Yebel Musa: La mujer que separó dos continentes
En Benzú, al oeste de Ceuta, se levanta una imponente montaña, a la que los árabes llaman “Yebel Musa”, y los ceutíes “La mujer muerta”, un apodo quizá, demasiado incisivo, como ocurre con los nombres populares, porque si entornas los ojos y la contemplas, más bien parece dormida. Y si además de mirarla fijamente, la escuchas, podrás notar que respira con un sonido metálico (fonolítico) provocado por sus piedras calizas sueltas. Los senderistas que han subido a su cumbre, reconocen, que no han escuchado jamás algo así en ningún otro sitio. Quizá la mujer de Atlas, también habla en sueños, o quizá, ese sonido sea una canción de cuna que proviene de un mundo mitológico desterrado por otro lógico. Escribía el Barón Davillier sobre este enclave, cómo en las noches de luna llena podía contemplarse la presencia de formas fantásticas proyectándose en la lejanía como gigantes de otros tiempos.
Yebel Musa es una montaña con una altura de 851 metros sobre el nivel del mar. Pertenece a territorio marroquí, la población de Bellones, y forma parte de las últimas estribaciones de la Sierra del Rif. Sin embargo, esta mujer de piedra, tiene dos caras, ya que desde Marruecos, su silueta pierde la apariencia humana. Sólo en Ceuta puede ser mirada así, como una bella durmiente que se extingue en el Estrecho de Gibraltar. Mantiene el mismo carácter bicéfalo que esta extensión de mar que une al Mediterráneo con el Atlántico. Podríamos, incluso compararla con una mujer casada, cuyo marido, Marruecos, aunque la posea, no fuera ya capaz de admirar su belleza a través de una mirada empañada por el desgaste de la rutina conyugal. Mientras que Ceuta, con la encendida pasión de un amante, la ve como un objeto de deseo, bella, atractiva, misteriosa e inalcanzable. Unos tienen, otros miran. Yebel Musa, coqueta, nos muestra su mejor perfil, porque en definitiva, y parafraseando a Julio César, uno no puede evitar convertirse en lo que los demás ven de él.
Su nombre árabe está asociado al de dos caudillos musulmanes que iniciaron la conquista de la Península Ibérica en el 711: Musa Ibn Nusayr (walí de Ifriqiya el Magrib) y Tarik Ibn Malluk. El bereber Tarik y sus tropas fueron los primeros en desembarcar en la Península, mientras que Musa, gobernador del Magreb, quedó inicialmente en el lado africano del Estrecho. De ahí, que las famosas Columnas de Hércules, señaladas en la antigüedad clásica como Abyla (Ceuta o Monte Hacho) y Calpe, pasaran a llamarse por la comunidad musulmana Yebel Musa (Mujer Muerta) y Yebel Tarik (Gibraltar).
Si hay un lugar donde las leyendas broten como flores, ése es el Estrecho de Gibraltar, la convergencia entre dos mares, uno frío, otro caliente. Los rincones que unen cosas de naturaleza opuestas, suelen ser así, a poco que escarbes, empezarán a cantar. Sobre esta Musa, se narran historias de distintos orígenes y colores, no lo olvidemos, ella tiene dos caras distintas, la marroquí, y la española, pero como una moneda, aunque sus perfiles sean diferentes, resulta ser la misma cosa.
La más conocida, la versión que nos enseñaban a los niños caballas en el colegio, sin duda es la que versa sobre Heracles (Hércules), y sus dos míticas columnas que señalaban a los navegantes el fin de lo transitable, del Mare Nostrum (el Mediterráneo), más allá estaba lo desconocido, el caos, el temido Atlántico. La mitología griega cuenta que en su décimo trabajo, Heracles (Hércules) tenía que conseguir los rebaños de Gerión, ser fabuloso que moraba en el lejano occidente y para navegar hasta las isla de Eirtea, tierra de los geriones, Heracles separó las dos rocas que separaban África de Europa, de esta forma surgen los dos promontorios, el de Calpe y el de Abila, Europa y África respectivamente, que son las columnas que llevan su nombre. También cuentan que Hércules, símbolo de Ceuta, se enfureció tras una infidelidad de su amada, así que tomó en una mano el peñón de Gibraltar y en la otra el monte Hacho y con fuerza, consiguió separar ambos continentes, creando el Estrecho. A su amada la convirtió en piedra, y es lo que hoy forma ese característico monte. Este relato también está enlazado con el episodio de las Manzanas de Oro del Jardín de las Hespérides, el undécimo trabajo de Hércules, la lucha contra Anteo, a quien reconocemos en el perfil de la Mujer Muerta, la que Plinio, contemporáneo de la expedición romana a las montañas del Atlas denominaba “imago elephanti” (imagen de elefante). Según Estrabón, ese perfil, el Elephas, era identificado como la puerta a un mundo sin explorar, al que ningún marinero se atrevía a entrar. Parece que el nombre original fue acuñado por los fenicios, que las llamaron las Columnas de Melkart, divinidad de su ciudad de Tiro.
En el año 2004, una excavación arqueológica en las inmediaciones de la Catedral, dio por resultado la aparición de estructuras murarias fenicias de los siglos VII y VI a. C., así como piezas cerámicas procedentes de talleres del Mediterráneo Central y griegos del siglo VII a.C. Y esto supone, por tanto, la corroboración de los relatos clásicos que mencionaban el paso de fenicios y griegos por nuestro suelo: «…fue el mismo Hércules quien separó los dos montes unidos (Abila y Calpe) como una cordillera continua y que así fue como al Océano, contenido antes por la mole de los montes, se le dio entrada a los lugares que ahora inunda: desde aquí el mar se difunde ya más extensamente y avanzando con gran fuerza recorta las tierras que retroceden y quedan bastante más alejadas.» (Pomponio Mela. Corografía, I5, 27).
Por otra parte, el helenista Víctor Bérard pasó mucho tiempo intentando descubrir la topografía real subyacente en los episodios de “La Odisea” de Homero. Una de sus búsquedas más afanosas se centró en la localización de la isla Ogigia, en la que la ninfa Calipso había retenido durante largos años a Odiseo, impidiéndole a regresar a su añorada isla de Itaca. Ella lo retuvo utilizando su belleza, sus cantos de otro mundo, cuidándolo. Más que secuestrado, Odiseo, había sido seducido, hasta el punto que Zeus, hubo de intervenir para que ella, la ninfa, lo dejara marchar, y él pudiera volver a los brazos de su paciente Penélope.
Bérard estaba convencido de que debía explorar el área del Estrecho de Gibraltar para obtener resultados positivos. En 1912, viajó hasta Ceuta y aquí entabló buena amistad con el Comandante General de la plaza, Felipe Alfau Mendoza, cuyas sugerencias le fueron de gran ayuda, y gracias a ellas encontró la gruta que servía de morada a Calipso en una ladera del monte Musa, próxima a la bahía de Benzú. Y consideró que Musa tenía que ser Atlas, padre de la ninfa.
Hay otro cuento sobre nuestra montaña, éste perteneciente a la tradición oral, el de Aisha Kandisha, que tanto pavor causa a los niños musulmanes. Se trata de una seductora mujer de cabellos largos y gran belleza, con las manos de un carnero según algunos, que suele habitar en lugares con agua, ríos, pozos, lagos o mares. Se dedica a embaucar a los hombres hasta volverlos locos y llevarlos al suicidio. Es en este momento cuando se convierte en Djina, una vieja harapienta, desaliñada, sin dientes, y con una escalofriante y cruel mirada. Quien de verdad es tras su dulce apariencia. Algo así pasa con Yebel Musa, que tiene una cara de mujer dormida para el lado de nuestra ciudad, y otra para la parte marroquí. También se la conoce como Lala Aihsa, Aihsa Sudaniya o Aihsa Elgawia.
La leyenda de Aisha Kandisha es una evolución del mito judío de Lilith, la que fue la primer mujer de Adan antes de Eva. Lilith fue creada por Dios a la vez que Adán, a su imagen y semejanza, abandonó el Edén al considerar que Adán no la trataba como a un igual y pretendía someterla. Fue entonces al Mar Muerto donde fueron los ángeles a buscarla, al no querer volver al Paraíso, Dios la castigó matando a sus hijos. Desde entonces, Lilith, intenta vengarse raptando a los niños de sus cunas y (según la tradición hebrea) matando a los niños menores de 8 días, sin circuncidar. Es también una especie de demonio que seduce a los hombres en sus sueños.
Hay dos leyendas que podrían explicar de dónde surge el nombre de Aisha Kandisha, que podría ser el nombre de una mujer que realmente existió.
Según una de estas leyendas, Aisha Kandisha, fue una mujer que existió en el siglo XVI que se enfrentó a los portugueses cuando invadieron la ciudad de Mazagan (lo que es ahora El-Jadida). Ellos diezmaron a su familia y la violaron. En venganza ella utilizaba su belleza para seducir a los soldados y después matarlos.
Otra leyenda habla de la hija de don Julián (noble godo del norte de África que facilitó la conquista de la península por los musulmanes al traicionar a don Rodrigo), al negociar con Tarik ben Ziyab el paso del estrecho para invadir la península (año 711), éste no se fió de don Julián y le pidió que dejara a su hija cono rehén. Ella se bañaba desnuda las noches de luna llena, y los nativos que la vieron salir del mar, desnuda, brillando a la luz de la luna, con el pelo largo y mojado, la consideraron una djina surgiendo del océano y le atribuyeron poderes para hacer perder la cabeza a los hombres.
En Marruecos para cada djin existe un talismán de protección, los dibujos que se hacen con la henna en forma de hojas, diamantes o dibujos con muchos puntos tiene la finalidad de proteger contra los hechizos de Aisha Kandisha.
Por último, si subimos a este promontorio veremos un laberíntico macizo de arbustos, que bien podrían haber sido lentiscos, cuyo verdor da paso a una zona de piedras calizas blancas. También, más arriba, encontraremos un grupo casi fantasmagórico de cinco o seis árboles, dramáticamente retorcidos e inclinados hacia poniente por el viento de levante. Allí, además veremos la antigua mina de manganeso que todavía funcionaba en los años 40, de la que hablaremos largamente en otra ocasión, incluso contemplaremos la antigua ballenera contigua a la montaña. Y en la cumbre, el busto de Yebel Musa, encontraremos dos cosas humanas: una construcción metálica y otra de piedra. La primera era un trípode que sostenía un mástil metálico, un hito cartográfico no muy antiguo, pero del que se dice por el contrario que era uno de los vértices de un triángulo equilátero que se formaba con otras cumbres situadas en la Península. En cuanto a la construcción de piedra se trata de un lugar de oración islámico, una zawiya con forma de dolmen neolítico, a donde los musulmanes subían sin equipo de senderismo a ofrecer su canto a Alláh.
Yebel Musa, la Mujer Muerta, una de las Columnas de Hércules, el escenario donde Calipso retenía con sus irresistibles artes a Odiseo, el fin del mundo transitable para los navegantes de la Antigüedad o una djna maléfica de comportamiento parecido a la mantis religiosa, constituye otro de los poderosos motivos para visitar esta ciudad desconocida, cuna de los más bellos misterio. Vengan, porque transformando el refranero, cuando la piedra suena, leyenda lleva.
Por Noemí Vallecillos
Con información de:Turismo Ceuta
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