La lengua andaluza aljamiada
A comienzos del año 2000 se celebraba en Granada un simposio titulado: “Habla andaluza, medios de comunicación social y aula”, cuando, en el tiempo destinado a preguntas de una ponencia titulada “El mapa lingüístico del Estado español versus legislación educativa”, impartida por el profesor de la Universidad de Huelva, Jerónimo de las Heras, se levantó una persona del público que, después de identificarse como profesor de lengua o algo parecido, arremetió contra todo lo que allí se había expuesto: “El andaluz no existe, es la forma, un tanto peculiar y folclórica, que tienen los habitantes del sur de España para expresarse en el idioma común: el castellano o español. Todo lo demás, nos aseguró, son inventos cuya única pretensión es entretener al personal sin basarse en ningún método serio de estudio, por lo que es preciso denunciar a los que intentan difundir en el aula algo que hace daño a los alumnos, es necesario marginarlos”.
Perdone señor, interrumpimos su soflama, ¿podría contestarnos a dos preguntas? Primera: Si el castellano empezó a propagarse aproximadamente en el siglo X y los romanos dejaron de ejercer su influencia sobre Andalucía en el siglo V ¿qué hablaron los andaluces durante esos quinientos años? Segunda: Si el castellano comenzó en un monasterio de San Millán de la Cogolla, población de La Rioja, lindando con las Vascongadas , una de las zonas menos romanizadas de la Península Ibérica ¿cómo es posible que los andaluces fueran tan torpes y no supieran desarrollar un idioma propio partiendo del latín, al igual que hicieron en otros territorios? -“Son ustedes unos incultos”, nos respondió, “deberían saber que en Andalucía se hablaba una lengua llamada mozárabe, que desapareció cuando la reconquista. Pero, si de la segunda pregunta intuyo que intentan colegir o pretenden insinuar, que el andaluz proviene de una lengua propia derivada del latín, que se trata de una lengua romance, ¡¡apaga y vámonos!! ¡¡apaga y vámonos!!” Nos gritaba encolerizado.
Perdone que volvamos a insistir, pero… ¿cómo va a convencer a estos incultos si apaga y se va?. Dialogue, señor, dialogue. Pero el filosofastro, supuesto experto en lingüística diacrónica no nos escuchaba, seguía gritando muy ofendido sin demostrarnos en qué basaba sus afirmaciones.
Esta anécdota es una muestra de la actitud que constantemente nos encontramos cuando intentamos dialogar sobre el andaluz: menosprecio. Creen que tienen la verdad (y a lo mejor resulta que la tienen) y los demás no merecemos ni siquiera el beneficio de la enseñanza. Ni intentan dialogar, ni conocer otro punto de vista, ni intercambiar experiencias, simplemente “apaga y vámonos”.
El simposio lo clausuró una conferencia del periodista, dicen que andaluz, Carlos Herrera, quien, en su más puro estilo de nadar entre dos aguas sin mojarse, aseguró que consideraba legítimo que los andaluces “pulieran” su acento, criticando a los “talibanes”que imponen modos de hablar, a la vez que defendía “el uso culto y sensato de la forma de hablar andaluza” apostando por la conservación de las expresiones “que no vienen en el diccionario pero que forman parte del costumbrismo (sic) en Andalucía”. Lo dicho, todo el mundo contento. Y ésta, no dudamos en agradecerlo, es una de las posiciones más suaves que se conoce entre los “entendidos consolidados”. Las demás son demoledoras, porque cuando un intelectual oficial opina sobre el andaluz, no opina, juzga.
Ya en 1963, Gregorio Salvador Caja, en su libro “La fonética andaluza y su propagación social y geográfica” (Ofines, Madrid, págs. 183-188) denunciaba los cambios fonéticos “vivos y virulentos”… “amenazantes, avanzando día a día, geográfica y socialmente”… de un dialecto “vivo y agresivo”. Podríamos pensar que nos alerta ante un cambio social que puede destruir nuestra civilización, pero no es así, se trata simplemente de la forma de expresarse que tiene un pueblo, habla del andaluz. Posteriormente, en el año 1997, precisamente en un Congreso del Habla Andaluza celebrado en Sevilla, el Sr. Salvador Caja, ya vicedirector de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), nos advertía: “Hablar de un dialecto andaluz es de imbéciles”. ¿Y quiénes somos nosotros, pobres andaluces imbéciles, para llevarle la contraria? Esta es la verdad oficial y si te atreves a contradecirla eres un andaluz, o sea, un inculto. De ahí, con perdón, el título de este libro: Sin ánimo de ofender. Sinceramente, queremos exponer otro punto de vista, pero que nadie se ofenda. Seguramente estaremos equivocados en lo que vamos a escribir, el papel es muy sufrido y lo aguanta todo. Ya iremos aprendiendo y conociendo la verdad, pero mientras tanto, la ignorancia es muy osada, permítannos este libro donde expondremos nuestras erróneas conclusiones. Somos unos herejes, y lo reconocemos.
Al pueblo andaluz, le ofrecemos este trabajo para que tenga de su modalidad lingüística una visión diferente a la oficial. A usted, intelectual, filólogo, lingüista, lexicólogo, persona que lleva tantos años estudiando y conoce profundamente el tema, le pedimos nuestras más humildes disculpas. Cálmese en su justa ira y no se preocupe, seguramente este libro no lo leerá nadie
Nos hemos informado bien y sabemos que ya no existe la inquisición, por lo que, al menos, tenemos la tranquilidad de no acabar en la hoguera. No obstante, para calmar los ánimos de los más exaltados, con la idea de que nadie se moleste y para que se vea nuestro ánimo de no ofender a los intelectuales oficiales, comenzamos nuestro trabajo declarando con la mayor solemnidad que el andaluz ni es un idioma, ni una lengua, ni un dialecto, ni un habla, ni ná de ná … eppur si muove.
La lengua andaluza aljamiada
Según nos dice Anwar G.Chejne en “Historia de España musulmana” (Cátedra, pag.344) el término Aljamía o aljamiado es “una corrupción del árabe achamiyyah (extranjero) y, en general, la expresión árabe acham y su derivado achamiyyah se aplican a las gentes cuya ascendencia no es árabe”.
En términos lingüísticos la Aljamía es la lengua no árabe o romance que convivía como lengua familiar, con el árabe como lengua culta. Y, aunque los árabes llamaron Aljamía a las lenguas de todos los pueblos con los que históricamente tuvieron contacto (por lo que podría aplicarse el nombre también a otras lenguas de la península ibérica), la Aljamía, por antonomasia, es la lengua de Andalucía, pues solamente en ella tomó entidad y personalidad propia. Debido a que el proceso de arabización fue bastante lento “durante más de los dos siglos primeros de islamismo predomina la aljamía en la España musulmana” como señala Menéndez Pidal en “El idioma español en sus primeros tiempos” (Espasa-Calpe, VII edición, pág. 34), al término Aljamía también se le ha calificado de romance o latinado por ser una lengua derivada del latín y, en las referencias oficiales se le llama con el término mozárabe, identificando la Aljamía con el romance que hablaban los cristianos.
Paralelismo interesado y erróneo que esconde claros prejuicios ideológicos, étnicos y nacionales, pues se pretende reducir el empleo de la lengua de Aljamía a los cristianos andalusíes o mozárabes, término que designa a un grupo religioso, pero no lingüístico, pues la Aljamía era la lengua familiar tanto de cristianos, como de musulmanes o judíos. Debido a la anacronía del término mozárabe, la lingüista Rubiera Mata nos expondrá en diferentes trabajos que el nombre más apropiado para la Aljamía sería el de lengua romance de al-Ándalus, vocablo con el que la denominaremos más asiduamente en este trabajo.
Designar con la palabra mozárabe a la lengua hablada en al-Ándalus, no parece un error originado por el desconocimiento o la ignorancia, ya que está totalmente constatado que no existió una suplantación de la población de la Bética por los nuevos “invasores”. Menéndez Pidal, en la obra citada anteriormente, lo reconoce sin ambages “… los principales centros de población, como Sevilla, estaban llenos casi totalmente por los romanos-godos …”. Los árabes (0,5%) y bereberes (8,8%), ni aún en sus momentos de mayor pujanza llegaron a representar el 10% de la población de al-Ándalus. Desde un punto de vista lingüístico, al-Ándalus fue un país totalmente latino (90% de su población), por lo que el empleo del término mozárabe pretende negar la latinidad de los andalusíes y la universalidad de la lengua aljamiada en Andalucía, para atribuir la exclusividad a la de Castilla. Pero la realidad es muy tozuda, hoy sabemos que esta lengua “vulgar” era empleada por todo el mundo, desde el campesino hasta el califa, en sus conversaciones familiares e informales (según las investigaciones de grandes especialistas en la historia de la lingüística hispánica como Menéndez Pidal, Lapesa, Sanchís Guarner, García Gómez o Samuel Stern) quedando el árabe como lengua culta y de rezos junto al latín o el hebreo. Por lo tanto, existía un perfecto bilingüismo (incluso trilingüismo) en la sociedad de al-Ándalus. Esta normalidad la podemos ver en uno de los libros más interesantes que nos muestra la sociedad de la época de los Omeyas “Historia de los Jueces de Córdoba” de Aljoxami, traducido por el arabista Julián Ribera (Aguilar, pag 502). En una de las anécdotas que nos cuenta Aljoxami se ve el perfecto bilingüismo de un musulmán tan ilustre como podía ser el juez principal de Córdoba “un día se presentó una mujer ante el juez y le dijo en romance… le contestó el juez en romance”. Por el contrario, en ese mismo libro vemos casos, aunque no muy comunes, entre la alta sociedad andalusí de religión musulmana, que no sabían hablar el árabe y sólo se expresaban en la lengua romance de al-Ándalus.
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Andalucía en el pasado fue árabe. Pero el poder siempre ocultó esta parte de la identidad andaluza. Tanto que miramos a las culturas árabes con recelo y extrañas. Como si todo fuera fanatismo en el mundo islámico. Como si lo que nos diferencia fuera más importante que lo que nos pueda unir. Hace falta más didáctica para que el pueblo andaluz se aproxime más a esas raíces fraternas.