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La Escuela de Traductores de Toledo

La Escuela de Traductores de Toledo consiste en una serie de iniciativas culturales desarrolladas desde su reconquista en 1085 por Alfonso VI hasta su máximo esplendor cultural en tiempos de Alfoso X el Sabio.

El objetivo era trasladar del arábigo al latín y al castellano todos los textos sobre las disciplinas del conocimiento y del saber que los islámicos habían aportado a la España musulmana, en especial las ciencias; conocimientos que permanecieron ignorados en la Europa cristiana durante la Edad Media.

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La llegada de los musulmanes a la península Ibérica en el año 711, supuso la caída del Reino Hispano-visigodo y, por tanto, el final de la capitalidad de Toledo que fue tomada sin resistencia. Durante el periodo califal, Toledo se embelleció y enriqueció con nuevos edificios, destacando las dos mezquitas, la de Bid al-Mardum, posteriormente convertida en la ermita del Cristo de la Luz, y la mezquita de Tornerías también convertida.

En los siglos de la Reconquista, los habitantes de los reinos cristianos peninsulares son una sociedad inquieta y pujante, que compensa su escasez demográfica con una enorme vitalidad, pero es también una sociedad rudimentaria, de cultura muy limitada, después de que la invasión árabe asolara el mundo visigodo.



En el siglo XII penetró en Al-Ándalus y en Sicilia un aluvión de escritos árabes, judíos y griegos, tratándose de conocimientos traídos de todo el mundo viejo, desde el ámbito grecolatino hasta Persia y Babilonia gracias a la gran extensión del islam. El poder cristiano desea ese saber, reyes y obispos son conscientes de que esos conocimientos, esa ciencia, son imprescindibles para consolidar su liderazgo. Así deciden traducir las obras que los árabes atesoraban al latín.

Estas obras eran, en su mayor parte, de materias científicas, disciplina en la que la civilización árabe poseía amplios conocimientos, tanto importados como propios. Las principales materias a las que se dedicaron fueron la medicina, las matemáticas, la astrología, la astronomía, la magia y la filosofía.

En Toledo se inició este movimiento cultural tras haber sido reconquistado por Alfonso VI de Castilla en 1085 quien estableció un régimen de tolerancia con los antiguos pobladores. A esta ciudad se habían refugiado muchos judíos, y algunos musulmanes, huyendo de almorávides y almohades. Dentro del núcleo urbano había comunidades de cristianos y judíos viviendo pacíficamente bajo dominio musulmán, habiendo adoptado incluso el lenguaje, el estilo de vida y la cultura árabes.

Con el tratado de capitulacón, se concedieron fueros propios a los mozárabes, musulmanes y judíos que la habitaban, leyes que serían respetadas y unificadas en un único fuero en 1118 por Alfonso VII y gracias al cual comenzó uno de los períodos más florecientes de Toledo, sobre todo desde el punto de vista cultural.

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Toledo se había convertido en la «Ciudad de las Tres Culturas«, nombre con el que ha sido bautizada gracias a que musulmanes, judíos y cristianos convivían con sus propias costumbres y en relativa paz durante los siglo XI, XII y XIII. Gracias a ello, surgió en el siglo XII la Escuela de Traductores de Toledo, convirtiendo a esta ciudad en un importante núcleo intelectual a nivel europeo.

Este descubrimiento transformó la vida intelectual al norte de los Pirineos. Los eruditos islámicos aportaron valiosa información en los campos de la medicina, botánica, geografía o farmacología, entre otras ciencias.

El arzobispo de esta sede, el cisterciense francés, Raimundo de Sauvetât, también canciller de Castilla durante 1126-1150, fue quien a principios del siglo XII impulsó la traducción y la edición de las obras arábigas. Su labor fue continuada por sus sucesores, especialmente por Rodrigo Jiménez de Rada (1170-1247), nacido en Puente la Reina (Navarra), y que había estudiado en París, introduciéndose posteriormente en la corte de Alfonso VIII como cronista; componiendo Historia arabum, Historia hunnorum, Historia ostrogothorum, Historia romanorum e Historia gothica o De rebus Hispaniae. El siglo XII es también el siglo de esplendor de las filosofías árabe y judía, y el XIII el de las traducciones de los comentarios de Averroes a Aristóteles.

Aquella iniciativa agrupó a muchos traductores, pero no puede hablase de una escuela, porque los traductores no estaban centrados en una institución concreta en la que hubiese una relación profesional entre sus miembros, tratándose más bien de un movimiento. Los europeos serán asesorados por mozárabes (cristianos que conocen el árabe y que vivieron en Al-Ándalus), judíos y árabes. Son los pioneros del renacimiento intelectual del XII.

El trabajo se organizaba en equipo mediante una cadena de traducciones sucesivas. El arzobispo encargaba a los mozárabes de Toledo, cristianos que entendían el árabe, las traducciones del árabe al romance (al castellano antiguo), a su vez, los clérigos de la catedral toledana, que conocían el latín, traducían del romance al latín. Igualmente, los judíos de Toledo traducían del árabe al hebreo y del hebreo al latín.

Durante la segunda mitad del siglo XII, Domingo Gundisalvo y su colaborador Juan Hispano dirigieron la Escuela de Traductores de Toledo, que adquirió fama internacional, incorporándose el arabista italiano Gererdo de Cremona, los ingleses Daniel de Morlay,Alejandro Neckham y Alfredo de Sareshel, y otros como Abelardo de Bath o Rétines.



Las traducciones continuaron hasta finales de este siglo y comienzos del XIII gracias a la labor de Marcos de ToledoRodolfo de Brujas, el italiano Platón de Tívoli, o el escocés Miguel Scoto.

El filósofo segoviano Domingo Gundisalvo fue arcediano de su ciudad natal, discípulo de Juan Hispano y del médico Ibrahim ibn Dawud. Juan Hispano le enseñó árabe, por lo que tradujo la Metafísica de Avicena, De anima de Avicena, Fons vitae de Ibn Gabirol, De intellectu de Alkindi, Liber de scientiis de Alfarabi, Las tendencias o las opiniones de los filósofos de Algaceletc; siempre en colaboración con Juan Hispano, que traducía del árabe al castellano, y Gundisalvo del castellano al latín. Gundisalvo fue el primer pensador occidental que sufrió la influencia de escritos árabes, y agente decisivo en la incorporación de estos escritos al mundo latino. Sus escritos principales fueron De divisione philosophiae, De inmortalitate animae, De processione mundi, De unitate et uno y De anima.

El maestro Juan Hispano o Hispalense fue un judío converso, de nombre Ibn Däwüd. Fue autor de más de treinta y siete traducciones y obras originales. Compuso un Tractatus de anima, el Liber de causis, elLiber de causis primis et secundis, una física y una metafísica. Las doctrinas de Avicena constituyeron el fondo de su doctrina.

La fama de la ciencia musulmana fue puesta de relieve por Daniel de Morley, quien abandonó Inglaterra en busca de amplios conocimientos y se trasladó a París, donde sólo encontró maestros vacíos. Allí supo que Toledo era el gran foco difusor de conocimientos científicos de los árabes, y no dudó en marchar a esta ciudad castellana para aprender de los mayores sabios del mundo.

Hasta muy entrado el siglo XII Aristóteles sólo era conocido por su Logica vetus y Logica nova, y un siglo después Avicena y Averroes difundieron sus obras de física, biología, zoología, psicología y política. A través de la Escuela de Traductores de Toledo penetró la cultura griega en Occidente: las obras de Al Kindi, Al Farabi, Algacel, Aristóteles, Platón, Euclides, Galeno, Ptolomeo, Alejandro de Afrodisia, Ibn Gabirol, Qusta ben Luca y Temistio.

Se tradujo la Fons Vitae de Avicebrón, la metafísica de Avicena, las matemáticas de Euclides, la astronomía de Ptolomeo, la medicina de Hipócrates y Galeno. De igual manera se reciben saberes propiamente musulmanes como la aritmética, el álgebra, la astronomía y la medicina de Raschid y Avicena. Con estos autores no solo llegan obras, sino también el método, el razonamiento.

El 47% de las obras traducidas eran de cálculo y cosmología; el 21% de filosofía; el 20% de medicina; un 8% de religión, física y ciencias naturales, disciplinas que en esta época estaban muy relacionadas; sólo un 4% de las traducciones se ocupaba de química y ciencias ocultas, por eso Toledo fue también el centro cultural de la magia.

EDIFICIO UTILIZADO PARA TRADUCCIONES DURANTE EL REINADO DE ALFONSO X

 Posteriormente aparecieron otras ciudades que se dedicaron a traducir textos del arábigo y del judío al latín: Sevilla, Tarragona, Burgos, Murcia, Tarazona, etc. Hubo muchos traductores, muchas traducciones y un efectivo trasvase de la cultura acumulada por el islam a la civilización cristiana.

En la región del Ebro Roberto de Kétène y Hermann el Dalmata tradujeron el Corán al latín, a petición de Pedro el Venerable, abad de Cluny. En Tarazona, bajo la dirección del obispo Miguel, se tradujeron obras de astronomía, matemáticas, astrología, alquimia y filosofía por Hugo Sanctallensis, Roberto de Ketten, Herman el Dálmata, Pedro de Toledo y el sarraceno Muhammad.

En Burgos Juan Gundisalvo, de nuevo, el obispo García Gudiel, el cristiano Juan González, y el judío Salomón tradujeron varias obras de Avicena. Más tarde continuaron su labor en Toledo al ser nombrado arzobispo García a finales del siglo XIII.

En Tarragona Hugo de Santalla tradujo obras de geometría, meteorología y aritmética. También tradujo obras científicas Juan de Sevilla, y el monje Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, viajó a Córdoba para estudiar en su madrasa (universidad) y conseguir manuscritos árabes.

Es verdad que las obras de los clásicos grecolatinos no habían desaparecido en la Europa medieval, pero aquellas copias eran raras, pocas veces completas y, con mucha frecuencia malas. Por el contrario, el movimiento iniciado por Raimundo permitió una difusión prácticamente generalizada del saber oriental en Europa. Y así fue como el patrocinio de los reyes y obispos cristianos permitió dar un impulso cultural sin precedentes.



Un solo ejemplo: el sistema decimal y el invento del número cero e infinito es de origen indio; fue un persa, Al-Khuwarismi, quien recogió de los indios el sistema decimal en su Libro de los guarismos; ese libro fue difundido a su vez en el mundo islámico hasta Córdoba; en Toledo fue traducido al latín.

Del mismo modo, el Canon de Avicena o el Arte de Galeno se generalizaron en las universidades europeas.El papel se usaba ya en la España del siglo XI, introducido por los árabes, que a su vez lo habían tomado de China. El libro de papel más antiguo que se conserva en Occidente es un misal toledano del siglo XI.

TRADUCTORES EN LA CORTE DE ALFONSO X

 Años más tarde, durante el último tercio del siglo XIII el rey Alfonso X el Sabio impulsó una intensa actividad cultural. Toledo había alcanzado uno de los periodos de mayor esplendor, convirtiéndose en la capital europea de la cultura.

Se trasladaron allí los restos de la biblioteca de Al Hakam II, cuyos fondos fueron traducidos. Para entonces, no sólo se traducía al latín sino de manera definitiva también al castellano y al francés. Como ejemplo preclaro es la obra árabe Libro de la Escala, que recoge una serie de leyendas relativas a un viaje recorrido por Mahoma en el infierno y el paraíso. Aquella obra fue traducida al castellano por Alfonso X antes de 1264, y posteriormente por Buenaventura de Siena, quien la tradujo al francés y al latín. Dante se inspiró en esta traducción al francés para establecer la base argumental de su Divina Comedia.

Y no sólo se recopilaba y se copiaba, sino que también se creaba mucha obra original en todas las materias (medicina, filosofía, cosmografía, etc.). Un ejemplo eminente es el Libro de las Tablas Alfonsíes. Alfonso X había mandado instalar un observatorio astronómico en el castillo toledano de San Salvador; a partir de las observaciones realizadas, se calcularon esas Tablas Alfonsíes, un completo tratado de Astronomía que todavía tres siglos más tarde admiraría Copérnico.

LAS SIETE PARTIDAS DE ALFONSO X

 Alfonso X el Sabio fue un rey de huella muy discutible en lo político, pero como promotor cultural no tuvo parangón: no había disciplina que no le interesara (las ciencias, la historia, el derecho, la literatura); él mismo dirigió las traducciones y revisaba su trabajo. Y, sobre todo, él fue quien impulsó las dos grandes compilaciones historiográficas que la España medieval nos dejó: la Estoria de España y la Grande e general Estoria.

El propósito de Alfonso X lo dejó escrito: “Donde por todas estas cosas, yo, don Alfonso, después que hube hecho juntar muchos escritos y muchas historias de los hechos antiguos, escogí dellos los más verdaderos e los mejores que supe; e hice también hacer este libro, y mandé poner en él todos los hechos señalados tanto de las historias de la Biblia como de las otras grandes cosas que acaecieron por el mundo… Todos los grandes hechos que acaecieron por el mundo a los godos y a los gentiles y a los romanos y a los bárbaros y a los judíos y a Mahoma, a los moros de la engañosa fe que él levantó, y todos los reyes de España, desde el tiempo en que Joaquín casó con Ana y que Octavio César comenzó a reinar, hasta el tiempo que yo comencé a reinar, yo, don Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castilla.”

De manera que la llamada Escuela de Traductores de Toledo, que en realidad no era una escuela sino un movimiento de cultura promovido por los reyes cristianos y por los obispos durante la Reconquista, consiguió enriquecer la cultura Occidental al incorporar los conocimientos que los árabes habían copiado y conservado de otros, aportando los suyos propios.



A lo largo de toda la Edad Media el núcleo urbano fue aumentando, adquiriendo en el siglo XIV el Privilegio de Ferias y pasando a ser, un siglo después, una de las principales productoras de Castilla de paños, actividad que se sumó a las ya existentes de acuñación de moneda, fabricación de armas e industria de seda. El colectivo que más ayudó a dicho desarrollo económico fue el de los judíos.

Fuente: Revista Cultura y Ocio

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