Crónicas:»Saddam Hussein y la guerra por el dominio mundial del petróleo»
Cuando las grandes potencias occidentales comenzaban a propagar su supuesta hegemonía a nivel mundial a partir de la crisis del Este europeo, el Irak de Saddam Hussein, un país de aquellos a los que la mentalidad colonialista clasifica como ‘naciones sin historia’, se ha transformado desde la crisis del Golfo Pérsico, en un adversario de los Estados Unidos, una tempestad de guerra, muerte y conquista por la que los anglonorteamericanos tratan de controlar y dominar los pozos petroleros iraquíes.
Como decía Hegel, la ‘astucia de la historia’ juega a los políticos, incluso a los gobernantes internacionales, una mala pasada. La invasión iraquí a Kuwait ocurrió en momentos en que los Estados Unidos dependían en un cincuenta por ciento del petróleo importado para cubrir sus necesidades energéticas. El alza del precio del crudo agudizó los problemas económicos, no sólo de la nación del Norte, sino también del Japón y Europa.
El encarecimiento del precio del petróleo complica las exportaciones norteamericanas y acrecienta su déficit comercial y, aunque pueda beneficiar a los petroleros texanos y al ‘complejo militar-industrial’ norteamericano, golpea a la economía occidental en su conjunto. El vilipendiado Tercer Mundo se venga con la acción de Irak y pone al desnudo la interrelación de las naciones industrializadas con las materias primas que producen las naciones periféricas.
Vale la pena rastrear, entonces, cual es la ideología que nutre la política del jefe iraquí, Saddam Hussein, y la de su partido, el gobernante Baas o Baath (Partido Socialista del Renacimiento Arabe).
Porque la decisión de enfrentar a los Estados Unidos, aún exponiéndose a la muerte personal y la destrucción de Irak no puede entenderse, como se lo está presentando, por el resultado de una decisión arbitraria y despótica. Por el contrario, esa decisión es tributaria de una concepción política particular: la que reunió desde los años treinta, en la Gran Siria, el nacionalismo árabe, el laicismo secularizante y el socialismo basado en la cultura islámica.
Tras cuatro siglos de dominación otomana, las naciones árabes comenzaron a resurgir en esta centuria en el marco de una lucha global de las potencias imperialistas de entonces, principalmente Inglaterra, Francia y Alemania.
En ese marco surgieron clubes y asociaciones árabes, especialmente juveniles, que comenzaron a desarrollar la resistencia política y cultural de los turcos otomanos y las demás potencias imperiales. Algunos de esos grupos fueron el Club Arabe, el grupo Joven Arabe, el Partido del Pacto y de la Fraternidad Arabe, la asociación Qahtaniya, entre muchos otros.
En 1921, una revuelta popular obligó a los británicos, que mantenían un ‘mandato’ sobre Irak desde un año antes, a conceder un grado de autonomía a esa nación que había sacudido el yugo otomano en 1918.
Antes de la fundación del Partido Baas, o coexistiendo con él, se habían desarrollado varias organizaciones políticas: el Bloque Nacional (comprendía a feudales y burgueses y jefes de tribus), la Liga de Acción Nacionalista (desprendimiento de la organización anterior), el Partido Nacionalista Arabe (agrupaba a intelectuales y a jóvenes progresistas); el Partido de la Juventud (de idéntica filiación que el anterior, pero reducido en la zona de Hama), el Partido Nacional Sirio (regionalista), el Partido Comunista, fundado en octubre de 1924, y los Hermanos Musulmanes (religioso fundamentalista).
EL NACIMIENTO DEL BAAS
Entre fines de los treinta y comienzo de los cuarenta, dos intelectuales, Michel ‘Aflaq y Salah al-Bitar, dejaron sus puestos de profesores para consagrarse a la lucha política antiimperialista.
El profesor ‘Aflaq, de singular capacidad política, inspiró los pasos iniciales del Baas, le dio vida y programa revolucionario, uniendo al nacionalismo árabe, la cultura islámica, el socialismo de izquierda y el laicismo en un medio trabado en muchos aspectos por supersticiones y tradiciones retrógradas.
En medio de la Segunda Guerra Mundial, los socialistas árabes comenzaron a modelar su organización, cuyo congreso fundacional se realizó en Damasco, entre el 4 y el 7 de abril de 1947.
Eran estudiantes procedentes de Jordania, del Líbano, de Irak y de Palestina. Se congregaron en el café Rashid de Verano, en la Avenida del 29 de Mayo, y allí dieron vida al Baas, sin imaginar el papel que cubriría en la historia de Irak, de Siria y, en general, en el mundo árabe.
La apertura de la reunión había estado a cargo del profesor ‘Aflaq y la línea política fue trazada por S. Bitar. ‘Aflaq fue designado presidente de la organización; Bitar su secretario general, acompañándolos como miembros de la dirección: Sald-ad, Jalal as-Sayyid y Whaib al Ghanim. Proclamaron ‘una nación árabe’, ‘una misión eterna’, ‘un socialismo ligado a la cultura musulmana’.
Las líneas fundamentales del Baas habían sido establecidas, en 1941, en el manifiesto: ‘Movimiento de la reviviscencia árabe’, ligando la causa nacional a las luchas sociales populares y al antiimperialismo.
Las principales ideas del Baas son las de reconciliar la religión con el nacionalismo, el arabismo con el Islam, denunciando ‘el confesionalismo, el particularismo y el chovinismo local estrecho’. Alentaban la búsqueda del progreso, la libertad y la renovación política ante las viejas políticas feudales y conservadoras.
El otro principio baasista es el de la ‘unidad de la patria árabe’, afirmando que no existiría una auténtica ‘liberación nacional’ sin justicia social. Consideraban los baasistas que ‘el socialismo es una necesidad que brota de la esencia del nacionalismo árabe’.
Sin embargo, el Baas tuvo una relación accidentada, de alianzas y luchas sangrientas, con el Partido Comunista de Irak. En su accionar, fue similar al aprismo peruano de los años veinte y al peronismo argentino de los cuarenta.
SADDAM HUSSEIN Y EL NUEVO CURSO BAASISTA
El Baas fue perseguido con saña desde su fundación y debió confrontar, con otros partidos nacionalistas, principalmente las corrientes ‘nasseristas’, los grupos religiosos fundamentalistas, los comunistas y las viejas fuerzas feudales conservadoras. Hoy, uno de sus principales enemigos son los Hermanos Musulmanes que tienen su sede en Egipto y Al Qaeda, la organización de origen saudita de Osama Bin Laden.
Pero tal vez su mayor contradicción fue su diversidad de tendencias que lo llevaron, a lo largo de su historia, a la división y el fraccionalismo. Su otra rama, el Baas de Siria, actualmente en el gobierno, rompió hace muchos años con su similar iraquí.
En 1958, el Baas de Irak fue el componente más determinante en el derrocamiento de la monarquía que costó la vida del rey Faisal II, del príncipe heredero Abdull Illah y del primer ministro Nuri as Said. La primera medida del gobierno presidido por el general Abdul al-Karim Kassem fue la reforma agraria que abolió el latifundio feudal.
Pero las contradicciones internas, la personalidad del propio Kassem, la ruptura de la alianza que lo había unido al Baas, llevó muy pronto a un enfrentamiento sangriento entre el dictador aliado al Partido Comunista y el Baas.
Se produjeron las masacres de Al Mawsil, Al Basra y de Karkuk, donde cayeron decenas de baasistas. Fue cuando éstos decidieron ajusticiar a Kassem, en represalia por la muerte de sus camaradas, hecho que se produjo el 7 de octubre de 1963, en la Avenida Arrachid, de Bagdad. Entre esos cinco justicieros había uno llamado Saddam Hussein.
De allí en adelante, Hussein fue cumpliendo el cursus honorum partidario, hasta que, a principios de los años setenta, su nombre se hizo popular en Irak. Saddam Hussein fue presidente de la República, desde el 16-7-1979; primer ministro, desde el 29-5-1994, mariscal, jefe supremo de las Fuerzas Armadas, presidente del Consejo de Mando de la Revolución y secretario general del Partido Baas.
El 23 de febrero de 1996, la fracción siria se había desvinculado del Baas iraquí y múltiples divisiones minaban esta última organización.
Tal vez, el mérito mayor de Saddam Hussein fue el de articular alianzas internas que permitieron al Baas recuperar su vigencia política. En 1972 se nacionalizó la Irak Petroleum Co. y fue ratificado el tratado de amistad con la Unión Soviética. Pero, en 1978, la alianza entre el Partido Comunista y el Baas se rompió, dando lugar a nuevos enfrentamientos.
POLÍTICA, ALIANZAS Y LUCHAS
En 1979, Saddam Hussein reemplazó al presidente Ahmad Hassan al Bakr, quien se retiró del cargo, y desde allí gobierna con mano fuerte a Irak. La lucha contra los kurdos y luego la larga guerra con el Irán signarían el gobierno de Hussein cuyo punto más alto fue la resistencia iraquí en la Ciudad de Basora, a la gran ofensiva iraní que condujo luego a la paz, extenuadas las dos partes por una contienda brutal como absurda.
En el trasfondo de la conquista de Kuwait se advirtieron los otros dos hechos bélicos mencionados: la guerra contra los kurdos y contra los iraníes. Para Hussein, la búsqueda de la ‘integridad’ territorial, económica y estratégica es una de las cuestiones que lo conmueve políticamente. Su férrea posición antiisraelí y su apoyo a los palestinos también se insertan en esta concepción geoestratégica.
Las potencia occidentales, pero principalmente los Estados Unidos, lo han declarado a Hussein ‘el hombre más malo del mundo’ y George W. Bush lo incorporó a su ‘eje del mal’. Estados Unidos y Gran Bretaña se disponen avasallarlo por todos los medios. Pero lo cierto es que la crisis del Golfo Pérsico es una ‘caja de Pandora’ que si se abrió hace una década y sus nuevas contiendas bélicas pueden tener terribles graves consecuencias para la paz mundial y el oriente medio.
Del otro lado está George W. Bush que, como su padre, también presidente, es un obstinado impulsor del ‘gran garrote’ en América Latina y otras regiones, continuador armado de la política reganiana. Su estrategia actual es una operación peligrosa.
El siglo no finalizó como afirman los émulos de Francis Fukuyama, con el auge del ‘neoliberalismo’. Por el contrario, concluyó con el resurgimiento del nacionalismo revolucionario en el Este, en América Latina, en Africa y en Asia. La integración mundial del capitalismo concentrado tiene estos sobresaltos que abren perspectivas nuevas en el realineamiento mundial.
BREVE HISTORIA DE IRAK
La Mesopotamia estuvo en el centro de los imperios de Sumer, Babilonia y Asiria entre los siglos 7 a.C. y el año 100. Los árabes conquistaron el territorio 633 y dominaron hasta el siglo 13, cuando fueron conquistados por los mongoles. A finales del siglo 14, el territorio estuvo bajo poder de Timur. Los turcos otomanos invadieron después y gobernaron despóticamente entre el año 1500 y la Primera Guerra Mundial.
En 1920, Gran Bretaña intentó anexar el territorio a su imperio colonial. Emir Faisal ibn Hussein fue proclamado rey en 1921, títere de los ingleses. El país obtuvo su independencia en 1932 pero, como país fuertemente petrolero, fue presa codiciada del nazifascismo y de las potencias aliadas. Los hitleristas lograron un gobierno favorable en Irak y los británicos retomaron el control y no se retiraron hasta 1947. En el ínterin surgió en Irak un fuerte movimiento nacionalista, antibritánico y antifascista. No debe olvidarse que la Italia de Mussolini era el verdugo sangriento de Libia. Los ingleses confundieron tendenciosamente a pronazis con nacionalistas revolucionarios y persiguieron a todos, especialmente a estos últimos ya que los grupos pronazis carecían de apoyo entre los iraquíes.
Los nacionalistas llevaron a cabo la revolución, ya referida, dirigida por Kassem. Amdul Salem Mahoamé Aref organizó el gobierno e intervino en la guerra contra Israel, en 1967, en la que resultó triunfante el estado judío.
En 1968, el Baas logró el gobierno mediante una revolución que se definió como panarabismo, el socialismo y la resistencia a toda intervención extranjera. En 1979, como se expresó, el vicepresidente Saddam Hussein, asumió el gobierno republicano.
Entre los objetivos de Saddam estaban presentes la lucha contra Israel, la recomposición territorial de Irak y la implantación de un régimen político, islámico pero secular, de orientación socialista.
EN LA VORÁGINE DE LAS GUERRAS
En 1980 Irak invadió Irán en reclamo de territorios en el río Shatt-al-Arab, que divide a ambas naciones. Las potencias occidentales alimentaron la guerra Irak-Irán, particularmente los Estados Unidos, adversaria del régimen de los ayatollas iraníes. Ninguna de las dos naciones salió triunfante y las pérdidas, en vidas y bienes materiales fue cuantiosa para los dos países.
El problema del irredentismo kurdo es de antigua data. La nación kurda libra una fiera lucha, como los palestinos, por un estado propio. Los enfrenta con la autocrática Turquía, con el Irak nacionalista y, por diferencias religiosas, con Irán. En 1974, Irak intentó dar una cierta autonomía a los kurdos pero ellos reclaman la independencia.
Sobrevino la guerra en agosto de 1990, entre Irak y Kuwait, un estado ficticio semifeudal, sostenido por Estados Unidos y Gran Bretaña, para servirse de sus enormes recursos petroleros. La ONU, con fuerte presión norteamericana gobernada por George Bush padre, impuso sanciones contra Irak y cuando rehusó a abandonar el pequeño protectorado prooccidental, organizó una campaña militar.
Al mismo tiempo, grupos armados en el sur de Irak y los kurdos en el norte presentaron una amenaza para Saddam. Finalmente, Bagdad logró sofocar los levantamientos internos, en el caso de los kurdos se utilizaron gases químicos. La ONU localizó y destruyó algunas fábricas de armas químicas como, anteriormente, la aviación israelí en 1981 había destruido la central nuclear de Tamuz.
Kuwait logró, con el apoyo de los ejércitos de Estados Unidos y otros países, rechazar a los iraquíes. EE.UU. no restituyó posibilitó ninguna ‘democracia’ y los jeques semifeudales kuwaitíes volvieron a su régimen de explotación de sus pobladores, dedicándose al negocio petroleros y el lavado de dinero y el tráfico de drogas.
Irak es un ‘estado árabe’ con un estatuto de autonomía para una parte del Kurdistán ubicada en Irak, desde 1974. La zona que queda al norte de las antiguas líneas del frente de 1991 vive una situación de casi independencia desde la creación de una denominada ‘zona de protección’ para los kurdos que allí habitan, de acuerdo a los términos de la resolución 688 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada el 5-4-1991. El 4-10-1992 los partidos kurdos moderados y conservadores, Partido Democrático del Kurdistán (PDK, de Massud Barzani) y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK, de Jalal Talabani), proclamaron el Estado federal.
Sin embargo, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, una fuerza marxista revolucionaria, de fuerte implante nacionalista, mantiene una plataforma política distinta, y reclama un Kurdistán libre, con los territorios habitados por los Kurdos de Irak, Irán y Turquía. Turquía, además del genocidio armenio de 1915, donde asesinó a un millón y medio de personas, ha perseguido a los kurdos produciendo varias matanzas.
El dirigente del PTK, Abdullah Ocalan, fue apresado en una operación conjunta de las inteligencias norteamericana, griega e israelí y entregaron al líder del pueblo kurdo al estado Turco, lo que constituyó un atentado a los derechos humanos y a la causa de la liberación de esa nación martirizada.
TODO SEA POR EL PETRÓLEO
Desde 1998, Estados Unidos busca la guerra contra Irak, su invasión y apoderamiento y control de los pozos petroleros. El argumento es que Saddam Hussein es un dictador, lo que es cierto pero también Kuwait es una dictadura, amparada por Washington.
La Comisión de la ONU encargada de controlar el desarme de armamento sofisticado de Irak, fue cuestionada varias veces por Bagdad al sostenerse que miembros de esas comisiones eran en realidad espías y agentes de la inteligencia angloamericanos. Eso produjo el relevo, en dos momentos, de Scott Ritter y del australiano Richard Buttlee, jefe de la Unscom. El pedido de relevo de este último funcionario fue avalado, además de Irak, por Francia, Rusia y China.
En sus 110.000 ataques aéreos contra Irak, por parte de los anglonorteamericanos, desde finales de la guerra del Golfo, fueron lanzados 940.000 proyectiles con uranio empobrecido que ha envenenado el agua y contaminado el ambiente, produciendo toda clase de enfermedades mortales y la muerte de medio millón de niños.
Desnutrición, infecciones, tifus y cólera, causan estragos en la población y el embargo ha agravado el mapa sanitario. Varias ONG y Amnesty International han advertido que la población iraquí no está en condiciones de resistir un nuevo conflicto.
De todas maneras, Saddam Hussein tiene bajo bandera un ejército de 450.000 soldados. La invasión luego de los bombardeos de saturación anglonorteamericanos, no va ser tan fácil para las tropas de Washington y Londres. A partir de esos momentos los atentados terroristas se van a producir en las naciones centrales y es posible una sublevación del mundo musulmán cuando los invasores pongan pie en territorio iraquí.
A los ojos de Europa, principalmente Francia y Alemania, que han criticado las incursiones contra Irak, el embargo ya no sirve para nada. Asimismo, consideran que un ataque al régimen de Bagdad debe ser tomado por las Naciones Unidas y no aceptan una guerra anglonorteamericana contra Irak, sin autorización de la organización internacional.
DEL ‘ZORRO DEL DESIERTO’ A BUSH
Los ataques por divertimento contra Irak fueron comenzados por el presidente Bill Clinton quien desencadenó en diciembre de 1999 la operación ‘Zorro del Desierto’, todo para ocultar el affaire ‘Mónica Lewinsky’ y debilitar un voto de censura (impeachment) contra el presidente norteamericano. Fueron lanzados sobre objetivos militares y civiles miles de misiles crucero muriendo entre 600 y 1.600 iraquíes.
En el 2000 se puso en marcha el plan ‘petróleo por alimentos’ lo que le permitió a Bagdad exportar 5.200 millones de dólares por semestre. Hussein debió reprimir algunas sublevaciones del clero fundamentalista donde fue asesinado el ayatollah Muhammad Sadek as-Sadra Najaf.
A principios del 2001, Irak decidió no cooperar con la ONU, posición que fue revisada ahora, ante el peligro de una invasión anglonorteamericana. George W. Bush y el ‘complejo militar-industrial’, en conjunto con los intereses petroleros ya han decidido la invasión de Irak y su sometimiento por varios años. Pero ello solo desencadenará una guerra de liberación nacional en el convulsionado mapa de Medio Oriente, a los que los territorios de Europa y los Estados Unidos no quedarán ajenos.
Si llegara a caer o fuera asesinado Saddam Hussein, que es laico, se va a producir una partición y guerra en el territorio iraquí, con la entrada de los turcos en contra de los kurdos y la constitución del Estado de Kurdistán y, por otro lado, los fundamentalistas chiítas enrolados en el sector más conservador proiraní se alzará con el gobierno en medio de convulsiones, revueltas, golpes de estado y crímenes políticos. Eso quedó muy claro en la reciente reunión, de trescientos delegados iraquíes, realizada en Londres, donde los ayatollah chiítas manifestaron a kurdos y grupos iraquíes laicos, que no piensan compartir el poder. Es probable que Washington y Londres estén ahora generando nuevos Bin Laden, pero todo sea por el dominio del petróleo.
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