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Falsas indemnizaciones solventaron usurpación Palestina tras la IIGM

En noviembre de 1963, el nuevo ministro de Finanzas, Dahlgrün, dijo ante el Bundestag que las indemnizaciones ya pasaban de los 40.000 millones de marcos. Un año después, al anunciarse que Alemania iba a dar punto final a tales reparaciones, Nahum Goldmann, presidente del Congreso Mundial Judío, se presentó en Bonn en el mes de diciembre.

Poco después de su llegada convocó una conferencia de Prensa y dio unos «consejos» a la República Federal para que no se viera en dificultades con la «opinión pública mundial». Uno de esos consejos fue el de que la Alemania Federal ayudara a los judíos de los países orientales emigrados a Israel a partir de 1953. Hasta la fecha sólo recibían indemnizaciones los que las habían solicitado antes de 1953, por eso Goldmann pedía para los nuevos 180.000 judíos el modesto óbolo de mil millones de marcos (15.000 millones de pesetas). De lo contrario afirmóse borraría por completo la «buena impresión» que habían causado entre los judíos las anteriores donaciones. El Gobierno alemán concedió dicha cantidad y una propina, todo por un total de 1.200 millones de marcos.

En marzo de 1965, Nahum Goldmann pidió al ministro de Finanzas, Dahlgrün, otra indemnización suplementaria por 4.500 millones de marcos. Por último, el 26 de mayo aprobó el Bundestag la cláusula final de la Ley de Indemnizaciones. Dahlgrün aprovechó la ocasión para dejar bien claro que hasta ese momento la Alemania Federal había abonado 28.000 millones de marcos, y que aún le quedaban por entregar otros 17.000 millones. Es decir, que Alemania está pagando 45.000 millones de marcos (675.000 millones de pesetas), a cuenta principalmente de la leyenda de los seis millones de muertos.


Lo más curioso es que en los medios sionistas se habla de que la URSS posiblemente dejará salir de su territorio a tres millones de judíos muchos de los cuales, según la propaganda, fueron transformados por los nazis en pastillas de jabón, con lo cual las indemnizaciones seguirían aumentando «ad infinitum».

La mayor parte de estas inmensas sumas la reciben los judíos a través de dos canales. Uno es el acuerdo concertado entre la República Federal e Israel en 1952, y el otro es el estipulado por Bonn y la «Conference on Jewish Material Claims against Germany».

Teniendo en cuenta que en 1939 la judería de toda Europa apenas llegaba a los seis millones de seres, es indudable que si ciertamente hubieran sido exterminados hoy se habría ahorrado sus pagos la Alemania Federal.

Aunque pudiera admitirse la reparación individual de los judíos perjudicados, resulta mucho más dudosa la de Israel. Por eso Austria se ha negado a dar un solo céntimo, ya que, como indicó su ministerio de Finanzas, para indemnizar a Israel «faltan las bases jurídicas, ya que este Estado no existía aún durante el dominio del nacionalsocialismo, por lo cual tampoco pudo ser perjudicado en el territorio de la República de Austria». Por otra parte, de los dos millones de judíos israelíes más de la mitad no tuvieron nada que ver con Alemania, ya que proceden del Norte de África y de Asia.

Sabido es que Israel fue creado en 1948 mediante un acto de violencia, y el millón de árabes expulsados no recibieron un solo céntimo por ello.

Raro es el día en que no habla la Prensa de las maravillas del «vergel israelí», que antes sólo era un erial habitado por árabes piojosos. Únicamente se silencia que los capitales invertidos proceden de los Estados Unidos y de Alemania. Si han podido crear o reformar 30 ciudades y 450 colonias aldeanas se debe, por tanto, a los 7.000 millones de dólares recibidos del extranjero. Cincuenta buques mercantes, por un total de 450.000 toneladas, y entre ellos esa maravilla que es el «Theodor Herzl», han sido dados gratuitamente a Israel por los alemanes. Otro tanto ha sucedido con los equipos para 500 empresas industriales.

Como a pesar de todos los israelíes viven por encima de sus posibilidades y su balanza comercial arroja un déficit anual de 23.000 millones de pesetas, Nahum Goldman confesó en 1964, (diario «Le Mondé» del 4 de febrero), que «es principalmente gracias a las divisas alemanas cómo Jerusalén ha podido eliminar los déficits crónicos en su balanza de pagos».

Sólo olvidó decir que, los israelíes mantienen un ejército de 250.000 hombres frente a los 240.000 de todos los países árabes.

Así es como se ha renovado aquella simbiosis observada por Pío Baroja entre el mono germánico y la pulga judía. Y de ella se han derivado infinidad de casos lamentables.


En la Ley de Indemnizaciones de 1956 se especificaban los requisitos necesarios para solicitar una pensión como «víctima» de los nazis. Pero varias disposiciones posteriores fueron reduciendo las pruebas correspondientes, bastando a menudo con una simple declaración jurada. Estas facilidades excitaron de tal modo la codicia de algunos de los hijos de Israel, que muchos de ellos enviaron peticiones a nombre de difuntos para vivir de éstos. El Gobierno alemán apenas prestó atención al principio. Pero si el apetito es desmesurado, 675.000 millones de pesetas tampoco dan mucho de sí. Por eso, en los últimos tiempos, las autoridades federales examinaron más detenidamente las solicitudes. Se descubrieron numerosos casos de estafa y como recogió en marzo de 1965 el semanario «Deutsche National Zeitung» unas 20.000 peticiones de indemnización de ciudadanos israelíes quedaron bloqueadas.

Hoy resultaría imposible averiguar las cantidades que se han sacado fraudulentamente al contribuyente alemán. Pero en 1964 la Policía descubrió un caso sumamente curioso. Hace unos diez años regresó a Viena de la que había emigrado en 1938 el judío Hans Deutsch. Su maleta, como abogado especialista en indemnizaciones, estaba llena de formularios de este tipo. A sus clientes, por la tramitación de las instancias, les solía cobrar unos honorarios que a veces llegaban al 50%. Sólo de los Rotschild recibió cerca de un millón de francos suizos, y en total de unos 40 casos obtuvo los cien millones de marcos. El antiguo abogado de Tel Aviv se hizo de este modo multimillonario.

Deutsch planeó su mejor jugada. Entró en contacto con los herederos del barón húngaro Ferenc Hatvany, más concretamente con la viuda y la hija. De común acuerdo y comprando dos falsos testigos reclamaron al Gobierno alemán 400 millones de marcos en compensación por la colección de cuadros del barón que habían incautado las S.S. en Budapest en 1944. En ella figuraban 255 cuadros de Manet, el Greco, Renoir, etc., y 625 dibujos. Después de arduas negociaciones, Bonn accedió a abonar por dichos cuadros desaparecidos 35 millones de marcos.

Deutsch, tras muchas lamentaciones, aceptó la oferta. Así recibió 17 millones y medio de marcos, es decir, 262 millones de pesetas. No pasó nada. Creó la «Fundación Europea», con sede en Berna, y el gran filántropo estableció una serie de premios para personas amantes de la paz y del progreso. El primero, dotado con 50.000 francos suizos, le correspondió al español Salvador de Madariaga.

Cuando a finales del pasado año Deutsch apareció por el ministerio alemán de Finanzas para cobrar los 17 millones restantes, la Policía federal le recluyó entre rejas. ¿Qué había sucedido? Sonja, la hija del difunto barón, había recurrido a las autoridades alemanas para que no dieran un pfennig más a Deutsch. Habían surgido disputas entre ella y el astuto hebreo al repartirse el botín.

De este modo intervino la Policía y descubrió que la colección de cuadros del barón había sido incautada por los rusos en 1945. Las unidades de la S.S. mencionadas por Deutsch tampoco estuvieron en Budapest en julio de 1944. Los falsos testigos confesaron. Como es de suponer, ni un solo diputado se ha atrevido a mover el caso en el Bundestag. Incluso cuando la Prensa se ha referido a él, le ha nombrado como «abogado suizo» o «austríaco». Austria ha anulado en los últimos días su pasaporte, al comprobar que desde hace muchos años ya posee otro israelí.

Un judío sincero, Hedzi Zoltan, cuenta en el capítulo 14 de su libro «Izrael, Azigeretek Földje» (Israel, país de las promesas), lo sucedido a otro hebreo húngaro con las autoridades judías. Al presentarle éstas un formulario de indemnizaciones, el húngaro puso de relieve que él nunca había estado en ningún campo de concentración. Ellos le replicaron que firmase, pues ya se  arreglaría lo de los testigos y todo lo demás. Para tranquilizarle le aseguraron que gran parte de los documentos de los campos de concentración habían sido destruidos, y que «de ello viven muchos de nuestros hermanos».

Otros casos recientes han sido dados a conocer en las últimas semanas por el diario «Jedieth Chadashoth», de Tel Aviv. He aquí dos de las noticias al respecto:

«El abogado israelí Jakow Gregore, que vive actualmente en Brasil, y sus cómplices, el trabajador de la construcción Abraham Goldberg y el comerciante Arnold Sukar, han sido acusados ante el Tribunal de Distrito de Tel Aviv de intentar obtener de las autoridades alemanas, mediante la presentación de hechos falsos, 250 millones de marcos (3.750 millones de pesetas) … »

«La policía israelí ha iniciado una investigación contra diez abogados, sospechosos de la falsificación de documentos y la emisión de falsas certificaciones para las autoridades alemanas de indemnización… ».

Por B. de Roncesvalles


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