aparece por primera vez en el canto 86 del famoso poema y lo hace en estos términos:

Mandó mío Cid a todos
los que tenía en su casa
que el alcazár guarden bien
como las torres más altas,
igual que todas las puertas,
con sus salidas y entradas;
mandó traer a Babieca,
que ha poco lo ganara
del rey moro de Sevilla
en aquella gran batalla,
y aun no sabía mío Cid,
que en buena hora ciño espada,
si sería corredor
o dócil a las paradas…

Lo que comprueba el origen del sorprendente animal y su naturaleza árabe, demostrado está que «árabes» eran los caballos de las yeguadas de las marismas del Guadalquivir.

Dado su origen andaluz, definitivamente tuvo que ser un bello ejemplar de la mezcla berberisco-teutón-ibérico que Almanzor ensayó en las yeguadas del Guadalquivir bajo… y que se estabilizó más tarde en forma de «caballo español». «Los musulmanes enseñaron a los españoles -escribe la experta Carolina Silver- a ejercer la crianza selectiva, ya que los caballos de tipo germano-español poco podían hacer ante la fantástica agilidad de los ejemplares árabes y berberiscos. Hacia el siglo XV, en tiempos de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, el caballo español se convirtió en un animal de batalla al recibir infusiones de sangre oriental. Desde entonces en adelante, los caballos españoles de tipo «andaluz» se esparcieron por toda Europa, donde contribuyeron definitivamente en la mejora de muchas razas».

Los reyes como los nobles y los caballeros de la Reconquista usaban habitualmente dos tipos de caballos: los llamados palafrenes, que eran «los caballos de camino y de lujo» que se utilizaban para ir de viaje o en la aproximación al campo enemigo, y los caballos de armas. que eran los que se empleaban en las batallas. Los primeros eran, al parecer, animales de contextura recia y ánimo tranquilo…, probablemente del tipo «percherón», «asturcón» o «navarro» (cabeza fina de cara recta, ojos inteligentes y muy separados, grandes ollares, cuello fuerte y crestado, amplia cavidad torácica, ijares consistentes, cuartos traseros redondeados e inmensamente fuertes, patas de longitud media, resistentes y musculosas, movimientos excelentes y gran peso y presencia). Los segundos, muy al contrario, eran caballos de gran tamaño y especialmente seleccionados por su fuerza, su resistencia y su velocidad en la carrera. Seguramente, de origen «árabe», pues no hay que olvidar -y así puede leerse en el Cantar de Mío Cid- que durante muchos siglos el mejor botín que un cristiano podía tomar de un árabe era su caballo… y caballos árabes era el mejor regalo o «presente» que el caballero podía hacer a su señor. Como lo demuestra el propio Cid, ya en el canto 40 del poema, y tras la batalla de Calatayud, enviando al rey de Castilla un «presente» de treinta caballos:

 Oid, Minaya,
sodes mio diestro braço!
D’aquesta riqueza
que el Criador nos a dado
a vuestra guisa
prended con vuestra mano.
Embiar vos quiero
a Castiella con mandado
desta batalla
que avemos arrancado;
al rey Alfons
que me a ayrado
quierol enbiar
en don treinta cavallos,
todos con siellas
e muy bien enfrentados,
señas espadas
de los arzones colgando.

Según la Leyenda de Cardeña, elaborada en torno al Monasterio de San Pedro de Cardeña hacia 1270, fue el caballo sobre el que la esposa de El Cid montó y ató el cadáver de éste para hacer creer a sus enemigos que seguía vivo. Después, Babieca no volvió a ser montado y murió dos años más tarde a la inusual edad de cuarenta años. Según esta tradición, fue enterrado en algún lugar del Monasterio de San Pedro de Cardeña, a diez kilómetros de Burgos, en el término municipal de Castrillo del Val y junto a las localidades de Cardeñajimeno y Carcedo.

En la explanada situada frente a la fachada principal, en la que aparece una imagen ecuestre del Cid Campeador, hay una estatua del Sagrado Corazón, y a la izquierda un monolito con leyenda alusiva al caballo Babieca. Coincide con el lugar donde, según la tradición, fue sepultado el fiel animal.

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El Moro, de Facundo Quiroga

 Facundo Quiroga (El Tigre de los LLanos), poseía un caballo negro predilecto llamado «El Moro», del cual se decía que adivinaba si vencería o no en la batalla. Tras la derrota de Oncativo, el segundo del general Paz: el general Gregorio Aráoz de La Madrid ocupó a la ciudad de La Rioja y -además de insultar a la esposa de Quiroga, de engrillar en una picota a la madre de Quiroga, capturó al caballo preferido de Facundo, el caballo «El Moro» fue encontrado en la ciudad de Córdoba por hombres de Estanislao López, quien se apropió del animal. Quiroga elevó enérgicas protestas y amenazó con una guerra abierta a López.

El general Paz en sus memorias, se ocupa de la importancia que el Moro tenía para su dueño. Recuerda una sobremesa de oficiales en la que todos se mofaban del caballo “confidente, consejero y adivino del general Quiroga”. Picado, un antiguo oficial de éste cuenta: “señores, digan ustedes lo que quieran, rían cuanto se les antoje, pero lo que yo puedo asegurar es que el caballo Moro se indispuso terriblemente con su amo el día de la acción de “La Tablada” porque no siguió el consejo que le dio de evitar la batalla ese día. Soy testigo ocular de que habiendo querido el general montarlo el día de la batalla, no permitió que lo enfrentasen por más esfuerzos que se hicieron, siendo yo mismo uno de los que procuraron hacerlo, y todo para manifestar su irritación por el desprecio que el General hizo de sus avisos”.

A pedido de Facundo, Rosas interviene sin éxito ante el caudillo santafesino para resolver el pleito. “Puedo asegurarles compañeros que dobles mejores se compran a cuatro pesos donde quiera –responde López- no puede ser el decantado caballo del General Quiroga porque este es infame a todas sus partes”. Pero no lo devolvió.

Siguiendo instrucciones del restaurador, Tomás de Anchorena escribe a Facundo rogándole que no haga del tema del caballo un asunto de Estado que podría perturbar la marcha de la confederación y ofreciéndole una indemnización económica.

En la respuesta de Quiroga, del 12 de enero de 1832, se evidencia su furor: “Estoy seguro de que pasarán muchos siglos de años (sic) para que salga en La República otro caballo igual, y también le protesto a usted de buena fe que no soy capaz de recibir en cambio de ese caballo el valor que contiene La República Argentina (…) Me hallo disgustado más allá de lo posible”.

El santafesino nunca devolvió al Moro. Sarmiento pone en boca del enfurecido Tigre de los Llanos: “¡Gaucho ladrón de vacas!  ¡Caro te va a costar el placer de montar en bueno!”.

León Benarós dedica unos versos al sorprendente caballo de Facundo Quiroga :

El Moro de Quiroga

Quiroga tenía un moro,
animal de linda estampa,
fortachón, de pecho abierto
y de sangre vivaracha.
Era de buenos ollares
y altazo de riñonada.
De justa luz bajo el cuerpo
y de vista como brasa.(…)

Unos lo tenían por brujo
y otros por pingo de cábala,
desde que en toda ocasión
Quiroga lo consultaba.
No hubo caso ni suceso
que el moro no adivinara:
lo mismo anunciaba triunfos
que otra suerte de las armas.bucefalo_001

Bucéfalo , de «Alejandro Magno»

Bucéfalo, el legendario caballo del rey Alejandro de Macedonia. Vivió hace más de 2.300 años. Su nombre significa ‘cabeza de buey’, apodo que al parecer recibió el animal por el aspecto redondeado de su cara y la considerable anchura de su frente, donde además resplandecía una mancha blanca en forma de estrella (en otras leyendas se narra que Bucéfalo era una clase de unicornio imposible de montar y que sólo Alejandro pudo montarlo).Poseía una cabeza de frente ancha y perfil ligeramente cóncavo (característico de su herencia oriental), era considerado de gran tamaño comparado con sus contemporáneos. En algunas descripciones se menciona que  uno de sus ojos era de color azul . Bucéfalo ,despertaba el asombro de todos por su belleza, su poderío y su rebeldía, tenía un temperamento colérico, nervioso y desconfiado. 

Bucéfalo fue la montura de Alejandro desde que éste contaba 9 años de edad, cuando fue presentado entre otros caballos de Tesalia ante su padre, el rey Filipo II de Macedonia, para que los comprara,(los centauros mitológicos eran centauros tesalios, originales de la Tesalia.). Fue entonces cuando, según refiere Plutarco en en «Vidas paralelas: Alejandro y César» que el encuentro entre Alejandro y «Bucéfalo» se produjo de la siguiente manera: «Trajo un tesalino llamado Filónico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un descampado para probarlo pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo y dio orden de que se lo llevaran por ser fiera e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente dijo:

-Qué caballo nos perdemos!¡Y todo por no tener conocimientos ni resolución para manejarlo!

A lo que replicó Filipo, algo molesto por la suficiencia de su hijo:

-¿Acaso tú lo manejarías mejor que estos que tienen más años y más experiencia que tú?

-Por supuesto que sí; a este ya se ve que lo manejaré mejor que nadie -respondió Alejandro.

-¿y cuál ha de ser la pena de tu temeridad -preguntó Filipo- si no lo consigues?

 -¡Por Zeus -exclamó el joven- , pagaré el precio del caballo!

Echáronse a reír y convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pásolo después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle y aún tocarle le hizo estarse quieto. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dió la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación. Más del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó le dijo:«Hijo mío, busca un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es demasiado pequeña para tí.».

A partir de entonces, Bucéfalo dejó a los criados que se ocuparan de él, pero sólo consintió a ser montado por Alejandro. Los jinetes de aquella época no usaban sillas de montar, sino sólo una especie de manta, y las bridas. Alejandro vestía de gala a su caballo con piedras preciosas bordadas en pieles, medallones  engarzados en oro . Al indómito guerrero le gustaba poner la cabeza del animal en su regazo mientras le obsequiaba con manzanas.

Alejandro salió de Grecia para construir el imperio más grande de la antigüedad y siempre a lomos de de su inseparable e invencible Bucéfalo.El caballo que un día salió de Tesalia para ir a Macedonia y recorrer después Grecia de norte a sur y de este a oeste varias veces; cruzar los Dardanelos, toda la Turquía actual, todo el Oriente Medio, la península del Sinaí y Egipto… y sin detenerse volver grupas y pisar palmo a palmo el enorme imperio persa, desde Babilonia a Samarcanda, las tierras del sur de Rusia, de Afganistán, el Pakistán y las aguas del río Indo …. . murió alrededor de los 30 años a consecuencia de las heridas que sufrió en la batalla contra el rey indú Porus en el río Hidaspes. . Cuando el conquistador lo encuentra sin vida, lo entierra con todos los honores y Alejandro honró la memoria de la batalla fundando la ciudad de Nicea, «Ciudad de la Victoria «. Cerca de allí, hacia el poniente, fundó la ciudad de Bucéfala, en honor de su noble caballo. Se cree que este sitio está localizado frente al moderno pueblo de Jhelum, en la provincia del Punjab, al noreste del actual Pakistán.

Alejandro Magno, sin duda el general más genial de su tiempo ,enfermo ya de muerte, en su delirio repetía:«¿Está bien Bucéfalo?»

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Marengo,  de Napoleón

Caballo tordillo de raza árabe con 1.45 m de alzada, de tonalidad gris oscuro azulado. Importado de Egipto a Francia en el año 1799, a la edad de seis años. Fue el corcel más conocido del emperador Napoleón I, pero no el único ya que el emperador contaba con unos 130 caballos para su uso personal. Marengo era de constitución férrea, veloz y manejable, se dice que permanecía tranquilo durante los disparos de armas de fuego. Fue herido en batalla, ocho veces en toda su vida y finalmente fue capturado después de Waterloo y llevado a Inglaterra, donde murió a los 23 años.

La victoria de Marengo (Italia) fue tan colosal que Napoleón llamó «Marengo» al caballo que montó durante aquella batalla. Un caballo que debió ser ejemplar, para destacar entre los más de 130 corceles que se le calculan al gobernante francés.

A Napoleón, sus cualidades militares le convirtieron en el más grande los capitanes de la historia, en cambio nunca se distinguió como jinete: Todos los historiadores están de acuerdo en que el emperador fue un jinete mediocre y lo comprueba el hecho de que para él siempre se eligieron los caballos tordos, que son los de temperamento más dócil, y que nunca fue capaz de montar un caballo mal domado. Su constitución física (escasa estatura, piernas cortas, torso prominente) no le favorecían demasiado para destacar en el arte de la equitación. Constant, su ayudante de cámara, nos dice en sus memorias que todos los ejemplares destinados para el emperador eran adiestrados para recibir toda clase de molestias sin moverse, a cuyos efectos se les daban latigazos en la cabeza, se tiraban cohetes y disparos junto a sus orejas, para que no se asustasen en el fragor de la batalla, y se hacían pasar por entre sus patas cerdos y ovejas. Las caídas del emperador fueron frecuentes y muchas de ellas están documentadas. Alguna estuvo a punto de cambiar el curso de la historia.

En la madrugada del 23 d junio de 1812, antes de iniciar la campaña de Rusia, Napoleón junto con Berthier y su caballerizo mayor, Caulaincourt, realizó un reconocimiento de las orillas del Niemen, vestido con el uniforme de oficial polaco para llamar menos la atención. Mientras galopaba por un campo de trigo, una liebre se coló por entre las patas de su caballo, Friedland, que se encabritó. El emperador perdió los estribos y fue arrojado al suelo. Se levantó muy rápidamente, antes incluso de que Caulaincourt pudiera ayudarle y montó de nuevo sin decir una palabra. Berthier dijo a Caulaincourt que esa caída era un mal augurio y que no deberían cruzar el Niemen. Aunque el emperador bromeó al principio sobre su caída, la verdad es que pasó el resto del día con mal humor y preocupación. La noticia corrió como un reguero por el cuartel general y algunos observaron que los romanos, que creían en los augurios, no cruzarían el Niemen.

Por tanto, estamos lejos de la imagen idealizada como la que le muestra sobre una fogosa montura galopando por los hielos del San Bernardo. Sin embargo, el emperador compensaba sus carencias como jinete, con una energía y una resistencia que le hacían objeto de admiración incluso entre sus veteranos cazadores a caballo. Como botón de muestra, el siguiente suceso de su campaña en España: viéndose obligado a interrumpir la persecución de Moore para dirigirse a Francia, ante la creciente amenaza de Austria, Napoleón se lanzó a una épica cabalgada desde Valladolid hasta Burgos: 120 kilómetros en tres horas y media, por caminos infestados de guerrilleros. Llegó prácticamente solo, sin volver la cabeza, dejando atrás a sus cazadores de escolta, generales y mariscales.

Napoleón gustaba de dar a sus caballos nombres mágicos o mitológicos, como Cyrus, Tauris, Nerón, Tamerlán, Epicurien y Cerbère- Otros llevaron nombres de lugares geográficos o de batallas victoriosas. Así Cyrus fue rebautizado Austerlitz y también tuvo un Marengo, un Jaffa, un Friedland, un Wagram, un Montevideo y un Córdoba. Otros llevaron el nombre de su región de origen, como Cantal, Calvados, Girsors, Kurde, El Cir, Alí, Styne, Emir, Sheik y Gonzalve. En cambio, otras monturas recibieron nombres más imaginativos como Roitelet, Intendant, Ingenu, Coquet, Numide y Embelli. Sus caballos preferidos eran los árabes, que se trajo de Egipto, los españoles (15 de ellos regalo de Carlos IV en agosto de 1800) los rusos (ofrecidos por Alejandro) los bávaros (bestias enormes que le hacían parecer demasiado pequeño), los sirios, los americanos de la Plata y los tucos.

 Se acostumbra a representar siempre a Napoleón montando un caballo blanco, de modo que podría hacernos pensar que siempre montaba el mismo o que al menos, únicamente le gustaban los blancos. Ante tan larga lista de monturas, debemos preguntarnos entonces: ¿eran todos blancos? La respuesta solo puede ser no. De hecho, sólo 10 caballos de los 100 que montó durante toda su vida eran blancos. La gran mayoría de ellos eran alazanes, bayos y grises. La razón de la perpetua imagen del caballo blanco puede ser simplemente artística, a pesar de que en sus entradas en Viena, Berlín y Moscú, montó a Intendent, Coquet y Alí, los tres blancos. Napoleón siempre era representado con su simple levita gris, en medio de su estado mayor, repleto de entorchados y dorados. Ésto sólo ya representaba un contraste, pero para dar mayor realce a este contraste, para dar un centro óptico a la escena, donde dominaban los caballos negros y alazanes, era necesaria una nota blanca. Y de ahí que en todos los grandes cuadros, Napoleón siempre aparezca montado en un caballo blanco.

En una misma batalla, era habitual que montara tres o cuatro distintos. En Marengo montó a Desire y Alí, y en Austerlitz a Cyrus (que como hemos visto, recibirá el nombre de la batalla) a El Cid y a Córdoba, Marengo, Marie, Friedland, Emir,

Tauris y Roitelet, entre otros, le acompañaron en la campaña de Rusia. Cantal murió en Ligny y en Waterloo le prestaron servicio Marengo, Jaffa, Marie, Desiree, Tauris y Cerbère, que también resultó muerto durante la batalla. Como es de imaginar, el caballo blanco con que el que Napoleón es representado siempre en Waterloo es Marengo. Este caballo, junto con Jaffa fue transportado, más tarde a Inglaterra. Marengo murió en Londres a los 23 años y su esqueleto, amputado de un casco transformado en tabaquera, conservado en el instituto militar de Whiteball. Por su parte, Jaffa, vivió hasta la avanzada edad de 37 años y fue enterrado en Gassenbury, Kent.

Para su destierro en Santa Elena, Napoleón sólo fue autorizado a llevarse un caballo, el Vizir, mientras que se había llevado ocho a Elba. Con él, realizó diariamente cabalgadas por Longwood, pero pronto esta distracción también le fue prohibida. Su cólera estalló en esta frase dirigida al cirujano inglés Arnott: “Me habéis encerrado entre cuatro paredes con un aire malsano, ¡ A mí, que he recorrido a caballo toda Europa! ¡Qué lejanos parecían entonces aquellos tiempos pasados a lomos de Roitelet, Emir, Intendent o Marengo!molinero_001

 Molinero , de Hernán Cortés

 El caballo fue reintroducido en América por Hernán Cortés, llegando a las costas de Veracruz en 1519 con 16 ejemplares (11 caballos y 5 yeguas), provenientes de unas célebres estirpes cordobesas originadas durante el califato de Córdoba, con base en cuatro sementales llevadas desde el Yemen que se aparearon con yeguas españolas. (Leer nota) .

También se menciona a otro caballo de color gris, llamado Arriero y era -al decir de Bernal Díaz del Castillo- «uno de los mejores caballos que llegaron a México en las naves que luego fueron incendiadas».

Molinero de raza árabe-española acompañó a Hernán Cortés en la Conquista de México y se recuerda este episodio con Moctezuma:

Al quedar frente a frente Cortés y Moctezuma, Cortés se bajó de su caballo Molinero e intentó abrazarlo, acto que le fue impedido, ya que se le consideraba una divinidad, motivo por el cual no se le podía tocar. El conquistador se conformó con echarle al cuello un collar de piedras de vidrio. En este intercambio de presentes, Moctezuma ofreció a Cortés dos collares de caracoles rojos con ocho camarones de oro cada uno, haciendo notar que cada camarón medía un jeme (distancia que hay entre el dedo pulgar y el índice).

Cortés llegó a Tenochtitlán el día 8 de noviembre de 1519 (8 Echécatl del mes Quecholi en el calendario indígena). Moctezuma tenía la certeza de la llegada de los teules era irremediable y que se habían cumplido los presagios del destino. Ocho sucesos que estaban escritos desde antes de su nacimiento. Los ocho pasos que el dios rubio de los tlaxcaltecas había de dar antes de su regreso: una llama de fuego muy grande y resplandeciente había iluminado el cielo diez años atrás; el capitel del templo del dios Huitzilopochtli se incendió sin causa aparente y nada era capaz de apaciguar el fuego destructor; cayó un rayo sobre otro templo de Xiuhtecutli sin que las condiciones meteorológicas fueran las indicadas para ello; un cometa recorrió el firmamento en pleno día; grandes olas se levantaron en la laguna de México; Y en el oráculo : un ave cazada y llevada ante Moctezuma mostraba en un espejo situado sobre su cabeza una muchedumbre de guerreros a caballo y finalmente aparecían cuerpos monstruosos que se desvanecían como los espíritus…

Los habitantes de América,criaturas inocentes y místicas, pensaban que los jinetes eran centauros y en el primer encuentro cayeron desmayados por la impresión , e inmediatamente los tomaron como divinidades y los trataron como Dioses.

El carácter casi mitológico que,por su desconocimiento, les otorgaron los aztecas, a quienes les parecían seres invencibles,definió el triunfo de los españoles en América. Cortés , al ser consciente del efecto que causaba su caballería, supo manipular esta ventaja haciendo que sus hombres colocasen cascabeles a su monturas para aumentar el “infernal ruido” que hacían a los oídos indígenas.

Los caballos fueron, desde el principio, un elemento clave para la conquista de América.Los aztecas creían que los soldados españoles montados sobre sus caballos eran uno solo. Esto seres formidables, los teules, podían asimismo disociarse en dos. Cuando los primeros combates, Cortés puso mucha atención en disimular los cadáveres de los caballos, para que los indígenas continuaran creyendo en su inmortalidad.

«Porque después de Dios, debimos la victoria a los caballos”

Referencias
«Caballos, historia, mito y leyenda» de Julio Merino.
«Bucéfalo: Memorias del caballo de Alejandro «,de Eloy M. Cebrian «Marengo: The Myth of Napoleon’s Horse», de Hamilton, Jill. «Apuntes sobre  equitación», de Mâher Najib Hamdan Ensayo de Xavier Sancho, de Amis du Patrimoine Napoleonien,«La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España» ,de Bernal Díaz del Castillo

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