El Nobel de Literatura Günter Grass – Persona non grata en Israel
Socialdemócrata convencido, Günter Grass no ha evitado nunca salir a la primera línea del debate público para defender sus puntos de vista. Así, criticó la reunificación alemana por considerarla demasiado acelerada y traumática para la República Democrática Alemana, y no ha dejado nunca de defender los derechos de las minorías en su país. En su momento, fue un defensor del movimiento sandinista. Crítico con el capitalismo, no pierde ocasión de señalar su íntima injusticia y, en su opinión, la reducción que opera en las formas sociales de experiencia del mundo y de relación entre las personas.
Pocas veces un poema tiene la capacidad de trascender su ámbito literario y generar revuelo político y diplomático. Pero éso es precisamente lo que ha ocurrido en los últimos días, desde que el alemán Günter Grass publicó un poema en el que juzga a Israel.
Israel declaró al escritor alemán Günter Grass persona non grata debido a sus recientes comentarios sobre la política del país, confirmó hoy un portavoz del ministro del Interior, Eli Yishai. La decisión implica que el escritor no puede volver a viajar a su territorio.
«Considero un honor prohibirle la entrada en el país sagrado», dijo Yishai, al considerar que el premio Nobel de Literatura cruzó una línea roja con dicho poema.
Sin embargo, muchos estimamos que la decisión de prohibir al Premio Nobel de Literatura 1999 la entrada a Israel , como populista e histérica.
El ministro del partido Shas, radical religioso, concluye que con ese poema Grass buscaba «atizar el fuego del odio contra Israel y su pueblo». De ese modo, «propaga la misma idea que antes apoyó de manera abierta llevando el uniforme de las SS», dijo en alusión al servicio que Grass hizo durante la Segunda Guerra Mundial en las Waffen-SS y que mantuvo en secreto durante 60 años.
Yishai dijo en declaraciones a la radio israelí que Grass debe ser reconocido sólo como Nobel de Literatura, y comparó el poema con las proclamas antisemitas que provocaron el Holocausto. «Sencillamente no se puede guardar silencio ante esas palabras», dijo el ministro, que habló con desprecio de Grass y lo acusó de «antisemita».
En su poema Lo que hay que decir, Grass censuró que Israel amenace a Irán con un ataque preventivo por su programa nuclear, el cual podría «exterminar al pueblo iraní». También afirmó que el Estado judío pone en peligro la paz mundial, lo que le ha granjeado duras críticas y ser señalado como antisemita.
«Si Günter Grass quiere seguir publicando sus obras deformadas y mentirosas, debería hacerlo desde Irán, allí contará con un público entusiasta», agregó el ministro.
Günter Grass aclaró el sábado que en su poema no se refería a Israel, sino a la política de Benjamín Netanyahu.
También el ministro del Exterior israelí, Avigdor Lieberman, criticó a Grass en un encuentro con el primer ministro italiano Mario Monti. Las afirmaciones del autor alemán son una «expresión de cinismo», consideró. Intelectuales como él están dispuestos a «sacrificar a los judíos en el altar de los antisemitas».
Israel considera a Irán como la principal amenaza a la que se enfrenta a causa de su programa nuclear y de las reiteradas amenazas del presidente Mahmud Ahmadineyad de borrar al país del mapa.
En meses recientes ha habido muchas especulaciones en torno a un posible ataque israelí contra las instalaciones atómicas iraníes para acabar o retrasar significativamente el eventual acceso del país persa a armas nucleares.
Grass no reaccionó de momento al anuncio, tampoco el Ministerio de Exteriores alemán, aunque el poema desató también numerosas críticas dentro de Alemania.
No es la primera vez que Israel prohíbe la entrada a extranjeros como «castigo» por criticar su política. El profesor judío de lingüística estadunidense Noam Chomsky estuvo hace dos años atrapado en la frontera con Jordania sin poder entrar, y el verano pasado varios cientos de activistas propalestinos tampoco pudieron acceder a Cisjordania.
En octubre de 2010, tras una semana de detención, Israel expulsó a la Nobel de la Paz irlandesa Mairad Maguire, quien había viajado al país para reunirse con activistas pacifistas.
El director de orquesta Daniel Barenboim rompió en 2001 un tabú y tocó en Israel música de Richard Wagner, rechazado por sus ideas antisemitas. Entonces hubo exigencias de declararlo persona non grata, pero al final no ocurrió.
«Golpe lírico letal»
La página web del semanario alemán Der Spiegel reportó cómo la televisión estatal iraní, Press TV, dijo el jueves que «nunca en la historia de la Alemania de la posguerra, un prominente intelectual había atacado a Israel de manera tan valiente como Günter Grass con su nuevo poema controversial».
«De manera metafórica, el ganador del premio Nobel produjo un golpe lírico letal contra Israel».
Otro ejemplo fue del columnista Gideon Levy, en el periódico israelí Haaretz.
Si bien señala que a Grass se le fue la mano en algunas partes de su poema, que califica de «fuerte» e «irritante», dice que también escribió algunas cosas que deben ser dichas.
«Es intolerable una situación en la que a cualquier alemán que osa criticar a Israel se le acusa instantáneamente de antisemitismo».
«Después de que denunciemos la exageración, después de que nos saquemos de encima la parte injustificada de la acusación, debemos escuchar a estas grandes personas (en alusión a escritores como Grass)».
«No son antisemitas. Están expresando la opinión de muchas personas. En vez de acusarlos, deberíamos considerar lo que nosotros hicimos para que ellos la expresaran».
El poema crítico que ha vetado Israel
A continuación reproducimos el poema Lo que hay que decir (Was gesagt werden muss, en alemán), de Günter Grass con una traducción de Miguel Sáenz , el texto original fue publicado en el diario de Süddeutsche Zeitung . El poema de Grass, que tiene 69 versos y nueve estrofas en alemán, está marcado por varias preguntas.Sus palabras, casi inmediatamente tras ser publicadas, generaron una tempestad internacional.
Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor…
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.
La cautela del disfraz, ¿el pasado nos condena?
Para Jose María Ridao, » Günter Grass no ha escrito un poema, sino que ha disfrazado de poema un artículo sobre el programa nuclear iraní. Como poema, Lo que hay que decir no aporta gran cosa a la obra del premio Nobel. Como artículo disfrazado de poema, marca un punto de inflexión en su mirada hacia la realidad internacional. Hasta ahora, el país que perpetró contra los judíos uno de los crímenes más monstruosos de la historia ha evitado cualquier protagonismo en el conflicto de Oriente Próximo, limitándose a respaldar a Israel como forma de expiar el pasado. La posibilidad de que Israel lance un ataque contra Irán y el hecho de que Alemania le haya entregado un submarino capaz de hacerlo llevan a que Grass se interrogue, rodeándose de cautelas, si esa forma de expiar el pasado no podría engendrar nuevas culpas.
La primera cautela de la que se rodea Grass es la elección del género literario para exponer sus argumentos, en los que toma distancia de Israel como alemán que llegó a militar en las SS ya próximo el final de la guerra, según relató en Pelando la cebolla. Al desarrollar sus argumentos como poema y no como artículo, Grass intenta situarlos en el terreno acotado de la creación, invitando implícitamente a compartir una emoción antes que a polemizar con unas opiniones. El premio Nobel se declara, además, “envejecido” y confiesa escribir el poema con “su última tinta”, un recordatorio apenas velado de que se encuentra en el último tramo de su vida. Lo que hay que decir lo dice mediante un género literario y desde una circunstancia personal que anticipa una posible censura, y ahí la segunda cautela. “Antisemitismo”, escribe Grass, “se llama la condena”.
Aunque rodeado de cautelas, lo que Grass está poniendo en cuestión en su poema son los fundamentos de la política alemana y, por extensión, occidental, hacia Oriente Próximo. Alemania, viene a decir Grass, ha entendido que asumir la culpa por el Holocausto le exigía guardar silencio ante cualquier política de Israel. Pero asumir esa culpa y la inquebrantable disposición a seguir asumiéndola estaría favoreciendo que Israel —“ese otro país” que, escribe Grass, se ha prohibido a sí mismo nombrar— mantenga un arsenal nuclear sobre el que no se habla y amenace con un ataque al “pueblo iraní, subyugado y conducido al júbilo organizado por un fanfarrón”. La descripción de Irán recuerda en algún punto la de la Alemania nazi, en la que los alemanes, como podría suceder a los iraníes de perpetrarse el ataque, “solo acabamos”, escribe Grass, “como notas a pie de página”.
La última cautela de la que se rodea Grass es la de que “hay que decir lo que mañana podría ser demasiado tarde”, colocando sus argumentos bajo el signo de la perentoriedad. Pero no solo porque, según se desprende del poema, se podría sacrificar a los iraníes en razón de una “sospecha”, la de que, en su país, se persigue “la fabricación de una bomba atómica”; también “hay que decirlo” porque, de mantenerse Alemania en silencio, y de colaborar con la entrega de un submarino, los alemanes, ya “suficientemente incriminados”, según Grass, “podríamos ser cómplices de un crimen que es previsible”, incurriendo en una nueva culpa vinculada a la antigua, y que “no podría extinguirse con ninguna de las excusas habituales”.
Después de invitar a compartir una emoción y no a polemizar con unas opiniones, Grass apunta una salida. Solo sometiendo a inspección simultánea el arsenal nuclear israelí y el programa que desarrolla Irán cabría esperar que se conjurasen los negros presagios. Para decir esto, un alemán como Grass no podía escribir un artículo, sino que tenía que disfrazarlo de poema. No aportará gran cosa a la obra literaria del premio Nobel, pero supone un punto de inflexión en su mirada hacia la realidad internacional. Hablando desde el estigma, Grass confía en abrir un espacio para que otros lo hagan en libertad «.
Grass Grass se defendió tras la publicación del poema y dijo que se estaba haciendo énfasis no en el contenido del mismo, sino en una campaña contra él. Ha dicho al diario alemán , Sueddeutsche Zeitung que, en retrospectiva, debió haber escrito el poema de manera diferente para «dejar claro que estoy hablando primordialmente del gobierno de Netanyahu».
Referencias : La Jornada , El País, BBC Mundo
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