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»Esta es mi libertad » – Por Gonzalo Jáuregui

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©informador. com

Esta es la historia de Lona, la joven musulmana de 19 años que se roba las miradas en la ciudad por su atuendo. Lejos aquí de los extremistas está orgullosa de cubrirse.

I

Me dicen Lona y soy musulmana. Tengo 10 meses en Guadalajara y no me gusta que llueva cuando aún el Sol no se ha quitado. Me gusta la nieve. En Japón nieva mucho. Viví un año allá. Hice muchos amigos que conservo.

Soy maestra de inglés. Tengo 19 años y a los 12 me empezó a llamar la atención el Islam. De pequeña, en Estados Unidos, estuve en escuelas a las que asistían muchos católicos. Allí enseñaban historias con las que no estaba de acuerdo. Disentía de la idea de que Jesús es el hijo de Dios. Dios es uno. Respeto mucho a las demás religiones pero no pensaba que fuera él. Dios es uno: Al-lâh

Un día le pregunté a mi mamá si era posible que me considerara cristiana o católica si no creía que Jesús fuera el hijo de Dios. Ella me respondió que eso no era posible. Se enojó. Todos me dijeron que si no creía me iría al infierno. Fue por eso que dejé de pensar en ello por dos años. Cuando tenía 13, estaba segura. Compré el Corán. Lo terminé de leer en dos años. En la preparatoria teníamos clase de religiones del mundo y aprendí mucho del budismo, del Islam. Leí el Corán y pensé: “Esto es lo que yo pienso”.

Tampoco creo que cuando nacemos tenemos pecados. Cuando venimos al mundo somos inocentes.

No, gracias. Aquí tengo agua. No quiero café porque huele mal.

Nací en Estados Unidos pero soy mexicana. Tengo doble nacionalidad. Otra cosa: quiero mejorar mi español, que va muy mal. Por eso estoy aquí. Mi papá es de Tijuana. Mi mamá también es mexicana. Cuando decidí convertirme al Islam ella estaba preocupada: “Por favor, está bien si tú crees en eso, pero por favor, tienes que ser católica porque si no lo eres vas a ir al infierno. Si no crees está bien, pero tienes que decir a los demás que tú crees”. Yo le decía que no podía hacerlo. No quería mentir. Me sentía mal al estar en la iglesia rezando. No podía estar ahí diciendo las oraciones cuando no las creía. Prefiero ser honesta conmigo misma y con Dios que mentir porque todos me dicen que es correcto.

Cuando terminé la preparatoria me mudé de casa. No estaba viviendo con mi mamá porque sabía que tendría problemas por estar convertida al islamismo. Pero no sólo por eso, mis padres no tenían dinero para cuidarme. A los 15 años podía hacerme cargo de mis asuntos. Tenía trabajo. Después detuve mis estudios. Quiero seguir en la escuela pero no tengo dinero ahora. Es muy caro terminar la carrera en Estados Unidos. Esa es otra razón por la que estoy aquí. Si aprendo bien el español puedo terminar mis estudios en este país.

México es mucho mejor que Estados Unidos. Me tratan muy bien. En todo el mundo hay tontos que dicen cosas estúpidas. Unos me ven y dicen: “Ay, qué es éso” y cosas así, pero la mayoría de la gente no sabe lo que es ser musulmán y el Islam. Los mexicanos no tienen estereotipos. En Estados Unidos hay muchos. Cuando me ven me odian. Me discriminan. Me gritan: “¡Regresa a tu país, terrorista!”. Aquí todos me dicen cosas mucho más amables: “Qué bonita, qué hermosa, de dónde eres. Bienvenida a México”. Aquí nunca me dicen terrorista.

El Islam no es sólo una religión. En árabe significa din, y din es una forma de la vida. El catolicismo era un din en el pasado pero ahora no lo es. Sólo tienes que ir a la iglesia los domingos y nada más. No tienes que hacer nada por el resto de la semana. En el Islam no es así. Hay reglas para todo en la vida: comer, vestir, rezar.

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Esta tela oscura con arabescos que me cubre el cuerpo se llama abaya. Esta otra parte que llevo sobre la cabeza, que cubre mi cabello castaño y cae sobre mis hombros, se llama hiyab. La tela que cubre mi rostro, dejando únicamente visible mis ojos color marrón se llama niqab. Muchos piensan que se llama burka. La burka es azul. Tiene una rejilla de tela por donde pueden ver los ojos y un sombrero pequeño. La usan en Afganistán.

De Guadalajara me gustan muchas cosas. No sé si es Guadalajara o todo México. Me encanta la gente de aquí porque me tratan como a un ser humano y en Estados Unidos no.

Mi trabajo está sobre Avenida Hidalgo. Siempre estoy caminando. Las personas me miran raro porque oculto mi cuerpo. En eso hay una parte que es religiosa, aunque no es todo para mí. Las esposas del profeta Muhammad (BP) usan el niqab. Hay personas que creen que es obligatorio y no es así. El hiyab es obligatorio; pero no lo es tapar el rostro. Elijo cubrirme porque las esposas del Profeta (BP) lo hacían y son un ejemplo para todos.

Aunque no lo tengo en mis manos para decírtelo con certeza, el Corán dice que la mujer es mejor si se tapa todo el rostro porque es parte de su belleza. Hay personas que piensan que la cara no es parte de la belleza; pero si el cabello es importante, pienso que la cara también. Me pueden ver el rostro mujeres, adultos mayores o niños que no sepan nada del sexo de la mujer; mis hermanos y mi padre. No tengo esposo ahora pero si yo tuviera él también podría verme.

Y es por éso que no puedo decirte cómo es mi cara.

No salgo con nadie en estos momentos. Cuando lo hago, me fijo en su personalidad, cómo piensa de la vida y de Al-lâh . No me interesa si es guapo o no. No es importante. También uso el niqab porque la sociedad ahora está muy preocupada por la moda. Todas las mujeres tienen que estar muy hermosas. Con maquillaje. Ponen demasiada atención en su apariencia y eso es superficial.

Nunca me he maquillado. Me gusta memorizar el Corán, es muy divertido. Me gusta Linkin Park, One Republic, la música de la India y de Japón. También me gustan los tacos y los mariscos. Con el niqab a veces me es difícil comer espagueti. La gente quiere tomarme fotos cuando estoy comiendo tacos. Levanto mi niqab y agacho la cara para que no vean mis labios. Puedo comer todo menos puerco, ya que me lo prohíbe mi religión.

No me da miedo la inseguridad. Vivo en el Centro y los ladrones que caminan mientras avanza la noche me ven y se alejan. Los aterro. A veces termino de dar clases a las 10 de la noche y ya no hay camiones y tengo que caminar hasta mi casa. En el recorrido nadie me molesta. Aunque soy baja de estatura tengo la seguridad de que piensan dos cosas: o soy un ninja o soy una monja. Ellos no quieren lastimar a ninguno de los dos. En ocasiones, las señoras se me acercan y me preguntan: “¿De qué convento eres?”, yo les contesto que no soy una monja, que soy musulmana. No me entienden y pienso que mi español está cada vez más mal porque les insisto que soy musulmana y me contestan: “¿Eres una hermana? ¿Estás enamorada?”

II

Quizás fue porque en Japón aprendí a decir que no a todo lo que me ofrecían; pero no, gracias, de verdad no quiero café. Aquí tengo agua.

Mi sueño es poder hablar con mi papá en español. Él estaría muy feliz.

Cuando voy a otro país me gusta quedarme por unos años para aprender el idioma y la cultura. No me gusta ser turista. Tampoco me quiero quedar permanentemente allí. Soy la única musulmana de la familia. Tengo cuatro hermanos: Enrique, Salvador, Mercedes y Marina. Es difícil verlos, viven en diferentes lugares del mundo.

Me desagradan las telenovelas. Las he visto y son muy falsas. Me gustan algunos animados y series como New Order y Dr. House. Las películas de Tim Burton. Estoy aquí porque quiero hablar español. A los mexicanos que viven allá les decimos chicanos. Mi lengua materna no es el inglés, es el “espanglish”. Quiero hablar español como una persona con más educación, no como un chicano.

Me despierto a las 5:45 de la mañana porque tengo que rezar. Rezo cinco veces al día. Puedo hacerlo en cualquier lado. Si estoy en la calle busco un lugar en el cual extender la alfombrilla verde que cargo en mi bolsa. Me quito los zapatos y con las piernas separadas y la intención mental de efectuar la oración, levanto las manos a la altura de los hombros o las orejas. Alabo a Al-lâh.

Coloco mi mano derecha sobre mi antebrazo izquierdo. Ambos sobre el pecho sin dejar de observar el lugar en el que pondré mi cabeza durante la postración. Bendigo a Al-lâh otra vez. Luego de completar la súplica de apertura digo una oración. Me levanto y repito la acción: las manos con los dedos cerrados otra vez a la altura de los hombros. Por la calle, ya hay gente atenta que observa detenidamente lo que hago.

Me inclino y con las manos sobre las rodillas. Dejo la espalda y la cabeza en una posición de línea horizontal. Me pongo de pie y con las manos sobre el pecho, apoyo las rodillas sobre el suelo antes de tocarlo con las manos. Pies, manos, rodillas, frente y nariz tocan la alfombrilla verde. Los pies unidos y las rodillas separadas porque así lo hacía el profeta. Suplico de corazón, seriamente. Levanto la cabeza…

Como y duermo cuando puedo. Tengo problemas de sangre. Me desmayo seguido. Si tengo una complicación recurro a un buen amigo de aquí. Le escribo un mensaje por el celular y él me responde rápido. Escribe muy mal en el teléfono. Corta las palabras. Escribe sin “h”, la “b” grande en lugar la “v” chica y yo pienso: “¿De verdad escribe así? ¿Por qué hace eso? Por favor, no es mi primera lengua. Sí entiendo, pero me confundo”. Él dice que escribirá mejor, pero nunca lo hace.

Me dicen Lona porque cuando era bebé no tenía pelo y me llamaban “pelona”. Hablo inglés, español y japonés. Puedo leer y escribir un poco en árabe y también leo en coreano. Quiero estudiar Relaciones Internacionales y ser maestra; aunque aquí el pago no es malo, tampoco es bueno.

Me enoja cuando escucho que en otros países defienden la libertad de las mujeres musulmanas. No es cierto. No es verdad. No. Ellos no entienden. No entienden el concepto de belleza, de libertad y de respeto. Son conceptos diferentes en mi mente. Cuando yo me pongo mi ropa y uso cosas que tapan todo mi cuerpo, que no enseñan su forma, me siento más confortable. Los hombres no están encima de mí y no me ven con deseos sexuales. Cuando me ven me respetan como una mujer. No me chiflan como lo hacen con otras mujeres cuando caminan por la calle.

Este es mi cuerpo. Esta es mi vida. Esta es mi libertad.

Uso esta ropa porque respeto mi religión y mi cuerpo. Me respeto a mí misma y los hombres pueden ver eso. Cuando una mujer trae ropa muy provocadora los hombres no las respetan. ¿Quién tiene más libertad? ¿Ellas, a las que tratan como un objeto sexual o yo, que tengo más libertad porque soy mis ideas y mis opiniones? Todas las mujeres tienen opinión y personalidad, cosas más importantes que su cuerpo. Pero cuando sólo enseñan su cuerpo eso es lo que les ven.

III

A veces los hombres árabes confunden lo que es la religión y la cultura, porque ellos son de un país musulmán y piensan que su cultura es el Islam y no es cierto. Deseo casarme con una persona como yo, que eligió su religión por decisión propia.

Mi maquillaje es la xena. Hace unos días me pinté las manos y los pies con una tinta color naranja que a lo lejos hacen ver como si estuviera manchada. En dos días será más oscura. Lo hago por tradición. Es como maquillaje para las manos y para los pies. Las esposas de Muhammad (BP) la usaban.

Cuando los musulmanes matan a pedradas a una mujer por ser infiel eso no es el Islam, es su cultura. Si lees el Corán no dice éso. Hay países en los que no me gusta cómo tratan a la mujer. Muhammad (BP) dice que no puedes parar a la mujer si quiere ir a la musallah, que es el lugar en el que hacemos la oración. Los hombres dicen que la mujer está mejor en su casa si tiene hijos y otras cosas para cuidar. Muhammad (BP) dice que si ella quiere ir a la musallah no puedes impedírselo.

No me gustan los hombres que dicen que es obligatorio taparse. Es mi decisión, y ellos no pueden obligarme. Es una mentira que una mujer no pueda entrar a una mezquita cuando menstrúa. La mujer no es sucia. El Islam no es misógino. En el Islam yo tengo todos mis derechos. Hay personas que no entienden esa diferencia.

Vine a Jalisco porque mi abuelo fue a la Universidad Autónoma de Guadalajara y no pudo terminar sus estudios. Mi papá siempre recuerda éso. Sólo una vez vi a mi abuelo. Me dijo: “Tú no hablas español y es culpa de tu papá”.

No me veo mucho en el espejo aunque cargo uno en mi bolsa. Tiene forma de chocolate. Me lo regaló una amiga alemana. A veces lo saco y veo si un mechón de cabello no se salió de su lugar o si se movió el niqab. En realidad no me observo mucho. Para mí es importante estar limpia. Bañarme. Soy feliz como soy. Cuando me pongo el niqab me siento más contenta porque mi cuerpo es mío y no para que otras personas lo juzguen.

Te repito: esta es mi libertad.

IV

“Oh, creyentes, temer a vuestro señor que va a partir de un sólo ser. El que creó a su esposa e hizo descender de ambos muchos hombres y mujeres. Temer a Al-lâh en cuyo nombre reclaméis vuestro derecho y respetar los lazos de parentesco que por cierto Al-lâh os observa… Hermanos,  Al-lâh ordena ser tolerantes, a tratar bien a la gente y a luchar contra las pasiones porque ésto tiene un efecto muy positivo. No se equipara obrar el bien y obrar el mal. Si eres maltratado responde con una buena actitud sabiendo disculpar y entonces verás que aquél con quien tenías una enemistad se convertirá en tu amigo ferviente…”

La voz del hermano Karim hace eco en la terraza enclavada en la Colonia Santa Tere, en donde rezan cada viernes los musulmanes radicados en Guadalajara. Lo hacen debajo de la órbita de un viejo ventilador apagado que pende de un cobertizo blanco, afianzado de dos largas y altas paredes blancas que recorren toda la espaciosa construcción. En el jardín, la voz concentrada del tapatío convertido al Islam se ve levemente interrumpida por los rugidos del camión del gas y una ronca motocicleta que pasa a toda velocidad por la calle.

“La bondad, la tolerancia y la paciencia tienen que ser parte de la vida de todo musulmán en todas sus situaciones, y, en especial, en todos los momentos difíciles y de divisiones porque así se logra humillar a Satanás y esto logra que se unan los musulmanes…”

El sonido de un celular rompe por un momento la concentración de las personas que rezan. Un tipo altísimo saluda y el apretón de sus manos gigantescas abraza a sus interlocutores.

Aquí está Rafael Delgado. Este comerciante de 37 años que reside en Tonalá se convirtió al islamismo hace unos 15 años, cuando conoció a unos paquistaníes. Él, como Lona, también era católico. Asistía a la iglesia los domingos. Dice que le gusta más ser musulmán. Viste camisa verde pistache. Lentes oscuros de malo de película mexicana y de la frente morena se le rebela un pequeño mechón rizado estilo Superman.

—¿Te gustan más las tapatías o las musulmanas?

Por primera vez Rafael sonríe, y muestra una blanca fila de dientes. Se rasca con las uñas la oreja derecha como un niño nervioso. Juega con la respuesta. Se la pasa por la lengua, por el paladar, como un trozo de carne ardiente. Lo suelta: “Las musulmanas, por la religión”.

La oración para los musulmanes es alma, espíritu, corazón y músculo. Es una de sus obligaciones más importantes, pues así comienza y termina su vida: con Dios. Se realiza cinco veces al día con preparación mental e intención. Los movimientos significan humildad.

Los presentes se quitan los zapatos para no ensuciar la alfombrilla.

Llega Lona vestida de blanco impecable y saluda las mujeres que ya están en trance sobre las alfombrillas. Son menos de cinco. Se besan en los dos cachetes. No, en realidad no se besan. Cruzan estudiadamente las cabezas. Primero a la izquierda y luego a la derecha. Y besan el aire. “Muacks”.

Al final de la oración, que apenas dura unos minutos, Karim dice que a las mujeres islámicas los hombres les ven la personalidad, la educación, la religiosidad. La belleza la descubren en el matrimonio.

De México, Indonesia, Jordania, Marruecos, Egipto, Estados Unidos… los presentes se dan la mano y platican. Abraham estudia árabe en Arabia Saudita, Yahya Salem, de 23 años imparte clases de inglés y de francés. Está por echar a andar un plan para que aprendan otros idiomas personas de bajos recursos.

Mientras conversan, Lona sale del sitio con paso ágil. Dobla a la derecha. Enfila por una calle y con los ojos duros, descorazonados, mira hacia el suelo sin reparar en los demás. Lona sale de la musallah y escucha la terquedad de un perro que le ladra al silencio. Lona se aleja sin volver la vista atrás.

En la calle el sol calienta la tarde. Pierde el duelo… comienza a llover.

Reflejo

El Islam en números

El Censo de Población y Vivienda 2010, llevado a cabo por el INEGI registra en Jalisco 237 personas pertenecientes a la religión islámica. Lidera Guadalajara que tiene 71, Zapopan 63, Puerto Vallarta 18, Tlajomulco 16, Tonalá 15 y Zapotlanejo 8.

Noticieros, novelas, cine e internet ayudaron a la difusión de la cultura arabo-musulmana desde diversos enfoques que llamaron la atención de los ahora adeptos que derivó en la expansión y configuración del Islam en Guadalajara.

«Islam Guadalajara»

La investigadora y maestrante por el Colegio de Jalisco, Arely Medina, asegura que el Islam llegó a Guadalajara en la década de los noventa gracias a los inmigrantes musulmanes y conversos extranjeros que llegaron a la ciudad para instalarse. En su investigación, señala que en 1993 se inicia la comunidad de musulmanes, cuando se abre un centro de culto que careció de nombre y de registro como asociación religiosa. De su fundador existen dudas, ya que por un lado se le adjudicó a un converso de origen puertorriqueño que se convirtió al islamismo en Estados Unidos y llegó a Guadalajara; sin embargo, también se le atribuye ese liderazgo a un egipcio: Ali Mohammed Ali Asan.

En 1994 la comunidad se localizaba en la Colonia de Polanco, pero su fin llegó después de los atentados a la Torres Gemelas de Nueva York. Los arrendatarios, asustados por los comentarios emitidos por los medios de comunicación, hicieron saber a la comunidad que no los aceptarían más.

La investigadora supone que tras el cierre (en 2001), la comunidad se trasladó a la Colonia Santa Tere en la que se llamara “Casa Islam”. En ese entonces se registraban 50 integrantes: 30 mexicanos y 20 estudiantes extranjeros; cerró en 2005. Fue hasta 2009 que se abrió el centro de culto “Islam Guadalajara”, iniciado por un tapatío.

Por Gonzalo Jáuregui

Fuente : Informador

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