"La patera se olvida, pero el desprecio jamás"
No todo fueron despachos ni siempre se escuchó su voz con la autoridad que hoy suena. No en vano, Mohammed Dahiri, doctor en Filosofía y Letras, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, máster en migraciones internacionales y docente de la cátedra de la Unesco sobre resolución de conflictos, fue obligado a dejar Marruecos debido a la persecución que sufrió por ser portavoz sindical de la Unión Nacional de Estudiantes Marroquíes (UNEM) en la Universidad de Marrakech. Llegó a Jerez de la Frontera a los 23 años, en 1991. Ha sido, entre 2005 y 2011, coordinador general del Área de Bienestar Social del Ayuntamiento de Córdoba y es una de las voces más autorizadas para hablar del fenómeno de la inmigración en el Estado. Estos días visita Bilbao en el marco del VII Congreso Internacional de Migraciones.
¿La inmigración es un problema?
No, claro que no. Pero mal gestionada, puede plantear problemas. El hombre ha sido nómada desde el comienzo de los tiempos.
¿Qué duele más, la patera, el desarraigo o el desprecio?
La patera se olvida una vez que consigues regularizar tu situación e incorporarte al país que llegas; el desarraigo se supera intentando adaptarte al nuevo contexto social, cultural, lingüístico, político e incluso gastronómico, pero el desprecio ni se olvida ni se supera jamás.
¿Cómo lo percibe el inmigrante?
Como una injusticia, una falta de comprensión y un esfuerzo de adaptación no correspondido.
¿Por qué hace falta un esfuerzo de convivencia de quienes los acogen?
Porque el derecho a la inmigración es un derecho humano garantizado por los tratados internacionales. Y porque es lo mismo que se les pedía a Alemania o a Francia cuando eran los españoles quienes salían en busca de oportunidades.
¿Qué decirle a quien, en tiempo de crisis, ve al inmigrante como una amenaza?
La responsabilidad es de la política, es quien debe explicarlo.
¿Explicar qué?
Que los inmigrantes, los diferentes, los otros, no son responsables de los males de la sociedad en momentos de crisis. Ellos no han creado el paro. Lo ha provocado una globalización salvaje y una economía neoliberal sin escrúpulos. Y el inmigrante es la primera víctima.
¡Alto ahí!
Ya sé lo que dicen. Pero hay estudios del SUP que demuestran que se han contabilizado detenciones de inmigrantes en situación irregular o en las vallas de Ceuta y Melilla, de gente sin documentos o sin domicilio fijo. Hay un 12% de población extranjera en España y un porcentaje similar de delincuentes. Pero la delincuencia ya existía antes de que llegase la inmigración, que quede claro.
Vayamos a otro tópico: quitan puestos de trabajo…
La realidad se impone frente a los grandes, y falsos, titulares. Hay informes elaborados por la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el BBVA, la Caixa, o el Círculo de Economía de Barcelona que, sin la ayuda inmigrante, España hubiese entrado en la crisis mucho antes de lo que lo ha hecho.
Explíquese.
Con sus cotizaciones han incidido al 50% del incremento del PIB en los últimos cinco años. La inmigración ha tenido un impacto positivo sobre la renta per cápita, tanto a través del porcentaje de población en edad de trabajar como sobre la tasa de empleo de la economía en la última década.
Se benefician de ayudas sociales con grandes ventajas con respecto a lo que cotizan
Esa suposición generalizada no es verdad. Los inmigrantes cotizan a la Seguridad Social unos 8.000 millones de euros y reciben pensiones por valor de 400 millones. Esa es la realidad. En muchos casos, el país de acogida no da nada al inmigrante. Es más, se beneficia de su formación sin pagar un centavo.
¿En qué espejo mirarse para mejorar?
El Estado español es bueno. ¿Acaso todos hablan el mismo idioma?; ¿acaso son todos del Real Madrid y el Barcelona?; ¿acaso todos tienen el mismo sentimiento de pertenencia? No. Y, sin embargo, se hace un esfuerzo por la convivencia.
Hay quien habla de guetos, de un no deseo de adaptación.
Cuando uno hace el esfuerzo y no se ve correspondido surge la necesidad del refugio con los tuyos. Y ahí aparecen los locutorios, los bares de un compatriota, las mezquitas… Es una forma de protección, pero es verdad que hace falta otra actitud por ambas partes.
Por Jon Mujika
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