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Antonio Soler: Ni el Gran Capitán ni Boabdil se dejaban llevar por el fanatismo

En «Boabdil, un hombre contra el destino» novela la amistad del militar cordobés con el último rey de Granada, forjada cuando compartieron cautiverio.

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Antonio Soler, en la malagueña calle Larios, en una imagen reciente. (Fuente: ABC)


-La relación de amistad entre el Gran Capitán y Boabdil va más allá de lo que se pensaba de los dos personajes. ¿Cómo podían ser amigos siendo tan dispares?

-Nos parecen dispares por las informaciones que nos han llegado del colegio: muy escuetas, casi una especie de retrato robot de los personajes. Pero ahondando un poco en la personalidad de cada uno, esa amistad no se ve tan extraña. Tanto uno como otro tenían una visión muy parecida: eran moderados en sus ideas políticas, no se dejaban llevar por los fanatismos que imperaban en la época. Por otro lado, Boabdil era rey de un reino pequeño, y antes de ser rey estaba muy impregnado de la cultura de Castilla. El Gran Capitán era un hombre de la frontera, cuando estuvo destinado en los pueblos limítrofes, también se acercó mucho a la cultura árabe, y de hecho hablaba árabe. Ese no ver al que no es como tú como un enemigo ayudó a que hubiera una especie de comprensión, mutua, de afecto y de respeto. Cuando Boabdil se ve obligado a dejar a su hijo mayor con los reyes castellanos, pone la condición de que su tutor sea el Gran Capitán, porque eso le ofrecía muchas garantías.

-En Córdoba tenemos una imagen heroica del Gran Capitán. ¿Cómo es el Gonzalo Fernández de Córdoba que aparece en la novela?

-He intentado ceñirme a la realidad, a lo que ha llegado por los documentos más fidedignos a través de la visión de historiadores contemporáneos que lo han estudiado a fondo. El Gran Capitán era un personaje muy imbuido de ciertos valores como la lealtad y la fidelidad, lo que le hace imponerse a sus propias creencias personales y enfrentarse a Boabdil porque se lo piden los reyes. Pero también era una persona muy interesada por todo lo que venía del exterior, con avidez de conocimientos. Después de la caída de Granada, cuando va a Italia, se convierte en un hombre del Renacimiento, teniendo en cuenta que en esa época la guerra era casi un arte. El Gran Capitán es un personaje muy completo y cuando empecé a documentarme fue el gran descubrimiento.

– «Llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre». Esa frase se asocia a Boabdil, que es como una caricatura…

-Sí, ha quedado la caricatura, que resume muy bien esa frase, que es una leyenda y no consta que se dijera. Sí en parte fue la actitud que hacia él tuvieron sus enemigos y su propia madre, que en algunos pasajes de la historia es casi una rival. Boabdil fue un personaje muy sutil, huidizo y por eso difícil de atrapar. Le ponían la etiqueta de cobarde y traidor, pero era una persona que no se sentía especialmente llamada para ser el rey de un reino lleno de convulsiones, que casi literalmente se vio obligado a entrar en una guerra civil contra su propio padre, impulsado por su madre, buscando un posible paz con Castilla.

-¿No pudo imponer su forma de ver el mundo?

-Se dio cuenta de que no era viable, de que los extremos estaban ganando tanto en su bando como en el cristiano. Le tocaba el papel muy desagradable de liquidar un reino con siglos de historia: los árabes lo declararon Guerra Santa y los Reyes Católicos se las ingeniaron para que el Papa les diera la categoría de cruzada. El terreno estaba abonado para toda clase de fanatismos y Boabdil estuvo bastante perdido. Apenas pudo tomar decisiones, padeció la historia, más que la decidió.

-Siempre se puso a Córdoba como el gran ejemplo de convivencia entre culturas, lo que también se duda. En muchos pueblos y ciudades, sin embargo, sí había buena vecindad. ¿Sería algo como la relación entre el Gran Capitán y Boabdil?

-Sí, ellos tienen esa relación, pero en algún pasaje he introducido la reflexión por parte de Boabdil de que ese tiempo de convivencia él no lo había conocido y sus antepasados inmediatos tampoco. Había gente que precisamente por conocer a los demás, por estar, en el buen sentido, contaminado de la cultura de los otros, creían en el mestizaje, en el tráfico de ideas de un lado a otro, que enriquece. Pero esta gente, como siempre que los conflictos empiezan, se quedan en minoría.

-La novela histórica tiene ahora mucha gente que la cultiva. ¿Piensa que es un género en sí mismo o por el contrario un tema para el que un escritor trabaje, con independencia de que sea en otra época?

-Depende del enfoque. Normalmente creo que se hace novela de género, que nunca me ha atraído especialmente. Boabdil se me ha ido cruzando una y otra vez por delante, hasta que ya he pensado que tenía que abordar el tema. En ese sentido, tenía presentes a algunos novelistas que han sido importantes, y que en un momento escribieron novela histórica bajo mi punto de vista con bastante acierto. Ramón J. Sender escribió «Bizancio» y «La aventura equinoccial de Lope de Aguirre», magníficas. Hay otro escritor, Carlos Rojas, que ahora está muy olvidado, y que hizo una novela magnífica sobre la Inquisición, titulada «Auto de Fe». He intentado seguir esa estela, como la de Miguel Delibes con «El hereje», de buenos novelistas que abordan en un momento el género histórico.

Por Luis Miranda

Fuente: ABC – Córdoba

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