El Corán que no se apaga
Tras la profanación de ejemplares en Afganistán
- El libro sagrado remite en España a la tradición cultural, no a la política
- Las traducciones al español más divulgadas, las de Julio Cortés y Juan Vernet
- Existen piezas únicas como el Corán de Toledo (1606) o el de Cútar (s. XIII)
«No pienses que los que se niegan a creer podrán escapar en la tierra, su refugio es el Fuego. ¡Qué mal lugar de vuelta!», revela la sura 24 (de La Luz), versículo 55. Precisamente ahí, en las llamas, o en un destino igual de oprobioso, se ha ido consumiendo el Corán (Al Qur’ān Al Karīm) durante centurias en buena parte de Occidente. Una imagen, la del libro sagrado del islam transfigurado en antorcha, que lejos de remitir a lejanos pasajes históricos reaparece periódicamente en pleno siglo XXI dejando un rastro de pavesas. Y en ocasiones, como ahora, de sangre.
Ayer el pastor fundamentalista Terry Jones encendía la polémica; hoy la profanación de ejemplares en la base militar de Bagram (Afganistán) desencadena violentos disturbios en el país, saldados con 16 muertos (entre ellos, dos militares estadounidenses) y las pertinentes disculpas del presidente Barack Obama.
«Lo único que se consigue con algo así es polarizar las posturas, cortar totalmente las posibilidades de diálogo con un gesto brutal», reflexiona sobre estos hechos la profesora Ndeye Andújar, experta en Cultura, Civilización y Religión Islámica. «Se quema sabiduría, conocimiento, espiritualidad. Quemar un libro es un acto violento, y la violencia sólo genera más violencia».
En otras latitudes, sin embargo, el texto con la palabra revelada a Muhammad (BPD) no aparece vinculado a la propaganda y desestabilización territorial, sino a la tradición artística y las humanidades. Polémicas como la suscitada por el diputado islamófobo Geert Wilders, que comparó el Corán con el ‘Mein Kampf’ de Hitler, cuesta imaginarlas en España, donde la percepción del Corán remite antes a un legado cultural rico y asumido como propio que a la política.
Así lo sentía Juan Vernet (Barcelona, 1923-2011), arabista e historiador. «No me hable usted de cosas tristes…», pedía el pasado verano, al mencionársele al predicador Jones, el autor de la traducción del Corán al castellano más divulgada (Ed. Planeta, 1953), junto a la que Julio Cortés (Bilbao, 1924-Creixell, Tarragona, 2009) firmó para la Editorial Herder (1979).
Con dificultades para respirar y en la que fue tal vez su última entrevista -falleció pocas semanas después-, Vernet tuvo el pasado verano la gentileza de compartir su testimonio y el recuerdo de su trabajo. «Al lado de cada texto árabe que he traducido siempre he tenido la costumbre de apuntar dónde empezaba y dónde terminaba. Echando la vista atrás, no discrepo en absoluto de lo que hice entonces, aunque tal vez habría puesto más énfasis en enriquecer el castellano«, hacía balance de una labor pionera.
«¿Qué poso ha dejado en mí traducir el Corán? Me enriqueció en el sentido de que pude constatar que el Dios de Abraham es el mismo para judíos, cristianos y musulmanes«.
El Corán de Toledo
Vernet quiso puntualizar que la traducción más antigua que se conserva del libro sagrado a una lengua europea es el conocido Corán de Toledo, fechado en 1606 y conservado en la Biblioteca de Castilla-La Mancha (Toledo). Se trata de la única traducción completa conservada del Corán del árabe al español de las épocas mudéjar y morisca. A su vez, es uno de los dos manuscritos escritos en letras latinas (otras muchas versiones parciales fueron redactadas en aljamiado, el español escrito en letras árabes), pero el único completo.
«Es muy bonito y muy cuidadosamente preparado y copiado», lo describe Consuelo López-Morillas. Hispanista, profesora emérita de la Universidad de Indiana (EEUU) y autora de títulos esenciales como ‘Textos aljamiados sobre la vida de Mahoma: El Profeta de los moriscos’ (1994) o ‘The Qur’an in Sixteenth-Century Spain: Six Morisco Versions of Sura 79’ (1982), López-Morillas presentó en junio de 2011 un estudio pormenorizado del manuscrito.
Editado por la Biblioteca Arabo-Románica et Islámica de la Universidad de Toledo, permite conocer alguna particularidad del original. Por ejemplo, en relación al autor. Se cree que la traducción fue obra de un morisco del pueblo zaragozano de Villafeliche, si bien el copista no dice dónde ni quién es. Eso sí, «pide perdón por haber pasado este texto de letras árabes a letras cristianas (como las denomina)», explica López-Morillas. Conviene aclarar que en 1606 el islam llevaba 80 años décadas proscrito en Aragón y más de un siglo en Castilla.
A propósito de los últimos episodios que han tenido al texto islámico como involuntario protagonista, López-Morillas contextualiza y distingue. «No me gusta hablar mal de mis conciudadanos, ni quiero generalizar demasiado, pues hay muchos millones de norteamericanos cultos, sensatos, sensibles y tolerantes. Pero en este país ni se conoce ni se quiere conocer mucho del resto del mundo, y sobre todo desde el 11-S se ve el Islam como un asunto ajeno, violento y amenazador«.
«Lo de Bagram es más serio», prosigue, «porque aunque los soldados pueden ignorar individualmente lo que significa el Corán, sus superiores se lo deben haber enseñado (supongo que la política oficial del Ejército comprende este tipo de instrucción). Si al cabo de 10 años en esas tierras puede ocurrir un incidente así hay que preguntarse cómo creemos que estamos ayudando a sus habitantes».
El Corán de Cútar
Otra pieza única es el Corán de Cútar, hallado en 2003 tras la pared de una vivienda de esta localidad malagueña y conservado en el Archivo Histórico Provincial de la ciudad andaluza. Según diversos especialistas, fue usado hasta finales del siglo XV y pudo haber sido facturado en el XIII.
«En general los coranes de la Península Ibérica son pocos en relación con los existentes en el Norte de África. Muchos fueron destruidos deliberadamente por los conquistadores cristianos y otros sucumbieron en los momentos de caos«, comenta María Esther Cruces, directora del centro.
Aunque incompleto, el ejemplar malagueño sobresale por su profusa decoración, la sutileza de su caligrafía, la minuciosidad de su manufactura y, en definitiva, la percepción del mismo como un trabajo de orfebrería. «Tuvo que pertenecer en un principio a una importante mezquita o a un destacado personaje, pues su factura requiere un gran trabajo que tenía un alto valor económico en su momento«, apunta Cruces.
Descubierto por casualidad en una alacena durante la ejecución de unas obras, la responsable del Archivo señala que tanto el libro como otros documentos localizados junto a él «tenían como destino la hoguera y la incautación». «Su supervivencia se debe a la voluntad de su poseedor y también a la asunción de un riesgo y a la conciencia de cometer un delito», subraya.
El Corán, hoy
Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana, ofrece orientación a quien quiera aproximarse al texto islámico en la actualidad.«Podemos acceder a una docena de traducciones del Corán, algunas de ellas editadas en España y otras en el extranjero. Como traducción con comentarios, sin duda la más aconsejable para un lector castellano es la de Muhammad Asad (austriaco judío converso al islam),editada por la Junta Islámica. Es una traducción pensada para un lector occidental, en el sentido de que es una traducción explicativa, que racionaliza bastantes cosas que en el original pueden ser ambiguas».
En su personal selección de traductores del Corán al castellano (algunos ilustres, como Rafael Cansinos Assens) también incluye al converso español Abdelghany Melara (su trabajo es divulgado por el Centro del Rey Fahd y el Centro Cultural Islámico de Madrid) y la traducción-comentario de Abderrahman Mohammed Maanan que se puede consultar en web de Musulmanes Andaluces.
Precisamente como apunta el propio Prado en un estudio, la difusión de la palabra de Allah vía ‘online’ se enmarca en los desafíos de futuro del credo islámico. «Por primera vez en la historia de la Humanidad el Corán se ha hecho accesible a prácticamente todos los habitantes de la tierra […] Los musulmanes acceden al Corán directamente, sin la mediación del saber tradicional. La accesibilidad incrementa exponencialmente los debates, en los cuales participan hombres y mujeres antes excluidos de la creación de conocimiento religioso. El islam popular abandona la oralidad y pasa a ser escrito. Todo ello nos sitúa en el camino ante la democratización del conocimiento religioso«.
Por Jose María Robles
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