La catástrofe futura en una profecía amazige
Un maestro sufí de una zagüía del Süs, en el sur de Marruecos, me confió una profecía acerca de una catástrofe cósmica que me parece extraordinaria y digna de ser divulgada. La narración lleva por título Ur ta tsidd imi-n-ttubt, que quiere decir aún no se ha cerrado la puerta del perdón. He aquí el texto íntegro :
El fin de los tiempos se acerca, aunque, a la vez, puede considerarse lejanísimo. Por ésto es que la Puerta del Perdón permanece abierta. Y, mientras quede abierta, es menester rezar y distribuir limosnas.
Un día vendrá en que dicha puerta se cierre. Entonces el sol dejará de lucir durante tres días, y los hombres, extrañados, se cuestionarán por la naturaleza de fenómeno tal. Al cuarto día la aurora surgirá sobre el Mar de Poniente, es decir, del lado opuesto al habitual. Desde allí el sol alcanzará su cénit, a partir del cual iniciará su normal descenso hasta desaparecer en el mismo mar de occidente, como cada día.
Éste será el comienzo de un período en el que la humanidad vivirá ajena al amor que al prójimo debe. La impaciencia remará en el mundo, los dogmas se olvidarán y la oración dejará de florecer en los labios de los hombres.
Justo entonces, el jardín de los bienaventurados se hallará repleto, de forma que ninguna otra alma será admitida en su seno. Sin embargo, en el infierno aún sobrará espacio para muchedumbres.
A partir de aquí, el mundo se hará más dilatado que el actual y las edades por venir abarcarán más tiempo que el transcurrido desde la creación hasta el cierre de la Puerta del Perdón, e incluso las almas que en ese mundo habiten superarán en número a las hasta entonces nacidas.
Transcurrido dicho período, un fuego purificador descenderá y aniquilará a los malvados sin excepción.
En un encuentro posterior, y como respuesta a mis preguntas, el maestro sufí fue más explícito:
Dios no conoce la prisa. A nadie le será permitido conocer de antemano el último día. Lo mismo puede ser mañana que dentro de cuarenta mil años. En realidad, dicho conocimiento carece de utilidad, ya que la Puerta del Perdón sólo se cerrará el día en que no exista un solo ser vivo que se postre ante Dios con sincera veneración. Ése será el momento en el que el cielo se considere completo y, no habiendo alma alguna digna del Paraíso, comenzarán a llenarse los infiernos. He aquí el momento preciso para cerrar la Puerta del Perdón.
A primera vista, esta profecía sorprendente parece sacada del gran fondo del Apocalipsis de San Juan, pero al examinarla más detalladamente se ve que la descripción de los sucesos cósmicos no tiene ninguna relación con la predicción cristiana. Sólo la definición del límite temporal de nuestro mundo actual será igual en las dos: no existe calendario fijo, sino que el momento de la destrucción dependerá totalmente del compromiso de la humanidad; hasta que no quede ninguna persona creyente en la tierra, el día del trastorno del sol no vendrá. Sin embargo, mientras que San Juan pronostica un juicio con una horrible destrucción de la tierra y, a continuación, el surgimiento de un nuevo cielo y una nueva tierra donde habitarán los fieles, el vidente del Süs, por el contrario, dice explícitamente que después del Gran Trastorno la humanidad estará compuesta por completo de infieles. Ya que esta declaración inaudita no tiene parangón en el cristianismo ni en el Islam, debemos tratarla como una tradición independiente, y de suma importancia.
El mencionado jeque o maestro sufí del Süs, último eslabón de la transmisión de esta profecía, pertenece a la orden Násiriyya, que es conocida por haber empleado simultáneamente el idioma amazige taselhit junto con el árabe en varios manuscritos bilingües que se remontan al siglo XVII, algunos de ellos expuestos en la biblioteca de Tamgrut, en el valle del Dra‘a. Uno de los poetas más famosos de esta orden, Afkir Mohand Auzal (Muhammad al-AwzálT, de la tribu de los Indawzal), escribió en tomo a 1720 un poema religioso de más de 600 versos llamado Bahr al-Dumü‘, Mar de Lágrimas, que publicó, basándose en dos manuscritos argelinos y con una traducción francesa, B.H. Stricker). Esta qissa utiliza varias ideas tradicionales de los amaziges del Alto Atlas y del Süs que en vano se buscan en otras literaturas. Y entre ellas, cómo no, se encuentra también la llamada Puerta del Perdón, Imi-n-ttubt. Dice al-AwzálT (versos 315-318):
Imi-n-ttubt queda abierta para el hombre hasta que exhale su último suspiro. En este momento se cierra lbab-n-ttubt . Después el arrepentimiento no será aceptado nunca más, desde aquel día en el que el sol se levante por poniente. Quien no se arrepienta antes del día en que se cierre la Puerta del Perdón no alcanzará el cielo, irá al fuego del infierno.
Como puede verse, estos versos implican una actitud psicológica, concretamente en el contexto de la anulación de los pecados por medio del arrepentimiento personal. El entorno cósmico sólo se trasluce en la enigmática frase del curso solar invertido, Deduzco de ésto que la futura vuelta atrás del sol en su camino ya en los siglos XVII y XVIII pertenecía al trasfondo popular de los oyentes de al-AwzálT, lo que, consecuentemente, le permitía utilizar este aspecto apocalíptico dándole un nuevo sentido interiorizado, esotérico, típico de los sufíes de la montaña.
El relato del extraño comportamiento del sol tiene estrecha relación con textos griegos, como Heródoto (.Historia, II, 142), Eurípides (Electro, 726-742), Platón (Política, 268e-269a), Estrabón (Geografía, I, 2, 15) y varios otros. La tradición amazige se distingue de los textos clásicos en dos aspectos. Uno es que se refiere a un suceso futuro, mientras que los textos griegos simplemente rememoran sucesos pasados. El otro es que describe un movimiento solar desconocido en todas las fuentes antiguas.
La más sencilla descripción de una alteración del movimiento solar cotidiano se conoce como el milagro de Josué {Josué, 10, 13), que también existe en la tradición sufí del Magreb, atribuido al jeque fundador de la orden de los Hmádsa, Abü -Hasan ‘Alí b. Hamdüs, también conocido como Qa’id al-Sams (“Sr. del Sol”). Como el Josué bíblico, el ilustre jeque ordenó, sobre el año 1700, que el sol se detuviera por un rato en su camino.
Aparte de estos dos episodios mencionados que, a mi modo de ver, no reflejan sino un débil recuerdo de lejanos sucesos cósmicos de gran envergadura, se han discutido con seriedad las indicaciones de los griegos. Sobre todo la de Heródoto, que relata una tradición egipcia que concierne a cuatro inversiones del curso del sol en el pasado: dos veces se levantó por el poniente y se puso en el oriente. Durante más de dos milenios no se conoció ninguna explicación satisfactoria, hasta que, en los tres últimos decenios, los científicos geofísicos descubrieron que los polos del globo se han intercambiado muchas veces a lo largo de la historia de la tierra.
Basándose en los estudios de los vanguardistas del catastrofismo moderno, como Hapgood y Velikovsky entre otros, Peter Warlow ha explicado la anomalía del movimiento solar descrito por los griegos como lo que le aconteciera a una particular peonza que por sí misma se volcara, desde su punto de soporte hasta el extremo opuesto, al comenzar a vacilar. Ésto lo haría sin alterar su sentido de rotación, de modo que un observador ubicado en el hemisferio norte se encontraría luego en el hemisferio austral, lo que resultaría en una inversión del curso solar para él. Así el intercambio de los polos terrestres tiene dos efectos importantes: la inversión del sentido de la orientación del este y el oeste, y la inversión de las estrellas circumpolares. Esto último también lo encontramos en una tradición amazige, esta vez recogida en la Cabilía (Argelia): La inversión de la tierra viene acompañada del refulgir del mundo que estaba bajo el suelo en el mundo superior .
Volvamos por última vez al relato del jeque del Sus. La descripción de los sucesos cósmicos es extremadamente parca, como es típico de los amaziges montañeses. El sol no brillará por espacio de tres días seguidos. Después de esta larguísima noche el sol se levantará sobre el Océano Atlántico, o sea, por el lado opuesto al normal. Y al día siguiente continuará por su camino habitual. Todo este movimiento anómalo debe explicarse por una doble inversión de los polos de la tierra. Ésta gira como la peonza de Warlow, pero, en vez de ejecutar una sola vuelta, la tierra continúa en su giro extraordinario hasta retomar su posición inicial. Esto ya es algo distinto de lo de los textos griegos, donde siempre se habla de un solo intercambio.
Aunque el jeque sufí nos calma con su sentencia de que Dios no tiene prisa, nos encontramos en una situación parecida a la del príncipe de los ligures que recordando el mandato del fuego feroz… siempre desconfía del cielo (Ovidio. Metamorfosis de Faetón, 409-410).
Referencia:
De Algunas tradiciones orales de los amaziges del Alto Atlas marroquí , de Uwe Topper
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