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Inmigración Árabe en Argentina – (+ Videos)

Inmigración semana cultura árabe

La inmigración árabe en Argentina como tema de investigación ha tenido una motivación múltiple, en la que las razones científicas y académicas se han mezclado con otras de interés personal, aparte de verse sometida a los condicionamientos temporales y materiales de cualquier objetivo metodológico.

Cronológicamente, la inmigración árabe en Argentina es posterior a la de Estados Unidos, país que recibió a los primeros inmigrantes.

Aunque comienza en 1880, el periodo significativo por excelencia abarca de 1900 a 1930, cuando alcanza el tercer lugar después de las italiana y la española.

El Día del inmigrante en Argentina, se celebra los 4 de septiembre de cada año desde que se la estableció mediante el Decreto Nº 21.430 del año 1949, siendo presidente Juan Domingo Perón.

Se eligió esa fecha para recordar la llegada de los inmigrantes al país en recuerdo de la disposición dictada por el Primer Triunvirato en 1812, que ofreciera “su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

En contraste con la emigración europea y canalizada por las agencias de información argentinas en los puertos europeos; los árabes eluden el dispositivo y responden a «La cadena de llamadas».

La peripecia económica del árabe antes de 1930 comienza por el comercio ambulante cuyo exilio determina el establecimiento comercial minorista primero, y desemboca en el comercio al por mayor después.

El proceso de integración resistió mayores dificultades que para italianos y españoles, favorecidos por identidades religiosas, lingüísticas y étnicas.

Siguen existiendo problemas de integración con la segunda generación,pero la situación se modifica con la generación de los nietos que se siente totalmente integrada en la sociedad Argentina.

La participación activa en la política argentina se produce con los hijos de los inmigrantes como consecuencia de las graduaciones universitarias.

El año 1880 es un año clave en el proceso histórico argentino, se consolida la organización del Estado con la designación de Buenos Aires como capital de la República y con el general Roca como presidente (1880-1886); sin embargo, el proceso organizativo ya había comenzado años atrás.

En 1853 se sancionó la constitución cuyo artículo 25 decía:

«El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes».

Previo a esta década tres personalidades disímiles se sucedieron en el ejercicio de la presidencia : Mitre de 1862 a 1868, Sarmiento de 1868 a 1874 y Avellaneda de 1874 a 1880.

Lo más visible de sus obras fue el afianzamiento del orden institucional de la república unificada y el cambio total de la estructura social y económica de la nación.

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Proceso inmigratorio

El paso audaz en la promoción del cambio económico-social fue la apertura del país a la inmigración.

La República comenzó a atraer inmigrantes a los que se les ofrecían facilidades para su incorporación al país, pero sin garantizarles la posesión de las tierras; así lo estableció la ley de colonización de 1876, que reflejaba la situación del Estado frente a la tierra pública, entregada sistemáticamente a los grandes poseedores.

Algunas causas de la inmigración:

La necesidad de Argentina de integrarse al Mercado Europeo.

La situación inversa con respecto a las necesidades Argentinas y Europeas.

Argentina necesitaba mano de obra, como consecuencia del proyecto de expansión del sector agropecuario; y Europa liberaba mano de obra, como consecuencia de la tecnificación del agro y la Segunda Revolución Industrial.

Se contaba con una zona muy apta para la explotación agropecuaria: La Pampa Húmeda, cuya explotación requería mano de obra y capitales, escasos en nuestro país.

La política de la generación de los ’80 de transformar el país a la imagen Norteamericana, por la política industrial del anglosajón, y Europea, por sus ciudades modernas y bien estructuradas.

Los inmigrantes tenían escasas posibilidades de transformarse en propietarios y se ofrecieron como mano de obra, en algunos casos yendo y viniendo a su país de origen (trabajadores golondrina).

El saldo inmigratorio fue de 76.000 inmigrantes en la década del 60 al 70 y de 85.000 en la década del 70 al 80.

Sin embargo la distribución tuvo una tendencia definida y la corriente inmigratoria se fijo preferentemente en la zona del litoral y en las grandes ciudades.

Sólo pequeños grupos se trasladaron al centro y al oeste del país.

Así comenzó a acentuarse intensamente la diferenciación entre el interior del país y la zona del litoral, antes contrapuestas por sus recursos económicos y ahora por diferencias demográficas y sociales.

Para tener una idea aproximada de lo que se entiende por este «enorme flujo de inmigrantes» , tenemos que entre 1861 y 1870 el país recibió 160.000 inmigrantes mientras que entre 1881 y 1890 la cantidad de inmigrantes fue de 841.000 .

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Esta inmigración fue predominantemente de origen latino: español e italiano.

La agrupación de las colectividades insinuaba la formación de grupos marginales, ajenos a los intereses tradicionales del país y orientados exclusivamente hacia la solución de los problemas individuales.

La construcción del ferrocarril creó una importantes fuente de trabajo para los inmigrantes y desencadenó un cambio radical en la economía del país.

Buenos Aires fue la principal beneficiaria del nuevo desarrollo económico.

La ciudad se europeizó en sus gustos y en sus modas.

Buenos aires : cosmopolita en su población , renovadora su arquitectura, cultas sus minorías y activo su puerto, la capital ponía de manifiesto todos los rasgos del cambio que operaba en el país.

A medida que se constituía ese impreciso sector de inmigrantes e hijos de inmigrantes , la clase dirigente criolla comenzó a considerarse como una aristocracia, a hablar de su estirpe y a acrecentar los privilegios que la prosperidad le otorgaba sin mucho esfuerzo.

Despreció al humilde inmigrante que venía de los países pobres de Europa, precisamente cuando se sometía sin vacilaciones a la influencia de los países europeos más ricos.

La lectura social es tan importante como otras claves de la época , porque la sociedad argentina, a través de la inmigración, se configura de otra manera, debido al flujo impresionante y casi incomparable de extranjeros que llegan y, en su mayoría, se quedan.

Principales grupos étnicos:

Italianos:

Éstos conformaron el grupo más numeroso.

Por su número, sus industrias, sus comercios, sus capitales y sus profesionales; ocupaban un lugar prominente en la vida económica y social de la ciudad de Buenos Aires.

También era muy importante este grupo en Santa Fe y Rosario.

Hasta 1894 vinieron fundamentalmente del norte de Italia y luego en su mayoría del sur.

Españoles:

Siguen en importancia a los italianos, este grupo llega más tardíamente pero es muy numeroso.

Los españoles tienen ingresos superiores a los italianos.

Vinieron fundamentalmente de Galicia, Asturias, El País Vasco, Cataluña y Castilla.

Ingleses, franceses, alemanes o suizos:

Numéricamente, la más débil, pero desempeñó un importante papel económico.

Tuvieron generalmente calificación profesional, cierto grado de instrucción, y medios capitales que invirtieron en el campo y la industria.

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Rusos, sirios, libaneses y armenios:

Se distinguen de los otros grupos por su ingreso tardío y por las diferencias de lenguas (árabe, ruso) y de religión (judía, musulmana, ortodoxa) y sus costumbres.

«Los árabes en el Río de la Plata -señala Lautaro Ortiz- constituyen una de las más ricas colectividades inmigratorias.

Su literatura y su periodismo no sólo enriquecieron la trama cultural local sino que influyeron en sus países nativos.

Hoy, agobiados por la discriminación, los intelectuales árabes siguen batallando por la integración cultural y el mejor conocimiento de sus tradiciones.

Según estimaciones no oficiales, existen en la actualidad 18 millones de árabes –entre descendientes y nativos– habitando los suelos de Argentina, Uruguay y Brasil. (…)

Entre los cientos de agricultores que llegaron a estas playas se encontraban muchos poetas, periodistas y editores que, algunos años después, serían los ideólogos del movimiento más revolucionario de las letras y el periodismo, el Mahyar.

Al poco tiempo de llegar y, luego de un período de afincamiento e integración en el interior de los tres países mencionados, los árabes dieron inicio a su propio desarrollo intelectual, que tuvo dos frentes:

la integración con nuestra cultura y la transformación de la suya, a través del permanente envío de información a su tierra natal. (…) a partir del siglo XX, los jóvenes inmigrantes comenzaron a buscar los medios para hacer conocer su arte a través de la edición de diarios y revistas y la creación de sellos editoriales».

«Juan Yacer, el poeta más respetado en la colectividad y autor de El movimiento literario americano-árabe en América Latina, apunta que los literatos, «para sorpresa y asombro de miles de lectores, comenzaron a publicar temas literarios nuevos, ciertamente extraños al oído oriental endurecido.

No hay duda que la libertad en sus países de adopción, el despertar sobre nuevos tipos y estilos de vida, la misma naturaleza gigantesca de América, y el roce con el pensamiento de escritores y poetas occidentales, contribuyeron al estallido de sus talentos y al encendido de sus almas, ya de por sí sensibilizadas por el drama existencial que padecían en sus tierras de origen».

Entre las voces de este género que residieron en territorio argentino, los especialistas entrevistados enumeran a Badaui Al-Yabal (famoso poeta árabe, su obra ha tenido gran repercusión en Siria y Líbano), Omar Abu Risha (poeta muy reconocido en Arabia, llegó a Buenos Aires como embajador de Siria), Zaki Konsol (escribió poemas de tono patriótico y varios de sus libros fueron publicados en Arabia y Argentina), Rashid Nakle (poeta libanés, autor del himno nacional de su país), Habbib Joraieb (recorrió en los años 30 todo el país difundiendo sus obras) y, entre otros, la poeta libanesa Sabine Farra, quien desde los 90 se radicó en Argentina.

Yacer agregó que «los textos árabes escritos en países como Argentina, Uruguay y Brasil tuvieron una importancia tremenda en los países de la península árabe.

Llegaron como aire fresco. Innovaron metros y formas estróficas, introdujeron la prosa poética y dieron inicio a lo que se denomina ‘poesía susurrada’ que, olvidando el tono declamatorio y discursivo, deja a la palabra misma el poder de sugerir».

A lo que Brahim Husain acotó: «Es una pena que la intelectualidad del Río de la Plata aún no haya abierto los ojos a nuestro aporte cultural y que sólo se quede en los prejuicios mal fundados».

Modesto homenaje a la inolvidable Nínawa Daher.

Referencias

Akmir Chaib Abdellahed :La emigración árabe a Argentina en la historia contemporánea.

Ortiz, Lautaro: «Arabescos» (fragmentos).

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