Siria y la doble moral occidental
El envío de misiles antiaéreos rusos a Siria –confirmado por el presidente de ese país, Bashar Assad, en una entrevista que se transmitió antes de ayer– ha generado reacciones de rechazo y de condena por parte del bloque internacional encabezado por Estados Unidos e Israel. Mientras que el gobierno de Washington advirtió que el envío de armas “envalentonará” al régimen de Damasco y “prolongará el sufrimiento” en Siria, Tel Aviv recalcó, en voz de su ministro de Asuntos Estratégicos e Inteligencia, Yuval Steinitz, su disposición a “defenderse y reaccionar ante cualquier amenaza” del país vecino.
En tanto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advirtió que el arribo de armamento ruso a Siria profundizará aún más la situación de barbarie en ese país y “se producirán con certeza más masacres entre comunidades”, por lo que aconsejó a las potencias militares no enviar armas a ese territorio.
Ciertamente, el incremento de la capacidad de fuego de cualquiera de los bandos en disputa en la nación árabe es un factor indeseable, en la medida que atiza la barbarie, de por sí descontrolada, que tiene lugar en el país. Por otra parte, el respaldo del gobierno ruso al régimen de Assad no es oportuno en un momento en que su conflicto interno corre el riesgo de internacionalizarse, como consecuencia de los bombardeos israelíes realizados en la frontera sirio-libanesa –con el supuesto fin de impedir el flujo de armas a los grupos combatientes– y de la expansión de las escaramuzas entre leales y opositores a Damasco hacia el país de los cedros.
No obstante, los reclamos referidos exhiben la hipocresía y doble moral características de Washington, Israel y sus aliados occidentales –en este caso– en torno a la guerra civil siria, en la medida que esas mismas naciones no han hecho nada por impedir el contrabando de armas para los rebeldes sirios, entre cuyos blancos, cabe recordar, no sólo se encuentran integrantes del régimen de Assad, sino también cientos de civiles inocentes.
Es significativo que, unas horas antes de que el gobierno de Damasco confirmara la recepción de misiles rusos, la Unión Europea decidiera levantar un embargo de armas a los grupos opositores sirios, lo que ha sido interpretado como un preludio para la entrega directa de armas de Bruselas al bando contrario al régimen o, peor aún, para preparar una intervención extranjera en la nación árabe.
La ONU, por su parte, ha decidido hacerse de la vista gorda ante la continua injerencia de Estados Unidos y otras potencias occidentales en la situación siria y no ha querido o no ha podido ver la relación causal directa entre esa intervención y la guerra civil que diezma hoy en día a la población de ese país.
Si la comunidad internacional tuviera el genuino propósito de poner fin a la carnicería que tiene lugar, lo procedente sería mantener y profundizar las restricciones para vender o enviar armas a todas las partes. La circunstancia actual, en suma, pone de manifiesto que Occidente, con el apoyo de los organismos internacionales, no busca una solución pacífica al conflicto, sino el derrocamiento del régimen de Bashar Assad –una decisión que, en cualquier caso, corresponde exclusivamente a la ciudadanía siria– y que está dispuesto a lograrlo de la peor manera posible: mediante el avance de la barbarie y más desestabilización en Siria y en la región.
Con información de : La Jornada
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