El armenio – ¿Un genocidio inexistente?
Para Mariana, Laura y Vera.
Yo quería saber por qué yo había perdido tanta
gente que me era personalmente propia.
(Del testimonio de un armenio argentino hijo de
sobrevivientes).
¿No ven ustedes lo que ha sucedido? Dios se ha
vuelto loco. (De una mujer armenia al presenciar
la muerte de su hijo quemado vivo en la iglesia de
la aldea).
Puerta de roble,¿quién te levantó sobre los goznes?
mi dulce madre no puede volver.(Paul Celan).
Esta nota es un comentario del libro de Héléne Piralian Genocide et transmission. Sauver la mort, sortir du meurtre (L’Harmattan, Clemecy, 1995), no traducido al español.
Consideré importante hacer conocer algunas ideas que plantea la autora para poder ‘pensar el genocidio’, cualquiera que fuese.
Las causas del genocidio armenio no existen. Puede haber explicaciones religiosas, raciales, de relaciones de fuerza de las grandes potencias europeas, de lucha de los países industriales por los mercados, de situación interna y necesidad de expansión del imperio otomano, etc., que habrían originado, en el peor de los casos, otra de las innumerables guerras que asolaron la región.
Pero para ese genocidio, como para cualquier otro, no existen causas. Sería hacer entrar ese acontecimiento en su totalidad dentro del orden de la razón, de lo inteligible,de lo explicable.
Los ‘hechos’ del genocidio armenio sí existen. Entre los años 1915 y 1918, en un episodio que los armenios denominan la Catástrofe, el gobierno turco asesinó a un millón y medio de armenios de los dos millones cien mil que vivían en Turquía. El resto logró escapar en condiciones infrahumanas.
Hobsbawn lo considera “el primer intento moderno de eliminar a todo un pueblo”.
El plan de exterminio fue meticulosamente trazado: primero serían asesinados los intelectuales y los políticos, luego los soldados armenios del ejército y el resto de los hombres y finalmente las mujeres, los ancianos y los niños.
El plan estaba montado sobre la estrategia de la deportación y traslado a otros lugares pero la mayoría fue asesinada en sus pueblos y los grupos de deportados, que debían desplazarse a pie a través de grandes distancias, fueron sistemáticamente aniquilados y abandonados al hambre y a las enfermedades para que nadie quedase con vida: Sin los medios tecnológicos de que dispondrán los genocidas futuros, la matanza se convirtió en una verdadera carnicería de cuerpos violados, torturados, despedazados, semi-devorados por los animales, cuerpos que eran abandonados a los costados de los caminos o tirados al Eufrates.
Diversos testimonios dan cuenta de la particular’ voluntad de aniquilamiento que animó a este genocidio, caracterizado por una obsesión por la dispersión, dispersión de los habitantes, dispersión de los restos humanos, destruccción de monumentos e iglesias, arrasamiento total de muchos pueblos, cambio de nombre de otros, prohibición de usar la lengua, levantamiento de los cementerios. “Exterminen, ordenaba telegráficamente Talaat a sus ayudantes, a todos los niños en edad de recordar”. “No va a quedar ni un armenio para el museo”, declaraba Kemal Atartuk.
Todas estas acciones fueron acompañadas de órdenes estrictas de mantener el silencio hasta bajo pena de muerte. Talaat ordenaba llevar a las cortes marciales a las personas que difundieran o investigaran esos hechos y sostenía como central el cuidado de que los extranjeros que circulaban por el país fueran convencidos de que las deportaciones tenían como único fin el traslado de las personas a otros sitios.
Ya no se trata solamente de una masacre sino de hacer desaparecer a todo un pueblo. No existieron, no vivieron, no murieron. No hay lugar geográfico al que hayan pertenecido, ni ley que los incluya, ni memoria que los aloje. Sólo silencio. Silencio mantenido activamente mediante amenazas de todo tipo, incluso de muerte, a lo largo de ochenta años, hasta ahora. Por lo tanto, ni reconocimiento, ni arrepentimiento, ni perdón, ni culpa, ni compensación. Nada.
Esto hará decir a J.M.Carzou, autor del libro Un génocide exemplaire: “¿Entonces este genocidio lo hemos soñado? No. Es un genocidio perfecto: no tuvo lugar…”
En la actualidad, algunos historiadores se preguntan qué hubiese pasado con todos los genocidios posteriores de este siglo si éste no se hubiese realizado en la mayor impunidad, ante la indiferencia de las potencias mundiales.
Es una pregunta que sigue siendo válida.
Setiembre de 1915. Telegrama del Ministro del interior Talaat Pacha al gobernador de Alepo:”Se ha comunicado recientemente que el gobierno, por orden del Comité, ha decidido exterminar totalmente a todos los armenios que habitan Turquía. Los que se opongan a esta orden y a esta decisión serán separados de sus funciones. Sin miramientos para las mujeres, niños o enfermos, por más trágicos que sean los medios del exterminio, sin escuchar los sentimientos de la conciencia, es necesario poner fin a su existencia”.
Abril de 1984. Párrafo de una carta que el cineasta kurdo Y.Güney dirigió al Tribunal permanente de los pueblos reunido en Paris para estatuir la existencia del genocidio armenio y pedir su reconocimiento por parte del gobierno turco actual: “Si este genocidio hubiese sido reconocido en su momento por la comunidad internacional, si en los años 20 la Sociedad de las Naciones hubiese juzgado y sancionado severamente este crimen contra la humanidad, es probable que los dirigentes kemalistas no hubiesen intentado hacer padecer a los kurdos la misma suerte que a los armenios, masacrando y deportando entre 1925 y 1940 a más de la tercera parte de la población kurda que vivía en su territorio”.
El libro de Piralian reconoce su origen en una pregunta: ¿Qué significa ser el sobreviviente de un genocidio, cómo no morir de la herencia del genocidio?
El genocidio armenio no ha sido reconocido por sus responsables, es decir el gobierno turco, ni por los sucesores de los responsables, y reflexiona sobre las consecuencias que ese no reconocimiento, que ese desconocimiento activo tiene para los sobrevivientes y su descendencia. Un genocidio de estas características conlleva, además del asesinato masivo de las personas, un asesinato de lo simbólico y de su transmisión a los descendientes, un asesinato sin fin.
Sin esta idea de una aniquilación radical, de un asesinato sin fin que incluya a la descendencia no se entendería el carácter activo del desconocimiento que los turcos implementan sistemáticamente hasta hoy.
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