Mohammed Bouazizi – El mártir que vino con la primavera
El 17 de diciembre del 2010, a las once y media de la mañana, una hora después de que la policía volviera a confiscarle el carro de verduras con el que se malganaba la vida, Mohammed Bouazizi se prendió fuego frente al gobierno civil de Sidi Buzid, una ciudad de 40.000 habitantes en el centro de Túnez. Había llegado al final. Sin dinero suficiente para sobornar a los agentes, alimentar a su familia y pagar deudas, este hombre de 26 años había perdido hasta la dignidad. Poco después de su sacrificio, mientras yacía en la cama del hospital local, más muerto que vivo, con quemaduras en el 90% del cuerpo, decenas de personas se concentraron frente a la misma sede oficial, ahora con la verja y las ventanas cerradas, para lanzar las primeras consignas contra la dictadura de Ben Ali. Entre ellos, según se ve en el vídeo que Ali Bouazizi, primo de Mohammed, grabó con su móvil, destaca un joven que gritaba: «Allâh es el más grande».
Desde entonces, desde ese primer grito, el Islam se ha convertido en la principal fuerza política y social del norte de África. Los partidos islamistas han ganado las elecciones en Túnez y Marruecos, van camino de ganarlas también en Egipto y ser preponderantes en toda la región .
Mohammed Bouazizi tardó varios días en ser noticia y no lo hubiera sido sin el vídeo de su primo Ali y otros que se grabaron en las sucesivas concentraciones de protesta en Sidi Buzid. La prensa tunecina estaba amordazada y sólo servía al régimen, mientras que la europea apenas prestaba atención a Túnez, un país que sólo interesaba por el turismo, las empresas al servicio de las multinacionales, los centros de llamada y la pretendida lucha contra Al Qaeda. Ben Ali era un gran amigo de Francia, y Francia intentó ayudarlo hasta el final.
Los vídeos, como el de Ali Bouazizi, se propagaron por la red, en Facebook y YouTube. El eco multiplicó las protestas hasta que Ben Ali tuvo que prestar atención. Trasladó a Mohammed Bouazizi a la mejor unidad de quemados de Túnez, fue a verlo, se hizo una foto para pasar por bueno y prometió a su madre que lo enviaría a Francia tan pronto como recuperara algo de fuerza.
Este joven de 26 años protestó quemándose a lo bonzo. Privado de su medio de vida y de su dignidad, la desesperación personal de Bouazizi se tradujo en una reacción dramática. Bouazizi, que había desempeñado diversos trabajos desde que tenía diez años, inició la venta de frutas y verduras a tiempo completo en las calles de Sidi Bouzid para mantenerse a sí mismo y a su familia (su madre, Menobia, dos hermanos y cuatro hermanastros).
El 17 de diciembre de 2010, la policía confiscó su medio de subsistencia, al parecer debido a que Bouazizi no disponía de permiso de venta ambulante. Algunas fuentes indican que la policía lo abofeteó y lo violentó de otras formas. Ese mismo día, Bouazizi intentó presentar una queja ante las autoridades locales, al parecer sin resultados. Posteriormente adquirió una lata de pintura inflamable, se roció enfrente de un edificio público de la localidad y se prendió fuego.
Tras este último acto de individualismo, la indignación colectiva no se hizo esperar. Desde el 19 de diciembre, se sucedieron los enfrentamientos entre jóvenes y policía en Sidi Bouzid localidad de origen de Bouazizi- y otras localidades del entorno, una región rural y empobrecida del interior de Túnez. Una zona olvidada que ni siquiera existe en las guías turísticas.
El 4 de enero fallece este joven ya convertido en héroe nacional. Su entierro, el día siguiente, se convierte en un nuevo día de cólera para los desheredados …
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