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Gurba:tristeza,dolor,rabia y pena saharaui

gurba

Su rostro resultaba reconocible en Tele 5, en un programa sobre salud junto a Isabel Preysler. La proyección de su imagen, su atractivo y soltura ante la cámara le brindó la oportunidad de presentar aquellas galas de TVE los sábados por la noche y también los especiales de Nochebuena y Nochevieja.

Miguel Ángel Tobías (Bilbao, 1968), doctor en Nutrición, decidió un buen día que había llegado el tiempo de «alimentarse» de historias cercanas y montó la productora Acca Media que lanzó un primer formato exitoso, «Españoles en el mundo», al que siguieron «Al límite» o «Destino Europa».

Desde entonces no ha parado de captar experiencias, documentales de cine y televisión, largometrajes… En 2010 se comprometió públicamente a realizar cada año un proyecto audiovisual de carácter benéfico, «una causa que merezca la pena ser contada, fomente el valor de la solidaridad y sirva para recaudar fondos», dice.

Cuando estaba pensando en qué hacer sobrevino el terremoto de Haití, el 12 de enero de 2010, y lo tuvo claro: rodó «Sueños de Haití» y de ahí he ido encadenando historias, una tras otra, hasta la actual titulada «Gurba: la condena».

Ahora confiesa, con vergüenza, que entonces «sabía del tema saharaui más o menos lo que el común conocía a través de las noticias de televisión, por los niños que venían en verano y poco más».

A partir de ahí, Miguel Ángel Tobías tomó conciencia del exilio del pueblo saharaui, uno de los más «longevos» de la época moderna -casi 41 años-, y de que se encontraba frente a la única misión de paz de Naciones Unidas en la que no se puede hablar de derechos humanos. (Nota de la Bitácora: sería bueno se replanteara también el grabar algo sobre el genocidio perpetrado a los palestinos y en la Palestina ocupada).

Así se embarcó en «un proyecto duro, pero muy gratificante», explica, desde una premisa humana: no mostrarse ajeno al dolor de los prójimos. «Y es que justamente por ser vasco me tocó vivir los momentos duros del terrorismo de ETA y me resulta reconocible el sufrimiento de las víctimas».

Tampoco le resulta ajeno que este documento levante ampollas, por lo que supone sobre descubrir la posición hipócrita de la comunidad internacional en el Sahara. «En España no hay nadie que no se manifieste pro-saharaui; otra cosa es que cuando acceden a un cargo público no consideren tan fácil defender esta causa y miren indisimuladamente para otro lado».

Gurba es un término árabe sin traducción exacta, mezcla de sentimientos como tristeza, dolor, rabia, melancolía, pena… y con el que Miguel Ángel Tobías titula su documental, que traduce como la condena «porque la población saharaui habla así de lo que supone vivir en una tierra que no es la suya, en el exilio», precisa el cineasta.

Y el propósito que persigue Tobías mostrando esta realidad no es otro que «el público se dé cuenta de que en el Sahara hay seres humanos padeciendo una situación de vulneración de derechos y cómo desde esta plácida esquina permitimos que sufran condiciones infrahumanas», afirma con rabia.


Y no esconde situaciones de tortura y encarcelamiento. Allí, sobre el terreno, asegura haber sentido la estrecha vigilancia de los servicios secretos marroquíes, «pero la vergüenza ante lo que sucede fue siempre superior a mi miedo».

Cuando se refiere a la muerte describe su presencia con tres sensaciones muy profundas: «El olor, y es difícil explicarlo, pero tras percibirlo lo reconoces; otra impresión es una atmósfera de vacío y una inmensa soledad».

De hecho, uno de los saharauis que aparece en unas escenas del documental desactivando las minas antipersonas fallecías dos semanas después de terminarse el rodaje. Precisamente, al final de la cinta se recoge un homenaje a este chico con quien Tobías vivió de la mano una experiencia y u riesgo que asumió en primera persona. «Quería estar allí para así tener la autoridad moral de transmitirle a la gente que es preciso y urgente intervenir», subraya Tobías.

Otra visión «horrible» es la del muro. Se trata de la segunda estructura defensiva más larga del planeta, después de la muralla china, con 5 metros de altura, 20 de ancho y 2.756 kilómetros de largo, y cuyo único objetivo de impedir que los saharauis de los territorios ocupados puedan salir de esa «prisión» como que accedan los que «viven» en el exterior.

«El muro sobrecoge; alzado en el desierto, un elemento antinatural custodiado por 120.000 soldados, distribuidos en puestos cada cinco mil metros, que representa para Marruecos un coste diario de un millón de euros. Y aunque Acnur cifra en 26 millones la ayuda a los refugiados de Tindouf, se llevan años recibiendo solo 13 millones anuales», afirma el cineasta.

Y ante una situación insostenible, explica Tobías, existen «grupos de jóvenes que proponen rebelarse y tomar las armas para recuperar lo que es suyo. Los mayores no saben hasta cuándo van a poder contener estos legítimos deseos de libertad», concluye.

Y mientras tanto, el desierto lo mira todo desde los ojos grandes de la noche…

Por Sergio Lojendio
Con información de El Día

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