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La misión imposible del nuevo Papa

El banquete de Belshazzar' Rembrandt

El pontífice que será elegido en el cónclave, recibirá una iglesia en crisis y tendrá, entre otras, la inmensa tarea de recuperar la confianza de millones de personas y erradicar una burocracia manchada por la corrupción y el abuso.

En su momento, Joseph Ratzinger admitió que el papado es demasiado grande para un hombre.

Varios días después de haber sido electo en el 2005, el Papa Benedicto XVI -como escogió llamarse- habló como si estuviera en shock. En su primera misa pública, preguntó: «Debo asumir esta enorme tarea, que realmente excede la capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo?».

En un encuentro con compatriotas alemanes al día siguiente, Benedicto XVI sorprendió a sus feligreses al comparar la experiencia de ser elegido en la Capilla Sixtina con sentirse mareado al observar la hoja de una guillotina cayendo sobre él.

Ahora ha optado por romper seis siglos de tradición y renunció. Y la Iglesia Católica se pregunta si en una era de democracia, televisión ininterrumpida y Twitter, el actual papado -modelado en la monarquía de la era del Renacimiento- sufrirá la misma suerte.

Hubo escándalos de abuso sexual, disputas con musulmanes y judíos, sospechas de lavado de dinero en el Banco Vaticano y meteduras de pata comunicacionales. Los achivos privados robados por el propio mayordomo de Benedicto XVI han documentado la corrupción y las peleas internas entre funcionarios de alto rango del Vaticano.

Benedicto XVI entrega una institución de 2 mil años con una reputación mancillada. Sus enseñanzas son desafiadas por un mundo cada vez más secular y los sacerdotes deben esforzarse por servir a su creciente población.

El hombre que lidere la mayor Iglesia del mundo debe ser un guía espiritual para millones de personas, una inspiración para los oprimidos y el administrador de una burocracia vaticana disfuncional y envuelta en riñas internas.

«Ningún hombre en su sano juicio busca el peso del papado», comentó George Weigel, un prominente teólogo católico en Washington D.C. «Es por definición imposible, porque pide a un hombre asumir una carga de liderazgo que ningún ser humano puede absorber por sus propios medios», agregó.

El desafío de los cardenales que entrarán al cónclave el martes es aprovechar la oportunidad para enfrentar los problemas e identificar reformas que ayuden al próximo Papa a lidiar con ellas. El trabajo de liderar a los cerca de mil 200 millones de católicos en el mundo debe ser hecho por un hombre.

Thomas Reese, un erudito jesuita y autor de Inside the Vatican, lo define en forma simple: «Lo que están buscando es a Jesucristo con una maestría en administración de negocios».

¿Qué salió mal?

Para llegar a la raíz de los problemas de la Iglesia, algunos miran más allá del papado de Benedicto XVI hasta llegar a 1978, cuando tras un período turbulento el Papa Juan Pablo II ocupó el trono de San Pedro para reafirmar la doctrina católica ortodoxa y la autoridad vaticana.

El entonces cardenal Ratzinger era el vigilante doctrinal de un papado vigoroso que ahogó la discusión sobre temas como el rol de la mujer en la Iglesia o asuntos sobre la sexualidad humana.

Ese problema quedará expuesto por la ausencia de un hombre en el cónclave. El mes pasado, el cardenal de Escocia Keith O’Brien se unió a las filas de hombres de fe denunciados por abusos sexuales.

Sacerdotes más jóvenes se quejaron de que O’Brien se había comportado inadecuadamente con ellos en la década de 1980. Desde entonces, se ha disculpado por una conducta sexual «por debajo de los estándares esperados de mí».

El Papa Benedicto XVI lidió con casos de abuso sexual en los últimos años del papado de Juan Pablo II, y cuando se convirtió en Papa, comenzó en forma audaz.

Ordenó que el reverendo Marcial Maciel, fundador de la estricta orden de los Legionarios de Cristo y uno de los favoritos de su predecesor, se retirara a un monasterio como penitencia por su vida secreta como el padre de varios hijos, abusador sexual de seminaristas y consumidor de drogas.

Además, se disculpó por los escándalos y sostuvo reuniones privadas con víctimas de abusos como parte regular de sus visitas al extranjero.

Encubrimientos

Pero la suciedad seguía apareciendo. Cuatro informes oficiales sobre abusos de religiosos contra niños en Irlanda durante cuatro años expusieron detalles sobre pecados de sacerdotes y cómo la jerarquía los encubrió.

Uno de ellos dijo claramente que el Vaticano era cómplice, lo que provocó una reprimenda alguna vez impensable por parte del primer ministro Enda Kenny. La embajada de Dublín en la Santa Sede fue cerrada a fines del 2011 y las relaciones continúan tensas.

Entre diciembre del 2009 y abril del 2010, tres obispos irlandeses renunciaron y se disculparon por su mal manejo de los casos de abuso en sus diócesis.

También en el 2010, un obispo alemán abandonó su cargo y se disculpó por abusar físicamente de niños. Un obispo belga dimitió tras admitir haber abusado de sus propios sobrinos menores de edad.

Un obispo chileno acusado de abusar de un acólito se retiró en el 2012, afirmando que había cometido «un acto imprudente», pero que el muchacho no era menor de edad.

Tal nivel de «tolerancia cero» no siempre se aplicó a los obispos que protegían a los depredadores en sus diócesis. El cardenal Roger Mahony de Los Angeles se mantuvo en el cargo durante años pese a acusaciones -que posteriormente se probó que eran genuinas- de que protegió a sacerdotes abusadores.

Mahony ha admitido haber cometido «errores» y dijo que fue ingenuo sobre el impacto de los abusos.

El obispo Robert Finn aún dirige la diócesis de Kansas City tras ser condenado por no alertar a las autoridades sobre una gran cantidad de pornografía infantil encontrada en el computador de un sacerdote y se disculpó «por el daño que han causado estos eventos».

En estos y otros casos, el patrón fue que la Iglesia sólo actuó bajo presión resistiéndose a los llamados a castigar a obispos que habían manejado mal los incidentes.

Los católicos que ven a los políticos avergonzados por escándalos sexuales y a los ejecutivos despedidos por mala administración se preguntan por qué los que toman las decisiones en la Iglesia no deberían ser responsabilizados.

«Deseamos que llegue el día en que los representantes de la Iglesia anuncien que este cardenal o este obispo va a ser degradado y por qué cosa (…) Funcionarios de la Iglesia quieren limpiar las cosas», comentó David Clohessy, jefe de la Red de Sobrevivientes de Abusados por Sacerdotes.

No existen cifras centralizadas para medir el impacto de estos abusos en las finanzas de la Iglesia.

Pero en Estados Unidos un estudio realizado en el 2006 por el Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado de la Universidad de Georgetown (CARA, por su sigla en inglés) en Washington, mostró que los católicos fueron menos generosos hacia sus diócesis tras el 2002, el año en que se desataron los escándalos.

Los católicos, en una señal de que desconfían de los obispos, siguieron contribuyendo en general, pero dieron más dinero a sus parroquias o caridades independientemente de sus diócesis, dijo Mary Gautier, asociada de investigación de CARA.

Desde el 2005 al 2011, la Iglesia ha pagado más de 2 mil 300 millones de dólares en acuerdos por resolver casos de abusos, afirma CARA.

En Alemania, alrededor de 180 mil personas abandonaron a la Iglesia Católica en el 2010, un aumento de un 40 por ciento respecto del año previo.

La tasa se redujo a 127 mil el siguiente año, cerca del nivel normal de desertores por motivos financieros u otros.

Retroceso de la fe

Los abusos no son la única razón que llevó a los católicos a dar la espalda a la Iglesia. Una retirada general de eventos religiosos organizados deja perplejos a muchos líderes que crecieron en sociedades donde la Iglesia tenía una enorme influencia.

El cambio es más evidente en Europa, el corazón tradicional del catolicismo. Ocho años después de que el cardenal Ratzinger escogiera el nombre papal de Benedicto en honor al santo patrono de la región, los bautismos, apostolados y matrimonios todavía siguen cayendo.

La tendencia tiene consecuencias políticas. Gobiernos y tribunales alrededor del mundo han ignorado las objeciones de la Iglesia y han legalizado las uniones o matrimonios entre personas del mismo sexo y han insistido en que las agencias de adopción católicas deben ayudar a parejas homosexuales a encontrar un hijo.

Incluso en la sumamente católica Polonia, los políticos están proponiendo una separación clara entre el Estado y la Iglesia.

El alcalde de la ciudad sureña de Czestochowa, cuyo monasterio y la famosa pintura de la Virgen Negra atraen a millones de peregrinos cada año, desea ofrecer a las parejas la opción de un tratamiento de fertilización en vitro, rechazado con firmeza por el Vaticano.

Los obispos en Europa y América del Norte han comenzado a defender con mayor energía las enseñanzas de la Iglesia debido a las presiones políticas. En Filipinas, el único país de Asia con una mayoría católica, las tendencias laicas han llegado al punto en el que Manila aprobó una ley de planificación familiar pese a la fuerte oposición de la Iglesia.

El rol de las mujeres

En el suburbio de Evaston en Chicago, la abogada Lynne Mapes-Riordan ya se está preparando para un cambio y sigue estudiando para asumir un rol de liderazgo que la Iglesia no permite por el momento.

«Espero que abran esto a las mujeres alguna vez», dijo la mujer de 50 años y madre de dos niños. «No tengo ningún indicio particular sobre cuándo podría ocurrir», sostuvo.

Las restricciones para las mujeres son una medida cada vez más desactualizada en un mundo donde ahora asumen una infinidad de tareas que van desde soldados a presidentas ejecutivas.

La canciller alemana, Angela Merkel, es la política más poderosa de Europa y hasta países musulmanes han tenido mujeres desempeñándose como primeras ministras.

Muchos dicen que la Iglesia no puede operar sin las mujeres porque ellas traspasan la fe como madres y educadoras religiosas. De todas formas, en la atmósfera tradicionalista alentada por Benedicto XVI, pequeños avances como la posibilidad de que niñas suban a los altares como monaguillas han sido eliminados.

Incluso las mujeres que no están a favor del sacerdocio femenino -algo que el Vaticano descarta por completo- cuestionan el rol que la Iglesia Católica les ha otorgado a ellas y a sus hijas.

Sondeos realizados en Estados Unidos muestran que las mujeres católicas menores de 30 años son menos religiosas que sus pares masculinos de la misma edad: un 45 por ciento asiste a misa una vez al año o menos, en comparación con el 39 por ciento de hombres.

Cuando en un estudio de la Universidad de Indiana se les preguntó si tenían total confianza en las organizaciones religiosas, el 16 por ciento de los hombres dijo que sí. Pero ninguna de las mujeres respondió afirmativamente.

La hermana Patricia Wittberg, una socióloga que hizo el estudio usando datos del 2002 al 2008, dijo que se trata de la primera generación de católicas estadounidenses que es menos religiosa que los hombres.

«Eso, en mi opinión, es extremadamente negativo (…) ¿Quién va a bautizar a esos niños?», inquirió.

África conservadora

El nuevo Papa estará bajo presión para dirigir a la Iglesia en momentos de un profundo y masivo cambio en la procedencia de la mayoría de los fieles.

Alrededor del 68 por ciento de la población católica del mundo se encuentra ahora en Latinoamérica, África y Asia, pero eso no se refleja en el Vaticano. Europa todavía cuenta con 61 cardenales entre los 115 electores que ingresarán al cónclave, mientras que el mundo en desarrollo tendrá apenas 39, cerca del 34 por ciento del total.

Estos católicos del sur del mundo están lejos del bloque central de liderazgo. Cada área tiene su propio foco y el manejo de las diversas prioridades regionales requiere las habilidades de un diplomático experimentado.

La África subsahariana ha sido la región de más rápido crecimiento de la fe en el mundo en el último siglo, al llegar al 16 por ciento de la población católica del globo en el 2010 desde apenas un 1 por ciento en 1910. Y los católicos africanos son mucho más conservadores que los del Hemisferio Norte.

«África está fuertemente a favor de mantener las creencias católicas», dijo el reverendo Isaac Achi, cuya iglesia situada cerca de la capital nigeriana de Abuya perdió 44 fieles cuando un atacante del grupo Boko Haram condujo un auto lleno de explosivos hacia el edificio en la Navidad del 2011.

«Luchamos contra el aborto, los homosexuales, las lesbianas y los métodos anticonceptivos», sostuvo.

Miles de kilómetros al oriente, en Luwero, Uganda, el mecánico Kizito Emmanuel de 38 años está de acuerdo. «No queremos ningún cambio», declaró. «La planificación familiar no necesita de estas píldoras. No estoy de acuerdo con que los sacerdotes se casen».

Protestantes más prácticos

La pobreza acosa también a muchas congregaciones latinoamericanas, pero los principales desafíos de la iglesia están en las incursiones hechas por las iglesias evangélicas y pentecostales en lo que alguna vez fue un bastión católico.

Esas iglesias protestantes ofrecen servicios más ágiles, ayuda práctica para los pobres y un mensaje alentador más alineado con las economías en crecimiento del continente, que con el sacrificio que a los católicos les enseñan que deben padecer.

La cantidad de personas que abandonan la Iglesia Católica es dramática. En Brasil, el país católico más grande del mundo, hoy un 65 por ciento de la población es católica, una profunda caída desde el 92 por ciento que se registraba en 1970.

Miriam Vargas Nunes, una mujer de 35 años con dos hijos de Niteroi, cerca de Río de Janeiro, dejó la Iglesia Católica hace una década después de visitar una iglesia bautista con amigos. «Me sentí mucho mejor recibida que en una misa católica», dijo.

En Argentina, Claudia Valenzuela, de 26 años, se unió a un grupo evangelista de estudio de la Biblia hace dos meses después de perder su empleo y no encontrar a nadie en la Iglesia Católica que la consolara.

Gran parte de este cambio se ha producido con la migración de trabajadores rurales a las grandes ciudades. Y el éxodo se ve también entre las comunidades latinas en Estados Unidos.

Un sondeo de Gallup el año pasado estimó que había un 54 por ciento de católicos y el número estaba cayendo, y un 28 por ciento de protestantes. La cantidad de latinos sin ninguna religión aumentó al 15 por ciento desde el 11 por ciento en el 2008.

Un abismo clerical

También crece la falta de sacerdotes, particularmente en países occidentales. Hay tantos cerca o más allá de la edad de retiro que la iglesia enfrenta un «abismo clerical».

El catolicismo está centrado en sacramentos, especialmente la eucaristía en la misa, que sólo hombres ordenados en la iglesia pueden dar. Sin curas, las iglesias o parroquias locales no pueden operar.

Los rangos del clero en Europa y América del Norte comenzaron a debilitarse a fines de la década de 1960, a medida que los sacerdotes descontentos se fueron y pocos hombres ingresaron. Aquellos que permanecieron se están muriendo y los nuevos no son suficiente s para reemplazarlos. En Estados Unidos, por ejemplo, había 58 mil 632 sacerdotes en 1965 y sólo 38 mil 964 el año pasado.

Irlanda, alguna vez un gran exportador de curas, tuvo sólo seis ordenaciones en el 2010, año en el que 55 sacerdotes murieron. Polonia fue el único país europeo con números positivos, registrando 516 ordenaciones frente a 285 muertes.

Pero aún allí, las muertes se están acelerando mientras que las ordenaciones disminuyen.

Incluso en África, un lugar de auge de nuevos sacerdotes, no está al nivel del crecimiento de la población católica.

Esto significa una creciente carga de trabajo. Los sacerdotes usualmente deben trabajar en más de una parroquia para compensar la falta de colegas.

Las parroquias están siendo reagrupadas en unidades mayores para compartir personal. En América Latina, donde sólo hay un sacerdote para más de 7 mil católicos comparado con uno por cada mil 500 en Europa, la escasez es vista como una razón por la que muchos han encontrado mejores opciones en los movimientos evangélicos.

Curando la curia

Dentro del Vaticano, el nuevo Papa tendrá que enfrentar a la Curia, una burocracia de siglos de antigüedad dominada por clérigos italianos, que pueden hacer o destruir un papado porque pueden bloquear o demorar proyectos.

La mayoría de los cardenales ponen alto en sus listas de prioridades para el futuro la «gobernabilidad» o «reforma de la Curia», diciendo que otros cambios pueden partir desde allí.

El escándalo de «Vatileaks» el año pasado mostró corrupción y luchas internas en altos niveles, y la Curia tampoco es conocida por la eficiencia en sus filas. En el Vaticano, que engendró el término «nepotismo» por los papas del Renacimiento que daban trabajo a sus sobrinos («nipote» en italiano), las contrataciones no siempre son en base al mérito.

La influencia de la Curia dentro de la Iglesia es sorprendente porque tiene sólo dos mil integrantes, quienes usualmente dejan su trabajo temprano en la tarde.

No hay reuniones de gabinete y la coordinación interna entre los departamentos, que incluyen tareas como mantener la doctrina católica, nombrar nuevos santos o promover la unidad cristiana, es irregular. Allí prevalece una atmósfera serena de cortesía que remite a un mundo antiguo.

Weigel, el teólogo estadounidense, ha identificado una serie de reformas que un determinado Papa puede hacer, incluyendo introducir una semana de 40 horas laborales, cambiar un equipo de italianos a otro realmente internacional y crear un equipo ejecutivo para el pontificado.

Pero ninguna reforma estructural funcionará, dijo, si el personal tiene una mentalidad gerencial en vez de verse a sí mismo como misioneros que trabajan para el Papa.

«La Curia aún está profundamente influenciada por los hábitos de trabajo italianos y eso es problemático», afirmó. «Si miras al resto de esta sociedad, verás que no está funcionando muy bien», concluyó.

Fuente : La Jornada

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