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Cristo: Rey, Sacerdote y Profeta

Jesucristo

Uno de los acontecimientos simbólicos más notables de la tradición cristiana es incontestablemente la historia de los tres «Reyes Magos« «venidos de Oriente» para rendir pleitesía a Jesús y llevarle «oro, incienso y mirra». Es ante todo significativo que uno de estos tres reyes ostente el nombre de Melki-or (literalmente, en hebreo, «Rey de la Luz»), cuya raíz es la misma que Melki-Tsedek (o Melquisedec). René Guenon es formal a este respecto: «El nombre de Melquisedec no es otra cosa que el nombre bajo el cual la función misma del «Rey del Mundo» se encuentra expresamente designada en la tradición judeo cristiana». Este nombre tiene una relación cierta con el centro espiritual supremo, el Agarta. Además Guenon añade: «La tradición judeo-cristiana distingue dos sacerdocios, uno «según la orden de Aarón», el otro «según la orden de Melquisedec»; y este es superior a aquel, como Melquidesec mismo es superior a Abraham, del cual nació la tribu de Levi y, por consiguiente la familia de Aarón».




La superioridad del «orden de Melquisedec» sobre Aarón proviene del hecho que Melquisedec es el «Señor de la Paz y de la Justicia», es decir, que acumula el poder real y la autoridad sacerdotal, siendo a la vez rey y sacerdote. La Paz y la Justicia son, en efecto, los ideales respectivos de la autoridad espiritual y del poder temporal. El sacerdocio cristiano se identifica con el sacerdocio mismo de Melquisedec, siguiendo la aplicación hecha por el Cristo de uno de los Salmos: «Tu es cucardas in aeternum sucundum ordinem Melchissedec». es preciso relacionar con esto el hecho revelador de que Cristo nació de la tribu real de Judá y no en la tribu sacerdotal de Leví.

De todo esto desemboca que Cristo es al vez rey y Sacerdote, y también Profeta, ya que el Profeta es precisamente aquel que reúne en sí poderes, el poder temporal o real (que corresponde a la realización horizontal que hemos evocado en nuestro análisis del simbolismo de la cruz) y la autoridad espiritual o sacerdotal (que corresponde a la extensión vertical). La dignidad crística es pues la del «Hombre Universal», a la que los musulmanes llaman precisamente el «Profeta«. Esta dignidad es conferida al cristo, desde su nacimiento, por los enviados del Agarta que son los «Reyes Magos», de forma que Cristo es por esto mismo una representación del «Rey del Mundo» y el cristianismo una emanación perfectamente ortodoxa de la Tradición Primordial.




A propósito de los «Reyes Magos», Guenon escribe: «El Mahanga ofrece a Cristo el oro y lo saluda como «Rey»; el Mahatma le ofrece el incienso y lo saluda como «Sacerdote»; por fin el Brahatma le ofrece la mirra (el bálsamo de incorruptibilidad) y lo saluda como «Profeta» o Maestro espiritual por excelencia. El homenaje así rendido al Cristo naciente, en los tres mundos que son sus dominios respectivos, por los representantes auténticos de la Tradición Primordial, es al mismo tiempo, nótese bien, el signo de la perfecta ortodoxia del cristianismo respecto a ésta».

Por D.Cologne

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