La Feria del Terebinto
Simón fue enterrado en una hendidura de la roca en Horeb, y Juan retornó a Beth Arabah. Al cuidado de Judas de Keriot, Jesús recuperó gradualmente sus fuerzas. Diez días más tarde, partió de la montaña hacia Hebrón, cincuenta millas al norte, por la tortuosa cuesta de Akrabbim. Judas de Keriot (un pueblo situado a poca distancia de Hebrón) lo acompañaba como su discípulo. Era un hombre prudente y sabio, de alma generosa, que había estado anteriormente asociado con su tío, mercader de pescado salado, y se había convertido en ebionita disgustado con el mundo después de ser falsamente acusado de incesto con la joven esposa de su tío; posteriormente la muchacha se había ahorcado. Judas sería una gran ayuda para Jesús, porque diez años de negocios le habían enseñado los hábitos de los romanos, con sus supersticiones griegas y sirias, y también cómo dirigirse a los magistrados, los funcionarios de la sinagoga o los funcionarios de las ciudades con digna urbanidad; y sus siete años con los ebionitas le habían instruido acerca de los modos de los pobres y los proscritos.
En un punto en que el paso entre montañas se estrechaba encontraron la retaguardia de un gran grupo de hombres que viajaban juntos, buscando en el número seguridad en esa región desolada e infestada de bandidos. Parecían en su mayoría edomitas, y árabes de Sinaí; pero había también entre ellos algunos mercaderes fenicios y dos griegos vestidos con los mantos grises de los filósofos.
Judas saludó al capitán de la retaguardia, un árabe, y le preguntó cortésmente por qué todo el grupo usaba vestiduras de luto: ¿acaso había ocurrido alguna calamidad pública de la que no se había enterado? -Somos peregrinos y vamos a llorar por nuestro antepasado Abraham y a ofrecer sacrificios a su sombra. ¿Ignoras que pasado mañana comienza la Feria del Terebinto? Nuestros doscientos asnos y camellos llevan allí valiosas mercancías. -Permite por favor, a mi amo y a mi, unirnos a tu caravana. También somos hijos de Abraham. -¿De qué nación? -Somos judíos. Mi amo es un hombre santo; yo soy su discípulo.
Esa noche, junto a una hoguera de ramas de espino, un grupo de educados peregrinos conversaba sobre la antigüedad de Hebrón. Según el Génesis, Abraham había cavado un pozo y plantado el bosquecillo sagrado llamado los robles de Mamre, en honor de Jehová, precisamente en este valle fértil, fresco y sombreado, situado a mil metros por encima del mar Mediterráneo. Fue enterrado, no muy lejos, en la caverna de Machpelah, que según se dice había comprado a Efrón, uno de los hijos de lleth, como sepultura para su hermana Sara, que era también su esposa. Se recuerda que los patriarcas Isaac y Jacob, con sus mujeres Lea y Rebeca, han sido enterrados en la misma caverna. Pero un mercader de Petra declaró que esta información era errónea.
-Lo que llaman los judíos robles de Mamre es lo que nosotros, en Petra, llamamos robles de Miriam. Según nuestra tradición, Miriam, hermana del semidiós Moisés, era la diosa de los calebitas que vinieron desde el sur con los judíos y tomaron Hebrón a los anakim. Los judíos, que tienen aversión a todas las diosas, ocultan la verdad mediante una transliteración, pretendiendo que el lugar ha recibido su nombre de un amorita llamado Mamre, hermano de Eshcol. Pero verás en el bosquecillo sagrado la efigie de Miriam; es una diosa del amor, de cola de pez, como la Afrodita de Joppa. La gente de Hebrón pretende que esa efigie representa a Sara, esposa de Abraham.
Ante esto, el mayor de los dos filósofos griegos, un espartano que daba la vuelta al mundo con su hijo en busca de conocimientos geográficos, exclamó: -¿Es Miriam su nombre? Debe ser la antigua diosa del mar frigia Myrina, que dio su nombre a la ciudad principal de Lemnos, y que según Homero era la antepasada de los dárdanos de Troya. Los estudiosos la identifican con la diosa del mar egea Tetis, cuyo nombre vinculan los mitógrafos con el del héroe Peleo. ¿No será posible que los hijos de Heth fueran egeos, los hijos de Tetis, y que Machpelah hubiera sido en un tiempo un oráculo de Magus Peleus o Peleo el Vidente?
-¿Sugieres, padre -preguntó su hijo- que los judíos y calebitas cuyo antepasado era Abraham expulsaron a Tetis de su altar para instalar allí a su diosa Sara? -No, sino que el clan de Caleb suplantó al clan de Efron en favor de Tetis, a quien dieron el nuevo nombre de Sara. ¿Puede alguien aquí hablar sobre Sara? El mercader de Petra respondió: -Poco se recuerda de ella, excepto que cuando un ángel le aseguró a Abraham que sus descendientes serían más que los granos de arena de la costa, Sara se echó a reír. -Está bien -dijo el griego mayor-. Entonces se puede confiar en que tiene derecho a su cola de pez, y que Heth, Miriam y Sara son una sola deidad. La mención de la costa es un indicio suficiente, aun sin la risa. Las diosas del mar, que invariablemente son también diosas del amor, son famosas por su risa. Me agradaría que supierais, señores, que este problema tiene algo más que interés académico para mi hijo y para mi. Nuestros dos compañeros de viaje judíos me apoyarán si sostengo que nosotros los espartanos, por ser dorios, somos también hijos de Abraham.
Jesús guardó silencio, porque advirtió un matiz burlón en la voz del griego, pero Judas respondió cortésmente: -Así es. El historiador del Libro Primero de los Macabeos cita una carta enviada por vuestro rey Areo a Onías, el sumo sacerdote de Jerusalén, poco después de la muerte de Alejandro el Grande. Defendía el parentesco de las dos naciones en virtud de su común descendencia de Abraham. Simón el Macabeo envió otra carta a los espartanos un siglo y medio después, confirmando ese parentesco. Sin embargo, no puedo pensar que vosotros los dorios seáis los hijos de Abraham con Sara, sino más bien con su esposa Ketura o con Agar. El griego sonrió con indulgencia:
-Si, es posible que Areo estuviera en lo cierto, y también que confundiera a Abraham con Hércules, porque ambos héroes eran renombrados por su buena disposición para matar a sus hijos. Pero como un estudioso de los mitos, durante toda mi vida, prefiero creer que algunos de nuestros antecesores, en común con los vuestros, adoraron una vez a la misma diosa del mar en los robles de Mamre. No olvidéis que las leyendas de Hebrón son muy confusas; yo no podría admitir de buenas a primeras la teoría de que Heth era Tetis; también podía ser Hathor, la señora de la turquesa, cuyo nombre significa «La morada del Dios Sol», es decir,el mar. De modo que pelah bien podía ser el antepasado epónimo de los pulesati, o filisteos. -Entonces, sabio griego, ¿quién supones que era Abraham? -La clave está en su nombre que, según vuestra tradición, se modificó puesto que era Abram a su llegada a Hebrón. Algunos de vuestros doctores, a quienes he interrogado, aseguran confiadamente que significa «Dios ama». Otros son menos confiados; y me pareció convincente un famoso estudioso de Alejandría que sostiene que el cambio original fue de Aburamu, «el padre es el más alto», a Abrahab, que significa «hijo de Rahab» o «elegido de Rahab». Rahab es el nombre de la diosa del mar, a quien los judíos representan como un devorador dragón marino, y también una alusión poética a Egipto, puesto que Israel fue engullida por él pero fue devuelta más tarde como Jasón o Job. Él sostiene que el «Rahab» del nombre de Abraham fue alterado posteriormente por «Raham», nombre de un supuesto nieto del héroe Hebrón, para romper la dependencia de Abraham de la diosa. Por lo tanto, si me preguntáis «¿Quién o qué era Abraham?» responderé: «Un titulo de los reyes de Hebrón después de la captura del altar por los arameos».
Judas objetó: -Sabio griego, tienes razón cuando haces de Abraham un arameo, porque la fórmula de la ceremonia de los primeros frutos dice: «Mi padre fue un arameo errante». Pero si dices que Abraham es un titulo de los anteriores reyes de Hebrón, basado en la fuerza de la tumba de Abraham, lo mismo podrías decir de Abner. Porque la tumba de Abner, hijo de Ner, no está lejos de la de Abraham. Aunque puedas poner en duda el significado de Abraham, Abner, sin duda alguna, significa «Dios es mi lámpara» y desde la época de Moisés se usa una lámpara en el culto de nuestro Dios.
-Recuérdame a Abner. ¿Cómo murió? -Era el caudillo a quien el rey David pidió en matrimonio a Michal de Hebrón, y fue muerto allí por los criados de David. David fue quien más lo lloró. -Entonces, debía ser el rey de Hebrón a quien David había desposeído. Pero Abner puede significar igualmente el elegido de las Nereidas», otro titulo de la misma diosa del mar, que da su nombre a las Nereidas. Caleb debía ser también un titulo real. ¿Qué significa Caleb? No soy hebraísta.
-Significa «perro» -respondió el mercader de Petra-. Dudo que perro sea un título real. -¿Por qué no? -dijo el griego-. ¿Por qué los calebitas no podían ser los hijos de la estrella del perro? Y si la gruta de los oráculos de Machpelah no se diferencia de otras que hemos visitado en nuestros viajes mi hijo y yo, la gran Diosa que inspira los oráculos es también un perro. Es un perro por su promiscuidad en el amor y porque devora cadáveres; sus iniciados usan máscaras de perro cuando la adoran como Astarté o como la adorable Isis, y en el culto de su forma letal de Hécate o Brimo, se sacrifican perros allí donde se encuentran tres caminos. La estrella del perro brilla en la estación más pestilente del año. Y los perros han custodiado siempre la tierra de los muertos para la gran Diosa. Allí están Cerbero, y el egipcio Anubis, guardián del paraíso occidental.
¿Y no hay relación entre Caleb y la diosa Calypso, reina de la paradisíaca isla de Ogygia, a quien los poetas describen como hija de Océano y Tetis, o de Nereo, o de Atlas Telamon? ¿Y no es, acaso, en la poesía hebrea, «el poder del perro» un sinónimo de la muerte? He leído los salmos del rey David en traducción griega.
-En esa gruta no se dan oráculos -dijo Judas- desde que el buen rey Josías bloqueó el acceso a la más profunda de las tres cámaras, aquélla en que en tiempos de Moisés se dio a Caleb el oráculo de Adán. Sólo dos cámaras son accesibles ahora: la interior contiene las tumbas de los tres patriarcas y sus esposas.
-¿Un oráculo de Adán? ¿No de Abraham? Yo pensaba que Adán era un primitivo héroe caldeo -Según nuestra tradición ebionita fue creado y enterrado en Hebrón. El ángel Miguel lo hizo dentro de un circulo místico, con polvo que tomó del este, el oeste, el sur y el norte. Cuando el adversario de Dios lo engañó, así como a la segunda Eva, su esposa, induciéndolos a desobedecer las órdenes divinas, él permaneció en Hebrón (después de una larga inmersión penitencial en el Jordán), pero fuera del jardín, cuyas entradas están custodiadas por serafines. Y después de muchos años murió en Hebrón y fue enterradoen la caverna de Machpelah.
El mercader de Petra exclamó: -¿Miguel? Creo que te equivocas. ¿No era Adán el hijo partenogénito de la ninfa Michal, llamada también Miriam? Y tampoco estoy de acuerdo en otro punto, ebionita. El oráculo no ha callado, como dices. Aún se puede consultar. La pitonisa que lo atiende se llama María la Peluquera.
El griego pregunto: -¿En nombre de quién pronuncia oráculos esa mujer? -En el nombre de la Madre, usando la quijada oracular de Adán.
Judas respondió: -¿Cómo puede ser? Se recuerda que cuando el rey David,después de siete años de residencia en Hebrón, trasladó su capital a Jerusalén, y colocó allí el arca en la era anteriormente consagrada a Arauna, llevó consigo el cráneo de Adán y lo enterró, como un talismán de protección, en una encrucijada de caminos fuera de la ciudad. De este modo Jerusalén se convirtió en una colonia de Hebrón; como ha escrito el profeta Ezequiel, «Tu padre era un amorita -supongo que esto se refiere a Mamre-, tu madre una hija de Heth». -Sin embargo, David dejó la quijada y el resto del esqueleto. No, no; es como yo digo. Mi propio hermano, ahora muerto, consultó a la pitonisa; y según lo que me contó, esta Maria es una mujer muy temible.
La conversación prosiguió, pero Jesús no intervenía. El griego dijo: -Me parece interesante que esta feria coincida con la estación de duelo que se cumple en Atenas y en Roma: la purificación de mayo, en que se arrojan al agua en movimiento muñecas de paja que representan el pecado, se prohíbe el intercambio sexual incluso entre el marido y la mujer, se barren los templos, se lavan y cepillan las imágenes sagradas, y todo el mundo va a todas partes en ropas sucias, sin reír, mientras lámparas y antorchas colocadas en los árboles frutales alejan a los malos espíritus. Se me ha dicho que casi exactamente las mismas costumbres se observan en los robles de Mamre, pero que el festival no tiene una segunda parte. El duelo y la prohibición religiosa del intercambio sexual implican normalmente que, cuando se suprime la prohibición, se inicia una orgía sexual en que las pasiones contenidas surgen con alegre locura; pero aquí, según dicen, no ocurre nada parecido.
El capitán árabe rió: -Hebrón no es la que era cuando Absalón, el hijo rebelde de David, se presentaba a la vista del pueblo en el terrado de palacio, promiscuamente acompañado por veinte o más princesas del harén de su padre. Aunque «nada parecido» es poco decir. ¿Por qué suponéis que nosotros los árabes traemos a Hebrón a nuestras esposas estériles sino para que el rey Coscojo las haga fértiles? Pero esos ritos, y el rito de equitación en que el mismo rey desflora a las muchachas jebusitas, se realizan en la colina, fuera de los limites del pueblo, cuando termina el festival.
-¿Pero quién es el rey Coscojo? -preguntó el joven griego. -El asesino del rey Terebinto, a quien lloramos en este festival, y quien más lo llora.
-Entonces, ¿el padre Abraham es el rey Terebinto? El mercader de Petra explicó: -El bosquecillo sagrado contiene dos tipos de roble o encina: el coscojo y el terebinto. El rey Coscojo y el rey Terebinto son hermanos gemelos y rivales, como Aleyn, el Osiris de Sinaí, y Mot. Se reparten el año y los favores de la reina. El hijo del rey Terebinto, asesinado, goza de su venganza en el año nuevo de septiembre, cuando asesina a su tío el rey Coscojo y es quien más lo llora, y hereda el reino. -Si -agregó el árabe-; llamamos Abraham al rey Terebinto, pero a los judíos no les agrada que lo hagamos. Pronto veréis qué clase de patriarca es este Abraham, y qué belleza es su esposa de cola de pez.
Conviene explicar aquí que el terebinto, o pistacho, es muy apreciado en Palestina por su dulce nuez, por el valioso aceite que de ésta se obtiene, y por la densa sombra que da en verano. Es aquí el equivalente de la encina real, consagrada a Mercurio o Zeus en Grecia, a Júpiter en Italia y al Hércules céltico en Galia. Así como casi invariablemente se usa sólo madera de encina real para hacer estatuas de esos dioses occidentales, aquí se emplea la del terebinto para los dioses correspondientemente rústicos de Palestina; y en verdad, en hebreo, «estatua» y «terebinto» son sinónimos.
La encina coscoja, o coscojo, o encina roja, como se llama, es un árbol perenne que produce la baya del coscojo de la que se extrae el tinte rojo sagrado que da fama a Hebrón. Algunas autoridades niegan que sea una fruta, porque el árbol da también castañas: estiman que es un perezoso insecto hembra, porque se suele ver cerca de ella una mosca peculiar, tal vez el macho. Pero, al menos en apariencia, es una haya jugosa a la que se acreditan poderosas virtudes afrodisíacas.
Robert Graves
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