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La caligrafía árabe – Un medio sagrado de comunicación entre Dios y los hombres

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La caligrafía es expresión evidente de la palabra y el discurso, lo mismo que ambos son expresión de las ideas que contienen el alma y el pensamiento, por lo que en consecuencia deben ser signos perfectamente claros …

La escritura es un medio de comunicación entre los hombres, pero en el caso de la escritura árabe, la misma trasciende esta condición primaria y se eleva a la transmisión del mensaje divino revelado en el Sagrado Corán.

La caligrafía árabe expresada como motivo iconográfico y decorativo, marca una característica de lo que se ha dado en llamar arte islámico, lo cual no designa el arte particular de una religión, sino al medio cultural cuya clase dirigente y mayoría de población profesaba el Islam.

Quisiera puntualizar que antes del advenimiento del Islam, la península arábiga estaba totalmente dominada por el politeísmo y la idolatría, habiendo comenzado para ese pueblo un periodo de franca decadencia y deterioro paulatino de las costumbres morales y espirituales.

Dicho deterioro se detiene con la llegada del mensaje del Islam y es así que a partir de ese momento comienza una ascensión moral, lo cual trae aparejada una definida consolidación cultural de la cual la caligrafía es una muestra.

A los efectos de erradicar definitivamente la idolatría del pueblo árabe, la nueva religión establece la prohibición de la adoración de representaciones figurativas y es así como la caligrafía resuelve, de alguna manera, la tensión existente entre representación y abstracción, ofreciendo en los lugares santos un substituto a la decoración figurativa.

Esto no quiere decir que no existan estatuas o no se representen figuras, puesto que las vemos en las miniaturas de pintores de diversos países islámicos, en especial Turquía y la antigua Persia.

La sutileza está en no asociar ninguna figura o representación con Dios, a efectos de que el hombre no traslade el prístino sentimiento hacia su Creador, y lo coloque en alguna figura o imagen de cualquier naturaleza y termine por adorar a esa imagen.

Al tener que expresar la palabra divina, la caligrafía comienza tempranamente a transformarse en un medio gráfico de incomparable plasticidad y belleza, al mismo tiempo que impacta el alma del creyente por la calidad del mensaje.

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Estudios realizados determinan que la escritura árabe existía antes del Islam.

Sus dos formas primarias son: una ligera y cursiva la cual da origen al estilo “neskhi “, la otra angulosa, hierática, la cual será llamada mas tarde “kúfica”.

Los primeros árabes aprendieron la escritura cursiva del pueblo “nabateo”, en la región de Houran en Siria.

El estilo kúfico se origina de la escritura siríaca.

Los árabes preislámicos llamaban a esta escritura “hiri”, según el nombre de su ciudad, Hira, en Mesopotamia, muy pronto los musulmanes construyeron la ciudad de Kufa y a partir de ese momento la escritura se llamó “kufi”.

Estas dos escrituras han dado origen a otros estilos y la multiplicidad de los mismos se debe a la voluntad de los diversos pueblos convertidos al Islam de conservar los textos coránicos y de transcribirlos a los estilos adaptados según su naturaleza y a su escritura de origen.

Debemos hacer aquí una aclaración.

Existen numerosas lenguas, diferentes del árabe, que utilizan o utilizaron el alfabeto que hoy nos ocupa, tal es el caso del persa, varios dialectos del África, de la India, de Indonesia, de China, así sucedió con el idioma turco hasta 1929.

Notemos que los pueblos mencionados adhieren a la religión islámica.

Quisiera puntualizar un detalle interesante que se relaciona con nuestro idioma, se trata de la escritura árabe “aljamiada”, (del árabe al-ayamiyya cuyo significado es “la lengua extranjera“, nombre que daban los árabes de la península a la lengua castellana).

Dicho “aljamiado” está constituido por la grafía árabe con leves variantes y con la cual se escribía el idioma castellano.

Dichas variantes debían considerar la consonante “p” y las vocales “e” y “o“, las cuales son inexistentes entre los sonidos del idioma árabe.

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La expansión del Islam a otros pueblos no árabes posibilita también a estos últimos el uso de esa escritura; es así que vemos brillar en Persia y Turquía la maestría de grandes calígrafos que embellecen cada día más el trascendente y universal mensaje del Sagrado Corán.

Transformaron la escritura en un arte, embelleciendo las letras por el armonioso juego de las proporciones, creando diferentes estilos de acuerdo a las necesidades.

Así nos encontramos con una escritura adaptada al uso diario, al uso arquitectónico para la decoración de mezquitas, para titular capítulos coránicos, para documentos reales etc.

Cada una fue estudiada y perfeccionada estableciéndose reglas para su uso.

En ese punto nacieron los maestros.

También esos maestros tuvieron discípulos, que en algunas ocasiones superaron a aquellos que les enseñaron.

Existe una palabra en árabe que explica la totalidad de los actos humanos, esa palabra es “niat”, intención.

Viendo los trabajos de los grandes calígrafos se comprende cabalmente su maestría a través de su intencionalidad.

Plasmando en sus trabajos el sentido estético, la minuciosidad, armonizando pequeños detalles armonizaban la totalidad del trabajo.

Se llegó a la realización de formas geométricas que para el no conocedor no pasan de ser armoniosos diseños sin que se pueda advertir que detrás de los mismos se transmite un mensaje.

El imperio otomano se caracterizó por dar a las artes un impulso verdaderamente notable, especialmente al arte caligráfico.

Allí se formaron escuelas de maestros bajo la protección del soberano, y su punto máximo de inflexión fue alcanzado durante el reinado del sultán Solimán llamado “el magnífico“, y también “al-qanun” (el legislador) quien no fue solamente un gran soberano del imperio otomano, sino que además fue poeta y joyero.

El espíritu del trabajo se basaba en la desinteresada cooperación entre los calígrafos.

Era condición general preparar sus propios elementos de trabajo, plumas y tintas.

Esos maestros eran expertos en la preparación de las tintas.

Algunas fórmulas se perdieron, otras subsisten hasta los tiempos actuales.

También preparaban sus cálamos, y era entre ellos fundamental la interacción mutua, intercambiaban sus técnicas, sin que por ello ninguno de los maestros perdiera su estilo.

Subordinaban la apetencia humana de voracidad personal a un logro mayor, por eso los trabajos se hacían con un vuelo muy alto y gran exquisitez.

Los medios de inspiración partían de la fe, de un sencillo contacto con la vida y de una armonía interior.

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Algo similar sucede con una orquesta sinfónica, cada instrumento, que podría ser perfectamente un maestro solista, cede su timbre personal en aras de un timbre mayor, sin dejar por ello de ser quien es.

Vale la pena, entonces, meditar sobre este tema y sobre la palabra griega “sinfoni” cuyo significado es “estar de acuerdo“.

Quisiera destacar con letras de oro que se cultivaba la positividad, puesto que el que “invierte” su energía en belleza, armonía y plasticidad obtiene intereses proporcionales, en calidad, a su “inversión”.

Estos maestros invertían su energía en valores altísimos y proporcionalmente obtenían los resultados en sus trabajos.

Al observar los mismos podemos deducir su interior dichos maestros calígrafos, a quienes admiro, jamás tenían prisa ni eran apurados por personas o circunstancias, sin embargo pudieron, algunos de ellos, copiar a mano e iluminar las páginas de doscientos Coranes.

Tengamos presente que cada vez que concluían un ejemplar habían copiado 114 capítulos con un total de 6236 versículos, disponiendo, además, de tiempo para la formación de discípulos.

Turquía descolló en forma notable en este aspecto, pues tuvo en la época del imperio otomano la escuela de maestros calígrafos más importante que se tenga memoria.

Según he podido colegir a través de mis 20 años de experiencia en esta disciplina se ejercitan tres estados fundamentales en el interior de quien enseña, y son:

La paciencia: por tener que construir un nuevo lenguaje interno en quien no sabe.

La generosidad: porque se debe dar todo lo que se sabe sin guardar nada para sí mismo, tal como secretos o cosas parecidas

La humildad: al intentar conseguir que aquel a quien enseñamos sea mejor que nosotros.

Puede no conocerse la escritura, pero las formas que adopta la misma no dejan de asombrar por su equilibrio y sentido estético, vale decir que trasciende su mensaje más allá de su significado literal impactando por su belleza y sereno ordenamiento plástico.

Quisiera hacer notar que el Sagrado Corán se lee siempre en idioma árabe no importando el país.

La lengua y la escritura árabe son sagradas para todo musulmán, árabe o no, dado que es la expresión de la palabra revelada por Dios.

Los estilos caligráficos son innumerables, pero debemos hacer notar los seis estilos principales, “thuluth, naskhi, muhaqqaq, rayhani, riqa y tawqi” estos estilos fueron y son llamados con el nombre de “al qalam-as-sittah “ en lengua árabe, y “shish-qalam” en lengua persa, cuya traducción es: “las seis plumas” o “los seis estilos“.

La palabra “qalam” tiene un equivalente en castellano y es cálamo, y por extensión pluma de escritura.

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Para escribir los maestros calígrafos utilizaban una caña, una simple caña cortada de determinada forma.

Ese corte requiere una técnica precisa y específica.

Se dice que de la caña nace la línea musical y la línea escrita, la flauta y el cálamo.

La palabra cálamo aparece mencionada en cuatro oportunidades en el texto coránico.

Las ubicación de los versículos en los capítulos o suras son las que a continuación se detallan, sura nº 03:44, sura nº 31:27, sura nº 68:01 y sura nº 96:04.

En ellas leemos.

Sura nº 03 “La familia de Imrán” aleya 44

“… He aquí alguno de los relatos misteriosos que te revelamos, ­ -oh Apóstol!; aunque tú no estuviste presente con ellos cuando, con sus cálamos, se sortearon para decidir quién se encargaría de María, ni tampoco estabas presente cuando disputaban…”.

 En la Sura nº 31 “Lucman” aleya 27

 “… Aún cuando todos los árboles de la tierra se convirtieran en cálamos y el océano en tinta y se le sumasen siete océanos más no bastarían para escribir las inagotables palabras de Dios; porque Dios es poderoso, prudente…”.

Sura nº 68 “El cálamo” aleya 01

“… Nun. Por el cálamo y por lo que el hombre con él escribe…”

Sura nº 96 “El espermatozoide” aleya 04

“… Que enseñó el uso del cálamo…”

También en la poesía mística se hace mención de la caña.

Les ofrecemos algunos versos del gran místico Mevlana Jalal-ud-Din Rumi (604 1273) extractado de una de sus obras mayores – el Masnavi -, escrita en lengua persa.

Escuchad a la flauta de caña como se queja,

Lamentando el destierro de su hogar.

“Siempre, desde que fui arrancada de mi lecho de caña, mis notas plañideras han llevado a hombres y mujeres al llanto.

Destrozo mi pecho esforzándome por dar salida a mis suspiros y expresar los tormentos del anhelo por mi hogar.

El que habita lejos de su hogar está siempre añorando el día que podrá retornar”.

Esta aparente digresión del tema que nos ocupa, intenta poner en evidencia el papel fundamental que desempeña la modesta caña, que tanto sirve para representar un estado del alma en el ser humano o para modelar letras, las cuales técnicamente dibujadas por una mano, que sabiendo lo que quiere expresar el corazón que la guía, puede transmitir numerosas y variadas ideas.

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Pero igual que el hombre, quien debe prepararse para su actividad en la vida, la caña debe ser preparada para cumplir, en este caso, con su rol de elemento de escritura.

Igual que el hombre debe poseer equilibrio a los efectos de no perturbar la armonía que se busca obtener del inteligente y sensible juego de las proporciones.

Igual que el hombre debe ser utilizada en su tiempo justo para no estar ni demasiado verde ni demasiado madura, dado que ambos son estados indeseables pues enfatizan los extremos.

Debe, igual que el hombre, tener un determinado peso, en el caso de la caña es físico, y en el del hombre moral, puesto que debe armonizarse con la mano que la guía.

De la relación entre el largo de la caña y la mano que va a hacer uso de ella, debe cumplirse y mantener una relación siempre invariable a los efectos que opere el equilibrio.

¿No es acaso similar al equilibrio que el hombre debe poseer en su pensamiento y en sus acciones a efectos de mantener la armonía en sus actividades?

Podemos encontrar notables similitudes entre el ser humano y este instrumento de escritura, porque si bien esta última modela letras sobre papel u otro material de escritura, el hombre “escribe” su vida a través de sus acciones, sólo basta observar atentamente cuál es la actitud del hombre para saber exactamente – igual a la caña – donde tiene puesto su énfasis y si le falta equilibrio o si obedece concientemente a la mano que la guía, en el caso del hombre, su Creador.

La caña – como instrumento de escritura – no es tal hasta que es mojada en el tintero, luego debe subordinarse a la mano que la guía.

Diríamos que la caña comienza a existir como elemento de escritura solamente en el momento que es apoyada sobre una hoja y traza el primer rasgo.

El hombre comienza a ser tal cuando sale del cómodo, obscuro, cálido y misericordioso espacio uterino, y en la luz de la acción comienza su evolución, dura, difícil, pero con mayor conciencia todo ello en virtud de la luz tanto simbólica como real.

Allí, en esa lucha para superarse puede alcanzar niveles de comprensión imposibles de evaluar.

Diremos también que las letras deben adaptarse a los diversos rígidos patrones establecidos por aquellos que construyeron las mezquitas y edificios.

Vale decir que aquí también podemos encontrar una similitud con el hombre que debe adaptarse a las rígidas condiciones que, en muchos aspectos, establece la vida.

En el vasto abanico de los trabajos caligráficos nos encontraremos con composiciones en espejo llamadas “makkus” o “anyali” en las cuales las letras de la izquierda se reflejan sobre la derecha y viceversa, podríamos llamarla una composición doble.

Es empleada por los calígrafos sufíes como simbolismo del mundo interno y externo del ser humano.

La actividad de la escritura en aquellos pueblos que, por una u otra razón, adoptaron como propia los caracteres árabes, era una actividad sagrada, puesto que disponían artística y armoniosamente las letras para transmitir el mensaje revelado en el Sagrado Corán.

Ellos formulaban su intención con el lenguaje del corazón y la respuesta les llegaba también al corazón con el lenguaje propio.

Debemos recordar además, que cuando se produjo la expansión del Islam fue necesario utilizar un medio de comunicación a grandes distancias que fuera comprensible para todos, allí comenzó a sistematizarse la grafía.

La escritura posee, por así decirlo, una letra madre -generadora de las restantes letras del alfabeto – y que actúa como módulo en las proporciones de las mismas – siendo al mismo tiempo la que encabeza el alfabeto, su nombre es “al-alif”. Tiene el sonido de nuestra “a” y también representa al nº ordinal 1.

Esta será la única letra que citaremos en este trabajo, dado que el mismo no es la enseñanza del alfabeto sino la explicación de características generales de un arte mayor, tal como fue y es considerado.

El alfabeto árabe está compuesto de 28 letras y un fonema.

Y entre las mismas algunas poseen sonidos que, para el hispano-hablante, son difíciles de pronunciar.

Existen cuatro posicionamientos para escribir las 28 letras según el lugar que ocupen en las palabras y son a saber: inicial, media, final y aislada .

La letra al-alif, tal como fuera dicho en párrafos anteriores, da origen a las 16 formas restantes o formas base, las cuales con el agregado de puntos, sobre o debajo de algunas de ellas, desde uno hasta un máximo de tres, completan la totalidad de las 28 letras del alfabeto.

Tan sólo con esos elementos se gestó la extraordinaria belleza de una grafía muy difícil de superar en cuanto a flexibilidad y capacidad de adaptación plástica.

Precisas reglas determinan las formas de unión de las letras entre si, reglas que históricamente comienzan a ponerse en práctica en el primer siglo de la hégira (16 de julio del año 622 j.c.).

Es así que Abú-al-Aswad-al-Douali adjunta al signo de representación de una letra un punto rojo posicionable, que representa la vocal breve y el “tanwin” o terminación indefinida del sustantivo, posteriormente dos de sus alumnos, Nasr-ibn ‘azim y Yahya-ibn-Yamour, establecen un sistema de puntos diacríticos (del griego diakrenein: distinguir) que diferencian los signos de base, los cuales son usados hasta la fecha.

Hoy en día, si bien es cierto que la caligrafía no posee el gran rol de otrora., la vida moderna posee otros medios de transmisión de ideas.

Afortunadamente, esos medios, jamás podrán imitar la belleza y la elegancia del gesto humano.


De la caligrafía árabe y su aspecto estético y trascendente de Ricardo Panizza.

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La caligrafía árabe – Un medio sagrado de comunicación entre Dios y los hombres por Ricardo Panizza se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en paginasarabes.wordpress.com.

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