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La hermandad mozárabe y el origen de algunos apellidos

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Los cristianos llamados mozárabes por sus compatriotas musulmanes -término que viene de musta’rab, que significa arabizado, que habla árabe aunque no lo sea, pero que en todo se  asemejaban a aquéllos, ya que hablaban, se vestían y vivían, en suma, de la misma manera; tan sólo eran distintos por la adscripción a otra religión. Más tarde, a partir del siglo X, muchos mozárabes se convierten al Islam, y son denominados muladíes (mual ladun), si son descendientes de matrimonios mixtos, y musalima, si se han convertido por propia convicción. Estos últimos serían cada día más, quedando los auténticos mozárabes como una minoría.

El profundo respeto de la libertad religiosa contenido en la ley coránica permitió a los mozárabes gozar de una autonomía interna considerable. Administrativamente dependían de un «comes» de origen visigodo. La justicia se regía según leyes propias y los impuestos eran recaudados por un mozárabe, el «exceptor». Este espíritu de tolerancia hizo posible que mozárabes y judíos lograsen, sin demasiados obstáculos, cargos en la diplomacia, el ejército y el propio gobierno musulmán. En dos terrenos se manifiesta claramente la singularidad del estilo mozárabe: arquitectura e iluminación de manuscritos. Las características de las iglesias mozárabes, en las que se combinan elementos de la tradición visigótíca con influjos musulmanes, son los arcos de herradura, los capiteles de tipo corintio y elementos de decoración esculturada. La miniatura mozárabe, proyectada por el arte islámico, está considerada como una de las escuelas más originales de todas las que en esta especialidad produjo el arte medieval. Sobresalen ejemplares como los ilustrados del «Comentario del Apocalipsis» de Beato de Liébana (monje asturiano muerto en 798). Entre otros miniaturistas y calígrafos mozárabes, destacan Magius y Florencio.

Pocas tradiciones perviven a lo largo de los siglos con la intensidad que lo ha hecho la comunidad mozárabe de Toledo. Los mozárabes, antiguos pobladores de la Península Ibérica que, durante la presencia islámica se arabizaron, mantuvieron  su fe cristiana, sus iglesias y las costumbres de sus mayores, agrupándose en parroquias personales, situando en Toledo una especie de sede y lugar de referencia para no perder su identidad.

El Rey Alfonso VI, el 19 de marzo de 1101, unos años después de la reconquista de la Ciudad Imperial, había otorgado fuero o charta firmitatis, dirigido “ad totos mozarabes de Toledo”, concediéndoles diversos privilegios, entre ellos el de ingresar en el estamento de caballeros, siendo este fuero confirmado posteriormente en diferentes fechas por los Reyes de Castilla y de la España unificada.

El Papa Julio III, por Bula de 9 de marzo de 1553, reguló la transmisión de la calidad y parroquialidad de los mozárabes toledanos, restringiéndola a sus descendientes por línea de varón y de sus hijas primogénitas. También el cardenal Don Luis María de Borbón dictó el 29 de enero de 1815 normas complementarias sobre la mozarabía.


Fue al caer estas disposiciones en desuso cuando, con el asesoramiento entusiasta del abogado zamorano Don José Antonio Dávila y García-Miranda, se pensó en constituir una entidad que pudiera representar adecuadamente a la única comunidad histórico-litúrgica de vínculos genealógicos que sobrevive en el Occidente cristiano, mantener, dignificar y actualizar sus tradiciones e interesar el reconocimiento de la nobleza de sus familias. Así, la comunidad mozárabe decidió organizarse en una rama socionobiliaria, la Ilustre y Antiquísima Hermandad de Caballeros Mozárabes de Nuestra Señora de la Esperanza de la Imperial Ciudad de Toledo, y otra cultural, el Instituto de Estudios Visigóticos de Toledo.

Las Constituciones de la Hermandad se aprobaron el 15 de junio de 1966, fijando su domicilio social en la antigua parroquia mozárabe de San Lucas, donde tenía su sede la Cofradía-Esclavitud de Nuestra Señora de la Esperanza, de cuya personalidad jurídica se considera heredera. Su definitiva erección canónica se produjo el 21 de noviembre de 1983, por mandato especial del Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de España.

Forman parte de la misma, por derecho propio, las familias mozárabes de ascendencia toledana, mediante la consiguiente prueba genealógica a través de la documentación obrante en las dos parroquias de rito mozárabe de Toledo (San Marcos y Santa Eulalia y Santas Justa y Rufina) que todavía subsisten, de las seis antiguas.

Corresponde al Arzobispo Primado el supremo patronato de la Hermandad, de la que es Protector el Ayuntamiento de la ciudad de Toledo. Se gobierna por un cabildo que preside el Hermano Mayor. El 1 de diciembre de 1999 fueron aprobadas sus nuevas Constituciones.

Esta Hermandad viene desarrollando una encomiable labor en todo lo referente a la difusión de la cultura, religiosidad, genealogía y arte mozárabes mediante la organización de coloquios, semanas divulgativas y congresos.

Sus miembros usan manto de paño azul oscuro con la cruz mozárabe, llamada de «Alfonso VI», -de color blanco y doce puntas, tres en cada brazo, cantonada en oro- y birrete de igual color con una borla dorada en su parte superior.

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 Apellidos de origen mozárabe cristiano, judío o morisco

Los apellidos que siguen son, segura o posiblemente, de origen andalusí, de cualquiera de los pueblos que conformaron aquella sociedad y luego permanecieron en la Península y las Islas: mozárabes cristianos, conversos de hebreos, mudéjares o moriscos.

He añadido algunos apellidos sefardíes y marroquíes de los muchos que están llegando a España, como símbolo de la continuidad de sangre entre las poblaciones de los dos lados del Estrecho.

He puesto también, entre paréntesis y en bastardilla, algunos apellidos en lengua árabe e incluso hebrea, que corresponden a topónimos. Quienes los llevan no descienden, por ellos al menos, de aquellos andalusíes, sino más bien de norteños, pero en el origen lingüístico de su apellido se expresa también cierta continuidad de cultura. También se puede descender por la memoria.

De todos los apellidos, algunos están estudiados con detalle, y de otros apenas si hay datos. A veces, el mismo apellido es el único dato.



ABENAMIR: Morisco, de la aristocracia valenciana. Probablemente siguieron, aunque fuera con el apellido latente, en Valencia después de la Expulsión. Cosme Abenamir.

ABENBRAM: Mozárabe de Toledo. En 1123, Stephanus Abenbram era Zafalmedina de esta ciudad, quizá el mismo o el padre de quien veinticinco años después, en 1148, firmaba como Stevan Embram, en calidad de Alguacil de la ciudad.

ABENGOA, AVENGOA: ¿Morisco, de Granada?

ABENÓJAR: Toponímico de Ciudad Real

ABICARÁN: En el siglo XX, en Granada.

ABULAFIA, ABOLAFIA, ABOLAFIO: Hebreo; Abraham Abolafia, filósofo místico; Todros Abulafia, poeta, de Toledo, 1247-1306?; probable apellido converso, puesto que existe una familia en Granada que lleva la forma Abolafio en 1997; Abolafia, en Mancha Real (Jaén); existe Abolafia como topónimo en la Campiña de Córdoba, por lo que esta forma, también latente en Granada, podría ser un toponímico, pero la pequeñez del lugar lo hace improbable. Abulafia, Aboulafia, hebreo, en la Argentina, siglo XX.

ACEBRÓN: Beréber, de Sabrun Ibn Said, a quien atribuye Jaime Oliver Asín la repoblación de Cebrones de Río. Parece una forma derivada de as- Sabrun, por lo tanto antroponímica, quizás alusiva a una descendencia directa. Aunque fuera un toponímico, probablemente tendría el mismo origen, por proceder de esa misma repoblación. El apellido Acebrón, en Granada. Gonzalo Díez Melcón no lo menciona.

ACEITUNO, ACEITÓN: Morisco. Del nombre en árabe az-Zeitun, el Olivo. En Tetuán, Ceibtun, Ceitun y Zeitun, entre las familias de origen morisco; en Francia, en 1998, Fréderic Zeitoun, presentador de televisión; Mónica Fernández-Aceytuno, escritora, en 1999; en Granada, en 1997, seis familias con la forma Aceituno y una con la forma Aceitón.

AGUILÓ: Cuando es de Mallorca, uno de los doce apellidos chuetas.

AGRELA: ¿Hebreo, luego converso; de Ibn Nagrella ? Yusuf ibn Nagrella, visir del rey Badis de Granada, en el siglo XI; en el patio de su mansión estuvo la Fuente de los Leones, que luego fue llevada al palacio edificado por Mohamed V en la Alhambra; habría que explicar cómo pudieron escapar a las matanzas musulmanas y llegar, en verosímil buena posición económica, hasta la conquista castellana, cinco siglos después, sin que quede, que yo sepa, constancia de su nombre en este larguísimo tiempo; después de la conquista cristiana, la consonancia de los sonidos final de «ibn» e inicial del nombre, pudo hacer que el de éste se desvaneciera; en detrimento de esta posibilidad, el apellido Agrela no está registrado en un repertorio nobiliario como el de Fernando González-Doría, como cabría esperar en caso de que la poderosa familia Nagrella hubiera sobrevivido en Granada; pero en el siglo XX, los Agrelas, entre las familias señoriales de Granada; existía una Banca, llamada Hijos de Agrela, que parece responder a la dedicación bancaria frecuente entre los conversos; la tradición de este origen se conserva en la familia, lo que la convertiría en la más antigua de la ciudad. No deben confundirse con los Ágreda, familia de conquistadores que construyó la casa palacio de la Cuesta de Santa Inés, en el siglo XVI, aunque en la misma familia Agrela se da esta confusión, atribuyéndose dicha casa. En Granada, tres familias Agrela en 1997 y ninguna Ágreda.

ALAMAR: ¿Morisco, de Al Hamar, el Rojo? De Valencia; propietarios de tierras en Alfafar; una familia que lo lleva, en 1998, ha olvidado su origen (información personal)

ALAMINO, ALAMINOS: No creo que tenga que ver con la familia de los Al-Amin, de la nobleza granadina, porque también se encuentra en ciudades lejanas, como Cádiz. En Granada, en 1997, en las dos formas.

ALANZOR, ALANZOL: En el siglo XX, en Granada.


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2 comentarios en «La hermandad mozárabe y el origen de algunos apellidos»

  • Veo que citan algún apellido como gitano. No hay apellidos gitanos, sino apellidos adoptados por los gitanos normalmente de familias distinguidas del lugar a donde llegaban.
    Delkáder: apellido gaditano de origen marroquí (originalmente Abdelkader) de una población cercana a Ceuta (Uad Lau). El primero en España fue D. José de Calasanz Delkáder Borbee, nacido en Marruecos próspero y apreciado industrial en Cádiz, y padre del citado periodista.

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