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El Nilo Azul y sus pueblos, un mundo rico en culturas pero casi ignorado

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El curso del Nilo Azul, a través de Etiopía y después Sudán, hasta llegar a Jartum, donde confluye con el Nilo Blanco, es un mundo poco conocido y casi olvidado, jalonado, sin embargo, de pueblos y culturas de una gran riqueza y diversidad.




Explorar estas culturas y dar a conocer esta parte muy ignorada de África es el objetivo que se propuso el viajero Javier Gozálbez con su libro «El Nilo Azul. Testimonio de un mundo olvidado» (ed. Altaïr) .

Siete años le ha llevado al autor concluir el que él considera «un libro de viaje al que se unen una serie de reflexiones, vivencias y experiencias y que quiere dar toda la información posible sobre esos pueblos», como señala en una entrevista con Efe.

No es su primera incursión en esa zona, ya que su historia de amor con Etiopía ya le llevó a publicar hace años «Etiopía, un rostro con tres miradas», en colaboración con su esposa, Dulce Cebrián, con el fin de «cambiar la imagen de país desértico, con hambrunas, que sin duda existen, por la de un país multirreligioso, multicultural y con una naturaleza increíble».

De la constatación de que Etiopía suministra el 86 por ciento del agua del Nilo y utiliza menos del 2 por ciento surgió la idea de hacer otro libro sobre la problemática del agua, «pero esto era muy técnico, y al final decidí ir a recorrer el Nilo, y sobre todo a ver a sus gentes, cómo viven», afirma el escritor.

Aunque pensaba limitar el recorrido por el río hasta la frontera con Sudán, decidió alargarlo hasta Jartum, donde el Nilo Azul confluye con su hermano, el Blanco, lo que extendió tres años más el proyecto.

«Durante 5 o 6 meses leía, me documentaba exhaustivamente sobre un tramo del río, y después iba a recorrerlo, en coche, andando o en mula, generalmente en viajes de dos semanas ya que mi salud no aguantaba más», narra Gozálbez.

Y es que seguir el curso del Nilo no es tarea fácil, «tiene una orografía muy accidentada, el clima es muy duro, hace un calor sofocante y siempre tenía que ir en la estación seca, que es cuando los caminos y las sendas son transitables».

«En esa estación, el Nilo tiene menos belleza, porque los árboles son de hojas caducas, pero es la única forma de ir», señala este viajero y boticario que, además de explorar los pueblos, hizo un exhaustivo estudio de las plantas y de las aves locales.

El recorrido lo hizo centrándose en todos los pueblos asentados en las riberas, y especialmente en el campesinado, más que en los núcleos urbanos, y dejando de lado los lugares más conocidos, hasta el punto de descubrir sitios que no figuran en los mapas y que él traza por primera vez.

El resultado es una completa investigación desde el punto de vista sociológico de toda una serie de pueblos que «viven con muchas carencias, empezando por la falta de infraestructuras de comunicación, y en condiciones de supervivencia día a día» y de los que destaca siempre «el enorme esfuerzo que realiza la mujer».




Así, de Etiopía habla de «los amhara, los más conocidos, los que han llevado el peso de la historia y el pueblo dominante de ese país, muy apoyado por la Iglesia etíope».

Pero hay otro pueblo que es «el mayoritario, los oromoo, que ha estado muy infravalorado, tanto por la cultura amhara dominante como también por una Europa donde siempre se ha escrito sobre los amhara, ya que la mayoría de los emperadores eran de esa etnia», señala.

Además, habla sobre «otros pueblos etíopes muy marginales que están en la periferia dentro del Nilo Azul, como los gumuz, los shinasha (de los que nunca nadie ha hablado), los berta o los agaw».

En Sudán describe a pueblos «de los que casi nunca se ha hablado, excepto a veces en medios muy académicos. Por ejemplo, los angessana, los rufaa, los sukriya, y una serie de grupos árabes.

Y destaca a «un pueblo muy especial, los funch, que crearon el Sultanato Funch de Sinnar, que la historia eurocéntrica prácticamente ha ignorado».

En su recorrido por la parte sudanesa del Nilo Azul, también convive con los fulani y los hauss, «que proceden del norte de Nigeria, y que de camino a La Meca se quedaron en Sudán».

Por Virginia Hebrero

Fuente : La información

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