Poetisas palestinas en el exilio – Por Clara Mª Thomas de Antonio
Por último hay que destacar a Rafeef Ziadah (s.d.), poetisa, periodista, profesora y activista palestina refugiada en Canadá, y una de las más difundidas por los medios. Uno de sus poemas más conocido es “Tonalidades de la ira”, escrito durante los bombardeos sobre Gaza (diciembre 2008-enero 2009) por el ejército de Israel, mientras los niños morían bajo las bombas de fósforo lanzadas por los aviones de los israelíes, aliados de Occidente y ocupantes de Palestina, que aplican a los palestinos con mano de hierro un régimen de apartheid que deja pequeño al que sufrieron los sudafricanos hasta 1994:
Escribí este poema cuando estábamos haciendo
una acción directa en mi Universidad. (…)
Estaba sentada en el suelo, cuando ese mamarracho
vino y me dio una patada en la tripa diciendo:
“Merecerías que te violasen antes de tener hijos terroristas”.
Entonces no dije nada, sino que escribí este poema
para ese señorito”:
¡Permíteme que hable en mi legua árabe
antes de que también ocupen mi lengua!
¡Permíteme que hable en mi legua materna
antes de que también colonicen su memoria!
Soy una mujer árabe de color,
y venimos de todas las tonalidades de la ira.
Todo lo que mi abuelo quería era
despertarse al alba y ver a mi abuela rezar de rodillas,
en una aldea escondida entra Yaffa y Haifa.
Mi madre nació bajo un olivo,
en una tierra que, como dicen, ya no es mía.
Pero yo atravesaré sus barreras, sus puestos de control,
sus malditos muros de apartheid, y retornaré a mi patria.
Soy una mujer árabe de color, y venimos de todas las tonalidades de la ira.
Tú has oído ayer gritar a mi hermana
al dar a luz en uno de sus puestos de control,
con soldados israelíes buscando entre sus piernas
a su próxima amenaza demográfica,
su hijita llamada Yanín
Tú has oído gritar a Amni Mona
tras los barrotes de su prisión mientras gaseaban su celda:
“Estamos volviendo a Palestina!”.
Soy una mujer árabe de color, y venimos de todas las tonalidades de la ira.
Pero tu me dices que este útero que hay en mi interior
sólo te traerá tu próximo terrorista,
usando barba y blandiendo una pistola, con turbante, y negro como la arena.
Tú me dices que mando a mis hijos a morir,
Pero son vuestros helicópteros y F-16 los que están en nuestro cielo.
¡Vamos a hablar sobre el asunto del terrorismo un segundo!
¿No fue la CIA la que mató a Allende y Lumumba
y quien primero adiestró a Osama?
No fueron mis abuelos quienes corrían como payasos,
con capas y capuchas blancas en la cabeza, linchando a los negros.
Soy una mujer árabe de color, y venimos de todas las tonalidades de la ira.
“¿Quién es esa mujer morena gritando en la manifestación?”.
¡Perdón! ¿Es que yo no debería gritar?
He olvidado ser tu siempre orientalista sueño, genio en una botella,
bailarina del vientre, joven de harén, mujer árabe de voz suave
que dice: Sí, señor, no señor.
¡Gracias por los sándwiches de manteca de cacahuete
que deja caer sobre nosotros tu dueño de los F-16!
Sí, mis libertadores están aquí para matar a mis hijos,
y llamarles “daños colaterales”.
Soy una mujer árabe de color, y venimos de todas las tonalidades de la ira.
¡Así que déjame decirte que este útero que hay en mi interior
sólo os traerá un próximo rebelde.
Tendrá una piedra en una mano y una bandera palestina en la otra.
Soy una mujer árabe de color.
¡Cuidado¡¡Cuidado con mi ira…!
(Traducción de C. Mª Thomas)
Pero quizás su poema más famoso sea “Nosotros enseñamos vida, señor”, también escrito durante el bombardeo de Gaza en respuesta a un periodista que le preguntó: “¿No crees que todo estaría bien si simplemente dejarais de enseñar a vuestros hijos a no odiar?”:
Hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada.
Hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada
que tenía que caber en audio digital y en palabras limitadas.
Hoy, mi cuerpo fue masacre televisada que tenía que caber
en un audio digital y palabras limitadas, con suficientes estadísticas
como para contrarrestar una respuesta mesurada.
Yo había perfeccionado mi inglés y aprendido las resoluciones de la ONU.
Pero, aun así, me preguntó:
“Señorita Ziadah, ¿no cree que todo se resolvería si dejaran
de enseñar tanto odio a sus hijos?”
Pausa.
Miro en mi interior.
Busco fortaleza para tener paciencia,
pero no tengo paciencia en la punta de la lengua
mientras caen bombas sobre Gaza.
La paciencia me ha abandonado.
Pausa.
Sonrisa.
“Nosotros enseñamos vida, señor”.
(Rafeef, acuérdate de sonreír).
Pausa.
“Nosotros enseñamos vida, señor”.
Nosotros los palestinos
enseñamos vida después de que ellos
hayan ocupado los últimos cielos.
Nosotros enseñamos vida después de que ellos
hayan construido sus asentamientos y muros de apartheid
más allá
de los últimos cielos.
Nosotros enseñamos vida, señor.
Pero hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada
para caber en un audio digital y palabras limitadas.
Danos sólo un reportaje, un reportaje con lado humano.
Verás, esto no es político.
Sólo queremos hablarle a la gente
de ti y de tu pueblo,
así que danos un reportaje humano.
No menciones las palabras
“apartheid”
y “ocupación”.
Esto no es político.
Me tienes que ayudar
como reportera
a ayudarte a contar tu historia,
que no es un reportaje político.
Hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada.
¿Y qué tal si me das un reportaje
sobre una mujer en Gaza que necesita medicinas?
¿Qué tal acerca de ti?
¿Tienes suficientes huesos rotos en las extremidades
como para cubrir el sol?
Pásame tus muertos y dame una lista
de sus nombres
en un total de mil doscientas palabras.
Hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada
que tenía que caber en un audio digital y palabras limitadas
y conmover a quienes
son insensibles a la sangre
terrorista.
Pero ellos sintieron pena.
Sintieron pena por el ganado en Gaza.
Así que les di
resoluciones de la ONU
y estadísticas
y condenamos
y deploramos
y rechazamos.
Y no son iguales
ocupadores y ocupados.
Y cien muertos, doscientos muertos, y mil muertos.
Y entre eso,
entre crimen de guerra y masacre,
ventilé las palabras y sonreí,
-no exótica-
-no terrorista-
Y cuento:
Cuento cien muertos, doscientos muertos, mil muertos.
¿Hay alguien ahí?
¿Escuchará alguien?
Quisiera poder llorar sobre sus cadáveres.
Quisiera simplemente
correr descalza
por cada campo de refugiados
y abrazar a cada niño;
cubrir sus oídos
para que no escuchen el sonido
de las bombas
por el resto de sus vidas,
como yo lo escucho…
Hoy, mi cuerpo fue una masacre televisada.
Y déjame decirte:
No hay nada que tus resoluciones de la ONU
hayan hecho en absoluto sobre esto.
Y no hay un audio digital,
-ningún audio digital que se me ocurra,
y no importa cuán bueno sea mi inglés-
no hay audio digital
no hay audio digital
no hay audio digital
no hay audio digital
que los devuelva a la vida.
No hay audio digital que arregle esto.
Nosotros enseñamos vida, señor.
Nosotros enseñamos vida, señor.
Nosotros
los palestinos
nos levantamos
cada mañana
para enseñar
al resto del mundo
vida,
señor.
(Traducción de Patricia Bobillo Rodríguez)
Referencias bibliográficas.
Boullata, Issa J., 1982 (1976): Modern Arab Poets. Heinemann. Londres.
Hiyyawi, Sulafa, 1998: Una voz palestina. Introducción, traducción y selección de Ingrid Bejarano. Letrúmero. Madrid.
Jayyusi, Salma Khadra, 1992: Anthology of Modern Palestinian Literature. Edición y traducción. Columbia University Press. Nueva York.
Thomas de Antonio, Clara M0, 2003: “Voces de mujer en Palestina”. Arriaga Flórez, Mercedes (Ed.): Entretejiendo saberes. Actas del V Seminario de la Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres (AUDEM). (Sevilla, 17 a 19 de octubre de 2002). [CD] Vicerrectorado de Calidad y Nuevas Tecnologías. Universidad de Sevilla. Sevilla.
Thomas de Antonio, Clara M0, 2004: “Fadwa Tuqán, del harén a la arena palestina”. Arriaga Flórez, Mercedes y otros (Ed.): Los estudios de las mujeres hacia el espacio común europeo. ArCiBel Editores. Sevilla, 2004, 296-319.
Thomas de Antonio, Clara M0, 2008: “En memoria de la poetisa Fadwa Tuqán, símbolo de la resistencia palestina”. Arriaga Flórez, Mercedes y otros (Ed.). De lo sagrado y lo profano. Mujeres tras/ entre/sin fronteras. ArCiBel Editores. Sevilla, pp. 517-542.
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