Los sirio-libaneses en Colombia
«Bendita sea la colonia siria, que nos ha traído la baratura». Con estas palabras, un periódico de principios del siglo XX resumía la política de precios de los comerciantes de origen árabe en Colombia. Además de precios bajos, estos comerciantes cambiaron la tradicional estrategia de ventas en Colombia, el esperar que el comprador llegara hasta al almacén, por la forma innovadora de las ventas ambulantes y al salir a ofrecer la mercancía de puerta en puerta.
Por «colonia siria» el autor se refiere a los inmigrantes procedentes de Siria y Monte Líbano, quienes conformaban el grueso de la inmigración árabe a Colombia, integrada además por los palestinos.
Los territorios de Siria, Líbano y Palestina estuvieron bajo el poder del Imperio Otomano por cerca de 400 años, desde el siglo XVI hasta comienzos del XX. Las primeras migraciones significativas desde los territorios árabes ocupados por los turcos hacia Brasil, Argentina y México empezaron en la década de 1870. Como los pasaportes de estos inmigrantes eran expedidos por las autoridades turcas, esto llevó al equívoco de llamar «turcos» a los árabes que llegaban a América Latina, la mayoría de los cuales eran cristianos maronitas. El Imperio Otomano se desintegró al final de la Primera Guerra Mundial y gran parte de su territorio pasó a manos de las potencias europeas. Por esta razón, Siria y Líbano se convirtieron en protectorado francés, y Palestina quedó bajo mandato británico.
La mayoría de historiadores acepta que los primeros inmigrantes de origen árabe que llegaron a Colombia lo hicieron hacia 1880, entraron por los puertos del Caribe y se distribuyeron inicialmente por las diferentes poblaciones del Caribe colombiano. Tiempo después remontaron el río Magdalena para distribuir mercancías en las provincias andinas y los valles interandinos, y se establecieron en departamentos como Huila, Cundinamarca o Santander.
¿Cuantos sirios, libaneses y palestinos llegaron a Colombia entre 1880 y 1920? No existe un dato preciso, ya que desde un principio resultó muy difícil censar la población de origen árabe en los diferentes países de América Latina. A su llegada, estos inmigrantes eran registrados indistintamente como turcos, otomanos, sirios, árabes, y sólo a partir de la década de 1930 en algunos países empezaron a diferenciar entre sirios, libaneses, palestinos, armenios o turcos otomanos.
De todas formas, no debemos llamarnos a engaños y pensar que en Colombia se estableció un numeroso grupo de inmigrantes procedentes del Oriente Medio. El país fue un destino de segunda categoría para los emigrantes árabes, que en su aventura hacia América preferían países como Estados Unidos, Brasil o Argentina.
De acuerdo con el emigrante sirio Elías Saer, los jóvenes árabes sólo tenían referencias de estos tres países a donde emigrar, mientras muy pocos tenían conocimiento de la existencia de Colombia. De acuerdo con su testimonio, «emigrar al continente americano era encontrarse con la abundancia, la riqueza, con las grandes oportunidades, en fin, con el paraíso terrenal». Algunos estudios calculan que hacia 1920 la población de origen árabe en Colombia era apenas de 3.800 personas, mientras en Brasil ascendía a 162.000, y en Argentina, a 148.000. Pese a su escaso número, en Colombia su visibilidad estuvo en función de su dinámica presencia en sectores clave de la sociedad, como el comercio, la política y la medicina, entre otros.
Una de las características del inmigrante árabe fue su pragmatismo, tanto en los negocios como en su vida cotidiana, lo que explica por qué varios de ellos castellanizaron sus nombres y apellidos, como una manera de asimilarse más rápido a las comunidades donde llegaban. De origen árabe son las familias Guerra (originalmente Harb), Domínguez (Ñeca), Durán (Doura), Lara (Larach), Cristo (Salibe), Flores, María, Gloria y Juan, entre otros.
La base económica y el punto de partida de estos inmigrantes fue el comercio, y a esa actividad le siguieron otras como la agricultura, la ganadería, la industria, la navegación fluvial y la política. En menos de una generación ascendieron socialmente y en esta segunda fase, sus hijos tuvieron edad para empezar a estudiar en la universidad, sobre todo carreras de prestigio como medicina y derecho. Los hijos de los inmigrantes no se conformaron con el éxito económico de sus padres: ahora ellos querían gobernar, tener poder y para eso era necesario incursionar en política.
Es así como en 1930 Gabriel Turbay irrumpe como figura política regional, al ser elegido diputado por el departamento de Santander, y César Fayad concejal por Cartagena; en 1941, Abraham Jabib fue elegido concejal por Lorica y en 1962, José Miguel Amín fue nombrado gobernador de Córdoba. La espiral política llegó a su punto culminante durante el cuatrienio 1978-1982, período durante el cual Julio César Turbay se desempeñó como presidente de la República. La presencia de los políticos de origen árabe en la vida nacional ha sido intensa y, en ocasiones, controvertida, por lo que el tema ameritaría un estudio riguroso desde la ciencia política.
En síntesis, los hijos y los nietos de esos inmigrantes que alguna vez fueron discriminados, empezaron a gozar de una destacada posición en la sociedad colombiana desde mediados del siglo XX. Su aporte a la sociedad colombiana se dio no sólo en los campos del comercio y la política, sino también en actividades como la industria, la medicina, la literatura, la culinaria y los medios de comunicación. Personajes como Gabriel Turbay, Antonio Chalita, Emilio Yunis, Juan Gossaín, Fuad Char o Shakira Mebarak son tan colombianos como cualquier otro nacido en estas tierras.
Han pasado más de 120 años desde cuando desembarcaron los primeros inmigrantes árabes en Colombia. Sus prácticas austeras, su dedicación al trabajo y su espíritu emprendedor, les facilitaron acceder a las oportunidades que ofrecía el país a nativos ya inmigrantes.
Por Joaquín Viloria De La Hoz
Investigador de estudios regionales del Banco de la República.
Con información de:Semana 35
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