1211: Ibn ‘Arabi regresa a Bagdad
Ibn ‘Arabi regresó a Bagdad en 1211 (608 H).
Aquí conoció a otro gran sheij sufí, Shihabuddin ‘Umar as-Suhrawardi. Al encontrarse, se contemplaron mutuamente sin decir palabra.
Suhrawardi comentó:
lbn ‘Arabi es el océano de la verdad. En todo lo que es y en todo lo que hace, sigue el ejemplo del Profeta. Tanto su ser visible como su ser interno reflejan y están llenos de la luz de Muhammad, la paz y bendiciones de Dios estén con él.
El conocimiento místico de Ibn ‘Arabi alcanzó la perfección en torno a este tiempo.
Estaba tan inmerso en el océano de la Verdad que tanto sus palabras como su ser interno se tornaron invisibles e inconcebibles para aquellos que se quedaban en la orilla.
Desde 1213 (610 H) a 1221 (618 H) viajaría de Bagdad a Alepo, regresando a Meca, a Malatia y otra vez a Aleppo.
Durante este período se hicieron más frecuentes la envidia y la incomprensión, que él intentó desarmar.
Pero también halló quien Io entendiera, como por ejemplo al-Malik az-Zahir, gobernador de Aleppo, y al-Malik al-‘Adil, gobernador de Damasco.
Cuando en 1223 (620H) al’Adille imploró que se asentara en su ciudad, él aceptó.
Así finalizaron sus viajes, ya que, exceptuando una breve visita a Aleppo, permaneció en Damasco durante treinta años.
Debió de ser en Damasco donde Ibn ‘Arabi conoció a un joven que luego se convertiría en un sufí de atractivo y envergadura universales: Mevlana Jalaluddin Rumí, inspirador de los sufíes Mevlevi, los famosos derviches giróvagos.
(Este encuentro tuvo lugar cinco años antes de que Rumí y su familia, vagando como refugiados, se trasladasen a Konia, donde el discípulo de Ibn ‘Arabi, Sadruddín al-Qunawi, se relacionaría más tarde con Mevlana).
El adolescente Jalaluddin acompañó a su padre Baha’uddin (uno de los más grandes hombres de conocimiento de su época) a una entrevista con Ibn ‘Arabi, quien recordaría este encuentro con gusto:
Le pregunté a Jalaluddin cuántos años tenía y me contestó que era un año más joven que Huda, Allah el Guía.
De acuerdo con el valor numérico de las letras, la palabra Huda suma 605. Al decir que era un año más joven, Jalaluddin quiso expresar que había nacido en el 604 (1207 DC).
Cuando Baha’uddin y el joven Jalaluddin se iban, Ibn ‘Arabi dijo:
«¡Qué asombroso que un océano siga a un pequeño lago!»
Pero no todos los encuentros que el sheij tuvo en Damasco fueron alegres.
Muchos eruditos y teólogos de la ciudad -así como de otros lugares- lo envidiaban y lo odiaban, especialmente al contar con el favor del príncipe y de los altos cargos oficiales.
Sus críticas se basaban en los que ellos definían como la sospechosa religión de Ibn ‘Arabi. Un erudito que lo defendió fue Kamaluddin ash-Shami:
«¡ Que vengan a mí los que lo niegan, condenan o dicen no entenderle!» ofreció. «Yo os hablaré en vuestra lengua, os ayudaré en vuestras dificultades y eliminaré vuestras dudas».
No está claro si su ofrecimiento encontró mucha aceptación.
Por su parte, Ibn ‘Arabi no sentía mucho afecto por estos eruditos de Damasco, pero no por causa de la animadversión que le tenían, sino porque le disgustaba que sacasen un provecho material del conocimiento.
El dinero que obtenían se había convertido en un velo que no les dejaba ver la Verdad. Ibn ‘Arabi odiaba el dinero y detestaba a las personas que hacían del dinero su dios.
Una vez alguien le regaló un inmenso palacio. Inmediatamente después de aceptarlo, un mendigo le pidió limosna.
«Oh hombre necesitado», dijo el Sheij, «no tengo ninguna posesión excepto este palacio. ¡Por favor, tómalo por el amor a Allah!» Y le regaló el palacio al mendigo.
Un día en Damasco, Ibn ‘Arabi vio a un imam, amante no de Allah, sino del dinero, que lideraba a una congregación de fieles amantes también de las riquezas.
Los llamó desde la puerta diciendo:
«¡El dios que adoráis está bajo mis pies!».
La congregación dejó sus oraciones y comenzaron a maldecirlo y a golpearlo. Algunos dicen que el Sheij terminaría muriendo de los golpes recibidos en esta ocasión.
Muhyiddin Ibn ‘Arabi dejó este mundo en la noche del Viernes 16 de Noviembre de 1240 (638 H), el vigésimo octavo día del mes de Rabi’ath Thani.
Tenía setenta y seis años.
Sus oraciones fúnebres fueron presididas por el qadi de Damasco y fue enterrado en Salihiyyah.
Lo cierto es que los eruditos finalmente obtuvieron su venganza, ya que su tumba se convertiría más tarde en un basurero, permaneciendo así hasta que el Sultán Otomano Selim I, El Osado, tomó la ciudad de Damasco.
El Sultán Selim creía que Ibn ‘Arabi había predicho su conquista del cercano oriente y de Egipto en un ensayo llamado Shayarat al nu’maniyyah fi dawlat al-uthmaniyyah, que describía el Estado Otomano mucho antes de que éste existiera.
En este ensayo estaba escrito: «Idha dakhalas-sinufish-shin, yash’aru qabra Muhyiddin» (cuando la letra «S» entre en la letra «SH» la tumba de Muhyiddin será descubierta).
Los letrados de la corte Otomana interpretaron que la letra «S» significaba Selim, y la letra «SH» la ciudad de Sham o Damasco, e informaron al Sultán de que él descubriría la tumba del Gran Sheij cuando conquistara Damasco.
De hecho, lo primero que Selim hizo cuando entró en la ciudad fue buscar la tumba.
Al hallarla perdida en medio de un basurero, el gran guerrero lloró, y ordenó que allí se construyera una lápida y una mezquita. Luego le encargó al Sheij Makki, uno de los grandes teólogos de la época, que escribiera un libro acerca de la vida y obra de Ibn ‘Arabi.
De esta forma, Sheij Makkí escribió Al-Yanib al-gharbi fi mushkilat Ibn al-‘Arabi, en donde trató de clarificar algunos de los malentendidos generados por el pensamiento de Ibn ‘Arabi, escribiendo en un lenguaje que incluso gente de miras estrechas pudieran entender.
Otro erudito de ese tiempo fue alentado por el Sultán a que escribiera cuarenta comentarios acerca de Fusus al-Hikam.
El Sultán Selim también visitó la mezquita donde el Santo recibiera los golpes que posiblemente le causaron su muerte. Encontró el lugar en donde el Sheij había dicho: «El dios que adoráis está bajo mis pies» y lo hizo excavar. Se descubrió así un tesoro de monedas de oro.
Allah tenga misericordia del alma de Muhyiddin lbn ‘Arabí, que esté complacido con él y le conceda paz a su alma.
Que El Creador de todo; Señor de los universos visibles e invisibles, conocidos y desconocidos; Allah, libre de toda falta, descuido y deficiencia; Puro y Bendito; Él que conoce y contiene todas las cosas; El Señor que preserva de todo desastre y calamidad, otorgue Sus bendiciones y Su gracia a nuestro Maestro Muhammad, a su familia y compañeros.
Que Allah derrame Su paz y bendiciones sobre nuestro Maestro Muhammad, sobre todos los profetas y mensajeros, sobre los santos y los rectos siervos, sobre los ángeles y sobre los que residen en el Trono de la Gracia y sobre todos los siervos fieles entre los habitantes de la tierra y de los cielos. Amén.
©2024-paginasarabes®