Historia de una traición- El pacto Sykes-Picot
Hace 100 años pasó algo que provocó la guerra entre Occidente y el mundo árabe. Esta es la brutal historia de una traición europea al mundo árabe.
“Sal a la calle y pregúnta a la gente qué son los acuerdos de Sykes-Picot. No tienen ni idea. En cambio en el mundo árabe todo el mundo lo sabe. Los analfabetos también”.
Yo no soy analfabeta pero en compañía de Joan Roura, rodeada de montañas de periódicos y los libros que este periodista ha ido acumulando en su casa a lo largo de 30 años de profesión, es como si lo fuera.
Para cualquier ser humano con smartphone, Sykes-Picot es un acuerdo internacional que marcó el futuro de Oriente Próximo allá por la Primera Guerra Mundial. Para Roura, que ha cubierto el conflicto entre palestinos e israelíes, la guerra de Irak, la del Líbano, la revuelta egipcia de 2011 y el actual conflicto sirio, es “uno de los pactos más vergonzosos en la historia de la diplomacia europea”.
Este mes se cumplen 100 años de un acuerdo secreto que explica demasiadas cosas: un reparto colonial ruin y una traición que los árabes jamás iban a olvidar. Hoy los europeos podríamos celebrar que inventamos una fórmula política capaz de volar por los aires la paz allí donde nos conviene.
Poco importa que soplemos las velas con un siglo de retraso. La onda expansiva de ese fuego que prendimos el 16 de mayo de 1916 ha empezado a alcanzarnos
Hacía solamente un año que la Gran Guerra había empezado, pero las potencias occidentales ya se veían ganadoras. En noviembre de 1915, tres años antes de la victoria, británicos y franceses empezaron a negociar el reparto del premio: el inmenso territorio que iba a quedar liberado después del hundimiento del Imperio Otomano.
1. Thug Life en la I Guerra Mundial
“Sir Mark Sykes y François Georges-Picot fueron los fontaneros del acuerdo. Estos diplomáticos de alto rango del Imperio Británico y la Tercera República Francesa decidieron repartirse el territorio en secreto y sin tener cuenta la opinión y la voluntad de las poblaciones locales. No pintaban nada”.
Grosso modo, el mapa de Oriente Próximo es fruto de ese trazado colonial. Los británicos buscaban la continuidad territorial de su imperio, de Egipto a la India, y los franceses tenían una larga historia de cruzadas en la actual Siria. La Rusia de los zares, aliado occidental, actuaba como invitado de piedra
“Con las tres provincias de Mosul, Bagdad y Basora, los británicos crearon el estado de Irak. Los franceses se quedaron Siria y segregaron de su territorio lo que llamaron el Gran Líbano, un país creado de forma que la mayoría de la población fuese cristiana. Así se aseguraban una base ideológica y cultural en la zona, como más tarde también sería Israel”.
La parte delicada del plan era Jerusalén. Aunque en un principio se estableció un mandato internacional, pronto se transformó en un mandato británico.
Y eso no fue todo. Además de este reparto al más puro estilo Thug Life, Sykes y Picot hicieron dos promesas con los zares rusos como invitados de piedra:
A los árabes, a cambio de que se sumaran en la guerra contra los otomanos, les ofrecieron un territorio liberado y el derecho de autodeterminación.
A los judíos se les prometió un hogar nacional, una patria, en Palestina.
2. Los Papeles De Sykes-Picot
Mientras los aliados ganaban la guerra, los bolcheviques ejecutaban a los zares y Rusia quedaba excluida del reparto. Al final, aún mejor, la cosa iba a quedar entre dos.
Entonces los comunistas llegaron al Kremlin y encontraron muchos documentos en los cajones, entre ellos el pacto que estaba teniendo lugar a espaldas del mundo. Decidieron filtrarlo al diario Izvestia y más tarde The Guardian se sumó a la exclusiva.
Pero el escándalo no fue comparable a Wikileaks o Snowden: “No se veían las cosas como algunos las vemos ahora”, explica Roura, “aunque los que mandan las sigan viendo igual pero no lo digan”.
Por así decirlo, los acuerdos de Sykes-Picot se gestaron con la mentalidad imperialista del siglo XIX y se firmaron en el siglo XX. “El problema es que 100 años después se continúa actuando de la misma manera”.
3. Traición eterna
La traición a los árabes consistió en convencerles para que fueran a la guerra a cambio de una promesa de libertad e independencia que luego Francia y Gran Bretaña pasaron por alto.
“Los británicos buscaban la sublevación de los árabes y por eso enviaron al oficial Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia. Pero una vez consiguieron el territorio otomano decidieron administrarlo ignorando su promesa. Así funcionaban las cosas”.
Ese engaño, según el periodista, no fue lo peor. “El gran problema de estos acuerdos no es una traición que ya es historia, sino que los británicos fueron más astutos y en vez de mantener colonias crearon países con independencias ficticias. Instauraron gobiernos débiles representados por élites y minorías que sólo podrían mantenerse con su ayuda”.
Abracadabra, he aquí la fórmula mágica del colonialismo moderno: dificultar la paz para conservar el poder de la metrópoli. Es decir, Gran Bretaña y Francia crearon gobiernos de unas minorías que sólo podían mantenerse con dictaduras, dependientes de la fuerza logística y militar occidental.
“Irak era un país de mayoría chií y pusieron al rey Faisal, suní, como gobernante. Con Siria hicieron lo mismo pero al revés: un país de mayoría suní gobernado por los chiís. Sadam Huseín y Al Assad son herederos de este sistema. Ahí empieza el malestar. De aquellos lodos, estos barros”.
4. “Loser” de Arabia
“Thomas Edward Lawrence era un espía británico, un militar que hablaba árabe. Fue enviado a sondear las tribus de Arabia para ver si querían unirse a los británicos contra los otomanos. Mi impresión es que él se lo creyó, pensó que los suyos cumplirían su palabra. La prueba es después de la batalla de Aqaba se marchó a Siria a esperar su independencia y hubo una sublevación, hasta que los franceses la apagaron a tiros”.
En ese punto Lawrence de Arabia se hundió en la desesperanza. Pasó al silencio y escribió sus memorias, en las que hizo una encendida defensa de los árabes y sus derechos: “Él mismo se considera traicionado. Volvió a Inglaterra derrotado y murió en un extraño accidente de moto, no se sabe si fue un suicidio, un asesinato o un accidente”.
5. La herencia sangrienta
El islam y el cristianismo siempre tuvieron una relación conflictiva y prueba de ello son las cruzadas en la Edad Media. Sin embargo, los acuerdos de Sykes-Picot supusieron algo mucho más perverso a largo plazo: el diseño del Oriente Próximo contemporáneo se hizo en base a intereses exclusivamente occidentales, y ahora el entendimiento real resulta imposible.
“Hemos extraído mucho petróleo y muy barato. En ese sentido ha servido. Pero a partir de los años 90 se evidencia que no va a funcionar: fue imposible que palestinos e israelíes llegaran a un acuerdo en Oslo, los ataques a las Torres Gemelas, los atentados en Europa, esta crisis de migrantes y refugiados… allí hay un problema muy grave y estos acuerdos lo iniciaron”.
Oriente Próximo es la zona conflictiva más antigua que existe por dos motivos esenciales: es el punto estratégico del mapa en el que tres continentes se juntan, donde se encuentran el 60% de las reservas de energía fósil a nivel mundial. “Hay una lucha de intereses tremenda y muy mal gestionada: en vez de ser una suma donde ganamos todos, es una resta donde todos perdemos”.
El “divide y vencerás” instigado por las potencia extranjeras ha agravado la convivencia en Oriente Próximo: “Cuando empecé a viajar por allí en los años 80, de la fractura entre chiíes y suníes no hablaba nadie. Y entre judíos y musulmanes no había tanta hostilidad. Alguien sigue teniendo interés en dividir estos países para continuar sintiéndose necesario para poner paz. Y con poner paz quiero decir meter bombas”.
6. Euroculpa
¿Cómo no tener sentimiento de culpa? Los occidentales asistimos a conflictos televisados sin ser conscientes de nuestro grado de responsabilidad y de que seguimos beneficiándonos de la inestabilidad de países que solo están a 2.000 kilómetros de distancia.
Le pregunto a Joan Roura si los habitantes de Oriente Próximo han abandonado toda esperanza de vivir en paz y libertad, y me responde que si no tuvieran esperanza no hubieran estallado las revueltas árabes en 2011. “No han ido bien, han sido un desastre. Sólo Túnez es un éxito pero es la prueba de que las cosas pueden cambiar y cambiarán”.
Con sus gafas pequeñas y redondas, este periodista mira la actualidad con un ritmo histórico, con perspectiva lenta. “El mundo árabe se tenía que sacudir. Habrán más sacudidas porque no puede continuar así, es insoportable”.
Ante los euroculpables como yo, que querrían paz y la justicia inmediata, Roura ofrece un punto de vista poco cool pero basado en los hechos.
“La aproximación con las revueltas árabes ha sido distinta. No se ha intentado imponer, al revés. Por primera vez desde que se fomentó un golpe de estado en Argelia en 1991, y de lo que pasó en con las elecciones ganadas por Hamás en Palestina, hubo inhibición. Obama no dio su apoyo a Mubarak en Egipto, más bien facilitó que cayera, pero no impidió el golpe de estado de los militares a pesar de que no lo quería. De hecho, su firmeza a favor de los Hermanos Musulmanes, el grupo islamista, fue considerable”.
Lo que creo que se percibe de las palabras de Roura es que ningún presidente de Estados Unidos será un revolucionario y que todas las potencias occidentales seguirán actuando con la lógica de sus intereses, pero el estilo está cambiando hacia una menor injerencia. Aunque el resultado sean miles de muertos.
“Con las revueltas árabes, las potencias occidentales han intentado dar voz a la gente aunque no haya salido del todo bien y en Siria haya sido un desastre. Aunque sea de boquilla, los gobiernos occidentales se pusieron del lado de la población. Después se ha hecho mal, o no se ha hecho nada, o se han asustado. Pero la retórica no es la misma que en los años 90. Y eso es un pequeño cambio. La parálisis la atribuyo a que es una zona tan delicada, tan importante y rica, que apostar por un lado u otro es muy peligroso”.
7. Isis le saca brillo a Sykes-Picot
Hace un par de años, el equipo de propaganda audiovisual de Estado Islámico difundió un vídeo en el que un combatiente declaraba el fin de la frontera de Sykes-Picot.
https://www.youtube.com/watch?v=AzDJgv6sNYI
Si algo demuestra este vídeo es que el pacto que hoy cumple 100 años forma parte de la cultura popular árabe, y que Isis lo está rentabilizando.
“Hasta hace muy poco la transmisión cultural en el mundo árabe era oral. Todo se iba repitiendo de padres a hijos, eso crea memoria histórica, algo que aquí no tenemos. La secta apocalíptica de Isis lo utiliza como arma, dicen que estas fronteras han traído miseria y humillación”.
Para la gente, estos acuerdos significan que Occidente se ha apoderado de su destino desde las cruzadas hasta hoy.
“Es un sentimiento de humillación profunda que muchos interpretan como una conspiración, aunque no fuera exactamente así. Fue una forma de actuar imperialista que los ha puteado, no para putearlos. Fue un simple ejercicio de poder. Otra cosa es que esa sensación centenaria facilite las corrientes más radicales. Los árabes lo han intentado todo, desde el panarabismo hasta la aproximación a Occidente. No les ha funcionado nada. Yo me niego a llamarlo terrorismo; es lucha armada. Eso sí, Estado Islámico está acabado, fracasarán. Han perdido mucho territorio y la mayoría de la población los rechaza”.
8. Democracia al estilo árabe
Dice Joan Roura que el día que las energías renovables sustituyan al petróleo, de Oriente Próximo no se acordará nadie. Y que lo único que puede hacer ganar a los árabes, la única vía posible, es la democratización real de sus países.
Y con democratización no quiere decir occidentalización.
“Irán ha encontrado su vía, te gustará más o menos, es imperfecta como la nuestra. El país funciona de forma independiente con unas ciertas garantías de libertades públicas. No me gustaría ser mujer allí, claro, pero funciona mucho mejor que Arabia Saudí, donde las 20.000 personas que forman parte de la familia real tienen todos los privilegios imaginables mientras la población vive en la miseria”.
Todo es muy complicado, pero sencillo a la vez. La mayoría de la población árabe rechaza al estado Islámico y no quiere que desaparezcan las fronteras creadas (hubo varios intentos que no resultaron). “Lo que la inmensísisma mayoría quiere es vivir mejor. Que se les garanticen los derechos humanos, que haya seguridades jurídicas, poder llevar a los hijos a la escuela y sobre todo ganarse mejor la vida. Es necesario un reparto más justo de la riqueza y eso sólo puede garantizarlo el juego político en una democracia”.
Y ahora viene la pregunta final al oráculo de Joan Roura:
¿A Occidente le interesa convivir con un Oriente Próximo libre y democrático?
“Ahora no, aunque le interesará pronto”. En ese hipotético escenario, que tardará en llegar porque “hay guerra para años”, nos cobrarían más por el petróleo, no se someterían a los procesos de paz impuestos por potencias extranjeras y evidentemente, Israel saldría perjudicado.
“Israel dejará de recibir 4.500 millones de dólares anuales pagados por los americanos. A los americanos no les importa que sean judíos, como demostraron durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que quieren es tener un amigo prooccidental en la zona porque hay intereses en juego. Pero eso está empezando a cambiar. La relación entre Estados Unidos y Arabia Saudí es más tensa que nunca desde el acuerdo nuclear con Irán”.
Aunque, como dice Roura, la Historia va a ritmo histórico: “Arabia Saudí no tiene ninguna sanción occidental a diferencia de Irán, y el motivos son 6 millones de barriles de petróleo al día y que nos compran muchas armas”.
“La gente se come mucho el coco, pero para mí todo es muy simple. La guerra de civilizaciones, la alerta terrorista, el estado de guerra latente conviene a los líderes a lado y lado del Mediterráneo. A todo el mundo menos al 99,9% de la gente, que lo único que queremos es que nos dejen vivir tranquilos”.
Por Alba Muñoz
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