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Refugio, islamofobia y violencia patriarcal en Alemania

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Viajar en Alemania en estos tiempos de racismo exacerbado y tener un fenotipo muy parecido al de las mujeres de Medio Oriente me ha hecho reflexionar mucho sobre las vulnerabilidades que enfrentan las miles de mujeres refugiadas en este país. Después de enfrentar múltiples violencias para llegar a tierras teutonas, ahora sufren las consecuencias de los actos de violencia sexista cometidos por varios de los hombres de sus propias comunidades.

Las agresiones cometidas por un grupo de jóvenes de apariencia árabe contra 379 mujeres alemanas, que incluyeron dos violaciones, hostigamientos sexuales y robo en la ciudad de Colonia, el 31 de diciembre pasado, han venido a fortalecer las posturas racistas y antimigrantes de un importante sector de la sociedad alemana. En medio de la celebración pública de la Noche Vieja en la plaza central de Colonia, hombres alcoholizados rodearon y agredieron a muchas de las mujeres participantes en la celebración. Los titulares de los principales periódicos alemanes se referían a Miles de refugiados musulmanes atacando a mujeres alemanas, a pesar de que entre los 32 sospechosos detenidos, están dos alemanes, un serbio y un norteamericano, y de que no existe ningún registro de la filiación religiosa de los atacantes.

El hecho de que hubiera 22 solicitantes de asilo entre los sospechosos ha sido suficiente para estigmatizar a toda la población refugiada y para que se demande a través de los medios de prensa y con manifestaciones públicas un endurecimiento de las políticas migratorias de asilo político.

La llegada de casi un millón de refugiados durante 2015 ha tenido como reacción la formación de grupos antimigrantes como los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por sus siglas en alemán). A pesar de que los activistas alemanes solidarios con los refugiados habían logrado contrarrestar la influencia ideológica de estos grupos, las agresiones de fin de año dieron un nuevo impulso al discurso anti-migrante. Pegida ha encabezado marchas en distintas ciudades del país bajo lemas como Rapefugees not welcome, juego de palabras en inglés con el mensaje de bienvenida a los migrantes para acusarlos de violadores.

Políticos, comentaristas de prensa y activistas antimigrantes enarbolan un discurso anti-musulman para vincular los actos de violencia sexista con los valores religiosos y culturales de los refugiados. Nuevamente el argumento cultural se utiliza para argumentar el peligro que los refugiados representan para los valores occidentales.

Las activistas feministas alemanas han condenado públicamente las agresiones, pero también han recordado que organizaciones de mujeres que trabajan con refugiadas como Mujeres Bajo Asedio (Women Under Siege) han reportado que cientos de refugiadas han sido violadas por oficiales migratorios, contrabandistas y por otros refugiados, sin que nadie haga nada ante sus denuncias. Lauren Wolfe directora de este programa señalaba hace unos meses: Cada mujer refugiada que entreviste para nuestro informe describió o aludió a una violación, ya fuera de ellas mismas o de alguna conocida, a lo largo de su recorrido o estancia en Alemania. Los oficiales migratorios parecen compartir una cultura de sexismo y violencia patriarcal y no los valores islámicos a los que los antimigrantes adjudican la violencia sexual sufrida por las mujeres de Colonia.

Visitar el Museo del Holocausto en Berlín, y el Museo de los Pueblos Sinti y Romanies en Heidelberg y leer la manera en que la prensa alemana contribuyó a la construcción de estereotipos culturales que justificaron el genocidio, me hizo pensar en la importancia de confrontar el nuevo racismo cultural que está resurgiendo en distintas regiones del planeta.

El presentar a los refugiados como un grupo homogéneo de violadores en potencia, atrasados culturalmente y al Islam como una ideología fundamentalista, violenta y machista, que no permite la integración de los refugiados musulmanes a Alemania, reproduce los mecanismos racistas usados contra judíos y contra los pueblos sinti y romanies (mal llamados gitanos), que dieron sustento ideológico al holocausto, tan presente aún en la memoria colectiva de los alemanes.

La violencia cometida contra las mujeres alemanas en Colonia debe de ser castigada con todo el peso de la ley, al igual que cualquier tipo de violencia cometida contra las mujeres refugiadas de cualquier nacionalidad. No es el Islam o las tradiciones culturales sirias o afganas, sino las ideologías sexistas y machistas presentes tanto en las sociedades de origen como en las de destino de las y los refugiados, así como el racismo y la xenofobia, los que representan un verdadero peligro para cualquier sociedad que se pretenda democrática.

Por R. Aída Hernández Castillo
Investigadora del CIESAS
Con información de: La Jornada

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