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Orígenes de la medicina y la farmacopea

Escritura cuneiforme en arcilla, con recetas médicas de físicos de Nippur, Mesopotamia.

No es difícil pensar que aquellos hombres que guerrearon con caníbales y depredadores animales, recibieron heridas, comieron venenos y sufrieron enfermedades favorecidas por los intensos cambios de temperatura. Alguna forma de sanación debieron emplear, lógicamente asociada a creencias mágicas, religiosas y a fetiches, pero también al uso de algunos elementos encontrados en el planeta azul.

Los espíritus malignos eran inducidos a abandonar el cuerpo por medio de conjuros, por masajes, por trepanaciones, (práctica quirúrgica extraordinariamente antigua), y además por prescripciones de naturaleza repugnante y sabor desagradable, características que hasta no hace muchos años eran muy peculiares de los remedios, pero que en aquellas épocas tan antiguas tenían por objeto erradicar a los demonios.





Además del concepto de seres sobrehumanos, dioses que tenían poder sobre las enfermedades y las fuerzas de la naturaleza, surgieron supersticiones y brevajes, a los que se les asignaba un eventual poder curativo. Por instinto, y observando además a bestias, aves y animales domésticos, descubrieron que estos se trataban sus propias dolencias al comer tal o cuál hierba; ellos siguieron su ejemplo, y por medio de un lento y doloroso proceso de ensayo y error, aprendieron a distinguir los venenos de los alimentos y de las plantas con poder curativo.

Quizás aquellos primeros remedios incluían algunos órganos de animales y también ciertos elementos minerales. Las primeras aplicaciones externas para aliviar el dolor, las heridas, los golpes y fracturas, pudieron haber sido el agua fría, una hoja, la mugre o el lodo. Se lo aplicaron primero para aliviarse a sí mismos y luego para aliviar a otros.

Vale la pena anotar que el color rojo guarda importancia en las primeras medicinas, (en parte por ser el color de la sangre), también se usaba en embalsamamiento de las momias, (y aún todavía), pues da aspecto de vida, colgaduras rojas anti-viruela en los cuartos de los enfermos, franela roja contra la ronquera, hilo rojo en el cuello contra el sangrado nasal, o píldoras rojas en la antigua China.

De la prehistoria, pasando por las edades de bronce y hierro, llegamos a las primeras civilizaciones. Probablemente en tiempos similares, (unos 3.000 años A.C.), aparecen los pueblos de la Mesopotamia: sumerios y acadios, pero particularmente los babilonios; y adicionalmente los egipcios, en el Norte de África, los chinos y los indios, todos con su cultura tribal, algo agrícola y un poco más sedentaria, y también con sus pócimas, hierbas y rudimentarios procesos de farmacia.

Y todos acudieron a los dioses, para que tuviesen compasión, por lo que aquellos sanadores babilonios, (2.600 años A.C.), eran a la par sacerdotes, médicos y farmaceutas, pues según las tablillas cuneiformes de arcilla que se han descubierto, fueron los primeros boticarios. Empleaban la adivinación para descubrir el pecado cometido por el enfermo y como método común tenían el examen detallado del hígado de animales sacrificados, conocido como “hepatoscopia”.

Anotaban los síntomas de la enfermedad, procediendo luego con las recetas y las instrucciones para preparar los compuestos; aunque la farmacopea era en gran medida vegetal, ciertos preparados han sido difíciles de identificar, pues les asignaban nombres curiosos como “grasa de león o “aliento de bebé”. De las medicaciones que han sido identificadas, hay extractos de plantas, resinas y condimentos; algunos de estos preparados tenían propiedades antibióticas o antisépticas, y enmascaraban el mal olor de las heridas.





El aceite era el principal bálsamo para las heridas abiertas, lo que prevenía la adherencia del vendaje. Sin embargo no hay que olvidar el importante efecto placebo que tenían muchos de estos menjunjes pues los pacientes consideraban que los médicos podrían curarlos o aliviarlos con sus compuestos.

En la lengua sumeria por ejemplo, la misma palabra significa “medicina” y “vegetal”. De los babilonios nos queda el famoso código del rey Hammurabì que en su parte de medicina es la primera reglamentación ética y legal donde se castiga la mala práctica de los médicos.

Por A. Jácome Roca

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