Jordania – Puerta de entada al mundo árabe
Adentrarse en el mundo árabe desde Jordania permite ejercitar la capacidad de asombro. En este país, inesperadamente abierto a los viajeros, la sonrisa de la gente disipa de golpe la barrera cultural que nos separa de esta región del planeta.
«Bienvenidos a Jordania», dice en inglés un transeúnte mientras merodeamos por las concurridas calles del centro de Amán, su capital. No hace falta intercambiar palabras para saber que el interés es recíproco: turistas y lugareños nos miramos con la curiosidad compartida de dos mundos que se atraen.
La geopolítica en esta zona del mundo es complicada. Los países vecinos de Jordania, como Iraq, Siria y Palestina, sufren brotes de violencia constantes; sin embargo, hace casi dos décadas, el gobierno jordano mantiene relaciones cordiales con ellos. Este carácter de «país mediador», sumado a la amabilidad de su gente, lo convierte en una suerte de oasis en Oriente Medio.
«Nosotros somos gente pacífica y hospitalaria, queremos mostrarle a los turistas que, independientemente de lo que suceda en otros países, aquí pueden sentirse tranquilos». Las palabras son de Khalid, un vendedor de artesanías en las afueras de las ruinas de Gerasa, la antigua ciudad romana localizada al norte de Amán.
Tras una breve plática, Khalid nos regala una pulsera.
Ésta será la primera de varias muestras desinteresadas de afecto que recibiremos a lo largo de nuestro viaje. Ser tratados como huéspedes y no como una fuente de ingresos nos hace sentir en casa, cuando estamos tan lejos de ella.
Es así que nos atrevemos a levantar el velo de misterio que envuelve a Oriente Medio y Jordania se nos revela como una tierra fascinante, que condensa en su territorio el bagaje histórico y cultural de toda la región.
Existe en Jordania una faceta de modernidad bien desarrollada, visible en los grandes complejos turísticos, resorts y spas de corte occidental, ubicados en Petra, Áqaba y a orillas del Mar Muerto y del Mar Rojo, sus principales atractivos.
Aquéllos que vienen buscando la cara más tradicional del mundo árabe, la podrán encontrar mientras caminan por las calles y mercados del centro de Amán, escuchando, al fondo, los llamados a rezar provenientes de la mezquita del Rey Hussein.
También la verán sobre el desierto de Wadi Rum y en la Reserva Natural de Dana, lugares habitados por los beduinos, moradores nómadas de las tierras áridas, quienes gracias a su largo peregrinaje han desarrollado una tradición de generosidad con los visitantes.
Nuestra idea proverbial de Oriente Medio la descubrimos en formas sutiles y encantadoras: en el andar saltarín de los dromedarios, en las dunas de arena que se forman en el desierto o en los ojos esquivos de una mujer tras su burka.
Pero, sobre todo, la esencia de Jordania la pudimos hallar en su juego de opuestos, donde coexisten el bullicio de la ciudad y la soledad absoluta del desierto; la cima del Monte Nebo y la profundidad desconcertante del Mar Muerto. O las playeras del Real Madrid colgadas junto a las burkas que se ofertan en los mercados.
Jordania es un país exigente. Cruzar el Atlántico y el continente europeo para llegar hasta aquí es el más simple de los esfuerzos que pide al viajero. El reto principal es relegar los prejuicios y dejarse envolver por su sorprendente calidez.
LA JOYA DEL DESIERTO
Una metrópoli bulliciosa, una ciudad perdida moldeada en roca, y un campamento beduino, donde la arena entra por cada poro de la piel: Jordania seduce a los cinco sentidos.
AMAN: La capital es una mezcla cautivadora entre el ascetismo musulmán y el ajetreo urbano.
PETRA: Los restos de esta majestuosa ciudad esculpida en la roca son el emblema turístico de Jordania.
WADI RUM: Pasar una noche beduina en el corazón del desierto, una experiencia inolvidable para los viajeros.
Con información de Tabasco Hoy
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