El hijo rebelde de Oliver Stone
Hasta el día de hoy nadie parecía resultar más antiamericano para los propios estadounidenses que el director de cine Oliver Stone. Admirador público del presidente venezolano Hugo Chávez y de Fidel Castro, el hombre al frente de cintas como Nacido el 4 de julio y Pelotón había logrado encender más de una vez la furia de los estadounidenses con sus declaraciones: como cuando se declaró comunista durante una entrevista con el Sunday Times, o aquella vez cuando, sin sonrojarse, afirmó que los judíos en Estados Unidos hacían lobby para que el Holocausto nazi estuviera siempre en primer plano. Sus películas, además, son puro veneno.
Y aunque el nombre Stone se asocia hace rato con la polémica, pocos habían oído hablar de su hijo, Sean, quien ahora parece seguirle los pasos por cuenta de unas declaraciones que lo tienen en boca de todos. Con solo 27 años, Sean apareció en la prensa anunciando que, tras una visita a Irán, donde grabó un documental sobre el poeta y místico de origen persa Yalal ad-Din Muhammad Rumi, había decidido convertirse al islamismo. La cosa no habría pasado a mayores si el joven no hubiera dicho que el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad “ha sido malentendido”, y que le parece apropiado que la nación árabe desarrolle armamento nuclear, así como lo hace su propio país.
Sus declaraciones han resultado una completa bomba, más si se tiene en cuenta que no ha desaprovechado oportunidad de ir por los programas más vistos de la televisión estadounidense pregonando sus ideas. A Bill O’Reilly, de Fox News, le dijo: “El problema de Irán con nuestro gobierno tiene que ver con el imperialismo como política histórica en esa zona”; mientras que a Piers Morgan, en CNN, le aseguró que “más allá de que Ahmadineyad crea o no en el Holocausto, eso no justifica que Estados Unidos se inmiscuya en los problemas de Palestina y Oriente Medio”. Pese a que, en el fondo, sus frases cargan una razonable dosis de sensatez, no hay que olvidar que nada disgusta más a los estadounidenses –sobre todo al ala conservadora– que alguien se atreva a criticar su patriotismo.
Pero Sean ha dado razones para que los medios se le vayan encima. “Me gustaría introducir la cultura y civilización persas a Occidente”, dijo luego de su conversión al chiismo el pasado 14 de febrero en la ciudad de Isfahan, donde, además, eligió como su nombre islámico el originalísimo Alí, el mismo del fundador de esta rama, primo y yerno de Mahoma. Lo cierto es que al joven no le perdonan dos cosas: ser hijo del criticado director (y, por eso mismo, tener la puerta abierta del cerrado mundo de Hollywood y llevar una vida llena de privilegios), y apoyar al régimen que mantiene una abierta hostilidad con los Estados Unidos.
“Jamás pensé que fuera a ser vilipendiado de esta manera. Me tratan como si fuera un criminal por haber aceptado el islam. No sabía que existiera tanta fobia por esta religión. Es ridículo”, dijo, sorprendido. Lo curioso es que si se miran con lupa sus argumentos, es difícil encontrar en ellos el mismo extremismo con que los medios se han dedicado a atacarlo por cuenta de su decisión. Para la muestra, esta frase: “Soy judío de sangre, bautizado cristiano y acepto las enseñanzas de Cristo. He leído la Biblia, el Antiguo Testamento y el Corán. Creo en un solo Dios que se llame Alá o Jehová o como quieras. Yo me considero un judío, cristiano y musulmán”. O esta otra: “Muchos me han dicho que no van a volver a trabajar conmigo y yo para ellos solo tengo una simple oración”.
Quedan, pues, dos preguntas en el aire: ¿Tan malo es Sean Stone por haber decidido convertirse al islam? ¿Quiénes son más extremistas: los radicales islámicos o quienes lo condenan de antemano solo por una creencia religiosa?
Con información de :Cromos
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