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El mundo musulmán también es Europa

Amira Kedier ©Madero Cubero
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Amira Kedier (Modena, 1982) es la coordinadora de la sede de Casa Árabe en Córdoba. Nos recibe una mañana soleada en el patio de la vivienda de origen mudéjar del siglo XIV que hoy acoge las oficinas y estancias de este organismo. El espacio es un oasis en el trajín de turistas que recorren las inmediaciones de la Mezquita. Pero la calma que se respira no oculta cierto ambiente enrarecido. Hace pocos días que una serie de atentados en París ha sobrecogido al mundo entero. Y en Córdoba se respira cierto aroma de histeria. Cadenas de mensajes creando alarma, el desalojo de la Mezquita-Catedral por un coche mal aparcado -la entrevista se realizó 24 horas antes de ese extraño susto- son solo algunos ejemplos. Y es por eso, en parte, por lo que Amira no duda en aceptar la entrevista. “Hay que hablar de estos temas, claro. Y de otros”, dijo al cerrar la cita con los reporteros.

La coordinadora de Casa Árabe no elude ninguna pregunta pero en sus respuestas se nota que estamos ante una licenciada en Ciencias Políticas -y especializada en relaciones internacionales- por la Universidad de Bolonia. No piensa mucho las contestaciones pero al transcribirlas se nota que mide bien sus palabras pronunciadas con un suave acento italiano.

De padre sirio y madre italiana, Amira lleva en la sangre las relaciones internacionales. Y en sus sangre siente también los desastres que asolan a su segunda patria, hundida en una atroz guerra civil teñida de fundamentalismo religioso. El mismo que ha golpeado el corazón de Europa. Y con este tema comienza la entrevista, en uno de los salones más bellos de Casa Árabe, el de sus frescos. La conversación, de media hora, versará sobre el aparente desconocimiento mutuo entre culturas, el avispero de Oriente Próximo, la presencia simbólica de Córdoba y su potencial económico.

Amira Kedier ©Madero Cubero
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Comenzamos:

PREGUNTA: Cuando ocurren atentados terribles como los de la semana pasada en París siempre pienso en quienes, como tú, estáis trabajando en proyectos conjuntos con el mundo musulmán, de acercamiento y entendimiento. Cuando parece que se ha avanzado algo, los asesinatos hacen que todo retroceda. Y vuelve el miedo al otro.

RESPUESTA: En Casa Árabe la islamofobia es solo uno de los elementos que tratamos. En el marco general, si hablamos de economía -una de las líneas de trabajo y desarrollo de la institución- estamos dando enormes pasos hacia adelante. Si hablamos de cuestiones relativas a la eficacia, calidad y buena orientación de la intervención de los estados -o que llamamos gobernanza- también estamos avanzando de manera importante. De igual forma ocurre en los temas culturales. Pero es verdad que cuando se tratan cuestiones de integración y minorías es cada vez más delicado hablar del Islam.



P: Pero la islamofobia de la que hablas o ese simple miedo al diferente, es transversal y puede afectar cualquier tema que tratéis, ya sea economía, cultura o política.

R: A veces nos damos cuenta de que, independientemente del enfoque que le estemos dando a la actividad o del público al que nos estamos dirigiendo, simplemente por estar hablando de países de mayoría musulmana o de árabes -muchas veces se confunden ambos términos- aparece, en cierta parte del público, una resistencia. Solo por llamarnos Casa Árabe ya percibimos cierto reparo. Así que, muchas veces, tenemos que ir a lo básico y explicar qué es ser árabe y qué es ser musulmán, en qué se diferencian, qué es el Islam, cuáles son los países árabes, cuáles son los musulmanes… 

P: ¿Y por qué seguimos en este punto en el que todavía hay que explicar conceptos tan básicos en pleno siglo XXI? Después de siglos de contactos y relaciones, ¿por qué seguimos tan separados? ¿Por qué sigue siendo necesario algo como Casa Árabe?

R: Fundamentalmente es por el desconocimiento, por la falta de información y de información de calidad. Desgraciadamente, el mundo árabe y los musulmanes aparecen todos los días en los medios de comunicación pero nunca por hechos positivos. Siempre hay una interpretación o una lectura de todas las regiones del mundo, es cierto. Pero en esa concretamente se generan muchas noticias negativas. Y si siempre estamos hablando de un pueblo por las guerras, atentados o hechos negativos persistirá el desconocimiento, porque no se va más allá de la información directa e inmediata. Y eso va a generar miedo porque la imagen que se tiene es una imagen de violencia.

Amira Kedier ©Madero Cubero
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P: ¿Ese desconocimiento no puede ser mutuo? Entiendo lo que dices de nuestra visión occidental que puede simplificar y terminar confuendiéndolo todo: Islam, yihadismo, atentados. Pero no sé si desde el mundo musulmán -que es enorme, amplio y diverso- también puede existir desconocimiento con respecto a la manera de entender el mundo que tiene la cultura occidental y que, en general, permite lecturas radicales como las de Charlie Hebdo y las caricaturas de  Muhammad.

R: Aquí se plantea una cuestión que es fundamental aclarar desde el principio. El mundo musulmán no es algo ajeno; el mundo musulmán está aquí, hay musulmanes en Europa y somos europeos. Quienes cometieron los atentados de París eran franceses. No podemos pensar siempre que esto es algo que viene de fuera y que no nos afecta y no nos pertenece. Tenemos que tener claro que el Islam también es Europa. Y viceversa. Empezando desde este punto de vista, desde este enfoque, muchas cosas podrían cambiar. Porque si siempre nos relacionamos con el Islam como algo ajeno, algo que viene de fuera, algo relacionado con los inmigrantes, nunca llegaremos a una integración plena. Y esa es la base fundamental de los problemas de hoy en día en buena parte de Europa.

P: Pero estamos hablando de personas que pertenecen a la segunda o tercera generación, son los descendientes de aquellos primeros inmigrantes. Y hablamos de países como Francia que tiene una relación histórica con el Magreb y África muy estrecha. ¿De verdad que estamos solo ante un problema de integración? ¿No hay algo más?

R: Es un conjunto de muchas cosas. Lo que más me ha sorprendido de las reacciones a los atentados de París ha sido esa necesidad que ha tenido la mayor parte de la población de ponerse una etiqueta. Je suis Charlie. Todo el mundo, de repente, es Charlie. Pero vamos a ver, cómo podemos interpretar unos hechos tan tremendos -eso es imposible obviar- y complejos de analizar, simplemente diciendo que todos somos Charle. Hay que verlo por partes, descodificarlo, entenderlo. Un atentado es un atentado, es un crimen violento que hay que condenar. Sobre eso no hay discusión. No cabe la menor duda. Pero si queremos analizar quiénes eran los terroristas, qué les movía, cuál era su contexto personal y social, necesitamos más de media hora. Y es que vivimos en una comunidad de redes sociales y medios de comunicación y manifestaciones donde imperan los mensajes inmediatos, cuando lo que yo creo que hay que hacer es parar un momento y reflexionar. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha pasado? E ir un poco más allá.

P: En vez de eso, parece que entre todos estamos cavando aún más la trinchera que nos separa y protege del otro. Ya se habla de limitar los movimientos de determinadas personas, de recortar determinadas libertades… Estos atentados nos distancian todavía más.

R: Vuelvo a lo de antes. Esa necesidad -lo digo entre comillas- la que cada uno ha de tomar una decisión y elegir entre si se es Charlie o un terrorista, en realidad no existe. Yo por ejemplo, puedo ser una persona que no estaba de acuerdo con lo que hacía Charlie Hebdo pero que tampoco lo está con los atentados violentos. Incluso se le ha pedido a los musulmanes que hiciesen gestos para distanciarse de los hechos ocurridos en París. ¿Pero dónde está escrito que simplemente por ser musulmán tenga uno que estar a favor de lo que ha pasado? Pero insisto, estos no son hechos que se pueden responder o discutir en 24 horas y que permitan a los políticos dar respuestas claras, evidentes, tajantes e inmediatas. Cualquier tipo de medida que -sin duda- se tome hay que pensarla muy bien.

Amira Kedier ©Madero Cubero
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P: Los musulmanes son quienes más están sufriendo el yugo de los fundamentalistas violentos en países como Siria, Irak o Nigeria, donde se ha denunciado que las milicias de Boko Haram ha asesinado hace unos días a 2.000 personas.

R: Sí y nadie ha dicho “soy nigeriano” en las redes sociales… Lo que está pasando en Siria o Irak es cierto está, en parte, desencadenado por grupos islamistas radicales cuyas primeras víctimas son población local que puede ser musulmana o no, pero que desde luego es población civil. A nivel internacional, es cierto que la visibilidad la tienen estos grupos violentos. El problema es que a nivel internacional -hoy en día y a pesar de la integración y la normalización de los musulmanes fuera de los países musulmanes- tras los hechos de París o las manifestaciones de Alemania o declaraciones de Italia, se hace un poco más difícil ser musulmán. Y eso se ve en la vida diaria. Tal vez si eres español y no tienes nombre árabe nadie te va a identificar con tu religión; pero si llevas un nombre que, de alguna forma, pueda hacer pensar que eres de origen musulmán, te empiezan a mirar con ojos diferentes.



P: Has vivido en Siria. ¿Alguna vez imaginaste el grado de barbarie a la que se ha llegado en la guerra? A pesar del régimen de Bashar al- Asad se lo tenía, en general, como un país con nivel considerable de cultura, educación, sanidad…

R: Yo soy medio siria y de pequeña he pasado allí mis vacaciones a menudo. Y cuando estalló la revolución, yo estaba viviendo allí. Nadie creía entonces que iba a pasar lo que ha pasado. Pero es que tampoco pensábamos que aquello que se llamó la primavera árabe de Túnez o Egipto pudiese ocurrir en Siria. La sensación general era que Siria nunca se vería tocada por esa ola. Pero tocó. Por una serie de razones que caracterizan a Siria a nivel geopolítico y de estructura del país, lo que empezó como una revolución se ha terminado desarrollando de una manera completamente diferente en relación con los países que citaba antes como Túnez o Egipto. Pero es que lo que está pasando ahora está sencillamente fuera de control. Yo me fui de Siria en mayo de 2011 y desgraciadamente ahora es un país dividido donde no sabemos lo que va a pasar.

P: ¿Qué tipo de guerra se está dando allí? Parece una guerra civil con múltiples frentes, razones religiosas…

R: Una cosa es una guerra civil y otra un enfrentamiento religioso. Y no podemos decir que todo se dé en el mismo momento y en el mismo sitio. Si queremos hablar de enfrentamientos ideológicos -por no decir estratégicos- en Oriente Próximo en general, sí vemos que en los últimos años se ha ido creando una brecha cada vez más profunda entre el mundo musulmán suní y chií que en algún que otro momento influyen dentro de las dinámicas políticas y de estabilidad de la región. Pero si hablamos de los enfrentamientos en Siria, la religión tiene muy poco que ver: hablamos de conquista de territorios y recursos energéticos. Y en Siria, pues ya lo sabemos, los grupos yihadistas más relevantes son el Daesh (el ISIS en árabe) y Jabhat al-Nusra y luego tenemos al Ejercito Libre, activo sobretodo en el noroeste del país, y el Ejercito Nacional que actúa en las zonas bajo control de Damasco o de lo que queda de la nación.

P: Desde los asesinatos de París, hay un clima enrarecido. Y parece estar calando en los políticos pero también en el pueblo. Incluida Córdoba.

R: Yo no soy alarmista. No tengo datos pero no creo que Córdoba pueda ser un objetivo sensible. Otra cosa es que, por seguridad nacional, se haya decidido subir los niveles de seguridad. Pero no tengo ningún tipo de sentimiento de miedo.

Amira Kedier ©Madero Cubero
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P: Córdoba es un símbolo casi mítico dentro del mundo musulmán, icono de una de sus épocas de mayor esplendor. Y de alguna forma, el Ayuntamiento, los empresarios, los comerciantes y vosotros mismos estáis tratando de aprovechar ese simbolismo para abrir la ciudad a un nuevo mercado económico, el mercado halal, destinado a los consumidores musulmanes.

R: El concepto de Alianza de Civilizaciones hablaba sobre todo de valores. Y algunos pueden ser hechos. Sin duda, Córdoba tiene, en el imaginario colectivo occidental y de las comunidades musulmanas, ese valor positivo y emblemático. Es un activo que la ciudad tiene y que que debe de rescatar de cara al futuro. Como ciudad puente entre oriente y occidente, de unión también con América Latina. Córdoba está muy bien colocada geográficamente y ese es un elemento que juega a favor del desarrollo de la ciudad. Estamos tomando medidas en ese sentido. El desarrollo del cluster halal en Córdoba tiene el valor añadido de que, simplemente, se da en Córdoba. Una ciudad emblemática. Ninguna otra podría aportar nada igual.

P: Los políticos, los empresarios en general, ¿son ya conscientes del potencial que se puede abrir a la ciudad?

R: Casa Árabe está compuesta por un consorcio en el que también participa el Ayuntamiento de Córdoba. Por lo tanto, apoyamos y respaldamos cualquier actividad del Ayuntamiento que tengan alguna conexión con el mundo árabe o musulmán. Aunque no hayamos estado presentes como miembros activos en el proceso de creación o estudio siempre, se ha contado con nuestra asesoría y participación en los distintos momentos. Habiendo participado yo en primera persona en los diferentes actos y reuniones que se han celebrado, lo que sí veo en las calles es mucho interés hacia todo lo relacionado con la palabra halal. En las actividades de este miércoles, contamos con la participación de más de 80 empresas. Y no todas de Córdoba. Hoy en día, tal vez por lo que se ha ido sembrando, hay muchísimo interés hacia ese potencial de consumidores que nos puede beneficiar tanto como exportadores de productos, como por receptores de turismo.

P: ¿El debate que se vive en Córdoba con el tema de la Mezquita-Catedral puede ser un impedimento para proyectar esa imagen de concordia y convivencia entre culturas con la que se busca posicionar a la ciudad dentro de la economía halal?

R: El posible debate sobre una cuestión más o menos sensible para el público musulmán no debería de afectar en nada la implementación de un desarrollo estrictamente económico. Aunque es obvio que, cuanto más acogedora sea una ciudad, mejor.

P: Pero mientras tanto, los negocios son los negocios.

R: Exacto (risas)

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P: Pero volvamos al tema del desconocimiento que tenemos del mundo musulmán que tratamos antes. ¿Será la economía capaz de superar esa brecha? Por algunos comentarios que se pueden leer en este periódico cada vez que publicamos noticias sobre lo halal, además de ignorancia, en algunas personas parece haber simple miedo.

R: El hecho de que vayamos desarrollando estrechos lazos económicos con una cultura diferente y con consumidores diferente; unido al hecho de que estamos recibiendo cada vez a más turistas de esas otras culturas, sin duda ayuda a quitar ciertos miedos y sobrepasar determinadas barreras. Ese es también trabajo de Casa Árabe: dar a conocer y promover unos lazos y puentes reales y concretos que sirvan para dar pasos más allá desde un punto de vista cultural y económico. Y cuando hay buenos negocios entre las personas, normalmente nunca hay problemas culturales.



P: Ese acercamiento para conocer al otro tiene que empezar desde la infancia, con la educación.

R: La educación lo es todo y en cualquier ámbito. Si nos criamos en el miedo, siempre seremos miedosos. Si nos criamos en la inquietud de querer conocer a los otros, no solo árabes y musulmanes, seremos mucho más felices. Es imposible conocer todas las culturas pero sí a las que tenemos más cerca. Eso sería importante.

P: ¿Pero no crees que incluso ahora estamos ahondando en esa misma ignorancia que nos ha llevado a este punto?

R: No. La realidad te lleva a cambiar sí o sí. Yo fui la primera niña en mi ciudad que pidió por primera vez en el colegio un menú sin cerdo en el comedor. De repente, mis compañeros vieron a una persona que tenía una comida diferente a la suya. Y eso nunca supuso un problema. Y después de mí llegaron miles de niños con el mismo requerimiento. Eso se ha normalizado. Es decir, cuando en una clase te encuentras con niños procedentes de diferentes países y culturas distintas, el sistema va a tener que cambiar el discurso de manera obligada porque te lo demanda la imagen que tienes delante. O eso espero.

Amira Kedier ©Madero Cubero
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P: Y aun así, seguimos con debates en el ámbito de la escuela sobre la presencia del hiyab, por ejemplo.

R: Pero no es cuestión de valores, sino de políticas que se vayan adoptando.

P: Ni tampoco se van a encontrar las soluciones de hoy para mañana.

R: No, pero cada vez es más necesario que se encuentren. Tenemos que evitar poner etiquetas a la gente. Por ejemplo, esa de los inmigrantes de segunda, tercer o cuarta generación. Simplemente porque sus abuelos, bisabuelos o tatarabuelos fuesen extranjeros, a sus descendientes le hacen llevar esa carga que les hace sentir ajenos y diferentes. Si queremos ir a una integración plena, tenemos que ir cambiando de vocabulario también.

Por Manuel J. Albert
Con información de Cordópolis

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