El Diluvio Universal – Diferentes versiones sobre un mismo mito – (+ Video)
Los mitos son algo consustancial al género humano, y surgen de forma totalmente aislada en diversos puntos y momentos de la Historia, siempre respondiendo a preocupaciones fundamentales. El contacto entre las diversas culturas los va puliendo, con lo que se acaban alcanzando unas “formas canónicas” en las que se captan fácilmente orígenes comunes.
Los mitos, en la innovadora visión del psicólogo y psiquiatra suizo Karl Gustav Jung (1875-1961) son representaciones de los arquetipos. Según Platón, éstos eran “las ideas inmateriales, perfectas e inmutables, modelo ideal de las cosas sensibles”, y Berkeley los situaba en la mente divina antes de la Creación. Jung dio una nueva forma a esta antiquísima idea: “Son símbolos ancestrales que forman el inconsciente colectivo del hombre y que se encuentran en toda la mitología universal”. La repetición de los cuentos, los mitos, las fórmulas mágicas, etc. en las diferentes civilizaciones, prueba que “real sustrato psíquico de los hombres es común a todos ellos en las capas más íntimas de nuestro inconsciente… porque forman el lenguaje innato de la psique”.
El análisis concreto de los mitos más habituales nos confirma esta visión Y el más universal de todos ellos, que hallamos presente en prácticamente todas las culturas, es el del Diluvio Universal, abstracción extrapoladora de las grandes inundaciones catastróficas que en todas partes se dan periódicamente. Incluso algunos divulgadores han pretendido ver en él un recuerdo difuso de las glaciaciones geológicas.
Los modernos investigadores de la mitología han recopilado más de cuatrocientos mitos diferentes sobre el Diluvio. El primero por orden cronológico es el contenido en la Epopeya de Gilgamesh, poema nacional babilónico.
En la mitología babilónica, el equivalente a Noé se llama Utanapishtin, hombre piadoso que había sido avisado de la proximidad del desastre por los susurros de las cañas movidas por el viento. Protegido por el dios Ea, éste le comunica la decisión que otros dioses han tomado, por inspiración de Enlil, de destruir la humanidad, y le aconseja que construya una nave con la que podrá escapar a la invasión de las aguas. Así lo hace Utanapishtin, metiendo en el navío a su familia, sus riquezas y parejas de animales. Apenas lo había terminado, se soltaron los vientos y el diluvio durante siete días. A la madrugada del día octavo, el mar recobró la calma, la nave se posó sobre un monte y Utanapishtin soltó una paloma y una golondrina, que volvieron al barco por no encontrar otro lugar donde posarse; más tarde soltó un cuervo que ya no regresó y por último salió Utanapistin, ofreció un sacrificio y la vida comenzó de nuevo.
Es innecesario subrayar las coincidencias con el relato de la Biblia, (Génesis, VIII) muy posterior:
Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra… se arrepintió de haber hecho al hombre… y dijo: ‘Voy a exterminar al hombre que hice de sobre la faz de la tierra; al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta las aves, pues me pesa haberlo hecho’. Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. Yahvé dijo a Noé: ‘Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y la calafateas con pez por dentro y por fuera… Entrarás en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. De todos los animales meterás en el arca parejas’. Pasados los siete días, las aguas del diluvio cubrieron la tierra… y estuvo lloviendo sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches… El arca flotaba sobre la superficie de las aguas, que cubrieron los montes por debajo del cielo… Sólo quedaron Noé y los que con él estaban en el arca. Ciento cincuenta días estuvieron altas las aguas sobre la tierra… Pasados cuarenta días, abrió Noé la ventana y soltó un cuervo que volando iba y venía… Siete días después para ver si se habían secado las aguas, soltó una paloma, que como no hallase donde posarse se volvió al arca… Esperó otros siete días y al cabo de ellos soltó otra vez la paloma, que volvió a él trayendo en el pico una ramita de olivo… Siete días después volvió a soltar la paloma que ya no volvió más… y dijo Yahvé: “Voy a establecer mi pacto con vosotros… y he colocado mi arco en las nubes.”
Un paralelo inmediato a esta narración figura en la cultura clásica griega, con el mito griego de Prometeo y su hijo Deucalión. Según los griegos, el Diluvio duró nueve días y nueve noches, y de él sólo escaparon “los más justos”, Deucalión y Pirra, en un arca similar a la bíblica. Ovidio, en su primer libro de las Metamorfosis inicia el relato de la breve historia de los regeneradores de la humanidad, que inician su dura nueva vida en la Fócida.
En la mitología persa y según el Zend-Avesta, el dios Ahura-Mazda (Ormuz) ordenó al primer hombre, Yima, que se encerrase en una fortaleza, en la cumbre de una montaña, con los mejores hombres, animales y plantas. El resto del mundo fue destruido por el dios del Mal.
En la mitología fenicia, la narración del Diluvio está poco detallada; pero su recuerdo es tan fuerte que el dios Aleyín, hijo de Baal, propuso que el dios Kusor abriera un tragaluz en medio del templo (es decir, el mundo) y Baal abriera una resquebrajadura en las nubes; así las aguas no caerían sobre la Tierra en cantidad tan grande que produjera un nuevo diluvio, ya que sería necesario que Baal y Kusor se pusieran de acuerdo.
En la mitología lituana, el dios Praamzis, que gobernaba el Universo, al contemplar que en la Tierra todo eran guerras e injusticias, decidió hacer un escarmiento. Para ello envió a dos monstruos, el Agua y el Viento, y entre los dos cogieron la Tierra, imaginada por los lituanos como un disco, y la sacudieron durante doce días, acabando con casi todos los hombres. Entonces se asomó Praamzis para ver el mundo, y tiró las cáscaras de una nuez que estaba comiendo con el fin de que en ella se refugiasen un puñado de hombres y de animales que se habían puesto a salvo en la cima de una montaña.
En la mitología celta aparece también el mito del Diluvio e incluso afirman que después de él la isla de Irlanda fue habitada por una reina maga, que pereció en unión de todos sus compatriotas antes del desembarco del príncipe Portholón, que llegó de Grecia con veinticuatro parejas en el año 2700 a. de J. C., y cuyos descendientes tuvieron que luchar con los últimos gigantes.
En la mitología de la India aparece la leyenda del Diluvio bajo una forma muy original. Uno de los Manú, dios que preside cada uno de los catorce largos períodos en que se subdivide la historia de la humanidad, hacía sus abluciones, cuando entre sus dedos encontró un pececito vivo. Cuando iba a devolverlo al agua, el animal le rogó que no lo hiciera porque temía ser devorado por los monstruos del mar. Para protegerle, Manú le colocó en un tazón con agua. Al día siguiente, el pez había crecido tanto que tuvo que ponerlo en el jarrón más grande que pudo hallar. Al otro día, el pez se había desarrollado de tal manera que Manú tuvo que depositarlo en un lago y como siguiera creciendo, Manú le llevó hasta el mar. Entonces el pez le dijo: “Dentro de siete días será el Diluvio; enviaré para ti y los siete richis un gran barco. Embarcaréis y contigo una pareja de cuantos animales viven en la tierra y en los aires y una semilla de cada planta. Cogerás a la serpiente Vasuki y atarás con ella el navío a mi cuerpo, y yo te guiaré a través de las aguas”. Después del Diluvio, Manú fue el padre de la nueva raza humana. Siguen las coincidencias, incluida la de los siete días, demostradoras de que todos los relatos proceden de uno solo.
En la mitología egipcia antigua la destrucción de la humanidad primitiva tomó otra forma: Ra envió contra los hombres su Ojo Divino, encarnado en. la diosa Sekmet, la que realizó una mortandad tan terrible, que para evitar el exterminio de la raza humana, Ra tuvo que preparar una bebida compuesta de cerveza, cebada y una sustancia roja que le daba aspecto de sangre. Sekmet confundió esta bebida con sangre y la ingirió, embriagándose de tal manera que dejó de matar. Entonces Ra, después de salvar a los hombres, estableció un pacto con ellos.
En África el mito del Diluvio tiene tantas formas como tribus viven en el continente negro. En el bajo Congo se cuenta que hace muchos años el Sol encontró a la Luna y le tiró barro para apagar su brillo. Entonces se produjo un diluvio y los hombres supervivientes se convirtieron en monos (obsérvese la curiosa coincidencia con el darwinismo).
En América el mito del Diluvio está todavía más extendido, si ello es posible, que en los otros continentes. Ya Cristóbal Colón, al tocar el golfo de Paria en 1498, observó que los indígenas veneraban el que llamaban “árbol de la vida” (¡otra coincidencia con la Biblia!). Según ellos, de sus frutos había vuelto a nacer el género humano después de ser destruido por un gran diluvio, del que sólo se salvaron un hombre y una mujer. Un “árbol de la inmortalidad” similar existía en México.
Cuenta la leyenda de los algonquines que un día el dios Michabó se metió en el agua para salvar a sus perros que habían quedado aprisionados en el fango. Las aguas se desbordaron y cubrieron la tierra. Para rehacer la tierra, Michabó encargó al cuervo que le buscase un pedazo de arcilla, pero el cuervo no lo trajo. Después envió a una nutria, pero ella volvió de su zambullida sin traer nada. Por último envió a una rata almizclera, que le trajo un poco de tierra. Los hombres que repoblaron el mundo son los hijos de Michabó y la rata almizclera.
Según los indios de California, un diluvio cubrió todas las montañas e hizo perecer a todos los hombres menos a los que se habían refugiado en el pico del monte Bonsald.
Las mitologías de la Melanesia son muy curiosas. Según las tribus narri-ñeri de Australia, el dios creador formó al hombre de excrementos y los modeló como estatuas sin vida y luego, para infundirles la vida, les hizo cosquillas, porque la risa es el símbolo de la vitalidad (compárese con el episodio de la creación de Adán en la Biblia). Su mito referente al Diluvio dice que todas las aguas del mundo habían sido tragadas por una rana, pero una anguila la hizo reír y abrió la boca, con lo que las aguas se precipitaron sobre la tierra causando una gran inundación. En otras mitologías oceánicas el Diluvio fue un castigo impuesto al hombre por haber dado muerte a un monstruo marino.
Terminemos recordando el mito tal como lo narran en Malasia. Según los malayos, la creación de la tierra molestó a un dios que existía anteriormente y que se irritó, destruyéndola. El creador reconstruyó la tierra tomando precauciones para que el dios anterior a la humanidad no se irritara, pero cuando se enfada se producen los frecuentes terremotos oceánicos.
https://www.youtube.com/watch?v=qO_0gkVDLV4
Los grandes mitos, por P. Hernández, Editorial Bruguera, Barcelona, 1971.). … Josep M. Albaigès
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