¿Quién es Handala? – Naji Al-Ali
Desde aproximadamente 1975 hasta 1987 el dibujante Naji Al-Ali creó un cómic que mostraba la complejidad de la situación de la población refugiada palestina. En ese cómic, Handala es un niño refugiado que está presente en todos sus dibujos, un poderoso símbolo de la lucha del pueblo palestino por la justicia y la autodeterminación. Naji Al-Ali escribió:
“El niño Handala es mi firma, todo el mundo me pregunta por él donde quiera que voy. Di a luz a este niño, su nombre es Handala y ha prometido al pueblo que seguirá siendo fiel a sí mismo. .. Handala no es un niño gordo y mimado, y va descalzo como el resto de los niños de los campamentos de refugiados. Es un icono que me protege de ciertas conductas y del desarraigo. Handala es leal a Palestina, y no me permitirá ser diferente. Me protege de la cobardía, y me impide recular. A pesar de su aspecto, tiene un corazón puro, con una conciencia que huele a almizcle y a ámbar; y estaría dispuesto a matar a quien intentara hacerle daño. Tiene las manos a la espalda como señal de rechazo, en un momento en el que circulaban las soluciones propuestas por EEUU y el sistema. Se las dibuje así tras la Guerra de Octubre de 1973, cuando comencé a olfatear el olor de lo que Kissinger llevaba en su cartera. […]
Handala nació con diez años, y siempre tendrá diez años. Esa es la edad que yo tenía cuando dejé mi país. Handala sólo crecerá cuando retorne a Palestina. Las reglas de la naturaleza no se cumplen en él. Es una excepción, y las cosas sólo serán naturales cuando retorne a su tierra. Este niño es una representación simbólica de mi mismo y de todos los que viven y sufren la misma situación. Se lo ofrecí a los lectores, y lo llamé Handala, como símbolo de la amargura . En un principio lo presenté como un niño palestino, y con el desarrollo de su conciencia adquirió una perspectiva patriótica y humana”.
Naji al Ali nació en el pueblo de al-Shajara, en Galilea, en 1937. En 1948, tras la declaración del Estado de Israel y la primera guerra israelo-árabe, se vio obligado a exiliarse junto a su familia en Líbano, en el campamento de refugiados de Ain al-Helwa.
Entre los últimos años 50 y los primeros de la década de los 60, fue encarcelado en diversas ocasiones en las prisiones libanesas. En algún momento de esa época, el novelista Gassan Kanafani -que sería asesinado por Israel en 1971- vio algunos dibujos suyos durante una visita al campamento, y consiguió que Ali publicara sus primeros trabajos en la revista al-Hurriya. Según narra el propio Ali:
“Tan pronto como fui consciente de lo que estaba sucediendo, de la destrucción de nuestra región, me di cuenta de que tenía que hacer algo. Primero lo intenté en política, pensando en incorporarme a un partido. También participé en manifestaciones, pero ese no era realmente yo. Los agudos gritos que sentía en mi interior necesitaban un medio de expresión diferente.
En algún momento en los años 50 comencé a dibujar en los muros de nuestro campamento, y aprendí a hacerlo en prisión: mientras otros aprendían a hacer manufacturas, poesía, etc, yo dibujaba en los muros de la cárcel.
En ese periodo, los refugiados habían comenzado a desarrollar cierta conciencia política como reacción a lo que sucedía en la región: una revolución en Egipto, una guerra de independencia en Argelia, muchas cosas bullían a lo largo del mundo árabe. Sentí que mi trabajo era hablar a esa gente, a mi gente de los campos de refugiados, en Egipto, en Argelia; y a los árabes corrientes de toda la zona, que tenían pocas posibilidades de expresar sus puntos de vista. Sentí que mi trabajo era incitarlos. En mi opinión, la función de un dibujante político es proporcionar una nueva visión. Es, en cierta manera, un misionero. Y es tan sólo un poquito más difícil censurar un dibujo que un artículo”
A principios de los 60 empezó a cursar estudios en el Instituto de Arte de Beirut, pero los abandonó poco después para trabajar en Kuwait. Comenzó participando en la limpieza del local y en las tareas de edición y corrección de la revista at-Talía, donde pronto consiguió un espacio para sus viñetas. No obstante, la mayor parte de sus trabajos de esta época los realizó para el diario al-Qabas, donde nació Handala:
“Tuve amigos con los que compartí trabajo, protestas y días de prisión, hasta que un día se convirtieron en tanabel [hombres pequeños] y se dedicaron a los negocios. Me preocupaba convertirme también en un tanbal, y consumirme. En el Golfo alumbré este niño, y se lo ofrecí a la gente. Quise dibujarlo inquietante, incluso feo; con el pelo erizado, porque los erizos utilizan su pelo como arma…
Las continuas protestas de gran parte de los regímenes árabes por las caricaturas de Ali consiguieron que fuera deportado a Líbano en 1971. Allí trabajó para el diario as-Safir, arrostrando constantes amenazas de muerte de casi todas las partes implicadas en la guerra civil, a las que criticó por igual con sus caricaturas.
“La época de trabajo para as-Safir en Líbano fue la mejor de mi vida, y la más productiva. Allí, rodeado por la violencia de las diversas facciones, y finalmente por la invasión israelí, afronté todo con mi pluma día a día. Nunca tuve miedo, ni me invadió la sensación del fracaso o la desesperación; nunca me rendí. Me enfrenté a los ejércitos con caricaturas y dibujos de flores, esperanza y balas. Sí, la esperanza es esencial, siempre. El trabajo en Beirut me hizo acercarme una vez más a los refugiados de los campamentos, a los pobres y los oprimidos”.
“La caricatura es un recurso de los oprimidos y excluidos, de quienes pagan un alto precio por sus vidas, llevando sobre sus hombros la carga de los errores cometidos por las autoridades. Todo lo que tienen fue difícil de obtener, y todo lo que es duro y cruel recae sobre ellos. Luchan por sus vidas y mueren jóvenes, en tumbas sin ataúdes. Han de vivir siempre a la defensiva. Yo estoy con ellos en las mazmorras, observando y sintiendo el pulso de sus corazones, el flujo de la sangre en sus venas”.
Tras la invasión israelí de Líbano en 1982, la posibilidad de que acabaran con su vida le pareció demasiado grande, y se marchó a Kuwait, donde volvió a trabajar para al-Qabas. Tras la invasión de Líbano, Handala cambió un poco: aún sin mostrar su rostro, comenzó a mover la cabeza hacia la gente que lo miraba, comenzó a desenlazar las manos de la espalda y a levantarlas con rabia, agitó en ocasiones la bandera palestina, e incluso lanzó alguna piedra.
“¿Cuándo podrá la gente ver su rostro? Cuando los árabes no vean su dignidad amenazada, y recuperen la libertad y la humanidad”.
En el año 1985, tras nuevas presiones a las autoridades kuwaitíes, en este caso de la OLP -a cuyo máximo dirigente, Yaser Arafat, había criticado severamente-, hubo de marcharse a Gran Bretaña, donde sería tiroteado el 22 de julio de 1987, falleciendo unos días más tarde sin que las circunstancias de su asesinato se esclarecieran.
“Handala es el testigo de una generación que no ha muerto ni morirá; por ello él tampoco abandonará la vida. Es eterno […]. Handala, a quien yo creé, no morirá tras mi fin. Espero que no sea una exageración decir que continuaré viviendo a través de Handala, incluso cuando me llegue la muerte”.
Con fragmentos de un Texto de Javier Barreda (Arabista, profesor de la Universidad de Alicante) y publicado en Nación Árabe, núm. 47, verano 2002.
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