Malí: ¿el siguiente Afganistán? – Por Immanuel Wallerstein
Hasta hace muy poco tiempo eran muy raras las personas que hubieran siquiera escuchado hablar de Malí, fuera de sus vecinos inmediatos y su antigua potencia colonial (Francia) –mucho menos sabían algo de su historia y su política. Hoy, el norte de Malí ha sido tomado militarmente por grupos «salafistas» que comparten los puntos de vista de Al Qaeda y practican las formas más rudas de la sharia –con lapidaciones y amputaciones como castigos.
Esta toma militar ha sido condenada con un voto unánime en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que consideró que «constituye una amenaza a la paz y la seguridad internacionales». La resolución cita «el rápido deterioro de la situación humanitaria» y el «afianzamiento cada vez mayor de elementos terroristas» y sus «consecuencias para los países del Sahel y otros países». Naciones Unidas declaró que está preparada para considerar la constitución de una «fuerza militar internacional (…) a fin de recuperar (…) las regiones ocupadas en el norte de Malí».
La resolución fue unánime, pero no muerde. De hecho, Malí representa hoy el caso más claro posible de parálisis geopolítica. Todos los poderes importantes y menores en la región y más allá de la zona están genuinamente consternados; no obstante, ninguno parece dispuesto o capaz de hacer nada por miedo a que hacer algo resulte en lo que se ha dado en llamar la «afganistanización» de Malí. Más aun, hay por lo menos una docena de diferentes actores implicados, y casi todos ellos están divididos profundamente entre ellos.
¿Cómo fue que comenzó todo esto? El país llamado Malí (lo que se conocía como Sudán francés durante el dominio colonial desde 1892) ha sido un Estado independiente desde 1960. Al inicio tuvo un gobierno laico, de un solo partido, que era socialista y nacionalista. Fue derrocado por un golpe militar en 1968. Los líderes del golpe crearon a su vez otro régimen de un solo partido, pero fue ahora uno más orientado al mercado. Éste, a su vez, fue derrocado por otro golpe militar en 1991, que adoptó una constitución que permitía múltiples partidos. No obstante, un solo partido dominó de nuevo la situación política. Pero debido a los procesos electorales mulipartidistas, el régimen maliense fue alabado en Occidente como «democrático» y ejemplar.
Durante todo este tiempo, los políticos y los servidores públicos decanos en los sucesivos gobiernos provenían de los grupos étnicos que conforman 40 por ciento del sur del país. El más disperso 60 por ciento del norte estaba poblado por grupos tuareg que eran marginados y lo resentían. Periódicamente se rebelaron y han hablado de querer un Estado independiente.
Muchos tuareg huyeron a Libia (y a Argelia), cuyas regiones en el sur también están pobladas por comunidades tuareg. Algunos tuareg encontraron empleo en el ejército libio. La confusión que siguió a la muerte de Muammar Gaddafi permitió que soldados tuareg obtuvieran armas y retornaran a Malí a emprender la lucha por Azawad (nombre que dieron a su Estado tuareg independiente). Se organizaron como Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA).
El 22 de marzo un grupo de oficiales intermedios, encabezados por Amadou Haya Sanogo, anunciaron un tercer golpe de Estado posindependentista. Ellos, específicamente, alegan que la principal razón para el golpe es la ineficacia del ejército maliense para lidiar con las pretensiones secesionistas del MNLA. Francia, Estados Unidos y otros estados de África occidental declararon su fuerte oposición al golpe y demandaron la restauración del gobierno derrocado.
Se logró un arreglo nada cómodo entre las fuerzas de Sanogo y el régimen previo, en el cual se instaló un nuevo presidente «interino». Eligió a un primer ministro que tenía ligas familiares con el líder del golpe de 1968. Hasta el día de hoy, nadie sabe quién controla qué en el sur de Malí. Pero el ejército está mal entrenado y es incapaz de involucrarse en acciones militares serias en el norte del país.
Entretanto, en el norte, los musulmanes relativamente secularistas implicados en el MNLA buscaron alianzas con grupos más fundamentalistas. Casi de inmediato, estos últimos hicieron a un lado al MNLA y asumieron el control de todas las ciudades importantes en el norte de Malí. Sin embargo, estos elementos más fundamentalistas eran, de hecho, tres grupos diferentes: el Ansar Eddine, que son tuareg locales; Al Qaeda en el Magreb (Aqim), compuesto casi todo por no malienses, y el Mouvement pour le Tawhid et du Jihad en Afrique de l’Ouest (Mujao), desprendimiento de AQIM. Mujao rompió con Aqim porque considera que AQIM está demasiado interesado en Noráfrica y quiere diseminar su doctrina por todos los países del África occidental. Estos grupos controlan áreas diferentes y es poco claro cómo es que están unidos, sea en lo táctico como en sus objetivos.
La siguiente serie de actores son los vecinos, todos los cuales están insatisfechos de que los grupos «salafistas» hayan asumido efectivamente el control de una región tan grande, siendo grupos que son tan abiertos en su deseo de diseminar sus doctrinas a todos estos vecinos. Sin embargo, los vecinos están igualmente divididos en torno a lo que hay que hacer. Un grupo es la Comunidad Económica De Estados de África Occidental (Cedeao), conformado por 15 estados –todos ellos antiguas colonias de Gran Bretaña, Francia y Portugal, más Liberia– con la sola excepción de Mauritania.
Cedeao ha intentado ayudar a resolver las diferencias al interior del gobierno maliense. Pero han sugerido que estarían dispuestos a enviar algunas tropas para recuperar el control del norte de Malí. El problema es doble. Los grupos que compiten en el sur de Malí temen una intervención semipermanente de Cedeao, especialmente la facción de Sanogo. Y el único país que realmente cuenta con tropas que ofrecer es Nigeria, que es muy renuente a vislumbrar esta posibilidad porque necesitan estas tropas para lidiar con su propio problema «salafista», el llamado Boko Harem.
Mauritania, que ha tenido mayor éxito que otros gobiernos de África occidental en la contención de los grupos «salafistas», teme una diseminación de estas fuerzas al interior de Mauritania, especialmente si accedieran a combatirlos militarmente en Malí. Libia, aparte de que enfrenta un enorme desasosiego interno entre sus propios grupos armados, teme en particular que las poblaciones tuareg del sur de Libia puedan unirse para buscar un Azawad más extenso.
Tanto Francia como Estados Unidos sienten que es urgente derrotar a los «salafistas» del norte de Malí. Pero Estados Unidos, sobrepasado militarmente como está, no quiere enviar ninguna tropa. Francia, o digamos el presidente Hollande, está tomando una postura más fuerte. Parece dispuesto a enviar tropas. Pero Francia es una antigua potencia colonial, por lo que unas tropas francesas en Malí podrían concitar una respuesta nacionalista muy fuerte.
Así que lo que Francia y Estados Unidos están intentando es convencer a Argelia (que guarda frontera con Malí en el norte y tiene un ejército poderoso) de que sea la fuerza conductora de una operación militar. Los argelinos están hiperdudosos de la idea. Por una razón: el sur de Argelia es país tuareg. Y por otra razón: el gobierno argelino siente que ha contenido el peligro «salafista» hasta ahora y teme profundamente que una intervención militar en Malí deshaga la contención lograda.
Así que todos quieren que los grupos «salafistas» se vayan de algún modo, siempre y cuando algún otro haga el trabajo sucio. Y grandes grupos en estos países se oponen a cualquier acción con el argumento de que «afganistanizaría» la situación. Es decir, temen que una acción militar contra los «salafistas» los fortalecería, en lugar de debilitarlos, atrayendo un flujo de individuos y de grupos con orientación de Al Qaeda al norte de Malí. Afganistán se ha vuelto el símbolo de lo que no debe hacerse. Pero a no hacer nada también se le conoce como parálisis geopolítica.
El fondo del asunto es que Malí sufre de un escenario geopolítico caótico. Lo que parece más probable es que no haya ninguna intervención militar. Pero está por verse si las poblaciones locales del norte de Malí, acostumbradas a una versión «sufí» muy tolerante del Islam y que hoy están muy descontentos, puedan alzarse contra los «salafistas».
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
Fuente : La Jornada
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