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Acción militar “limitada” contra Siria

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Acción militar “limitada” contra Siria

Barack Obama, señaló este viernes que está evaluando una acción militar «limitada» en Siria que no implicaría un «compromiso» bélico de largo plazo ni el envío de tropas, aunque aclaró que está estudiando «una amplia gama» de opciones con sus asesores.

«No estamos considerando un compromiso (militar) indefinido. No estamos considerando el envío de tropas», afirmó Obama antes de recibir en la Casa Blanca a los mandatarios de Estonia, Letonia y Lituania.

EE. UU. desclasificará informes de inteligencia que, según la Casa Blanca, confirman, a través de «cientos de fuentes», que se usaron armas químicas en el ataque sobre civiles del 21 de agosto en Siria, en el que presuntamente murieron 1.429 personas, entre ellas al menos 426 niños.

Así lo anunció este viernes el secretario de Estado, John Kerry, quien afirmó: «Sabemos que el régimen usó armas químicas». Agregó que la Casa Blanca tiene «alta confianza» en los informes de inteligencia.

Seguramente el país de las barras y las estrellas se estaría alistando para un asalto aéreo localizado, sin ninguna intención de movilizar tropas en tierra. Y como bien señala C. Sanaty : uno no tiene que ser un experto militar para deducir ésto; el Pentágono ya había señalado dos posibles cursos de acción en una carta fechada el 19 de julio dirigida a la Comisión de Servicios Armados del Senado. Los dos escenarios apoyan operaciones aéreas limitadas: el Plan A tendría como único objetivo el arsenal sirio de «armas químicas « y mantener una zona de exclusión aérea; mientras que el Plan B atacaría una gama más amplia de blancos con la intención de paralizar la capacidad del Gobierno sirio para luchar en la guerra civil.

Tal vez EU optaría por el Plan A y sólo dirigiría su ofensiva contra el complejo de «armas químicas». El plan A es mucho más barato que el plan B, pues cuesta 1,000 millones de dólares al mes mantener una zona de exclusión aérea en el país en comparación con los miles de millones de dólares necesarios para intentar maniatar a la administración siria desde el aire.

Sin enmbargo, Estados Unidos sufrió el pasado jueves un notable revés en su deseo de reunir a una coalición internacional contra Damasco, cuando el gobierno británico, presidido por David Cameron, anunció  que no se sumará a un eventual ataque militar contra Siria, luego que el parlamento votó en contra de semejante participación; el presidente francés, François Hollande, dio marcha atrás a su tono belicista de hace unos días y declaró que es preciso «hacer todo lo posible para buscar una solución política» en el conflicto interno que desgarra al país árabe; la canciller alemana, Angela Merkel, por su parte, optó por pedir al gobierno ruso que se sume a las presiones diplomáticas sobre el régimen de Damasco.

Incluso, el principal promotor de una intervención militar extranjera en Siria, el presidente estadunidense Barack Obama, ha encontrado resistencias internas a una agresión semejante: una buena parte de los legisladores de Estados Unidos, así como la mayoría de la opinión pública de ese país, se oponen a la incursión. Por lo demás, es claro que el ataque no podrá contar con el paraguas diplomático del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, toda vez que dos de los integrantes con derecho de veto en ese organismo, Rusia y China, han dejado en claro que no permitirán la aprobación de una resolución que apruebe la intervención extranjera.

Las resistencias referidas se originan en el hecho de que, hasta ahora, no existe una razón fundamentada para el involucramiento de potencias extranjeras en el conflicto interno sirio. Aunque todos los elementos de juicio disponibles indican que la semana pasada se realizó un ataque contra civiles con armas químicas en la periferia de Damasco –acción que constituye una flagrante violación a la legalidad internacional y al derecho humanitario–, nada prueba que el autor de esa atrocidad haya sido el gobierno que encabeza Bashar Al Assad; salvo por una dudosa conversación entre mandos sirios que habría sido interceptada por el espionaje israelí –y que debe ser tomada con todas las reservas del caso, dada su procedencia–, no hay forma de establecer cuál de los bandos en pugna lanzó el gas tóxico que habría matado a cientos de civiles en las afueras de Damasco, o si fue un tercero interesado en allegarle a Washington el pretexto para una intervención.

Es imposible olvidar, a este respecto, la constante histórica de la fabricación de coartadas por parte del gobierno estadunidense para justificar incursiones armadas en diversas latitudes. Desde el hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana (1898) hasta la invención de «armas de destrucción masiva» en posesión del depuesto gobierno de Saddam Hussein (2003), Washington ha recurrido a provocaciones, operaciones de bandera falsa, montajes y llanas falsedades para desencadenar guerras a conveniencia de sus intereses geoestratégicos. Una vez fabricados los pretextos, los medios informativos se han encargado de legitimarlos ante la población. La circunstancia actual en torno a Siria obliga a recordar tales prácticas y a preguntarse si el mundo no asiste, una vez más, a la producción de justificaciones para una intervención armada, cuyos propósitos reales serían inconfesables.

Ante tales sospechas, cabe esperar que las resistencias internas logren disuadir a los gobiernos europeos de acompañar a Estados Unidos en otra aventura neocolonial y que el gobierno de Obama, al quedarse solo en la escena internacional, desista de tal propósito.

Con información de : La Jornada, Expansión , AP  y EFE

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