Matar elefantes y osos por placer
Juan Carlos de Borbón, que dice trabajar de rey de España. En secreto se fue a matar elefantes a Botsuana con tan mala suerte que se quebró la cadera. Antes había hecho otros viajes secretísimos con el mismo fin. Ahora se conocen por el accidente real. La condena ha sido enorme en todo el mundo. La prensa que está al servicio del monarca y su familia salió en su defensa alegando que irse de cacería era un asunto que «pertenece a la esfera privada de las personas».
Y en mala hora, el diario El País la justificó en un editorial diciendo que Juan Carlos tenía derecho a gozar de días de asueto. Olvidan sus corifeos que quienes están al mando de las instituciones de un país deben dar ejemplo, más si se trata de uno donde, se supone, rige el sistema democrático. Y no lo es irse a matar elefantes (y a hurtadillas) cuando la comunidad internacional busca protegerlos, entre otras cosas, por lo que representan para la diversidad del planeta.
Cabe mencionar que quienes abogan por la caza de especies mayores alegan que ésta no es un problema de conservación, sino de imagen; que la de elefantes está regulada y permitida en Botsuana, Namibia, Sudáfrica y Zimbabue, previo pago de elevadas sumas; que el número de paquidermos aumenta, y que su enemigo principal es la caza ilegal para comerciar con el marfil de los colmillos.
El costo del último viaje real fue de unos 100 mil dólares e incluye los cerca de 30 mil del permiso para matar a un elefante. Agréguese lo que se erogó por traer de regreso al accidentado e intervenirlo quirúrgicamente. Gastarse tanto dinero en un «viaje de placer» de apenas tres días ofendió a la inmensa mayoría de sus compatriotas, que la están pasando mal con la crisis económica, el desempleo, la baja en los salarios y las pensiones, los recortes en educación, ciencia, cultura, salud pública. Y cuando del dinero público vive la llamada familia real, con sus pompas y circunstancias. Pero no echemos más gasolina al fuego: el rey viajó a su aventura de muerte en Botsuana invitado por su amigo Mohamed Eyad Kayali, acaudalado empresario sirio que representa los intereses de la casa real de Arabia Saudita en España.
El desprestigio de ese «viaje de placer» alcanzó a una de las organizaciones ecologistas más influyentes y que batalla por proteger los elefantes: la WWF, la que tiene al oso panda por emblema. Su filial española nombró a Juan Carlos en 1968 presidente de honor. Ante el alud de críticas que ha recibido, la WWF le sugirió que renuncie a ese cargo. ¿Acaso en la WWF no sabían que el monarca lleva décadas matando osos, elefantes y otras especies emblemáticas lo mismo en Rusia que en Rumania y África? La WWF, fundada en Inglaterra en 1961, considera la caza como algo a veces necesario para el mantenimiento del medio rural o de los ecosistemas. Pero está en contra de la de elefantes y de la comercial y deportiva de especies emblemáticas y en extinción.
El monarca que en una cumbre iberoamericana sugirió al presidente Hugo Chávez que se callara, hoy no puede silenciar el rechazo y la indignación de la opinión pública por su papel de cazador y por sus dispendios. Mal debe de andar de la cabeza quien a sus 74 años se divierte y siente placer al matar elefantes y osos. ¿Es él, como se asegura oficialmente, quien mejor representa a España en el mundo?
Fragmento de un artículo de Iván Restrepo
Fuente : La Jornada
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