Lecciones de Napoleón: No subestimar a Oriente Medio
Luchar contra un enemigo más débil en Medio Oriente es una batalla cuesta arriba.
El ejército francés liderado por Napoleón que invadió Egipto en 1798 fue sumamente superior en un sentido convencional a la fuerza mameluca débilmente organizada que derrotaron decisivamente en la Batalla de las Pirámides el 21 de julio de 1798.
La parte difícil comenzó después de ésto, y no solo porque los británicos destruyeron la flota francesa, cortando su acceso a Francia.
Napoleón luego tuvo que cumplir la tarea de gobernar sobre Egipto con sólo una pequeña fuerza de franceses leales en proporción a la población nativa; se enfrentó a múltiples revueltas.
Para hacer frente, Napoleón asumió muchas de las características externas de un gobernante musulmán, proclamándose amigo del Islam y los musulmanes franceses, (con una minúscula), porque muchos en este momento eran deístas y habían rechazado la Trinidad.
Ésto no detuvo una revuelta en El Cairo en Octubre de ese año, que Napoleón tuvo que sofocar brutalmente.
Es decir, los mamelucos se derritieron en el desierto.
Napoleón más tarde avanzó hacia el Levante y asedió la ciudad de Acre, (hoy Akko en el norte de la Palestina ocupada), en 1799, ocupada por los otomanos.
Sufrió uno de sus pocos reveses directos allí hasta más adelante en su carrera debido a la resistencia, la ayuda extranjera y la enfermedad.
Los defensores de la ciudadela eran especialmente feroces, ya que se pensaba que Napoleón sería libre de marchar a Constantinopla si tomaba la fortaleza.
En última instancia, a medida que pasaban los meses, Napoleón se dio cuenta de que tomar la ciudad no valía la pérdida de tiempo y los recursos necesarios para tal empeño.
La lucha en el Medio Oriente es difícil debido al clima, las innumerables facciones armadas y la protección que el desierto y los nativos ofrecen a los rebeldes.
Por A. Pillalamarri
Con información de National Interest
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