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Irak acude a la cultura para recuperar su aureola

Bailarines durante el acto de inauguración en el teatro Al Khalima. | Afp
Bailarines durante el acto de inauguración en el teatro Al Khalima. | Afp


Faysal Yasiri y Mohamed Shukri
 comparten muchas cosas. La historia que atesoran. Su carácter iconoclasta y sobre todo, el sentido del humor. Sentado en la antigua residencia de un primer ministro que pretende reconvertir en escenario de su próxima grabación, Shukri señala hacia el gallo que no cesa de cacarear y pregunta: «¿sabe usted porque grita tanto?». Ante el gesto de extrañeza del visitante, el realizador responde.

-«¡Por qué a él también le han torturado!».

Después, quien dirigiera a Oliver Reed en La Gran Cuestión (1983), muestra una serie de viejas fotografías en color sepia de los sucesivos «hombres fuertes» de Irak. Del rey Ghazi a Sadam Hussein, pasando por el recordado Abdel Qarim Qassem. «Los iraquíes somos así, cuando aparece un dictador, cambiamos el retrato y listo», afirma con una amplia sonrisa.

Tanto Shuqri como Yasiri personifican la historia más reciente del cine iraquí. Ellos fueron las figuras principales de una industria que no alcanzó nunca el desarrollo de la verdadera capital cinematográfica del mundo árabe, Cairo, pero que junto a literatos y artistas de toda suerte venía a simbolizar el ingente legado cultural que atesoraba ese país.

Por ello, el declive del cine iraquí en la década de los 90 –bajo los devastadores efectos del embargo- fue un alegato del eclipse cultural de esa nación, que acabó en extinción absoluta ante la catástrofe que sufrió el país a partir del 2003.

Por eso mismo, el regreso de Shuqri –que precisamente fue el director de la última película que se hizo en Irak, ‘El rey Ghazi’ (1994)- y Yasiri a la producción cinematográfico constituye todo un símbolo para una nación que ha recurrido a la cultura para intentar borrar el estigma de la brutal guerra civil que todavía sigue azotando su territorio.

La inauguración el sábado pasado del año en el que Bagdad ejercerá como capital cultural del mundo árabe se ha convertido en un acicate para que las autoridades locales dediquen un ingente presupuesto de 388 millones de euros a la promoción de las actividades artísticas en la primera villa del país entre las que figura la subvención de al menos 21 filmes y documentales.

Resurección cultural

 

El primer acto de Bagdad Capital Cultural 2013 contó con la participación del renombrado músico local Naseer Shamma y la presencia del primer ministro, Nuri al Maliki, que se refirió al esfuerzo de su país por abandonar los años más sombríos de su reciente historia. «Bagdad, que fue la fuente de conocimiento para todo el mundo, se está levantando de nuevo», dijo.

El plan de promoción cultural apadrinado por el equipo de Maliki para los próximos meses incluye desde conciertos a festivales literarios, exhibiciones artísticas, conferencias o la instalación en la ciudad de 3 obras del fallecido escultor Ghani Hikmat.

Pero la resurrección que anunció Maliki se enfrenta a la persistente inseguridad que azota al país –y por ende a la urbe-, el azote de la corrupción y el penoso estado de las actividades culturales, arrinconadas por la terrible guerra civil que sufrió el país tras la invasión del 2003.

Irak llegó a tener 82 cines, 64 de ellos en Bagdad. Nombres como el Semiramis, el Roxy o el King Gazhi que los más viejos siguen asociando a la aureola intelectual que todavía mantenía la ciudad árabe en los años 50. «Ir al cine era una cosa seria. Nos limpiábamos los zapatos. Nos colocábamos nuestros mejores trajes. Ya ve, en vez de avanzar hemos retrocedido como los cangrejos», apunta Shukri.

Al igual que la industria cinematográfica, el embargo primero y, más tarde, la invasión del 2003 acabó literalmente con todos los cines de la capital. El famoso cine Atlas es ahora una galería comercial y los Estudios Bagdad, el primer centro de grabación que se inauguró en el país en 1948, ejercen como un almacén de tabaco. «Sólo quedan 7 y todos son salas pequeñas», apunta Yasiri. Una suerte similar a la que sufrieron otros enclaves culturales como las galerías de arte. De las 20 que tenía la ciudad sólo quedan cuatro.

Yasiri, realizador entre otros muchos títulos de «La Cabeza», el primer filme en tecnicolor de la historia local, admite que la cultura no podía ser una prioridad cuando desde el mismo despacho con vistas al Tigris en el que recibe al periodista «veíamos pasar flotando los cadáveres» en el 2006. «Hemos pagado un precio enorme», añade.

Volver a rodar

 

Quién también fuera máximo responsable de la televisión del régimen de Sadam Hussein durante algunos años y es propietario ahora de la televisión Al Diyar, regresa a la realización cinematográfica con una película que precisamente aborda a través de la historia de una fémina la atroz guerra que ha sacudido al país en estos últimos años.

’Bagdad, mi sueño rosa’ (ese es el título de la cinta) es un alegato contra el sectarismo y una reivindicación del papel de la mujer, que ha sido la que más ha sufrido en estos años», afirma.

La película, situada en el Irak de finales del 2007, reúne a protagonistas de muchas de las múltiples confesiones que proliferan en la nación árabe. «Una mujer es cristiana, otra mandea, otra suní y otra shia. También quería que el filme reflejara el sufrimiento de la clase media, porque los pobres lo pasaban mal con Sadam y también ahora, pero la clase media ha sido una de las más perjudicadas porque de pronto no sabías ni quien era tu amigo ni quien tu enemigo», observa.

Para Yasiri el retorno de la producción cinematográfica y el mismo Bagdad Capital Cultural Arabe es una manera «de dar esperanza a los iraquíes». «Soy optimista, no descarto que volvamos a la guerra civil a causa de los políticos que tenemos, pero la gente esta harta del conflicto», dice. Shukri también confía en lo que llama sabiduría popular. «Aquí tenemos un dicho: el iraquí es capaz de ver a través del yogurt. No creo que nos engañen más», apunta.

Sin embargo, admite también que el filme que acaba de comenzar a rodar («Placeres y dolor») es un retorno al pasado «cuando se vivía mejor» y no oculta que él mismo sigue viviendo en Jordania, a donde se «exilió» en el 2003.

El Ministerio de Cultura ha destinado con casi 5 millones de dólares a la financiación de filmes y documentales durante este año, una cantidad ínfima para los presupuestos que se manejan en Hollywood, pero descomunal si se recuerda que entre el 2004 y el 2012 el gobierno iraquí sólo dedicó 34.000 dólares a la producción cinematográfica.

En declaraciones a la prensa local, Kassim Salman, director del departamento cinematográfico y teatral del Ministerio de Cultura, declaró que estas nuevas producciones representarán «un nuevo comienzo para el cine iraquí y esperamos que la producción cinematográfica pueda alcanzar el nivel que tenía en el pasado».

Por Javier Espinosa
Con información de El Mundo

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