El ex presidente James Carter y su supuesto «antisemitismo»
Cacería de profesores
Lo que Carter cuenta y las críticas que hace a Israel y Estados Unidos están más detalladas en el reciente libro del estadounidense de origen palestino Rashid Khalidi, quien también recibió ataques sistemáticos desde que en 2003 la Universidad de Columbia le otorgase la Cátedra Edward Said y la dirección de su Instituto de Estudios sobre Medio Oriente (6). Khalidi ha descrito en sus últimos libros la relación entre el concepto imperial de las relaciones de Estados Unidos con Medio Oriente y la forma en que Israel y Washington han impedido la formación de un Estado palestino (7). En 2004 el New York Post lo acusó de antisemita e insinuó que gobiernos árabes financian la cátedra Edward Said.
El acoso que sufre Khalidi es una práctica cada vez más frecuente en los campus universitarios de Estados Unidos. Diversas organizaciones, algunas de ellas de estudiantes, se ocupan de rastrear qué dicen y hacen profesores calificados de «antisemitas» y de acusarlos e inclusive hacer películas de denuncias sobre ellos. El grupo de Boston llamado «David Project. Center for Jewish Leadership» realizó en 2004 una película sobre los supuestos acosos académicos y políticos de los profesores Joseph Massal y George Saliba, de Columbia, a estudiantes judíos. En su website, hay una selección de más de 30 artículos críticos del libro de Carter (8). Existen también grupos y sitios web que se ocupan de analizar el trabajo de grupos de derechos humanos y fundaciones de Estados Unidos para denunciar lo que consideren políticas antisemitas o apoyos económicos a organizaciones palestinas.
Campus Watch, por su lado, realiza un seguimiento sistemático de supuestas declaraciones contra Israel y Estados Unidos en las aulas y ha acusado a Khalidi de «no ser objetivo». En esta web, creada por el ultraderechista y anti-islamista Daniel Pipes, se anima a los estudiantes a facilitar información sobre los profesores. La tensión en torno a profesores críticos de Israel creció el año pasado cuando dos prestigiosos académicos liberales de las relaciones internacionales publicaron un ensayo indicando que los grupos de presión judíos en Estados Unidos dominaban, en gran medida, la política exterior de ese país hacia Medio Oriente y que la guerra de Irak no se podría haber realizado sin el clima creado por el lobby judío (9). La reacción contra ellos fue muy dura.
Unos meses después, el académico británico de origen judío Tony Judt, director del Remarque Institute de Etudios Europeos (New York University), se encontró con una campaña en su contra por sus ideas «antisemitas» dado que había propugnado que la única solución al conflicto es un Estado israelí-palestino que integre a dos naciones (10). Judt mantuvo posiciones pro-israelíes en su juventud y es considerado un traidor. En octubre de 2006 el consulado polaco en Nueva York recibió presiones de la Anti-Defamation League para que cancelara una conferencia que iba a dictar Judt. La cancelación generó una áspera polémica. Judt escribió en un periódico liberal israelí indicando que Israel hunde su futuro si continúa con la ocupación represiva de Palestina.
Comparación con Sudáfrica
Una crítica ajustada del libro de Jimmy Carter es la de Joseph Lelyveld, hasta hace muy poco director ejecutivo de The New York Times y ex corresponsal en Sudáfrica. En un extenso artículo, Lelyveld considera que Carter utilizó el concepto de apartheid para aplicarlo a Israel en Palestina de forma restrictiva, ya que lo limita a la separación de los israelíes de los palestinos y a la apropiación de tierras. Sin embargo, el problema es todavía más grave, y las similitudes entre el apartheid y el sistema israelí son mayores.
El apartheid fue la política oficial que rigió la relación entre la minoría blanca de Sudáfrica y la mayoría de población negra y otras minorías como la india. El sistema del apartheid que rigió oficialmente entre 1948 y 1991, aunque se fue desarrollando desde principios del siglo XX, clasificó a la población en cuatro grupos raciales y practicó la segregación hacia tres de ellos. Fue también un método de apropiación de tierras, de segregación social de los espacios públicos, de ordenación territorial mediante la prohibición de movimiento y la imposición de permisos de pase como forma de organización de la fuerza de trabajo. La población negra, que proveía la mayor parte de la fuerza de trabajo, fue agrupada en zonas especiales o bantustanes.
Lelyveld argumenta, comparando las situaciones, que proporcionalmente Israel se ha apropiado de tanta tierra como lo hizo el régimen racista de Sudáfrica. El apartheid tenía un complejo sistema de permisos para regular el movimiento de las personas según su status legal. Israel está imponiendo un régimen similar para limitar el movimiento de los palestinos y clasificarlos.
El corresponsal del diario británico The Guardian, Chris McGreal, indica por su parte: «Hay pocos lugares en el mundo donde los gobiernos construyen una red de leyes sobre nacionalidades y residencias diseñadas para que una parte de la población las use contra otra. La Sudáfrica del apartheid fue una. Israel es otra» (11). Ronnie Kasrils, ministro sudafricano de origen judío, declaró durante una visita a Israel: «El apartheid fue una extensión del proyecto colonial para despojar a la gente de sus tierras. Eso es exactamente lo que ha pasado en Israel y los territorios ocupados. El uso de la fuerza y la ley al servicio de acaparar la tierra. Eso es lo que el apartheid e Israel tienen en común» (12).
Por otro lado, Israel ha construido un muro y un sistema de carreteras para unir trozos de tierra palestina de un modo como el apartheid nunca lo hizo. De hecho, Carter ha indicado que la vida en Cisjordania puede ser para los palestinos «más opresiva» de lo que era para la población negra en Sudáfrica. Respecto de la economía, Israel depende cada vez menos de la población trabajadora palestina debido a los flujos migratorios de otros países. En el aspecto militar, la ocupación de Gaza y Cisjordania moviliza más efectivos de seguridad de los que desplegaba el régimen sudafricano. Por último, los colonos israelíes han ocupado la tierra palestina y, para asegurar su vida e infraestructuras, el Estado israelí despliega un sofisticado sistema de control sobre los palestinos (13).
El corresponsal de The Guardian en Israel tuvo el mismo puesto durante 10 años en Sudáfrica. Las comparaciones que establece entre las formas de dominación israelí sobre los palestinos y las que tenía el apartheid confirman las similitudes, tanto en los procedimientos de opresión como en el sufrimiento que se inflige. Los servicios públicos que ofrece la municipalidad de Jerusalén, por ejemplo, son muchas veces superiores para los israelíes que para los árabes que viven en la parte anexada de la ciudad. Poco después de ser publicados los artículos en The Guardian sobre las comparaciones y acerca de las estrechas relaciones militares que existían entre el régimen del apartheid e Israel, el Committe for the Accuracy in Middle East Report in America (CAMERA), le acusó de mentir y falsificar datos para deslegitimar a Israel (14).
La comparación permite ver también diferencias. En Sudáfrica la clasificación de las personas era racial, mientras que en los territorios ocupados e Israel es «territorial», pero el resultado, como dice el profesor de Derecho Internacional John Dugard, es el mismo en cuanto a «con quién te puedes casar, dónde puedes vivir, y dónde puedes ir al colegio o al hospital» (15). Por otra parte, Israel realiza constantemente un proceso de confiscación y apropiación de tierras palestinas a las que incorpora, mediante legislación adaptada para ese fin, a la nueva configuración del Estado israelí.
Un informe de la organización israelí Peace Now indica, basándose en un informe oficial, que el 32,4% de las propiedades que Israel ha ocupado en Cisjordania ya está en manos privadas. Esto significa que el gobierno no está ocupando las tierras de manera transitoria o por razones de seguridad, sino que se apropia de ellas y las entrega en propiedad. Revertir ese proceso sería en el futuro muy complejo.
Notas
- (6) Rashid Khalidi, The iron cage. The story of the Palestinian struggle for statehood, Beacon Press, Boston, 2006.
- (7) Rashid Khalidi, Resurrecting Empire, Beacon Press, Boston, 2004.
- (8) Ver aquí.
- (9) John Mearsheimer y Stephen Walt, «The Israeli lobby», The London Review of Books, 23-3-06.
- (10) Tony Judt, «Israel: the alternative», The New York Review of Books, 23-10-03.
- (11) Chris McGreal, «Worlds Apart», The Guardian, Londres, 6-2-06.
- (12) Citado en The Guardian, Londres, 6-2-06.
- (13) Joseph Lelyveld, «Jimmy Carter and Apartheid», The New York Review of Books, 29-3-07.
- (14) CAMERA, 20-2-06.
- (15) Chris McGreal, ibid.
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