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Aportes del árabe en Argentina

árabe gaucho

Habiendo reflexionado anteriormente sobre la honda raigambre arábiga que se estableció en la península ibérica, junto con los aportes de los árabes en la cultura castellana, es importante contemplar la influencia de esta rica cultura en las milenarias de América.

Si bien esta influencia se extendió a gran parte del continente, se ha destacado, quizá, cuantitativa y cualitativamente en Argentina, influyendo en otros países limítrofes.

Contacto con lo gauchesco

Un interesante artículo escrito por Gil Benumeya, titulado “Árabes e hijos de árabes en Hispanoamérica” nos muestra aspectos novedosos respecto a paralelismos entre la figura del beduino y del gaucho, por ejemplo, en nuestra tierra argentina.

Recordemos cómo los árabes, en sus casi ocho siglos de permanencia en España, se sintieron subyugados, en forma particular, por la tierra y cultura de Andalucía, a la vez que se identificaron con sus paisajes y costumbres.

Destaca, asimismo, el autor citado que, de los diversos pueblos arábigos que intervinieron en la conquista de España, los beduinos nómades se distinguieron por la cantidad de personas que llevaron y, además, por constituir la mayoría de habitantes de la Península Arábiga.

Estos seres viven en un desierto hostil, seco y de clima muy riguroso que templa el carácter del hombre con una vida sacrificada.

Por eso el autor compara a este ser errante, pero con un espíritu profundamente religioso y pensante, con el gaucho de nuestro país, perseguido y marginado de la sociedad.

Los poetas del desierto describían sus campamentos, los camellos, los combates que sostenían, pero también el amor, de un modo objetivo, no dejándose llevar por espejismos ni exagerada fantasía.

Se esmeraban, eso sí, en comparar diestramente las cosas reales con otras.

En lo que respecta a su religión, la practicaron con austeridad y ascetismo, semejándose a los antiguos anacoretas del desierto.

Más adelante, el autor muestra cómo los inmigrantes llegados a estas tierras “adquieren sus relieves más perfectos” ya que, al identificarse con algunos paisajes duros, semejantes a los suyos, creaban una especie de beduinismo criollo.

“Esto ocurrió -enfatiza Benumeya-, sobre todo, con los gauchos de la pampa argentina, respecto a los cuales un intelectual argentino, el señor Torres López, ha profundizado el tema de sus paralelismos con los beduinos de la antigua caballeresca Arabia”.

Compara, así, a Antarat Ibn Xadad con Martín Fierro, a la vez que destaca en Hatim Tai, lo mismo que en Güemes, su honor, lealtad y hospitalidad.

Pero también coloca en su lista comparativa a muchos otros personajes árabes y criollos, entre ellos a personajes de la picaresca, como Pedro Urdimales.

Todo esto se potencia porque se encuentran en un ámbito en el que se habla el español o, incluso, el portugués, muy alejado de la realidad del inglés.

Árabes emigrados a América

Ubica el comienzo de la emigración hacia 1860, con viajeros que provenían de Siria, las costas del Líbano y de Palestina.

La política de los últimos soberanos del imperio turco, que había emprendido una turquización forzada, estimuló a los habitantes de aquellas regiones sedentarias a buscar un lugar en el cual pudieran ejercer su ancestral libertad, tan valorada por ellos.

Pero, asimismo, porque a raíz de ello estaban sumidos en la miseria.

Lo que comenzó, en un principio, con los habitantes de tierras inhóspitas, luego se fue extendiendo a gente de diversas regiones de la península arábiga.

Muchos se radicaron en Norteamérica, por la prodigalidad que prometía; sin embargo, poco a poco fueron prefiriendo los países de habla hispana o portuguesa, pues se sentían más identificados con su forma de hablar, de ser y pensar.

Todo esto se acentuó luego de la Primera Guerra Mundial puesto que sus países habían sido repartidos entre las grandes potencias.

Al llegar a sus nuevos destinos, se vincularon enseguida con sus compatriotas y dieron origen a organizaciones sociales, aunándose entre ellos con el objeto de paliar la situación de desarraigo, tratando de conservar vivas la memoria del terruño y sus tradiciones.

Sin embargo, a la vez se fueron vinculando con los nativos, haciendo propias sus costumbres y tradiciones y creando una hermandad solidaria con ellos.

Originaron, entonces, asociaciones barriales, periódicos, escuelas, reuniéndose, de vez en cuando, en congresos y actividades culturales.

De este modo, participaban de su movimiento social y de celebraciones patrias, motivo por el cual fueron incluidos por los lugareños con mucho cariño.

Lo que se destacó, entre las actividades que emprendieron en esos países, fue su consagración al comercio, en el que se distinguieron, lo mismo que por su trabajo sacrificado.

Sin embargo, si bien la mayoría quizá se empeñó en lo comercial, sobresalieron, además, en puestos prominentes de bancos, mas también en la gestión estatal, del poder ejecutivo, legislativo o judicial.

Siempre se integraron a las actividades culturales e intelectuales, mostrando su interés y su competencia al respecto.

Exhibieron, así, sus raíces que se remontan a los fenicios, inventores del alfabeto silábico y de la navegación mercantil.

Aportes en Argentina

Estos inmigrantes, desarraigados de su tierra por motivos ajenos a ellos, se sintieron muy cómodos en su nuevo destino, motivo por el cual entregaron sus talentos para el bien del país, al que aportaron generosamente sus conocimientos, habilidades y, sobre todo, su trabajo arduo y sacrificado.

Encontraron en el sur de América un ambiente más abierto y unas costumbres que se asemejaban a las propias y a su carácter de estilo mediterráneo.

“El árabe toma un aire criollo -enfatiza en su informe el escritor citado- apenas desembarcado, y cuando se pone a trabajar lo hace en relación con el medio, es decir, no procurando sólo para su propio provecho sino para impulsar el adelanto de las naciones en las que viven. Por eso son generalmente bien apreciados por los hispanoamericanos, ya que representan un factor de ayuda, no de discordia. Y es frecuente ver que los Gobiernos de dichas naciones dan toda clase de facilidades para la acción de los árabes sueltos o en colectividades, abatiendo toda traba que pueda entorpecer su instalación, su arraigo y su labor, especialmente respecto a las facilidades inmigratorias de estos antes llamados ‘turcos’ y luego con su nombre general de árabes, aunque también se designan como ‘sirio-libaneses’, pues de Siria y Líbano son el mayor número”.

El más importante testimonio argentino sobre los aportes de estos inmigrantes, siempre al decir de Gil Benumeya, lo realizó el general Perón en agosto de 1959 (sic) en un banquete que, juntamente con su esposa, ofreció a la colectividad árabe de Buenos Aires.

Afirmó que él había tenido la más inmensa satisfacción, como gobernante, respecto a los árabes en su país, puesto que los había visto trabajar sin desmayo, soñando con nuestros sueños y viviendo nuestra vida con la misma intensidad y buena fe que los argentinos.

Los elogió con énfasis e invitó a seguir brindando sus esfuerzos al país.

Recuerdo, para finalizar, un aporte léxico, o de palabra, realizado desde el árabe, informado en un artículo precedente.

Este pone de manifiesto la estrecha relación de la cultura árabe, especialmente ligada a los beduinos y bereberes, con la argentina y gauchesca: la palabra ‘gaucho’, una de cuyas posibilidades de procedencia es del árabe “uahshu”, que significa ‘salvaje’.

Durante la conquista, en Chile identificaba al hijo de español y de una indígena.

Aparentemente tiene, además, una relación semántica (de significado) cercana con “guacho”, al menos con el tinte despreciativo con que hoy se lo usa.

Por Paco Fernández

Con información de El Tribuno

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