al-Hallay y los once velos sufíes – 3º parte
Escuela sufí de Bagdad – al-Hallay – 2ºParte
Ahora, volvamos a Hallay, al que Hoywiri dedicó la más extensa de sus notas (nº. 53), en la que nos dice que «los sheijes están divididos pero, por nuestra parte, lo dejamos al juicio de Dios». La reseña de Sahl Tostari, «a quién (Hallay) dejó, sin pedir permiso, para unirse a ‘Amr Makki», al que también más tarde «dejó, sin pedir permiso», para acercarse a Yoneid, «que no quería recibirlo» (de ahí que Hallay fuera «condenado por todos los sheijes», por su conducta, no por sus principios), refleja para nosotros el protocolo convencional existente entre los sheijes así como sus propias expectativas y su actitud (en algunos de ellos) hacia el carácter impulsivo de Hallay.
También pone de relieve el individualismo de Hallay, por así decirlo, y apunta a su rechazo real hacia cualquier asociación duradera con el sufismo oficial. A continuación indicamos las opiniones expresadas por algunas personas próximas a Hallay, citadas por Hoywiri en su Akbar al-Hallay: Para Abu ‘Abdoll – ah Mohammad ibn Jafif, (m. 372/982), conocido por su independencia interior (tayrid), Hallay «es un hombre de sabiduría divina» (‘alem-e rabb – ani).
Para Abu Bakr ibn Yahdar Shebli (m. 334/945), conocido por su locura fingida y discípulo de Yoneid, «Hallay y yo tenemos las mismas creencias, pero mi locura me salvó, mientras que su inteligencia le destruyó». El mismo Hoywiri apunta, «lo quiero con mi corazón, pero su senda no está firmemente establecida en ningún principio…». Nos dice que Hallay escribió cincuenta obras, en Bagdad, en Jorasan, en Fars y en Juzestan. (Por otras fuentes sabemos que viajó también dos veces a la India y una a China). Su apodo «Hallay al asrar» –cardador de consciencias o lector de corazones– se lo dieron en Ahwaz, hacia 280/893. «Llevaba el manto de la piedad, la oración y la alabanza de Dios, ayunando y proclamando la unicidad de Dios (tawhid). No era por tanto un mago, sino un verdadero santo cuya conducta se malogró. Por otra parte, tampoco fue panteista, al menos no en su verdadera acepción, sino que tan sólo su forma de expresarse fue a veces confusa debido al éxtasis».
El propio relato de Hoywiri es típicamente anecdótico, pero una gran parte del pensamiento de Hallay está incluído en la última sección del Kashf donde se refiere al desvelamiento de los once velos. Incluimos un breve apunte de alguno de estos «desvelamientos» para tener el punto de vista comparado de diversos maestros:
1. Tawhid (unicidad) Según Yoneid, «la unicidad es la separación del Eterno (Dios)» de aquello que tiene su origen en el tiempo. Según Hallay, sin embargo, el primer paso es la aniquilación de la separación (tafrid), de modo que, en la unidad (wahd – aniyyat) uno no afirma nada aparte de Dios. Cualquier pensamiento ajeno a Dios es un velo y una imperfección; uno está velado por sus propios pensamientos, no por Dios. Por tanto el camino es el de la concentración del pensamiento solamente en Dios — hasta el punto de saber sólo de Dios, y nada de uno mismo.
2. Iman (fe) Para Yoneid y sus próximos, fe es una manera de expresión verbal combinada con verificación. La raiz de la fe (asl) halla su verificación en el corazón. Una derivada o rama (far’) de la fe es la observancia del mandato de Dios. Las obras por sí solas no son la llave de la salvación; dado que la fe es equivalente al conocimiento, conocemos a Dios por sus Atributos: Belleza (Yamal), Majestad (Yalal) y Perfección (Kamal), así como por el amor, el anhelo y el respeto, que son estados recomendados para levantar el velo de los atributos humanos. Por tanto, cuando se realiza plenamente, iman es equivalente a ma’refa (gnosis) que, a su vez, equivale a mahabba (amor) — y ‘ebadat (adoración/obediencia) es el signo del amor. Para Hallay, el Atributo de Dios para su unificación es al-Haqq (la Verdad, la Realidad), que abarca a todo lo anterior. Pero la unión con Dios (la Fuente = ‘ayn al-yam’), la meta del amante místico, no es mera especulación o éxtasis, sino una acción permanente y transformadora que santifica y que sólo es realizable a través de la experiencia. En la unión se aniquila toda separación; en la controvertida expresión de Hallay, Ana’l-Haqq, «yo soy la Verdad», al-Haqq es el único «yo».
3. Salat (oración ritual; en persa namaz) Se decía de Hallay que «realizaba 400 rak’a cada día y noche, la imagen misma de la no-existencia (fana)», y de Yoneid que «incluso siendo anciano mantuvo las letanías de su juventud».
4. Mahabbat (amor) Shebli: «El amor elimina del corazón todo excepto el Amado.» El primer paso hacia la unión es el deseo sin descanso del Amado, el amor desmedido (‘eshq). Podemos recordar del Diwan de Hallay (Hallay 1974), «La realización de Dios se da a aquel que la anhela ansiosamente». Para Sahl Tostari, sin embargo, amor es equivalente a obediencia.
5. Hayy (peregrinación) Hoywiri cita dos clases de Hayy: en ausencia de Dios y en presencia de Dios; señala que, desde su punto de vista que era el de Yoneid, «Todo aquel que está en presencia de Dios en su propia casa está en la misma situación que si estuviera en la presencia de Dios en La Meca», y que «Hayy es auto-mortificación por causa de la contemplación como modo de conocer a Dios» (Hoywiri,1976, p. 329).
Debemos recordar aquí el recurso legal que justificó la ejecución de Hallay, que peregrinó tres veces a La Meca: se le acusó de abogar por la eliminación de la Ley Sagrada al predicar que se podía cumplir con el Hayy mediante una plegaria sincera realizada en la propia casa.
El relato de la muerte de Hallay –descrito por ‘Attar 2 en todo su horror– hace ver que, más que una ejecución legal, se trató de un crimen por venganza, un asesinato sádico, preparado y orquestado por el brutal visir Hamid, un personaje cuya preponderancia en el ámbito político de Bagdad del año 309/922 refleja la corrupción y la decadencia del califato abasida de al-Moqtader y sus aduladores. Asustado ante la posibilidad de una revuelta, el califa (en realidad, era Hamid quien le incitaba) exclamó, «Matadle, o apaleadlo hasta que se retracte». Le dieron trescientos bastonazos. A cada golpe, se elevaba nítida una voz que decía, «¡No te asustes, hijo de Mansur!» Luego, lo llevaron para crucificarle. Le colgaron trece cadenas de los pies para aumentar el peso, pero Hallay se mantenía con entereza agitando las manos en el aire como rogando a Dios. «¿Porqué te mantienes tan orgulloso?», le preguntaron. «Porque voy de camino al matadero», contestó.
Hallay llevaba un simple taparrabos y un manto sobre los hombros, y al subir al cadalso levantó las manos al cielo y rezó a Dios. Luego miró hacia sus discípulos, y hablándoles de aquellos que renegaban de él, les dijo: «El recelo que sienten, movidos por la Ley, respecto a la unicidad divina es lo que les impulsa, pues en la Ley la unicidad es lo esencial». Luego fue lapidado por la multitud. Los verdugos le cortaron las manos, luego los pies, y le sacaron los ojos; volvieron a lapidarle, y luego le cortaron las orejas y la nariz. Levantó la mirada al cielo y pidió perdón para sus verdugos y para la gente. Una anciana gritó: «¿Con qué derecho reveló los misterios de Dios este pequeño cardador de lana (al-Hallay)?»
En los últimos momentos de su vida, Hallay exclamó: «Para el que está sumergido en el rapto y el hervor del amor divino, le es suficiente la unicidad del Amado único». A continuación le cortaron la lengua, y, finalmente, le decapitaron al llegar la hora de la oración de la tarde. Al día siguiente quemaron sus restos y echaron sus cenizas al Tigris.
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Notas:
2. ‘Attar (1966), pp. 268-271. Para seguir la reconstrucción detallada de los acontecimientos que precedieron y que tuvieron lugar durante el juicio y la ejecución de Hallay, ver L. Massignon (1982), vol. 1, cap. 5-7. En ellos se describe la intriga generada por Hamid y sus seguidores para acrecentar su poder en la corte frente a la facción partidaria de los persas samánidas que, aliada con la madre del califa, Shaqab, eran partidarios declarados de Hallay.
Bibliografía:
‘Attar,Farido’d-Din.(1966).Tazkerat alawliya, A.J. Arberry (trad.), Londres.
Hallay, Hosain ibn Mansur. (1929). Diwan al-Hallay, L. Massignon (ed.), París.
Hallay, Hallay Hosain ibn Mansur. (1929). Diwan al-Hallay, K.M. Shaibi (ed.), Bagdad.
Hoywiri, ‘Ali ibn ‘Osman. (1976). Kashf al mahyub, R. A. Nicholson (trad.), reedición, Londres.
Mason,H. (1979). The death of al-Hallay, Notre Dame University Press. Massignon, L. (1982).
The passion of al Hallay: Mystic & Martyr of Islam. H. Masson (trad.), 4 vols. Bollingen Series 98. Princeton: Princeton University Press, 1982.
Massignon, L. y Kraus, P. (1957). Akhbar alHallay, texte ancien relatif à la prédication et au supplice du mystique musulman al-Hosayn b. Mansour al-Hallay, 3ª ed., París.
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