Cristo,el Diablo o la Ley de opuestos complementarios
Hace años, un amigo nuestro demostró en un artículo periodístico que el Satanás del Nuevo Testamento personifica una idea abstracta y no una entidad individual, a lo que replicó un clérigo diciendo que negar la existencia del diablo equivalía a negar la de Cristo y pecar contra el Espíritu Santo, aunque el articulista insistió en que sólo negaba la de Satanás.
Según el clero católico, el “Padre de la Mentira” fue el inspirador de todas las antiguas religiones, así como de las posteriores herejías y del moderno espiritismo. Por lo tanto, no cabe esperar que el clero cristiano rehaga y enmiende su obra desechando al fin el concepto del diablo antropomórfico, pues tanto equivaldría a quitar la base de un castillo de naipes en cuyo derrumbamiento iría envuelta la creencia en la divinidad de Jesucristo, que por absurdo que parezca apoya la Iglesia romana en la existencia de Satanás, según de ello nos da testimonio el P. Ventura de Ráulica, ex general de los teatinos, quien en una encomiástica carta dirigida a Des Mousseaux con motivo de su obra: Costumbres y prácticas de los demonios, afirma que “a Satanás y a los ángeles rebeldes debemos en absoluto nuestro Salvador, pues de no ser por ellos no hubiéramos tenido Redentor ni religión cristiana”.
Las celosas y fervientes almas que se escandalizan porque Calvino dijo que el pecado es la necesaria causa del supremo bien, han de tener en cuenta que se apoyó para ello en los mismos dogmas y se prevalió de la misma lógica que Des Mousseaux para argumentar en pro de la existencia del diablo; pues, según la teología dogmática, el proceso y muerte de Jesús fue el crimen más horrendo que han perpetrado los hombres, y no obstante, lo exigió ineludiblemente la salvación del género humano, o mejor dicho, de los predestinados a la salvación. Por otra parte, Lutero exclama en un rapto de entusiasmo: O beata culpa qui talem meruisti Redemptorem. Vemos, por lo tanto, que de acuerdo con Calvino están católicos y luteranos respecto a que el pecado fue la causa necesaria del supremo bien.
Los musulmanes veneran mucho a Jesús,[Isa (P)], y dicen de él que verdaderamente era un profeta de Allâh y un varón justo, pero que sus discípulos cometieron la locura de divinizarlo.
Max Müller dice a este propósito:
Se equivocaron los Padres de la Iglesia al ver en los dioses del gentilismo demonios o espíritus malignos; y por lo tanto, conviene precavernos del mismo error con respecto a las divinidades hinduístas.
Pero la Iglesia nos presenta a Satanás como un Atlas que sostuviera sobre sus hombros el mundo cristiano, de modo que todo volvería al caos si el sostén faltase.
El dogma del diablo y su derivado, el de la redención, parece que se fundan en los siguientes pasajes:
- El que comete pecado es del diablo, porque el diablo desde el principio peca. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
- Y hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles lidiaban con el dragón, y lidiaba el dragón y sus ángeles.
Y no prevalecieron éstos, y nunca más fue hallado su lugar en el cielo.
Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, aquella antigua serpiente que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo.
Indaguemos, por lo tanto, en las antiguas teogonías el simbolismo de estos pasajes. Primeramente hemos de ver si la palabra diablo expresa el concepto de la maligna entidad que supone el cristianismo dogmático, o bien la antagonística fuerza del aspecto tenebroso de la naturaleza, es decir, la sombra respecto de la luz, y en modo alguno la manifestación de un principio esencialmente maligno. Los cabalistas consideran esta fuerza como antagonística, pero al propio tiempo necesaria a la vitalidad, evolución y vigor del principio del bien. Ejemplo de ello tenemos en que las plantas morirían al nacer si estuvieran de continuo expuestas a la luz del sol, por lo que para vivir y crecer requieren la alternativa de días y noches. De la propia suerte, el bien necesita el contraste y la oposición del mal para explayarse. En la naturaleza humana, el mal manifiesta el antagonismo de la materia con relación al espíritu, y por efecto de esta lucha se purifican a la par cuerpo y espíritu. La armonía del universo deriva de la equilibrada oposición de las fuerzas centrífuga y centrípeta, ambas igualmente necesarias, pues si cesara se rompería el concierto universal.
Origen del nombre Satanás