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Siria y el gas sarín – Por Robert Fisk

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¿Hay forma de escapar del teatro de las armas químicas? Primero, la «inteligencia militar» israelí dice que las fuerzas de Bashar Assad han usado/probablemente han usado/pudieran haber usado/podrían usar armas químicas. Luego Chuck Hagel, secretario estadunidense de Defensa, se aparece en Israel para prometer aún más poder de fuego para el excesivamente armado ejército de Israel –sin mencionar en absoluto las más de 200 cabezas nucleares israelíes– y luego se imbuye de toda la «inteligencia israelí» sobre el uso probable/posible de armas químicas por Siria.

Y luego el buenazo de Chuck regresa a Washington para decir al mundo que esto es «asunto serio. Necesitamos todos los hechos». La Casa Blanca dice al Congreso que las agencias de inteligencia estadunidenses, probablemente las mismas de la inteligencia israelí porque por regla general dicen disparates en tándem, tienen «grados variantes de confianza» en esa evaluación. Pero la senadora Dianne Feinstein, presidenta del comité de inteligencia del Senado –la misma que defendió las acciones de Israel en 1996, cuando masacró a 105 civiles, la mayoría niños, en Qana, Líbano–, anuncia que «está claro que en Siria se han cruzado líneas rojas y deben tomarse medidas para prevenir su uso en mayor escala». Y a continuación sale a relucir el más antiguo de los lugares comunes vigentes en la Casa Blanca, hasta ahora usado exclusivamente con respecto al probable/posible desarrollo de armas nucleares iraníes: «Todas las opciones están sobre la mesa».

En cualquier sociedad normal se encenderían las luces rojas, en especial en las salas de noticias del mundo. Pero no: nosotros los escribas recordamos al mundo que Obama dijo que el uso de armas químicas en Siria sería un «cambio en el juego» –al menos los estadunidenses admiten que es un juego– y nuestros informes confirman que en realidad nadie ha confirmado.

«Se usaron armas químicas». En dos estudios canadienses de televisión se me acercan productores mostrando ese mismo encabezado. Yo les digo al aire que haré pedazos la «evidencia» y de pronto la nota es retirada de los dos programas. No porque no quieran usarla –lo harán más tarde–, sino porque no quieren que nadie dé a entender que son pamplinas.

CNN no tiene esas inhibiciones. Cuando a su reportero en Ammán le preguntan por el uso de armas químicas, responde: “No tanto como el mundo quisiera saber… la sique del régimen de Assad…” Pero, ¿alguien lo ha intentado? ¿O simplemente ha hecho una pregunta obvia que un agente de inteligencia sirio me planteó la semana pasada: si Siria puede causar un daño infinitamente más grave con sus bombarderos MiG (cosa que sí hace), para qué querría usar armas químicas? Y ya que tanto el régimen como sus enemigos se han acusado mutuamente de usarlas, ¿por qué Chuck no tiene tanto miedo de los rebeldes como de la dictadura de Assad?

Todo vuelve al más infantil de todos los lugares comunes: que Estados Unidos e Israel temen que las armas químicas «caigan en manos peligrosas». Tienen miedo, en otras palabras, de que esas armas vayan a dar al arsenal de esos mismos rebeldes, en especial islámicos, a los que Washington, Londres, París, Qatar y Arabia Saudita dan respaldo. Y si esas son las «manos peligrosas», es de suponerse que las armas del arsenal de Assad están en «buenas manos». Así ocurrió con las armas químicas de Saddam Hussein… hasta que se le ocurrió usarlas contra los kurdos.

Ahora sabemos que ha habido tres incidentes específicos en los que supuestamente se ha usado gas sarín en Siria: en Alepo, cuando ambos bandos se acusaron (de hecho los videos provenían de la televisión estatal siria); en Homs, al parecer en muy pequeña escala, y en las afueras de Damasco. Y, si bien la Casa Blanca parece haberlo pasado por alto, tres niños refugiados sirios fueron llevados a un hospital en la ciudad de Trípoli, en el norte de Líbano, con quemaduras profundas y dolorosas.

Pero hay algunos problemas. Los proyectiles de fósforo pueden infligir quemaduras profundas, y tal vez causar defectos de nacimiento. Pero los estadunidenses no sugieren que el ejército sirio haya usado fósforo (que de hecho es un químico); después de todo, soldados estadunidenses usaron esa misma arma en la ciudad iraquí de Faluya, donde de hecho hay ahora una explosión de defectos congénitos.

Supongo que nuestro odio al régimen de Assad se vería mejor reflejado por el horror a los informes de torturas cometidas por la policía secreta siria contra los detenidos. Pero también en eso hay un problema: hace apenas 10 años, Estados Unidos «sometía» hombres inocentes, incluso un ciudadano de Canadá, a Damasco para ser interrogado o torturado por esos mismos policías secretos. Y si mencionamos las armas químicas de Saddam, hay otro inconveniente: los componentes de esas viles armas fueron producidos por una fábrica de Nueva Jersey y enviados a Bagdad por Estados Unidos.

Desde luego, no es esa la nota en nuestras salas de prensa. Entremos a un estudio de televisión y todos están leyendo periódicos. Entremos en la redacción de un periódico y todos están viendo la televisión. Es ósmosis. Y los encabezados son todos los mismos: «Siria usa armas químicas».

Así funciona el teatro.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Con información de : La Jornada

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