El Cid Campeador – Por Carlos Benjamín Serrano
El Cid, Sid de los árabes, Señor, es el apodo popular de Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), el más famoso capitán español del Medioevo hasta nuestros días.
Se lo refiere frecuentemente con otro apelativo, de origen romance, Campeador, “vencedor de batallas”. Hay toda una historia sustancialmente heroica en Rodrigo Díaz, tanto en la poética como en prosa, originada en el siglo XII, que concierne más a la literatura que a la historia.
Sin embargo, hay algunas fuentes históricas aceptables desde las que se puede configurar su biografía. Esto incluye ciertos documentos contemporáneos, la Historia Roderici , una crónica de su vida en latín, y una narrativa detallada de su conquista a Valencia, escrita por Ibn Alkama, historiador árabe que vivía en ese tiempo en la ciudad.
Rodrigo Díaz nació en Vivar cerca de Burgos, alrededor del 1043. Fue atraído a la corte de Fernando I por su hijo mayor, Sancho. Su padre Diego Lainez, pertenecía a una nobleza castellana intermedia.
Detalles de su carrera inicial son poco claros, aunque parece haberse distinguido en las tardías campañas de Fernando I, y cuando Sancho accede al trono de Castilla (1065), el joven Cid es ascendido al elevado rango militar de portador de estandarte. Su exitoso generalato durante el reinado de Sancho reafirmó su reputación militar.
Había tenido un papel preponderante en la campaña que permitió a Sancho el acceso al trono de León, por encima de su hermano menor Alfonso. Por lo tanto, su posición fue dificultosa cuando Sancho es asesinado (1072) en el sitio de Zamora, y Alfonso es llamado del exilio para ser coronado rey de León y Castilla.
Aún así, permaneció en la corte de Alfonso por el término de 10 años, contrayendo en 1074 enlace con Jimena, sobrina del rey, hija del conde de Oviedo. En 1079 Díaz de Vivar estuvo con el ejército de Al Mutamid de Sevilla, tributario de Alfonso, cuando este jefe árabe defendió una invasión de Granada por Abdullah. El favorito de Alfonso era el Conde García Ordoñez que estaba del lado granadino, capturado por el Cid.
Lo acontecido renovó las sospechas de Alfonso hacia el Campeador, y en 1081, con motivo de una importante incursión sin autorización, al Reino Morisco de Toledo sobre el que el Rey tenía un protectorado, de allí resultó enviado al exilio.
En la remoción le tocó en suerte el Reino Moro de Zaragoza, a cuyos reyes sirvió por un número de años, conduciendo campañas exitosas bajo su tutela, contra el Conde de Barcelona (1082) y contra Sancho Ramírez de Aragón (1084). Fue además asesor político jefe de sus empleadores moriscos (que lo tenían en alta estima), y adquirió familiaridad con la política, las leyes y las costumbres islámicas, con resultados muy valiosos para su futura carrera.
Una reconciliación temporaria con Alfonso en 1083, se quebró muy pronto, pero las dificultades del rey por la posibilidad latente de invasión a España por los Almozárabes, lo obligaron a llamar nuevamente al Cid a su favor en 1087.
Las preocupaciones de Diaz de Vivar en ese momento estaban focalizadas en los eventos del Este de España y su atención orientada a asegurar el dominio o control de Alfonso sobre el extenso territorio morisco de Valencia. En 1089, nuestro héroe (así no se expresa la Enciclopedia) logra por parte del rey, una garantía escrita de que todo territorio ganado a los Moros, le pertenecerían a él y a su descendencia en perpetuidad.
Más tarde en ese mismo año, fue nuevamente exiliado, y actuó en relación a Valencia con una subyugación que lo atrapaba, como una empresa casi personal. La conquista de Valencia por el Cid fue un logro sumamente complicado.
A principios de 1089, el guerrero Campeador lo toma al Rey Al Kadir como tributario; pero en 1092, una derivación inesperada se produjo al ser asesinado Al Kadir por el cadi Ibn Yehhaf. Todo finalizó en junio del ´94, cuando la ciudad capituló ante las tropas del Cid, previo prolongado tiempo de sitio.
En todos estos pormenores o escaramuzas el Cid se recostó en su talento para la intriga política casi tanto como en su poderío militar….., pero con la precaución de darles la misma importancia a los grupos rivales dentro de la ciudad como a otros adversarios: el mismo Alfonso, los Almorávides , el rey de Zaragoza.
Varios meses después de la rendición, Díaz de Vivar rompió los términos de la capitulación, que él había pactado con Ibn Yehhaf y lo ejecutó de un modo brutal. Motivos de deseos inmoderados de poseer (codicia) y venganza fueron aludidos, por lo menos en parte.
Fueron varios los intentos Almozárabes para recuperar la ciudad, obstruídos por el Cid en las batallas de Cuarto (1094) y de Bairén (1097). El status casi real que el primitivo caballero de Vivar había alcanzado en ese momento, fue mostrado al poco tiempo, cuando sus hijas Cristina y María fueron casadas con los príncipes Navarros Ramiro y Ramón Berenguer, condes de Barcelona.
El Cid Campeador murió en Valencia el 10 de julio de 1099. Tres años más tarde, su esposa Jimena, debió renunciar a la ciudad, dada la imposibilidad de sostenerla indefinidamente frente a los Almorávides. El cuerpo del héroe fue retirado al Monasterio de San Pedro de Cardeña, en las cercanías de Burgos, donde los monjes, en forma gradual, crearon un centro de verdadero culto, con la finalidad de darle tratamiento de casi santo.
El objetivo de la evaluación de la carrera histórica de Díaz de Vivar es algo delicado debido al lugar notable que ocupa de héroe nacional. Es innegable desde todas las fuentes que fue un notable, poco común exitoso comandante en los campos de batalla, logrando victorias brillantes ante fuerzas enemigas superiores, poniendo en juego su bravura y valentía en el balance de las acciones, sin descuidar en caso alguno, la habilidad, destreza y minuciosa preparación.
Hay pocas evidencias de motivaciones religiosas detrás de su carrera, sobre todo antes de la llegada de los árabes. La fuerza que lo inspiraba parece haber tenido la necesidad de perseguir el poder y la riqueza (1). En tales sentidos, su comportamiento fue típicamente el de otros cristianos españoles de la España pre Almorávide.
La verdad en el fondo de sus luchas con Alfonso VI, es incierta, pero sería inconsiderado absolver de toda culpa al Cid mediante la atribución de las responsabilidades a ese excepcionalmente capaz monarca.
Las hazañas del Campeador no pueden decirse que hayan sido de gran contribución material a la historia de España: él no tomó parte de la mayoría de las críticas campañas de Alfonso; su más importante logro, la conquista de Valencia, probó ser efímera (2). Sin embargo, la vida del Cid echó a volar la imaginación como ningún otro español del Medioevo fue capaz de hacerlo.
Antes de cerrar este trabajo, desearía disculparme y poder transcribir párrafos del libro de Antonio Tovar “El Imperio de España” año 1941: Lo peor de Alfonso VI no era su europeísmo, sino un magro rencor que le apartó del Cid, que en tierra de moros, en Valencia, era el mejor brazo del Imperio”.
En otro lugar Tovar, como al pasar agrega: Del Cid, de quien los castellanos tenían que exclamar al verle pasar: Mi dios, que buen vasallo, si hubiese buen señor.
BIBLIOGRAFIA:
1) Ramón Menéndez Pidal, La España del Cid, año 1947 ,2) Historia Roderici Campidocti, historia anónima en latín editada por M. Pidal. ,3) De Ibn Alkama, La Conquista de Valencia, ver Levi Provenzal, “La toma de Valencia por el Cid”, Al Andalus (1948) ,4) P. E. Russell, “San Pedro de Cardeña and the heroic history of the Cid”, Revista Maedium Aevum, vol XXVII, 1958
Con información de Momarandu
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