Riad: 8.000 millones para difundir el islamismo más sectario
Los saudíes aportaron el mayor contingente de combatientes extranjeros, 5.000 hombres, en la guerra contra los soviéticos en Afganistán; 15 de los 19 terroristas del 11-S, 115 de los 611 prisioneros de Guantánamo. Hoy los saudíes son mayoría en el colectivo extranjero del Estado Islámico que combate en Siria e Irak: 2.500 personas. Sin embargo, tras el 11-S Estados Unidos no señaló a Arabia Saudí, sino a Irán, Irak y… Corea del Norte, e invadió Afganistán e Irak.
Quince años después, Obama veta –y tiene problemas por ello– una ley para perseguir judicialmente a Arabia Saudí. La Unión Europea le comunica por carta, el 21 de septiembre, su apoyo al veto, por miedo a que desmanes occidentales puedan ser llevados a juicio: “La inmunidad de un Estado es un pilar del derecho internacional, toda excepción a ese principio se arriesga a provocar represalias de otros estados”, dice la carta.
Arabia Saudí propaga también, desde hace décadas, la versión más sectaria, misógina, homófoba, racista y antisemita del islamismo: el wahabismo. Riad se gasta en ello una fortuna: “8.000 millones de dólares anuales”, algo semejante a lo que se gasta en comprar armas o ingresa en la peregrinación a los santos lugares del Islam. Una enormidad. En España han financiado con 6,5 millones de euros el Centro Cultural islámico de Madrid (la mezquita de la M-30), y en Málaga, un centro islámico de 3.842 metros cuadrados. Así en toda Europa. La Universidad de Medina ha formado a “25.000 o 30.000 cuadros” que propagan todo eso desde hace décadas. Lo dice Pierre Conesa, ex alto funcionario del Ministerio de Defensa francés, que acaba de publicar un libro fundamental sobre la diplomacia religiosa de Arabia Saudí ( Dr. Saoud et Mr. Djihad) que ilumina el agujero negro de esta escandalosa indulgencia.
¿Cómo explicarla?
En los ochenta, Inglaterra vendió 120 Tornados al reino, el contrato Yamamah, que salvó a British Aeroespace. Una asociación descubrió que el 30% del contrato se fue en comisiones y apeló al Tribunal de Cuentas. Tony Blair vetó la investigación, así que eso viene de lejos. Hay que explicar el dañino agujero negro que es Arabia Saudí.
¿Cuál es la dualidad que expresa el título de su libro?
Ese régimen se compone de dos familias; los Saud y los Al ash-Sheij, descendientes de Abd el Wahhab. Los primeros representan la fachada de país aliado en la guerra fría, con su cohorte de cuadros sofisticados encargados de las finanzas, la defensa y el control de las élites a través de su compra. Los segundos se encargan de la dimensión integrista, con los asuntos religiosos y la educación en sus manos. Ambos se necesitan mutuamente y actúan en paralelo. En Afganistán, Occidente sólo miraba la dimensión Este/Oeste, mientras que al mismo tiempo ellos financiaban las madrasas wahabitas. Los resultados los vemos hoy.
¿Esa dualidad no es al mismo tiempo su debilidad?
Sí, cada vez que los Saud necesitan de los occidentales, tienen que dar explicaciones a los ulemas, que a cambio les piden más poder. Por ejemplo, en 1979, cuando los radicales toman la gran mezquita de La Meca y los Saud llaman a los policías franceses para liberarla, tienen que transferir más poder a los religiosos para compensar; se cierran todos los cines de Riad, se obliga a llevar velo a las mujeres extranjeras. En 1991, cuando Bin Laden propone defender Arabia Saudí contra Sadam Husein y los Saud prefieren apelar a 100.000 soldados americanos, se producen los primeros atentados que muestran el desacuerdo con la apelación a los “infieles”. Y hoy tenemos al Estado Islámico, que es un producto del salafismo que contesta a Arabia Saudí y se pone por encima de ella. Es una debilidad porque vemos cómo están siendo superados por los monstruos que crearon.
¿La diplomacia religiosa nació en reacción a Nasser?
Había en el mundo árabe un discurso muy potente contra las monarquías, así que se opuso el panislamismo al panarabismo de Nasser. Se fue a buscar a los estudiantes de la Universidad Al Azhar de El Cairo para llevarlos a Medina con becas. Años después eso tuvo consecuencias devastadoras, que nosotros conocemos bien en la zona del Sahel; hoy todos los responsables de las grandes organizaciones musulmanas de Senegal, Malí, Níger, etcétera, son gente que ha pasado por la Universidad de Medina.
¿Y qué ocurre?
Pues, por ejemplo, que el jefe del Consejo musulmán de Mali se opone al derecho familiar, discriminando a las mujeres y favoreciendo la concepción salafista. Allí estos cuadros de Medina se imponen, pueden leer el Corán mientras que los Nurid en Senegal, los Tidjanitah de Mali o los Peul no hablan árabe. Ellos se presentan como verdaderos musulmanes y partidarios de un islam igualitario, no comprometido con los regímenes locales establecidos, lo que les da una aureola revolucionaria…
Por todo eso ha habido un aumento del salafismo en toda la región subsahariana: una consecuencia de 30 años de diplomacia religiosa. Y hay una cosa que llama la atención: en los contratos que firman los becarios extranjeros de Medina figura la obligación de regresar a sus países una vez terminados los estudios. Acuérdese de la Universidad Lumumba de Moscú. La idea era crear cuadros para esparcirlos por el Tercer Mundo. Es un poco la misma lógica, pero apoyada por mucho más dinero: hasta 8.000 millones anuales, seis o siete veces lo que la URSS empleaba en propaganda en sus mejores años. Para hacerse una idea, el presupuesto anual del Vaticano del año 2011 fue de 245 millones…
¿Cuánto determina la venta de armas la política exterior de Francia?
Mucho. Arabia Saudí es nuestro mejor cliente desde hace, por lo menos, 25 años. Con la importancia de Airbus, Thalès, Dassault, etcétera, es evidente que se cuida al cliente, lo que lleva a situaciones ridículas como las lecciones que se da a Irán por cosas que son mucho peores en Arabia Saudí. Valls siempre responde diciendo que tenemos 10.000 millones en contratos con Arabia Saudí. Y además el reino ha contratado a las cuatro mayores agencias de relaciones públicas francesas para gestionar su imagen.
China también es un gran cliente y eso no impide la tontería de enviar barcos franceses a patrullar el mar de China.
Casi todo el petróleo del Golfo va a Asia. El día que los chinos metan un barco allá alegando su suministro se hablará de inadmisible injerencia. La crisis más mortífera desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha sido la del Congo: 2,5 millones de muertos. ¿Quién decide que Siria es más importante que Congo? Se nos dice que Francia tiene allí “responsabilidades históricas”. Si lo dicen por el plan Sykes-Picot, mejor sería callarse. A la opinión publica se le vende que nosotros somos el bien y ellos el mal. En la campaña electoral francesa nadie se plantea la cuestión de fondo: ¿cómo es que nuestros soldados no mueren allá mientras que aquí los civiles son asesinados? Tras los atentados de enero del 2015 todo el mundo reflexionaba sobre cómo contrarrestar la radicalización, el único ministerio que no hizo ninguna autocrítica fue el de Exteriores.
Por Rafael Poch
Con información de La Vanguardia
©2016-paginasarabes®