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444 años tras Lepanto…la olvidada

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El museo del ejército Turco, una obligada y apasionante visita para estudiar las impresionantes armas de mano del fiero imperio Otomano. Recordemos el valor que tuvo en la batalla los temidos arcos turcos y los afilados ayagates.

Ya las armas se encuentran, ya se embisten, ya se traban; de don Juan y el turco Alí, las galeras capitanas, furiosos tiros escupen,fieros cañones disparan, humo que los aires ciega, fuego que los hombres mata. ¡Qué de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan,  los herrados espolones deshacen y desencajan! 

Lope de Vega

El choque de civilizaciones es tan antiguo como la historia, e igualmente tan antigua es la ceguera de los hombres que las buscan, que las generan. Pero queramoslo o no, son las bisagras, los puntos de inflexión de la historia. La batalla que hoy recordamos en espejo de navegantes, en su 444 aniversario es uno de esos puntos importantes de inflexión de la historia. En la segunda mitad del siglo XVI, los tambores de guerra sonaban musulmanes y el muftí del sultán otomano proclamaron la yihad contra Occidente. Pío V, el papa del momento si entendió que la verdadera batalla que se libraba, era la que empujaba un choque de credos, que a modo de cruel duelo hacía peligrar la propia existencia misma del Occidente cristiano y su forma de vida. Casi nada.

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Y era curioso, han pasado varios siglos y la actualidad geopolítica de Oriente Medio nos parece traer ecos del pasado con extraordinaria viveza. ¿Quien duda del valor de la historia?. Es para tomársela en serio, por mucho que nos empeñemos en delegarla…Por aquel entonces se rompió la unidad de la cristiandad (en Europa), como consecuencia de las revueltas protestantes, latente en los países del Norte. “El Norte está lleno de cosas enredadas y textos, con los ojos doloridos”, rezaban las letras de aquellos rumores de los cristianos viejos. Parece una broma, un guiño a la actualidad. Una grieta que el poder otomano iba a aprovechar terriblemente. Sabían lo que se hacían en esto de la estrategia. El Islam tenía su oportunidad y era el momento del zarpazo hegemónico y militar. El Imperio Otomano, la sede del poder islámico, puso su ojo y su mano claramente para controlar el Mediterráneo. Y movía ficha.

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Golfo e isla de Djerba del gran cartógrafo otomano Piri Reis.

Y lo hacía de una manera diversificada, planificada, como si de una partida de ajedrez se tratara. Los corsarios allanaban el norte de África con sus continuas razzias. La enorme flota del sultán anclada en el Mediterráneo oriental dejaba bien claro su poder y magnificencia presta a acudir allí donde estableciesen, los ejércitos islámicos a lo largo de las costas de África, el Medio y Cercano Oriente,presionaban contra el Adriático, con la consecuencia que sus numerosos ejércitos musulmanes amenazaban claramente el Imperio de los Habsburgo a través de los Balcanes.

Toma de Malta por los Otomanos 6 años antes de la batalla de Lepanto. Plaza por plaza el Mediterráneo se iba rindiendo hegemónicamente a sus pies.
Toma de Malta por los Otomanos 6 años antes de la batalla de Lepanto. Plaza por plaza el Mediterráneo se iba rindiendo hegemónicamente a sus pies.

Fruto de todo este expansionismo tuvo como inevitable efecto la batalla de Lepanto. No había otra. Se estaban esperando. Uno de los grandes choques entre Oriente y Occidente, con la consabida victoria para la Santa Liga de las naciones cristianas. Una victoria que dejó un reguero de recuerdos conmemorativos en las ciudades Europeas, con gran importancia en su momento. Hoy, todo eso prácticamente se ha olvidado. Máxime en nuestro país, en donde la historia marítima y sus frutos se han relegado al olvido. ¿Que hay de aquellos barcos?. ¿De aquellos naufragios?. ¿De aquellos marinos y soldados?. O de sus banderas, sus armas, sus gallardetes, sus tambores y sus rodelas, sus espolones, sus cañones o sus velas…

Aunque parezca mentira es difícil rastrear su pista en lo material, no así afortunadamente en abundantes obras históricas que han tratado magistralmente el tema. La misma cuestión trató el profesor Manuel Lucena del Consejo superior de investigaciones científicas (CSIC) en su “la trama global de los viajes y las expediciones Españolas en época moderna“. Notable y suficiente literatura y trabajos históricos sobre el asunto, ninguna arqueología de época moderna y poca materialidad y museo sobre la maritimidad. Aquí y allá, aparecen medallas conmemorativas, una legendaria bandera abandonada entre la oscuridad y esquinas de remotas capillas europeas que se asoma tras siglos de espera…

En cientos de rincones de lejanas iglesias, en dispersos museos y en pequeñas colecciones, que van desde el conocido monasterio de San Lorenzo de El Escorial a la Real Armería de Madrid, pasando por las catedrales de Toledo y Santiago. Recónditos monasterios como el de Santa María de las Huelgas, el de Monserrat o Montesión. En el Museo del ejército o en el querido y omphalos marítima del país, nuestro querido Museo naval de Madrid. En pequeñas iglesias como la de Medina del Campo. En museos y palacios de Venecia, impresionante ciudad artística, que maravilla la pintura de Vicentino en la sala del colegio del palacio ducal. Para no olvidar.

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Para mi una de las más impresionantes (junto con el cuadro del Museo naval de Madrid), sobre Lepanto. En la comuna de Forno di Zoldo, en la iglesia de Santo Stefano de Pisa, en la iglesia de Santa ágata de Spelona, en el castillo de Rivalta, en la iglesia de San Domenico de Turín, en Génova, por supuesto en la Santa sede e incluso en la lejana Viterbo….La batalla de Lepanto nos la encontramos atomizada por todos lados. A modo de solitarios símbolos han sido guardados para la historia de una manera paradójica, ya que curiosamente no han sido objetos de un museo, de un lugar de reencuentro y de memoria (importantes batallas como Waterloo o el DIA D, lo tienen y no fueron menos importante que esta, es más fueron otros goznes importantes de la historia, como la propia Lepanto). No existe una huella que nos recuerde tal día como hoy de manera claridad. La claridad en la que toda Europa fue una, liderada por un capitán Español. Desgraciadamente encontraremos pocos legados en la historia que reflejen este hecho.

Figuras en soledad, muchas veces descontextualizadas de un mensaje, de una historia. La de la más grande batalla que conoció la Cristiandad. Vayamos a recordar donde y que ocurre con los verdaderos protagonistas de los naufragios de Lepanto. Hoy en su aniversario, vamos a ver si encontramos sus restos. De Arqueología submarina sobre Lepanto. Nada de nada.

Si hablamos de una batalla naval y de las naves que naufragaron en la contienda, a todos nos viene rápidamente a la mente la cuestión arqueológica. Es normal. La arqueología representa la vanguardia de la historia y para la cuestión marítima, para sus hegemonías y sus redes de intercambio, que mejor que explicarla mediante pecios y los hitos del legado subacuatico. Aunque parezca mentira aún no se ha excavado íntegramente ningún galeón de época moderna, por lo que no podemos esperar a que encontremos desgraciadamente ninguna campaña de investigación sobre las galeras de Lepanto. Sin embargo si encontramos y recientemente, a los científicos del INA, (Institute, Nautical Archeology de Texas) excavando, con el arqueólogo español Casabán integrado en el equipo, a un barco cargado de adornos suntuarios y lujosos espejos y cristales, además de pigmentos, para el palacio del sultán otomano Murad III.

El «Gagliana grossa». Una nave grande, de remos, fletada por una rica familia de Dubrovnik y que partió de la costa Dálmata en 1583 con el fin de satisfacer la demanda del mercado. Una tormenta desatada nada más partir lo hundió, con su rico cargamento, junto a Gnalic, en un pequeño islote apenas a 3 millas de la ciudad croata de Biograd. Pero todo esto será diez años después de Lepanto.

Afortunadamente es de los pocos registros que tenemos sobre los pecios de la época, por lo que queda mucho por investigar en la materia. Intentemos hacer de un problema, una oportunidad. ¿Nos podríamos imaginar lo que significaría estudiar la batalla de Lepanto en profundidad desde la arqueología?. Olvidada para la cultura, sin embargo si ha sido sopesada como un objetivo por los “desastrosos” cazatesoros. Lo de siempre. Además de estos, Throckmorton, ya se interesaba sobre la zona. Normal, es una de las grandes batallas navales de la humanidad. Y no sólo se interesó, sobre la zona realizaron campañas de prospección subacuática que en su momento supusieron cierta novedad, fue la primera vez en Grecia que se utilizó la tecnología de los sistemas de sonar. Las cinco expediciones que tuvieron lugar entre 1971 y 1972 tenían el objetivo de localizar naufragios, sobre todo naves del siglo XVI. Buscaban a Lepanto.

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De esa forma rastrearon la a zona entre Mesolongi y la isla de Oxeia. Para la filmación de un documental sobre la batalla de Lepanto (1571), el canal alemán Spiegel TV si se interesó. Aunque parezca mentira, los germanos si se asomaban a aquella ventana de la historia. No existe una sola nave musealizada de la época, ninguna nave que nos hable de las maravillas de la arquitectura naval de la época. Si acaso, para conocer algunas de los rastros de aquella cultura marítima tendremos que acercarnos al “Dieniz Musezi” de Estambul. Un museo marítimo recientemente renovado, en el que podemos encontrar algunos rastros de aquella legendaria cultura marítima Otomana. No podemos olvidar que en aquella batalla se entremezclan las naves y los naufragios de las naves occidentales junto a la de aquel gran Imperio naval con aquella magistral tradición oriental.

Cuando estuvimos en sus salas y tras conocer sus fondos, podemos decir que el museo alberga más de 20.000 piezas interesantísimas para su estudio y quizás lo más importante, un impresionante archivo en Besiktas cuyo corazón alberga buena parte de la memoria naval de aquella época. Una extensa colección que espera ser descubierta para los investigadores y los ciudadanos. Si la arqueología no ha nutrido a las investigaciones, ni a los museos de excavaciones, de material arqueológica, de investigaciones, ¿que podemos encontrar sobre la batalla de Lepanto hoy?. Restos aislados, en ocasiones excepcionales, pero que como si se tratase de singulares “reliquias medievales” se exhiben como si fueran restos milagrosos de una batalla. No existe un discurso narrativo, explicativo en su conjunto de lo que significó aquel gozne de la historia. Toda una oportunidad pérdida, que hoy en el aniversario de su efemérides es buen momento para recordar. Si bien esa es la triste realidad sobre la cuestión, veámos cuales son los “naufragios en tierra de la batalla más grande de la historia”…Comencemos por sus banderas.

Los turcos habían desplegado unos 328 buques, de los cuales 208 eran galeras. En todas ellas, en sus popas y en sus “árboles”, transportaban sus valiosos estandartes y pendones de las diferentes naciones y advocaciones que iban a la batalla. Como ha ocurrido siempre en los campos de batalla, se trataba del botín de honor más preciado tras el fragor de la misma. Curiosamente en esta cuestión de Lepanto, a modo de “mártires insignias”, muchas de estas banderas se desperdigaron a modo de diáspora por toda Europa. Como si se tratasen de “importantes reliquias”, lanzaban un claro y poderoso mensaje; el de la victoria de Cristo. Aquellas banderas tenían la bendición del Papa y el estandarte papal; las ministraciones de jesuitas, dominicos, los franciscanos y capuchinos que acompañaron a la flota, las oraciones de los fieles; y los rosarios que fueron presionados en las manos de cada remero cristiano.

Aún recuerdo vivamente las palabras de González-Aller cuando descubría, apuntando con su dedo el en el cuadro de Lepanto del Museo Naval de Madrid, en el vestíbulo de los Austrias. Exclamaba certera y con su viva voz el papel ideológico de los sacerdotes que participaron junto a los alcázares de las naves, crucifijo en alto e invocando a las fuerzas de la virgen y de los arcángeles. Era una visión casi mítica. Y se podía ver, es más lo pueden ver cada uno de ustedes si visitan el museo y pueden observar allí, acercándose bien al óleo, como en primer plano, aparecen aquellos monjes jerónimo, franciscanos o dominicos vociferarando en la batalla.

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