Una mujer camina dentro de mí – Adonis (Ali Ahmad Said)
Nadie ha leído mi taza
sin que sepa que eres mi amada,
nadie ha estudiado las rayas de mi mano
sin que descubra las cuatro letras de tu nombre.
Todo se puede negar
salvo el olor de la mujer amada
todo se puede disimular
salvo los pasos de la mujer que se mueve dentro de nosotros,
todo se puede discutir
salvo tu feminidad.
¿Dónde ocultarte, amor mío?
Si somos dos bosques que arden,
y todas las cámaras de televisión están fijas en nosotros.
¿Dónde esconderte, amor mío?
Si todos los periodistas quieren convertirte
en la estrella de las portadas,
y a mí en un héroe griego
y en un escándalo gráfico.
¿Dónde llevarte?
¿Dónde me llevarás?
Si todos los cafés conocen de memoria nuestra cara,
todos los hoteles conocen de memoria nuestro nombre
y todas las aceras conocen de memoria la música de nuestros pasos.
Estamos al descubierto como una terraza marina
y nos observan como a dos peces dorados
en una vasija de cristal.
Nadie ha leído mis poemas sobre ti
sin que conozca las fuentes de mi lenguaje,
nadie ha viajado en mis libros
sin que llegue sano y salvo al puerto de tus ojos.
No hay nadie a quien haya dado mi dirección
que no se dirija hacia tus labios.
Nadie abre mis cajones
sin que te encuentre allí, dormida cual mariposa.
Nadie ha desenterrado mis hojas
sin que conozca la historia de tu vida.
Enséñame una forma
de encerrarte en la ta marbuta
e impedirte salir.
Enséñame a dibujar en torno a tus pechos
un círculo violeta
e impedirlos volar.
Enséñame una forma de retenerte, como el punto y aparte,
enséñame una forma de caminar bajo la lluvia de tus ojos sin mojarme,
oler tu cuerpo, perfumado con especias de la India, sin marearme,
y despeñarme desde las elevadas cumbres de tus pechos
sin estrellarme…
Levanta la mano de mis pequeñas costumbres,
de mis pequeñas cosas,
de la pluma con la que escribo,
de las hojas en las que hago garabatos,
del llavero que porto,
del café que sorbo
y de las corbatas que poseo.
Levanta la mano de mi escritura:
no es lógico que escriba con tus dedos
y respire con tus pulmones.
No es lógico que me ría con tus labios
ni que tú llores con mis ojos.
Siéntate conmigo un momento
para tornar la vista al mapa del amor que trazaste
con la dureza de un conquistador mongol
y el egoísmo de una mujer que ordena a un hombre:
“Sé. Y será”.
Háblame con democracia;
en mi país, los varones de la cábila
practican el juego de la represión política,
y no quiero que practiques conmigo
el juego de la represión sentimental.
Siéntate para que veamos
dónde está la frontera entre tus ojos
y mi tristeza,
dónde comienzan tus aguas territoriales
y termina mi sangre..
Siéntate para acordar
en qué parte de mi cuerpo
se detendrán tus conquistas
y a qué hora de la noche
comenzarán tus algaradas.
Siéntate conmigo un momento
para acordar una forma de amar
en la que no seas mi esclava
ni yo una pequeña posesión
en la lista de tus colonias
que no cesa, desde el siglo diecisiete,
de reivindicar ante tus pechos la liberación.
Pero no escuchan,
no escuchan.
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