Las amargas lágrimas de Boabdil – La muerte de Morayma, última reina de Granada.
Asolada en llanto ,Morayma mandó llamar a un famoso sabio astrólogo, que se llamaba Ben-Maj-Kulmut y consultó con él en gran secreto el horóscopo del rey Boabdil. Contestóle el anciano: Dicen las estrellas que el último Rey Nazarí vivirá mucho para padecer mucho ….
La última vez que Boabdil, el último rey nazarita, lloró en tierra granadina no fue en la famosa y mítica escena del Suspiro del Moro tal y como nos ha contado la historia hasta hoy.
Las últimas lágrimas del Rey Chico, como era conocido entre sus súbditos, se vertieron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.
Nos dice Carlos Fidalgo : Nueve largos años pasó Morayma, la última reina mora de Granada, alejada de sus dos hijos. Secuestrados y mantenidos como rehenes por los Reyes Católicos, que guerreaban contra su marido. La ausencia de los infantes amargaba tanto a la sultana que Morayma envejeció prematuramente, mientras el último monarca nazarí no abandonaba el campo de batalla.
Cuando cayó Granada y el Rey Chico, que así llamaban al rey Boabdil, entregó las llaves de la ciudad a Isabel y Fernando, Morayma pensó que recuperaría a sus dos hijos para partir al exilio en Las Alpujarras.
Pero los dos infantes siguieron cautivos de los monarcas castellanos, que prevenían así un levantamiento de Granada. Y aunque Boabdil se desvivía por aliviar la pena de Morayma, la reina languidecía en el destierro y cada día que pasaba estaba más cerca de derrumbarse.
«Despachado lo de Granada, mi señor suplica a sus Altezas que mande enviar a los infantes para que estén con él en Andarax», escribió a los Reyes Católicos el alcaide Benarix, representante de Boabdil, cuando Morayma acabó por caer enferma.
Y los Reyes, en un gesto de benevolencia, le concedieron la gracia.
Ahmed, el hijo menor de Morayma y Boaddil, se reunió con sus padres en Las Alpujarras un año después de la caída de Granada. Llegó del cautiverio escoltado por soldados castellanos, y cuando vio a su madre postrada en una cama, ni siquiera la reconoció. Boabdil trató de calmar a su esposa enferma. «Lo han educado en la fe de los cristianos», le dijo a Morayma. «Ese mismo desdén lo ha tenido conmigo», añadió.
La reina se tranquilizó un poco y le preguntó dónde estaba Yusuff, su hijo mayor. Y Boabdil calló.
La pena de Morayma fue tan grande al saber que su primogénito había muerto lejos de casa que el viento se detuvo en los linderos de la sierra aquella noche y la luna menguó sobre el cielo de Las Alpujarras.
Tres noches le duró la pena a Morayma. Tres noches en las que su salud fue a peor. Y al alba del tercer día, la última sultana de Granada se dejaba vencer por la enfermedad y expiraba pensando que no había logrado recuperar a ninguno de sus dos hijos.
Boabdil se quedó mudo de dolor. Su único hijo, ni siquiera pestañeó.
Pasadas las primeras horas de desconcierto, los sirvientes de Morayma comenzaron a preparar el funeral. Lavaron el cuerpo de la reina, lo perfumaron con almizcle y alcanfor, inmediatamente después, el cadáver fue envuelto en un sudario de color blanco sin coser ni en la cabeza ni en los pies. Tras este rito, Morayma fue colocada sobre unas parihuelas, cubierta con su hhaik (vestido). Un grupo de cuatro o cinco hombres, los de más confianza de Boabdil, portaron el cadáver junto a otro numeroso grupo de personas. Los últimos fieles del Rey Chiquito participaron de una ceremonia rodeada de tristeza. Había Muerto Morayma, una mujer discreta, amante y amada por el rey más desagraciado de los nazaritas. Todos los fieles estaban allí, se trataba del entierro de la reina, la última reina de Granada y hasta ese día única reina de la Alpujarra.
La triste comitiva se dirigió hacia la puerta de la mezquita a la hora de la oración del mediodía. Terminada ésta, el imán anunció que había un muerto en la puerta y todos los asistentes se levantaron para orar brevemente en común por el reposo del alma del fiel creyente…, pero el cadáver no entró en la mezquita.
Acabada la oración volvió el cortejo a ponerse en marcha y a caminar con pasos precipitados. Según la tradición musulmana, los ángeles de la muerte, Munkar y Nankir, estaban aguardando a Morayma en el sepulcro para interrogarla sobre sus actos en vida y pronunciar el fallo que decide su suerte. Pero antes de llegar a la que sería su última morada y aún hoy perdida, a cada instante los portadores se intercambian, porque todos deseaban participar en aquella obra de misericordia. Todos querían llevar sobre sus cuerpos el fallecido de la reina. Mientras duró el camino, la comitiva no dejó de cantar versículos del Corán.
Llegados al cementerio y después de una breve oración, el cadáver fue colocado en la huesa sin ataúd. La inhumación de Morayma se realizó en una fosa estrecha donde el cadáver se colocó sobre la tierra mirando hacia La Meca. De esta forma, quedaba cumplido el deseo de Morayma de ser enterrada en Mondújar y con un estricto rito musulmán, ya que en vida y en su testamento dejó clara su profunda religiosidad.
Una vez depositado el cuerpo en su tumba, se colocó una laja de piedra y se construyó un túmulo de tierra formada por gradas de mortero o sillares de arenisca sobre la que reposaba una lápida o una mqabriya de mármol. Terminado esto, la comitiva volvió a la casa de la difunta para saludar a Boabdil y al resto de la familia.
Las lágrimas de Boabdil, que ya había llorado la pérdida de Granada, fueron tan amargas que le marcaron dos surcos de sal en la cara cuando se alejaba de la mezquita de Mondújar, donde había dejado a la sultana enterrada. Boabdil estaba dispuesto a embarcarse hacia África para olvidar tanta desventura y mientras estuvieron en tierra, aún guardó la compostura que se le supone a los hombres de su condición. Pero después de echarse a navegar, el desdichado rey sin reino ni esposa no pudo soportarlo más, dobló la rodilla buscando consuelo y de espaldas a Granada, no encontró nada a lo que agarrarse.
Tanto dolor agitó las aguas y encrespó los vientos, conmovió a los pájaros, que dejaron de volar y se posaron en las jarcias, para acunar el barco, hasta que una mano infantil rozó por fin los hombros del desolado Rey Chico.
Boabdil se volvió, sorprendido, y los ojos dulces de Morayma le miraron por primera vez desde el rostro de su hijo …
Hijo del rey Muley Hacen y Aixa, prima del soberano, Boabdil, último rey de Granada, desde niño fue perseguido por un negro presagio. Al consultar a los astrólogos con motivo de su nacimiento éstos anunciaron que su único destino sería la pena y el infortunio, ya que llevaría a la muerte a todos los que le amasen, y entre sus manos la media luna se terminaría transformando en cruz. En 1492 la profecía se cumpliría, el 2 de enero , Boabdil entregó las llaves de la ciudad de Granada a los Reyes Católicos poniéndose fin al poder musulmán en la península Ibérica.
«El único momento de verdadera felicidad de la reina Morayma fue cuando conoció y casó con Muley Abu-Abdalla-Babdali: Allí (en Loja) conoció Boabdil a Morayma, la hija de Aliatar. Cuando volvía de la batalla, que a diario ocurría, sus ojos se encontraban y sus almas se juntaron para siempre».
Al volver el Rey a Granada triunfante y lleno de vida, eligió a Morayma por Sultana, verificándose las bodas reales con pompa y alegría, único momento en su existencia de respiro y felicidad.
El amor que Boabdil sintió por su esposa debió ser tan profundo que tomó la decisión definitiva de abandonar su refugio almeriense de Laujar cuando ella murió. También se sabe que, tras sepultarla en Mondújar, nunca más volvió a contraer matrimonio instalado ya en Marruecos.
Apenas embarcado Boabdil para su destierro en Marruecos, «los cristianos incautaron los bienes destinados a oraciones para Morayma y, con ellos, levantaron una iglesia sobre el solar de la mezquita, que no tuvieron inconveniente en demoler. Última amargura en el recuero de Morayma, cuyo cadáver recorrió, en el mayor de los secretos, los sometidos y calurosos valles que van desde el Presidio de Andarax (la antigua Cobdaa), Alquería, hasta Mondújar”.
Referencias
Textos del periodista almeriense Jesús Pozo
Martinez de la Rosa, Francisco. Morayma:Tragedia
Lasala , Magdalena .Boabdil, tragedia del último rey de Granada .
Fidalgo, Carlos. La pena de Morayma
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